¿Son los pueblos o sus gentes? O no son la misma cosa. Allí donde vas y
no te hacen sentir forastero te merece la pena quedarte y así es como no
sólo he repetido excursión a Puente de Génave sino que estoy dispuesta a
volver en cuanto la ocasión se presente. Es verdad que yo ya tenía
referencias de mi amiga Mila que sabe hacer bandera de su pueblo, pero
es que a la muchacha no le falta razón. Me invitó a conocer el pueblo y a
sus amigos, esos amigos de toda la vida que un día fueron y que vuelven
a juntarse, que llegan en tropel cada vez que toca puente, semana santa
o lo que tercie cuando puede, que provienen ahora de un montón de
rincones de España donde salieron a ganarse la vida y a vivir sus vidas,
pero que vuelven a cargarse de las viejas emociones que aprendieron de
niños y que también echan por ahí en falta. Por eso cuando llegas a
Puente sientes un aluvión de ricas aportaciones, de los que se quedaron y
de los que van y vienen.
Será esa la idiosincrasia de un pueblo
tolerante, acostumbrado a convivir, a aprender del resto antes que a
replegarse, será por eso que la gente es tan amigable. No es sólo que
ellos hagan piña es que al de fuera le abren la puerta de sus casas y de
sus vidas sin darle importancia, como si tal cosa, y te encuentras a
media mañana "echando la liga" que es algo más que un recorrido de
tapeo, es un ‘retuiteo’ con miles de seguidores, que al que no se le
ocurre una gracia se le ocurre otra. Y qué decir de esas mañanas en el
bar Vela saboreando esos churros fritos en aceite del bueno ( de eso
alguien tendrá que hablar largo y tendido en este blog) mientras a la
mesa se van incorporando tertulianos para comenzar el día sin prisas,
que para eso te recuerdan: ¡estamos de vacaciones!
Rosa G. Payo.
Gracias Rosa, así somos y seguiremos siendo.
ResponderEliminarDale un beso a Mila
Besos
Atilano
Entrañable tu escrito... ¡Y real! ¡Gracias por compartirlo!
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