lunes, 29 de marzo de 2021

JUEGOS TRADICIONALES EN LA SIERRA DE SEGURA. Descripción ( III )

LOS JUEGOS EN AQUELLOS TIEMPOS.


José Antonio Molina Real (jt)

    Hemos realizado algunas publicaciones en las que hacíamos un recorrido resumido y descriptivo por algunos juegos tradicionales que marcaron la diversión y relación social de nuestros abuelos y padres en aquellos años difíciles de mediados del S. XX en las calles, rincones o parajes de los diferentes pueblos y/o aldeas de nuestra Sierra de Segura. Junto a las ya publicadas en junio y octubre de 2019, y con la finalidad de completar este recorrido, presentamos esta tercera entrega en la que incluimos nuevas descripciones de juegos tradicionales que ocuparon gran parte de nuestra infancia.

    En este caso son 10 juegos populares más que sumamos a los 35 ya publicados, para continuar con la descripción de nuevos pero viejos juegos. No hemos, de forma intencionada, entrado en clasificaciones diversas (de niños/niñas, competitivos, de habilidad, con uso de utensilios, utilización de canciones, etc…) para evitar darles una contextualización sesgada y porque además en aquella época todos/as solíamos jugar a todo; además sabemos que existen diferentes nombres, modalidades y normas en las diferentes poblaciones, pero también sabemos que, jugáramos como jugáramos, compartíamos risas y desarrollábamos la creatividad participativa que posibilitaba incluso, si era necesario, la modificación de normas de juego para adaptarlas a las circunstancias que factores como el clima, número de jugadores o disponibilidad de tiempo y espacio, pudieran presentar.

    Los juegos de antaño tenían siempre la característica de la creatividad, la improvisación, la adaptación al entorno y sobre todo la calle como espacio y la diversión como finalidad.

EL PATIO DE MI CASA

    Podrán jugar tantos jugadores como queramos y todos se agarran de las manos y forman un corro o círculo amplio, con los brazos estirados. Dentro del corro se situará un jugador, que será el que camine a la pata coja al final del juego. Los jugadores, con las manos unidas y formando un corro, irán girando y haciendo gestos y movimientos cantando la letra de una canción y cuando canten el estribillo de "¡agáchate, y vuélvete a agachar!" se agacharán al mismo tiempo dos veces seguidas. El corro se detendrá cuando canten el estribillo "chocolaaaaate, moliniiiiillo, corre, cooooorre, que te piiiiillo", estirando las sílabas indicadas mientras hacen un gesto de ir hacia el centro del corro para juntar todos las manos, para después cuando se canta "a estirar, a estirar", se abre el corro todo lo que se pueda, estirando los brazos, pero sin soltar las manos. A continuación, el jugador que está en el centro del corro comienza a andar a la pata coja alrededor del círculo, para al finalizar la vuelta dar a otro jugador con la punta del pie y ese será el jugador que se sitúe en el centro del corro en el siguiente juego donde se entonará de nuevo la siguiente canción.

El patio de mi casa es particular,

cuando llueve se moja como los demás.

¡Agáchate! ¡Y vuélvete a agachar!

¡Que los agachaditos, no saben bailar!

H,I,J,K,L,M,N,A,

que si tú no me quieres otro niño me querrá.

¡Chocolate!, ¡molinillo! ¡Corre, corre, que te pillo!

¡A estirar, a estirar! Que el demonio va a pasar.


TERESA LA MARQUESA

    El juego se realiza por parejas, con las manos agarradas entrecruzadas y con los brazos por delante del cuerpo. Queda la pareja un jugador al lado del otro y de esta forma van corriendo mientras se canta la canción:

Teresa la marquesa, tipití, tipitesa,

tenía una corona, tipití, tipitona,

con cuatro monaguillos, tipití, tipitillos,

y un cura sacristán, tipi, tipi, tipi, tan.

    Cuando llegan a la parte "tipití, tipitesa" se paran y cada jugador salta dando media vuelta sin soltarse de las manos hasta quedar enfrentado al otro jugador "tipití"; cuando cantan "tipitesa" saltan hacia el lado contrario y quedan otra vez colocados para continuar la carrera y seguir cantando el resto de la canción hasta llegar a "tipití, tipitona", en donde vuelven a pararse y saltar con el medio giro. Así se juega hasta llegar al final de la canción.


LA TROMPA

    Utilizando unas peonzas y siempre en grupo, los participantes tirarán la trompa de tres modos: a lo bajo o a lo chica, al poder y a clavillazo. Había algunos tan hábiles que la lanzaban al aire y la cogían en la mano haciéndola bailar sobre ella. Lo normal era que la trompa bailase en el suelo y que con la mano extendida y abriendo los dedos la hicieses pasar a la palma de la mano para después volverla a dejar bailando otra vez. Eso decíamos que era coger la trompa. Para ello se necesitaba, o era mucho mejor que la trompa girase tan rápidamente que apenas se moviera del sitio; se duerme, decíamos. Si recorría mucho trecho, escarabajeaba, y si saltaba, repicaba. El mero hecho de que bailara y durase más que las de los otros constituía una forma de los juegos que se hacían con ellas. Otro consistía en coger la trompa en la palma y volverla a dejar bailando. Un tercero le añadía la dificultad al tratar de golpear perras gordas entre unas rayas que se pintaban cuando la devolvías al suelo después de haberla cogido, y que ganaba el que antes las desplazara. El último juego lo llamábamos a abrir trompas pues los que jugadores lanzaban sus trompas contra las de sus adversarios para golpearlas y dañarlas, siendo el objetivo de los demás aquella que dejara primero de bailar al lanzarlas todos a la vez. El perdedor la volvía a lanzar para que los demás intentaran golpearla mientras duraba el movimiento giratorio de la peonza. Aquí jugaban un buen papel los trompos, que con su mayor peso y dureza eran capaces de romper las trompas de otros y aguantar los clavillazos de los demás.


UN, DOS, TRES

    Se pone un niño de espaldas, con un brazo contra la pared, y esconde la cara. Los otros se colocan detrás, a cierta distancia, y van avanzando a pasitos o corriendo. El que tiene los ojos tapados decía: "Un, dos y tres, al escondite inglés", puede que deprisa o despacio, en eso está el engaño, cada vez de una manera aleatoriamente, y después de decirlo, se daba la vuelta rápidamente, por ver si sorprende a los otros en movimiento; al que pilla moviéndose, pierde, por lo que había que avanzar sin ser vistos. El que era visto debía de volver al punto de salida. El objetivo era llegar y tocar la pared, siendo el último en llegar el que debía colocarse sobre la pared para iniciar un nuevo juego. En algunos lugares el estribillo a decir cambiaba al ser “un, dos, tres al pollito inglés”, pero la dinámica era la misma.


VEO, VEO

    Con un número ilimitado, de forma rotativa, se elegía a una persona que dirigía el juego diciendo:

-Veo, Veo. ¿Qué ves?-responden los demás.

-Una cosita. ¿Y qué cosita es? Respondían.

-Empieza con la letrita….. y el jugador debía decir la letra inicial del objeto a descubrir. Los demás participantes irán diciendo palabras que definan objetos próximos en el campo de visión e intentan averiguar su nombre. Si alguno lo consigue, pasa a ser el director del juego y si no, volverá el mismo jugador a determinar otro objeto para ser adivinado volviéndose a iniciar el juego.


TRES EN RAYA O CASTRO.

    Este juego es exclusivo de dos jugadores, siendo el material, normalmente de seis piedras, tres para cada jugador. Habrá que hacer un dibujo sobre una superficie de un cuadrado dividido en cuatro cuartos y partido en diagonal en ambos sentidos y se elegirá por sorteo el que comenzará a poner su piedra en el centro del dibujo para que así el otro jugador ponga su piedra en uno de los cuatro ángulos o en los puntos de cruce de las cuadrículas. Alternativamente irán colocando sus piedras o moviéndolas de sus lugares a excepción de la colocada en el centro que es inamovible. El juego finaliza cuando un jugador consigue alinear sus tres piedras al esquivar por un descuido del contrincante o por su propia habilidad, siendo el ganador el que comenzará el juego siguiente poniendo su primera piedra en el centro.


PITA

    Es un juego más utilizado por los niños porque requiere un componente de fuerza física para lanzar la pita lo más lejos posible. Se desarrollaba formando dos equipos y siempre en un espacio abierto de una calle o plaza. Se trazaba un círculo dibujándolo con un palo o tiza que sería donde se colocaría la pita que era un palo de unos 20 cm de largo acabado en punta en ambos extremos. El otro elemento era el cirre, que consistía en un mango de madera con el que se golpeaba la pita en uno de sus extremos para hacerla saltar y, una vez en el aire, se le volvía a golpear con el cirre para mandarla lo más lejos posible. El equipo contrario debía ir en busca de la pita donde hubiera caído para, desde donde se encontrara, lanzarla hacia el círculo, pudiendo ocurrir dos cosas, que la pita tocara o cayese dentro del círculo o que la pita tocara el cirre situado en un lado del círculo. Ahora bien, si el que “iba a por sopas”, es decir el lanzador, no conseguía ninguno de estos objetivos, daba opción al jugador del otro equipo a lanzar otra vez la pita, teniendo en este caso cuatro oportunidades de tiro: Pitiliuna, Pitilidós, Pitilitrés y Calaminés. Después de tirar estas cuatro veces, la puntuación obtenida iba en función de la distancia a la que se lanzaba la pita, siendo la bonificación otorgada en función de la cantidad de medidas del cirre, contadas desde donde había caído la pita hasta el redondel.

BOLOS SERRANOS

    Aunque no se trata de un juego infantil explícitamente, podemos decir que por sus características los bolos serranos constituyen el único deporte autóctono de Andalucía, practicándose casi exclusivamente en los pueblos y aldeas del Parque Natural, pudiéndose decir que hoy están totalmente recuperados y van creciendo paulatinamente en su número de participantes, siendo los jóvenes la población que lo práctica con más determinación. Los Bolos Serranos son un juego muy arraigado en la Sierra de Segura. Los orígenes de este juego en la sierra se pierden en el tiempo, aunque parece provenir de las montañas del norte peninsular, llegando hasta nuestra zona durante la reconquista. Existen dos modalidades de juego, denominadas Valle y Alta montaña.

    Los Bolos del Valle necesitan una bola que normalmente se hace de madera de enebro o carrasca y que tiene unas medidas y peso estandarizados entre 17 y 20 cm de diámetro y entre 2 y 3 Kg. de peso. Esta bola tiene 2 agujeros, uno para meter el dedo pulgar y otro más alargado para el resto de los dedos. Lo segundo a tener en cuenta son los bolos, o mingos como se les denomina popularmente, siendo tres los mingos que se colocan en fila a una distancia entre ellos de un metro, con medidas diversas siendo el primero de 20 cm. de longitud, 7 cm. de diámetro y 800 gramos de peso; el segundo de 15 cm. de longitud, 6 cm. de diámetro y 600 gramos de peso; y finalmente un tercero de 15 cm. de longitud, 5 cm. de diámetro y 500 gramos de peso. La pista cuenta con una zona previa desde donde se lanza la bola, después esta la línea de mano que es hasta donde al jugador le está permitido lanzar; y también la zona de los mingos que suele ser una placa de madera para garantizar su estabilidad. Por último, tenemos la línea de borre que es por donde debe salir la bola o los mingos. Existen otras pistas con medidas diferentes adecuadas a edades tempranas o para los más mayores.

    Por su parte los Bolos de Montaña se juegan con una bola similar a la de la modalidad anterior, aunque existen profundas diferencias. La principal es que se juega con un solo mingo que tendrá tamaño y peso diferentes a los de la otra modalidad. La línea de mano suele estar más cerca del mingo y en esta modalidad no se birla (tirar desde la línea de borre). La modalidad de alta montaña se juega de forma similar a la anterior. Se tira desde la línea de mano al mingo y se intenta que cruce la línea de borre, dándose los puntos según la distancia que el mingo haya recorrido tras cruzar la línea de borre. Para ello se utilizan unas marcas, situadas entre 3 y 5 m de distancia entre sí, después de la línea de borre, que corresponden a incrementos de, generalmente, 10 puntos hasta alcanzar más de 100 puntos. Esta modalidad no tiene un reglamento tan estandarizado como la anterior y según las boleras, difiere en distancias, puntos y tamaño de las mismas.


BOLAS

    Con las bolas hay gran variedad de juegos, no tan solo el de las canicas y el guá. El triángulo es uno de ellos que consiste en que cada jugador pone dentro de un triángulo trazado sobre la superficie la misma cantidad de botones o chapas de botellas que había que ir sacando a base de golpearlas con las canicas. El juego se acababa cuando el triángulo quedaba vacío. Si eran botones, estos tenían diferente valor según su tamaño; pues los más chicos valían uno, los medianos valían dos, y los más grandes denominados papas valían 4. Había papas muy grandes cuyo valor era de ocho. Cada chiquillo tenía su capital formado por una bolsillá de botones y bolas. Dos palabras que se utilizaban eran las de limpio y sucio, siendo limpio para poder tirar desde una posición más cómoda al no haber obstáculos hasta el triángulo, mientras que la de sucio tenías que hacerlo desde donde había caído la bola salvando todo lo que se pudiera interponer entre tu bola y el triángulo, pero siempre cuidando que el contrario no se adelantara a decir la palabra limpio que siempre daba algo de ventaja.

    Otro juego era el chete bola o el chete bolillo. Había que tener mucho cuidado, ya que si daban un chete a nuestra bola (o bolillo), nos la ganaba el contrario, y las bolas eran una mercancía muy apreciada por los pequeños jugadores. Había diferentes tipos de bolas, como la bola ordinaria que tenía unos 15 milímetros de diámetro y era la más abundante, con su superficie lisa cuando estaba nueva, que se iba desgastando con el uso; el bolillo, más pequeño y más duro que la bola, era mucho más apreciado que la bola, habiendo bolillos de níquel que procedían de los rodamientos, y eran muy escasos; la cristala, que tenía un tamaño intermedio entre la bola y el bolillo, como su nombre indica era de cristal y tenía dibujos de formas y colores diferentes y de gran belleza en su interior; o la tiraora o tinosa, era la bola preferida por todos porque era la que más puntería tenía, siendo un poco más pequeña que la bola ordinaria y algo mayor que la cristala teniendo la superficie algo rugosa y con un peso menor que las otras.


CARRERAS DE SACOS

    La participación en este juego era totalmente aleatoria, siendo perfectamente acto para jugar chiquillos y chiquillas juntos. La base imprescindible era tener sacos, que normalmente eran de tejido de arpillera o yute de los utilizados para el transporte de la aceituna, aunque podían servir también los utilizados en el horno para el transporte de harinas, por lo que se convertían en materia preciada por todos. El sistema de juego era señalar un lugar de partida y otro de llegada, que delimitaba la distancia a recorrer. Esta distancia estaría siempre en consonancia a la edad y capacidad de los participantes, siendo ellos los que determinarían las modalidades de juego. La básica era la carrera simple, aunque se podrían introducir carreras de eliminación, que sería siempre el último en llegar, o por equipos en modalidad de relevos. La técnica consistiría en introducirse hasta medio cuerpo dentro del saco, cogiendo con fuerza con las manos para mantenerlo siempre subido evitando que cayera hasta los pies, para después, cuando se diera la señal de inicio de la carrera comenzar, a base de dar potentes saltos, la marcha hasta el punto de llegada tratando de evitar tropezar, trastabillarse o caerse por la propia inercia del movimiento.

    Con estos diez últimos juegos completamos nuestras publicaciones sobre aquellos juegos tradicionales que nuestros mayores utilizaban en las calles de nuestros pueblos para crear esa armonía y compañerismo que protagonizó su infancia. Evidentemente nos dejaremos más de uno en el tintero, pero creemos que la intención de hacer un merecido homenaje y reconocimiento a aquellas formas de entender el hecho social y al tiempo constatar que los nuevos tiempos no tienen el por qué ser mejores en cuanto al disfrute y entretenimiento de pequeños y no tan pequeños, que llevados a la astucia e inventiva podían establecer forma de diversión y relación siendo el marco perfecto las calles y rincones de nuestros pueblos.

    

lunes, 15 de marzo de 2021

EL TAMARAL, ALGO MÁS QUE UNA ALDEA.

El municipio de Puente de Génave está formado, además de su núcleo urbano, por las aldeas y núcleos de población de Los Avileses, Cortijos Nuevos, Paules (ya deshabitado), Peñolite y El Tamaral. Será a esta ultima aldea a la que queremos hacer referencia, dando cuenta de su evolución y estructuración poblacional a lo largo del tiempo. Para ello recogemos un artículo publicado en el libro de fiestas en honor a Sta. Teresa del año 2003 firmado por Ramón Gallego, actual alcalde del municipio de Puente  de Génave. 

APUNTES SOBRE EL TAMARAL

Hablar del Tamaral significa inexorablemente echar la vista atrás y conocer cuál fue el origen de este magnífico y espléndido cortijo porque el pasado reciente es algo que conocemos todos. Intentaremos llegar a este lugar al que la memoria ya no consigue acceder y donde entran en liza archivos y documentos históricos. Parece ser que los primeros tamaraleños, valga la expresión, provenían del levante peninsular, concretamente de la actual provincia de Murcia, de localidades como Mula o Lorca (1843), aunque ya en 1831 tenemos la primera referencia al Tamaral como lugar habitado.

Situación de El Tamaral dentro del término municipal de Puente de Génave

Los primeros habitantes ocuparon durante mucho tiempo las Cuevas de El Tamaral, origen de lo que posteriormente fue el cortijo que todos conocemos. La razón de ocupar las cuevas era bastante obvia, puesto que los inmigrantes que las habitaban eran gente humilde y pobre de solemnidad y venían, como se suele decir, con lo puesto de sus lugares de origen. Este primer flujo de inmigrantes provenientes de una zona más alejada de la Sierra de Segura tendrá que ver con una crisis de subsistencia que abarcó durante las primeras décadas del S. XIX a gran parte del sureste español (Almería, Murcia y Alicante).

Núcleo poblacional de El Tamaral

En honor a la verdad tendríamos que decir que otros cortijos muy cercanos al Tamaral se ocuparon muy tempranamente como es el caso de la Cornicabra, que en 1740 estaba ya habitado con toda seguridad; o Paules cuyas primeras referencias datan de 1682, aunque en este caso la situación del enclave junto a una importante vía de comunicación explica claramente su pronta ocupación, aunque la existencia de un fuerte bandolerismo boqueó la instalación de asentamientos humanos en fechas anteriores.

Viviendas junto a la carretera Paules-Peñolite

La importancia que va adquiriendo el Tamaral se refleja en la segunda mitad del S. XIX cuando un gran flujo poblacional procedente de las aldeas situadas en la parte más interna y agreste de la Sierra de Segura se van instalando poco a poco, completando la labor iniciada muchos años antes y configurando el Tamaral como uno de los anejos más importantes del municipio de la Puerta de Segura primero y de Puente de Génave después. Ello se ve corroborado en 1898 cuando el pedáneo del Tamaral (Tiburcio Ruiz Pérez) se encargaba de la administración municipal, no sólo del Tamaral sino también de Los Prados, La Cornicabra, El Entredicho, La Venta del Tufo y de Paules. El Tamaral también tenía representante en el Ayuntamiento de La Puerta de Segura por aquel entonces, y así, en 1897, Marcelino Martínez Morcillo era concejal electo de dicho ayuntamiento.

Situación de los cinco núcleos de viviendas que componen la aldea

La trayectoria hasta mediados del siglo XX de la aldea de El Tamaral es realmente impresionante pues se habían roturado prácticamente todas sus tierras y puestas en cultivo, incluso instalándose una primaria fábrica de aceite cuyos socios mayoritarios fueron Cándido Martínez, el de la Venta de la Balbina, y José maría García “Perejiles” originario del propio Tamaral, y como socios fundadores minoritarios estaban las familias Torres, Segura, Avilés, Samblás y Jiménez, todas ellas del mismo Tamaral. De manera premonitoria el fin de la fábrica coincidió con los inicios del éxodo poblacional que dejó el Tamaral tal como lo estamos conociendo hoy en día.

Fiestas Santa Teresa. Año 2003

Ramón Gallego Martínez