domingo, 31 de marzo de 2024

LA TRADICIONAL SEMANA SANTA EN LA SIERRA DE SEGURA

LA SEMANA SANTA SERRANO-SEGUREÑA 

Por José Ant. Molina Real ( jt )

Dentro del calendario festivo de nuestro país adquiere un lugar destacado, junto con las fiestas navideñas, la celebración de la Semana Santa. Unas fechas que se abren a la nueva estación primaveral y que se viven siempre con dos premisas básicas, la de la tradición y el fervor popular.

Vía Crucis viviente en Segura de la Sierra

La Semana Santa adquiere características similares en todos los municipios españoles, pero en cada uno de ellos se le aportan particularidades surgidas a lo largo de los tiempos. En todos ellos se trata de un tiempo de reflexión centrado en la Pasión de Cristo que se pretende reproducir a través de una variada iconografía centrada en las numerosas imágenes de vírgenes y cristos que son venerados en los diferentes pueblos. Nuestra Sierra de Segura no escapa a esa tradición con celebraciones cargadas de singularidad que las convierten en únicas.

La Dolorosa de Villarrodrigo

    Debemos destacar por haber alcanzado ya cierto renombre a nivel provincial e incluso nacional el Vía Crucis viviente en Segura de la Sierra donde gente del pueblo recrea escenificando la pasión de Cristo en un escenario de extraordinaria belleza como lo es su conjunto histórico artístico. También el municipio de Beas de Segura, donde su tradición por la Semana Santa, surgida desde sus monasterios, se remonta al S. XVI con las procesiones de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Los Romanos, Santo Rostro y Verónica, San Juan Evangelista y María Santísima en su Soledad, por la mañana, y la solemne y magna estación del Santo Entierro y Santo Sepulcro de Cristo por la noche, para cerrar el ciclo de su renombrada Semana Santa con la procesión de Jesús Resucitado y Nuestra Señora del Rosario.

Encuentro. Beas de Segura

    Otros pueblos serranos más pequeños, y siempre dentro de su modestia, celebran con diversos actos y procesiones esta Semana de Pasión. En La Puerta de Segura se vive con esplendor el ejercicio procesional del Vía Crucis por diversas calles del municipio. En Torres de Albanchez donde empiezan el Domingo de Ramos con la bendición de ramos en la Plaza de la Virgen del Campo y finalizan en el mismo entorno con la procesión del Resucitado. También en el Arroyo del Ojanco las cofradías lucen, especialmente el Viernes Santo por la noche, los pasos del Santo Entierro, Nazareno, Virgen de los Dolores, Crucificado. En el caso de Orcera, el Martes Santo recorre las calles del casco urbano el Vía-Crucis nocturno con momentos inmensos de color y recogimiento, para dar paso al Miércoles Santo con el paso procesional de la Virgen de la Esperanza y el Jueves Santo con la procesión del Cristo del Perdón, el Nazareno, Cristo de la Expiración y el Cristo de la Fraternidad, siendo ya el viernes la salida del paso de la Virgen los Dolores la verdadera protagonista de una procesión con todas las imágenes procesionales. En Siles, destaca el llamado “encuentro” de Nuestro Padre Jesús Nazareno y la Virgen de los Dolores.
Procesión del Santo Entierro. Santiago-Pontones

En Puente de Génave se producen diversas procesiones que comienzan con la de la Virgen de los Dolores, procesionada íntegramente por mujeres, el mismo Viernes de Dolores, destacando los llamados “encuentros”, uno el Viernes Santo recién amanecido el día con la venerada imagen de Nuestro Padre Jesús de Nazareno se encuentra en medio del silencio con la Virgen de los Dolores y el de Domingo de Resurrección, procesionando al Cristo Resucitado, en medio del júbilo y el sonido de los tambores y trompetas. En Génave con la procesión del Santo Entierro o el Domingo de Resurrección con la del Cristo Resucitado, San Juan y la misma Virgen del Campo patrona de la localidad, con el emocionante encuentro en “la Placeta”. También Hornos, Benatae, Villarrodrigo o Santiago-Pontones celebran actos solemnes y muy arraigados en la tradición local, con peculiares y muy sentidas procesiones que representan, en medio del fervor popular, la más pura tradición que sus ciudadanos mantienen, año a año, con marcado entusiasmo.

Encuentro Doloroso. Puente de Génave

Como queda bien claro, toda esta serie de imágenes que representan en la Semana Santa vienen a ser una muestra visual de los acontecimientos de la Pasión y Resurrección de Cristo, que conservan una base y fundamento medieval donde estas representaciones a nivel visual acercaban más fácilmente, a una población sumida en la incultura, hacia las raíces del Cristianismo. Era visionar lo que decían las Sagradas Escrituras, representando a través de toda esa iconografía lo que se predicaba en las iglesias, dando así muestra de veracidad. De esta simple forma, y una vez en el S. XVI consagradas la formación de las diversas cofradías, donde se inicia esta tradición que llena las calles de nuestra España y, por supuesto, la de los pueblos de nuestra Sierra de Segura.

Domingo de Ramos en Torres de Albanchez

Pero la Semana Santa tiene además otro tipo de connotaciones que traspasan lo estrictamente religioso. Es una realidad que desde los años 60 del siglo pasado, nuestra Sierra de Segura, sufrió un gran despoblamiento a causa de una emigración que buscaba en otros puntos de España esas posibilidades económicas que difícilmente en sus tierras podían encontrar. Provincias de Cataluña, Comunidad Valenciana, Islas Baleares, Madrid o incluso el País Vasco recibieron a aquellos osados serrano-segureños que con su esfuerzo y trabajo lograron abrirse camino en esas tierras que los acogieron. Pues bien, la Semana Santa se convirtió en motivo, por no decir excusa, para el regreso a sus pueblos, el encuentro con familiares y amigos, motivo para abrir corazones a los recuerdos y también para que sus hijos, nacidos ya en esos nuevos lugares, conocieran los lugares por donde sus padres habían crecido. Esa tradición del regreso al pueblo se consolidó de tal forma que después fueron los hijos, y después los nietos, de aquellos primeros emigrantes los que regresan para convivir con sus paisanos y así romper con sus dinámicas y rutinas de trabajo en sus lugares de residencia.

Potaje de Vigilia

    Y por último, no puede faltar, en estas celebraciones el aspecto gastronómico. Un aspecto que tiene su principal exponente en el típico potaje de vigilia con garbanzos, espinacas y su base de bacalao; como también, el bacalao, es el principal ingrediente de las ricas croquetas. Pero si hay algo que protagoniza las elaboraciones tradicionales de la Semana Santa son los diversos, particulares y muy ricos postres. Aquí debemos señalar las típicas torrijas, la leche frita, los tradicionales hornazos, los roscos fritos, los panetes, los pestiños o sabrosas flores.

Panetes de Senama Santa

Este breve recorrido, que pone de manifiesto la variedad de la Semana Santa serrano-segureña, que empieza con sus actos el Viernes de Dolores y finaliza el Domingo de Resurrección, quizás no sea extremadamente importante como para alcanzar calificaciones que le den renombre a nivel provincial o nacional, pero que a nadie le quepa la menor duda que son celebraciones que surgen de las raíces del pueblo, muchas de ellas que se pierden en los confines de la memoria, que conservan el tipismo y la tradición y que año a año se convierten en referente imprescindible en la vida de cada uno de nuestros pueblos, porque la base de nuestra tradición se manifiesta en las celebraciones populares, las que inundan las calles y traspasan las puertas de las viviendas, las que surgen de la colaboración vecinal y las que provocan, en cada uno de nuestros pueblos, un orgullo y un sentimiento diferenciador. Cada celebración y fiesta, como en nuestro pueblo en ninguna parte, y la Semana Santas no iba a ser una excepción.


viernes, 15 de marzo de 2024

SIMPLEMENTE POR SER MUJER

LA MUJER EN EL ÁMBITO RURAL. EVOLUCIÓN

Luchadoras de otro tiempo. 

Por José Antonio Molina Real

Hace unos pocos días, en todo el mundo, y por supuesto también en nuestro país y nuestra Sierra de Segura, se conmemoró el Día Internacional de la Mujer. Es evidente que, aunque es una conmemoración que lleva instaurada ya bastantes décadas, en nuestro entorno, en los lugares más diversos de nuestra Sierra de Segura, en diversos pueblos, cortijos o aldeas, durante mucho tiempo, las dinámicas sociales mantuvieron alejadas a las mujeres de cualquier sentido reivindicativo que viniera a dar mayor dignidad a su, por otra parte, esencial trabajo.

Las mujeres han desempeñado y desempeñan un papel primordial en el mundo y en la economía rural, siendo pilar fundamental de la estructuración familiar y de mantenimiento económico. Su participación en todos los sectores productivos resulta de vital importancia, pues contribuyen, en gran medida, al progreso y, en aquellos lugares sumidos en el subdesarrollo, a la erradicación de la pobreza y del hambre, así como hacer posible una educación de los hijos y a la sostenibilidad del entorno familiar. Sin embargo, dicha contribución se vio y se ve mermada por diferentes factores, como la discriminación y el estereotipo de género, que repercuten en la vida de las mujeres y su papel dentro de la economía y la sociedad, imposibilitando el control y el acceso equitativo a los recursos y servicios productivos que precisan para conseguir un mayor rendimiento.

Esta fecha tan señalada del 8 de marzo fue anteriormente el Día de la Mujer Trabajadora, desde 1977, cuando la ONU (Organización de las Naciones Unidas) lo declarara a nivel mundial como día a conmemorar. No se tiene constancia real del por qué esta fecha, existiendo diversas teorías entre la que destaca el hecho que fue un 8 de marzo cuando, en 1875, varios centenares de mujeres de una fábrica textil de Nueva York protestaron y se manifestaron por la desigualdad salarial respecto a sus compañeros. Las protestas desencadenaron una brutal represión de la policía que terminó asesinando a 120 trabajadoras. Tras la masacre, se creó el primer sindicato femenino de la historia y desató una ola de protestas y huelgas de mujeres en el sector textil. Una de las más importantes llegó en 1908, pues bajo el lema 'Pan y Rosas' salieron a la calle 15.000 mujeres para protestar por las terribles condiciones laborales que experimentaban. Fue en Estados Unidos el lugar de la primera celebración de un día específico, el 28 de febrero de 1909, como Día Nacional de la Mujer. Pero será en Europa, concretamente en 1910, en marco de la Internacional Socialista, reunida en Cophenhague, donde se propuso celebrar en marzo un día de la mujer para luchar por obtener el sufragio universal femenino. De esta forma sería el día 8 de marzo el elegido como recuerdo a aquella primera manifestación femenina de 1875, fecha que después se reforzaría cuando en plena Revolución Soviética de 1917 pues el 23 de febrero de su calendario gregoriano que corresponde al 8 de marzo del calendario occidental, se aprobó el voto femenino.

Aunque no queda muy claro el origen del 8M, la realidad es que la celebración del día de la mujer trabajadora tiene el sentido que le da una lucha constante en la que las mujeres han tenido que liderar batallas en todos los ámbitos: ámbito social, político y, sobre todo, el laboral siempre en persecución del objetivo de la igualdad.  

Nadie pone en duda que las mujeres han sufrido a lo largo de la historia un claro proceso de discriminación, siendo en las áreas rurales donde se manifiesta de forma más clara, participando la mujer, según el estereotipo social, en labores productivas poco o nada remuneradas básicamente en momentos de intensidad de trabajo en las tareas del campo al tiempo que desarrollando su trabajo dentro del hogar ocupándose del cuidado familiar. Dicho de otra forma, la mujer siempre ha desarrollado en el mundo rural un doble papel productivo, donde servía de claro complemento en las duras tareas que desarrollaban los hombres y además desempeñaban, como pilar fundamental, su trabajo y obligaciones familiares de cuidado de hijos y del hogar.

Tradicionalmente en el mundo rural, y nuestra Sierra de Segura no es una excepción, la mujer estaba educada al servicio del núcleo familiar. Ya desde bien pequeñas se le iban macando diferentes tareas como barrer, fregar, limpiar el polvo, poner o quitar la mesa, lavar la ropa, ir a por agua a la fuente, amasar el pan para hornearlo después, cocinar, realizar conservas caseras, ayudar en el cuidado de la huerta familiar, alimentar a los animales de corral y recoger los productos que aportaban, realizar las tareas de embutir y preservar la carne después de las matanzas de los cerdos y por supuesto también aportar su imprescindible ayuda y colaboración en los momentos de cosecha, sin que todo ello le supusiera un descuido en su papel representar a la familia en los oficios religiosos así como todo lo referido al cuidado del hogar o de los miembros de la familia en caso de enfermedad, desde los hijos, abuelos o maridos; y todo ello dentro del recato, prudencia social y el papel que debía de ser ostensible de sumisión al padre en la soltería y al marido una vez casadas. El mismo núcleo familiar era el campo de aprendizaje de esas conductas, ya desde tempranas edades, y de puesta en práctica de las habilidades adquiridas por las jóvenes que tenían en madres y abuelas las perfectas maestras para aprender esas obligaciones estereotipadas asignadas simplemente por el hecho de haber nacido mujer.

También, pero en un claro segundo plano, estaba el aprendizaje escolar, siempre supeditado a las necesidades del hogar, por lo que, en una sociedad donde la enseñanza no solía ser obligatoria, el nivel formativo se limitaba, en la mayoría de casos, a saber solo leer y escribir, siendo algo más extraordinario tener conocimientos de matemáticas básicas y defenderse así con alguna que otra operación de sumar o restar, y poco más. Por supuesto que no estamos hablando de capacidades, puesto que por muchas que pudiera demostrar jamás le podían servir para dar continuidad a esos estudios formativos, eso sólo estaba reservado para los varones, y no todos, ya que siempre tenía cierta preferencia el primogénito. Afortunadamente esta situación se fue paulatinamente regularizándose y normalizándose en cuanto al acceso a una formación académica a medida que avanzaba la segunda mitad del S.XX.

El trabajo de la mujer rural requiere de largas horas de dedicación, prácticamente de sol a sol, y aunque resulta difícil poder conciliarlo con las responsabilidades familiares, especialmente en momentos postparto o de lactancia, pues no existía normalmente nadie que ayudara a la que siempre tenía que ayudar. Por esa razón la venida de hijos a la unidad familiar siempre era considerada como un valor añadido pues siempre serían de ayuda al sostenimiento de la misma a través del trabajo de ayuda, que se convertía en un verdadero aprendizaje, que los hijos hacían a sus padres y las hijas a sus madres.

Posteriormente, y a medida que se fue modernizando nuestra sociedad, mejoraron las comunicaciones, se fueron dotando de servicios los diferentes municipios de la Sierra de Segura y se fue creando una concienciación para que la mujer abandonara los niveles de marginación que había venido sufriendo, la mujer empezó a tener más posibilidades y, sobre todo, más tiempo personal para ir mejorando su preparación para afrontar los retos que una sociedad competitiva presenta. La llegada de la electricidad, de los electrodomésticos, de vendedores ambulantes que aportaban productos que no hacían necesaria una dedicación a la producción de autoconsumo, pero sobre todo un cambio en la mentalidad femenina que vino a romper, con la llegada de la democracia a España en el último tercio del siglo pasado, esa tendencia estereotipada de sexo débil y siempre supeditado al masculino. Con todo ello la mujer rural en general, y serrana-segureña en particular, mejoró en su formación y preparación, accedió a la universidad, en muchos casos gracias al enorme sacrificio de sus padres, consiguiendo así una clara mejoría en cuanto a capacitación y posibilidad de ocupación de trabajos que hasta esos momentos eran exclusivos para hombres. La escolarización obligatoria de los hijos y la proliferación de guarderías municipales consiguieron romper ese enorme obstáculo que para una mujer suponía la maternidad. Siendo de hecho, esa posibilidad de incorporación de la mujer al mundo laboral un factor decisivo que propició el profundo movimiento migratorio de los años 60 y 70 hacia zonas más económicamente desarrolladas, donde las mujeres que se trasladaban a las ciudades encontraban trabajos en fábricas o comercios, abandonando la dedicación, tradicional hasta ese momento, al servicio doméstico a cargo de una familia pudiente, que había sido hasta entonces la única forma de trabajo fuera de nuestra sierra para una mujer.

La mujer que permaneció en la Sierra de Segura supo cambiar dinámicas y tendencias, fue abriendo nuevas perspectivas de actividad social y económica, y aunque en bastantes casos se siguieron realizando tareas del hogar, cuestión a lo que el hombre se mantuvo ajeno, estas no supusieron un gran obstáculo que impidiera, a una mujer más preparada y capacitada, el desarrollo de trabajos fuera del hogar que aportaran estabilidad económica a la unidad familiar. Una mujer que ya no necesitaba tener muchos hijos para dar equilibrio al sustento de la familia, pues ahora los hijos se convierten en una gran responsabilidad a la que dar sustento convirtiéndose en un “gasto”, por lo que la natalidad se redujo drásticamente a lo que sumamos la enorme emigración de los años 60-70 del siglo pasado para encontrar una explicación a la enorme pérdida poblacional de la Sierra de Segura.

Comercio, pequeñas empresas del sector agroalimentario, la administración pública, la sanidad, la educación, etc… serán los sectores predominantes en el trabajo femenino en nuestro entorno. Los estereotipos de género consideran la agricultura como un trabajo exclusivamente masculino. Así ha sido durante mucho tiempo, siendo la mujer un mero complemento en momentos significativos del periodo productivo como son la siembra y la cosecha. Pero bien es cierto que ese no es el motivo por el que la presencia de la mujer ha decaído drásticamente en el sector agrario, el motivo lo debemos buscar en la enorme proliferación y diversidad de maquinaria que reduce, todavía más, la necesidad de mano de obra complementaria, por lo que la presencia femenina en las tareas agrarias ha decaído hasta casi desaparecer.

Para abordar los nuevos tiempos, la mujer de la Sierra de Segura requiere el acceso a servicios escolares, guarderías, atención médica y mejora de las comunicaciones (carreteras, telefonía, internet) en nuestras áreas rurales para intentar conseguir la creación de empleo para mujeres, no solo en el sector agrario, sino también en el sector servicios (turismo), industrial y tecnológico. Además, es fundamental brindar educación y formación a las mujeres, proporcionándoles información sobre empleos y oportunidades en el ámbito rural, al mismo tiempo que se promueva la igualdad de género y se combatan los estereotipos que obstaculizan la plena participación de las mujeres en la vida rural. Sólo así se podrá conseguir que el papel de la mujer en el progreso de nuestra sierra sea básico en cuanto a dinamización y emprendimiento.