viernes, 30 de diciembre de 2022

CON EL COLOR VERDE DE LA ESPERANZA

En estos tiempos de Navidad y fiestas de fin de año, donde los sentimientos emergen y están más a flor de piel, cuando la fraternidad resulta más visible y donde nuestros mejores deseos se mezclan con muestras de solidaridad y empatía hacia los demás, recuperamos un escrito de la puenteña María Luna Vico en el que pone máximo énfasis, además de explicarnos su trayectoria personal, en esas dinámicas de vida que, basadas en esas pequeñas cosas cotidianas, nos ayudan a crear vínculos que nos acercan a las personas con actitudes más limpias, claras y humanas. Porque crear un mundo mejor es tarea de todos buscando la felicidad en el bien común. En definitiva, nos aporta una visión sobre la vida y, especialmente, de la forma más directa y humana de crear un mundo mejor a través de la solidaridad entre las personas, siendo su vida un claro ejemplo. 

"HECHOS SON AMORES Y NO BUENAS RAZONES....."

Considero que con los años que tengo, que son una bendición del cielo, que mi único mérito fue, y es, el haber hecho un gesto de generosidad respondiendo a una vocación, lo demás ha sido acción de Dios que es el que mueve mi existencia y la razón de mi actuación educativa. Soy miembro de la Institución teresiana fundada por el linarense San Pedro Poveda. Esta es una asociación internacional de profesionales laicos, mujeres y hombres, dedicados a vivir y transmitir el Evangelio a través de la cultura y por tanto mi misión es la de formar a jóvenes desde los valores evangélicos.

María Luna en una de sus misiones.

He tenido la oportunidad y la suerte de trascender mi origen geográfico y mi historia concreta española. Esto, aunque supone un desarraigo y lleva consigo un sufrimiento y mucho esfuerzo de adaptación, me aporta un gran enriquecimiento en todos los sentidos humanos y espirituales. He vivido, más o menos tiempo, en ocho países (España, Inglaterra, Irlanda, Italia, Corea, Estados Unidos, Japón y Filipinas) y también por razones de trabajo he visitado otros seis (Austria, Francia, Taiwán, Singapur, Canadá y Tailandia) además de haber dado la vuelta al mundo un par de veces. Para los que esto les pueda llamar la atención, todos estos viajes han sido costeados por las universidades o centros a donde he ido para dar alguna charla o cursillo a profesores de español. Siendo mi última residencia en Filipinas donde estuve trabajando casi 30 años.

         También he pasado por todos los niveles de educación estudiando y enseñando. Empecé siendo maestra en un colegio de primaria en Jaén, profesora en dos institutos internacionales en Londres y acabé como catedrática de español en la Universidad de Filipinas-Diliman en Manila además de dirigir el Colegio Mayor Universitario dentro de esa misma universidad, teniendo dos libros publicados y escrito varios artículos sobre literatura e historia de Filipinas.


         En todo este trajín he descubierto que en la dificultad nace la oportunidad y que el mundo y los acontecimientos de la vida son el espacio donde Dios actúa y donde se manifiesta. Es decir, que los acontecimientos son los que nos ponen en trance de verificar la verdad evangélica que hay en nosotros, y ver en qué dirección Dios nos emplaza para que nos situemos y actuemos. Los sucesos, los percances de la vida, las distintas situaciones positivas y negativas, son estorbos o son gestos provenientes con los que podemos hacer referencia y buscar el sentido radical de nuestro vivir y situarnos profundamente en la historia para verificar la verdad de fondo.

Por eso, mi forma de concretar y manifestar esta vivencia cristiana en el mundo de tan variadas ideas y religiones en el que yo me muevo se ha ido resumiendo en estas pocas líneas:

-Dar valor y defender la dignidad de cada persona que encuentro. Esto se concreta en compartir mis conocimientos y ayudar en el proceso de crecimiento de muchos jóvenes universitarios con dificultades de todo tipo, además de respetar y valorar las diferentes culturas y religiones con las que estuve en contacto a través de esos estudiantes.


-Buscar y vivir en verdad a través de la cultura. Esto, intentando vivir en autenticidad y en estudio constante. Mantener esta convicción no es fácil y me ha acarreado dificultades y problemas, pero creo que perseverar en esto era mi responsabilidad para contribuir a la cultura de nuestro tiempo.

-Ser solidaria. Esto expresado en gestos concretos de ayuda material para aliviar en algo la gran pobreza en la que viven millones de personas en mi entorno. Como alguien muy querido por mí me decía: “Las fronteras no pueden ser barreras sino puentes que nos conecten en vez de separarnos y nos hagan más solidarios y fraternales”.

En esto es en lo que yo puedo concretar mi ser teresiana, acompañado el destino de los que pasan por mi vida, partiendo de lo superficial para penetrar el entramado de los condicionamientos que envuelven a cada uno; y adivinando, o por lo menos estando a la espera y en búsqueda de poder adivinar en qué dirección apunta el proyecto salvador de Dios, desde unos estudios o desde el percance casero de cada día o cualquier situación que se presente…

En honor a la verdad quiero decir que todo lo que soy se lo debo a mis padres que me han enseñado a vivir de forma austera y el valor del trabajo constante. A mi familia toda que ha mantenido esa misma actitud y a mi pueblo y su gente que me acogen y me dan ejemplo de esfuerzo emprendedor, trabajo callado y solidaridad con las necesidades de otros aun estando ellos en situaciones de escasez.


Por último, me gusta poner aquí una nota de esperanza ante la actual situación de nuestra sociedad. Como he vivido en lugares donde la miseria absoluta es parte de la existencia de muchos y he visto cómo evolucionan sus vidas, creo que tengo motivos para asegurar que las actuales circunstancias de crisis pueden convertirse en una grandísima oportunidad de gracia para nuestro país y nuestra sociedad y también para reforzar nuestra fe, porque nos está obligando a pensarnos a nosotros mismos y a situarnos ante los acontecimientos desde los que podremos buscar soluciones, corregir situaciones y mejorar lo que se haya torcido. Entonces, estos acontecimientos, que a lo mejor nos ponen en una situación incómoda, difícil y dolorosa se nos van a convertir en oportunidad y nos van a obligar a referirnos a la radicalidad de nuestra vida y experimentar un cambio en positivo.

Y todo esto os lo digo con mis mejores deseos para esa vida de esperanza que nos vendrá llena de ilusiones y nuevos proyectos que, sin duda, conseguiremos colmando nuestra vida de satisfacciones.

 Por María Luna Vico.


jueves, 15 de diciembre de 2022

CUANDO SE BUSCÓ PETRÓLEO EN LA SIERRA DE SEGURA

 EL POLINARIO. EL POZO DE PETRÓLEO DE LA PUERTA DE SEGURA.

Por José Ant. Molina Real

No hace mucho tiempo, allá por el verano del 2011, apareció en la prensa provincial, y también nacional, una noticia que, por lo sorprendente, llamó la atención de muchos de los jiennenses al tiempo que, no sin cierto escepticismo, llenó muchas tertulias y muchos comentarios de la calle de cierta esperanza por la importancia económica que pudiera tener para toda la provincia. Me estoy refiriendo al intento de la compañía Oil & Gas Capital que diseñó un programa de actuación en la provincia de Jaén al creer escondía en su subsuelo hidrocarburos —gas natural y petróleo— suficientes para convertirla en el 'motor energético' de España.

Prospección petrolera de El Polinario. La Puerta de Segura.

Se hablaba en los planes que la compañía quería invertir trescientos millones de euros y crear quinientos puestos de trabajo, entre directos e indirectos, si los sondeos confirman que el subsuelo que estudiará, a partir del verano, está lleno de combustible natural. Todo ello sustentado en cuatro años de estudios topográficos y simuladores de última generación previos que apuntaban hacia esa tesis. Incluso la petrolera obtuvo la autorización oficial por parte de la Junta de Andalucía para realizar los sondeos pertinentes en diversos municipios de la provincia que recibirían importantes ingresos por los sondeos a realizar en sus territorios, sondeos que se realizarían bojo estricto control medioambiental y que se realizaría en los municipios de  Baeza, Bedmar y Garcíez, Begíjar, Cazorla, Jaén, Jimena, Jódar, Lupión, Mancha Real,  Peal del Becerro, Quesada, Torreblascopedro, Torres, Ubeda y Villatorres. Decir que esos permisos se concedieron para seis años y trascurrido este tiempo con creces, nadie ha podido confirmar que en nuestras tierras exista cualquier posibilidad de extracción de cualquier tipo de hidrocarburo.

La Puerta de Segura en 1957.

Pero no fue este el primero de los intentos de buscar petróleo o gas en nuestro subsuelo. Debemos mencionar que en los inicios de la primavera del año 1957 se realizaron prospecciones en busca de petróleo en La Puerta de Segura. Si, el régimen franquista consideró viable un proyecto que indicaba que la Sierra de Segura atesoraba en su subsuelo un importante yacimiento de llamado “oro negro” y del que la dictadura necesitaba para iniciar su proceso desarrollista e industrializador. En aquella época los permisos no resultaban tan costosos como en la actualidad y rápidamente desde Madrid llegó la autorización, aplicando la recientemente aprobada Ley Nacional de Hidrocarburos, para iniciar en el paraje de El Polinario en el término municipal de La Puerta de Segura, concretamente justo al lado de la carretera que va a Siles, muy cerca del cruce de la carretera hacia Benatae junto al río Guadalimar, donde la Compañía Ibérica de Petróleos, creada en 1954 y sustentada por el Instituto Nacional de Industria, instaló la perforadora que estaba sujetada por una alta torre metálica.

Torre de prospección de El Polinario.

Engranaje de la torre de prospección.

La noticia no sólo recibió la atención de las gentes de la comarca y tuvo importante reflejo en la prensa provincial y nacional que veían en estas prospecciones la solución, caso de encontrar petróleo, a la dependencia energética de la economía española de aquel tiempo asfixiada por el elevado coste en divisas que suponían las importaciones de energía. Incluso, se llegó a difundir la noticia a finales de marzo de 1957 que se había encontrado el tan ansiado petróleo en la prospección, siendo nuestra Sierra y la localidad de La Puerta cabecera de informativos de radio, primeras páginas de la prensa e incluso el mismo NO-DO se hizo eco de la noticia, desplazándose al yacimiento un verdadero aluvión de periodistas que pudieron comprobar in-situ que la realidad era muy distinta. 

Periodistas informando de las prospecciones.

Técnicos e ingenieros de la prospección de El Polinario

Estas expectativas no se produjeron únicamente en nuestra Sierra, pues, en este mismo contexto, hay que decir que fueron muchos los puntos del territorio nacional donde se realizaron estas búsquedas del ansiado petróleo, no siendo siempre infructuosa la búsqueda ya que en la comarca de La Lora, en el municipio de Sargentes de la Lora, provincia de Burgos, si se obtuvo éxito deseado y apareció un limitado yacimiento en la prospección de El Ayoluengo.

Yacimiento de Ayoluengo (Burgos)

Las expectativas creadas entre las gentes de la Sierra de Segura fueron, evidentemente, muy altas. No porque entendieran realmente la dimensión de aquella estructura que se estaba montando y que era visible desde la carretera de La Puerta a Siles, sino porque la rumorología popular hacía pensar que aquello iba a ser la salvación para la economía serrana, muy dañada y empobrecida por aquel entonces, provocando los primeros procesos migratorios que fueron vaciando nuestros pueblos.

Curiosos observando los trabajos en El Polinario.

La lógica curiosidad hacía que muy pocos en nuestra comarca dejaran de provocar, de una forma u otra, la obligada visita a los alrededores de las prospecciones; se realizaban excursiones familiares, actos religiosos comunitarios, así como diversos transeúntes o simplemente curiosos, estaban siempre presentes merodeando por su entorno del paraje del Polinario, pero el tiempo pasaba y los resultados no se concretaban en nada positivo.

Misas de acción de gracias en las instalaciones de El Polinario
Presentación pública de los trabajos en El Polinario

Hasta que llegó el momento que la administración central decidió paralizar la búsqueda petrolera en nuestra Sierra de Segura y todo el tinglado que se había montado, toda la estructura levantada, todos los ingenieros y técnicos y, por supuesto, todos los sueños de prosperidad económica se desvanecieron, y de la misma forma repentina como aparecieron se esfumaron, el pozo se taponó y con él se puso un importante freno al desarrollo económico comarcal acelerando, ya iniciada la década de los sesenta del siglo pasado, la migración de la gente joven hacia otras regiones de España.

Pastores observando los trabajos en el pozo petrolero.
Instalaciones de El Polinario junto al río Guadalimar

No se encontró, por tanto, el soñado “oro negro” que hubiera supuesto el petróleo en nuestro subsuelo por lo que los serranos segureños que quedaron tuvieron que seguir confiando su destino económico al llamado “oro verde” que proporcionan nuestros afamados olivos.





miércoles, 30 de noviembre de 2022

SIMPLEMENTE, UNA FOTO DE 1951

En ocasiones guardamos fotos que pasan mucho tiempo guardadas en nuestros cajones y, cuando por casualidad vuelven a nuestras manos evocan momentos vividos y gratos recuerdos de lugares y personas. En esta ocasión, Pablo García González, recupera numerosos recuerdos a raíz de una foto tomada durante las fiestas patronales de 1951 en la calle San Isidro, en la que aparecen familiares y vecinos de cada uno de los cuales hace una perfecta descripción sobre sus particularidades y recuerdos personales. Una foto, simplemente una foto, es la perfecta excusa para revivir el pasado con una sonrisa en el corazón.


 LA FOTO Y SU HISTORIA.


Esta foto es del año 1951, del 16 de mayo de 1951. Entonces solo venía el fotógrafo por San Isidro. Quizá también en la época de las primeras comuniones, pero la mayoría de las fotos antiguas, que aparecen por los rincones de las casas, son de San Isidro, como lo es esta. Lo bueno de esta foto, por lo que me gusta, es por la variedad de las personas que aparecen y por los testimonios que aportan a la pequeña historia de nuestro pueblo.

La foto tomada el 16 de Mayo de 1951

En ella podemos ver a la derecha, con blusón manchego y una garrota, a Antonio González, mi tío Antonio; es probable que acabara de dejar enchiquerados los toros de la corrida de la tarde tras el encierro que transcurría por la calle del Arroyo hasta la plaza que se montaba en el corralón de la fábrica de aceites. Lo recuerdo perfectamente corriendo delante de los toros y los cabestros de la ganadería de Manuel Frías, de la que era encargado o puede que mayoral. Baja de la plaza y se incorpora al grupo de la foto, que está ante los números 23 y 25 de la calle Nueva, a la que llevaba años bautizada como calle de San Isidro y que es la más antigua de todo el pueblo, puesto que en el primer plano que se hace de la entonces aldea de Puente de Génave, en 1894, el topógrafo D. Juan Sánchez Notario la nombra como calle Mayor. En la actualidad la numeración ha cambiado, pero en aquella época el número 23 era la casa de Bárbara Vilches y el taller y también lugar para alquilar bicicletas de su hijo Santiago, conocido por todos como Santiaguete, que también fue taxista, incluso la parte trasera de su taxi aparece a la izquierda de la foto.

Calle Nueva o de San Isidro a principios de los años 50.

Bárbara es la señora que lleva la toquilla a rayas, a quien su hijo, Santiaguete, con gafas en la imagen, le pasa el brazo por el hombro. A la izquierda de Santiaguete, con gorra y blusón anudado en la parte baja, está mi abuelo Pablo García Roldán y a su izquierda, riendo y un poco agachado, Martín García Ojeda. Santiaguete y Martín sujetan a mi abuelo, que se negaba a fotografiarse y pretendía escabullirse de tal momento. Martín era mecánico y vendedor de máquinas de coser que, por aquel entonces, era elemento que no faltaba en muchas de las casas y que las mujeres sabían manejar con habilidad pues mucha de la ropa se confeccionaba en casa y mucha otra se remendaba para reutilizar. Aún quedan, como reliquias, las Singer y las Sigma que, muchas de ellas, había vendido o arreglado Martín, que también vivía en la calle Nueva, justo en la acera de enfrente, colindante a Secundino “el Zapatero”. Había venido unos años antes de Marruecos con su mujer y sus dos hijos, Pepita y Paco, al que los niños, por haber nacido en la ciudad del entonces Marruecos español, le llamábamos Paco “Larache”.

Santiaguete junto a José "Bililo" en su taxi.

En segundo plano, entre Santiaguete y mi abuelo Pablo se ve a mi padre, Isidro, ataviado con boina, justo delante de la tienda que había abierto, pocos años antes, en el número 25, donde vendía de todo un poco, como en las tiendas de la época. En la puerta del taller se ve al joven Tomás Perona, sobrino del minero y aprendiz de mecánico, que emigraría unos años después a Madrid, donde aún vive y que no olvida su pueblo pues viene en verano a pasar unos días en su casa de la calle de las Parras. A la izquierda de Santiaguete y detrás de Bárbara aparecen dos personas imprescindibles en los “sanisdros” de aquellos años. Luisa “la Platera” y su hijo Dieguito que venían de Mula en Murcia, y en los días de las fiestas ofrecían un de las escasas oportunidades que había de adquirir alhajas y bisutería. Eran muy conocidos y queridos en el pueblo, tanto como las dos familias de turroneros de Hellín que no faltaron en lustros a su cita con nuestras fiestas, así como a Juan “el de Albox”, un contrabandista de ese pueblo almeriense, que abastecía de pequeños productos inalcanzables lejos de los puertos de mar. Cargaba sus mercancías en un par de buenas mulas y, montando una hermosa yegua, atravesaba la Sierra por la Puebla de Don Fabrique y para después, por Santiago de la Espada, poder llegar a nuestro pueblo, en un viaje propio de los viajeros románticos del S. XIX.

Pablo García González

Lamento no saber quién es el hombre de la izquierda de la foto, porque el niño sonriente, a quien Bárbara sujeta, y que luce orgulloso una capa que acaban de traerle sus padres de Albacete, ese niño, es quien esto escribe.

Pablo García González.

martes, 15 de noviembre de 2022

HAN PASADO SEIS MESES.

Casi sin poder apreciarlo, podemos decir que, han pasado ya seis meses de aquel 15 de Mayo en el que se iniciaron las fiestas en honor a San Isidro Labrador en Puente de Génave, o lo que es lo mismo, que faltan seis meses exactamente para que volvamos a reunirnos familiares, amigos y conocidos en nuestro pueblo para tan señalada celebración. Es por ese motivo por el que queremos hacer referencia a dicha circunstancia a través de la reproducción del Pregón de Fiestas 2022 realizado por Moisés Machado Tamayo, quien realizó una entrañable reseña basada en el recuerdo de otros tiempos que enlazó con el reconocimiento a sus familiares más cercanos así como de distintos personajes que fueron marcando su trayectoria personal y su vinculación con nuestro pueblo. Una lectura fácil y ágil que nos transportará a aquella época de mediados del S. XX con recuerdos y anécdotas diversas.  

PREGÓN DE FIESTAS DE SAN ISIDRO ' 22 

Querida familia, amigos y paisanos.

Hoy es un gran día en el que comienzan las fiestas en nuestro querido pueblo en honor a nuestro patrón San Isidro Labrador, en el equinoccio de la primavera y quiero animaros y dar el pistoletazo de salida para que estos días que quedan hasta el domingo, sean unos días de concordia, amistad y diversión en estas fiestas que marcan el inicio de las fiestas patronales en nuestra querida Sierra de Segura.

Moisés Machado Tamayo

No podemos olvidarnos de la dureza de estos dos últimos años, en los que no se ha podido celebrar las fiestas, como Dios manda, por el maldito COVID-19. Hay que recordar a los que nos han dejado, familiares, amigos y los momentos tan duros que todos hemos pasado y a los que aún se están recuperando, les deseamos una pronta mejoría. Espero que este San Isidro, después de esos dos años malditos, sean unas fiestas memorables y que no nos olvidemos de brindar en una de las ligas por nuestros seres queridos, que se los ha llevado esta terrible pandemia.

Muchas gracias por darme esta oportunidad de dar el pregón de inicio de las fiestas, cuando Ramón, el Alcalde me lo propuso, supuso una gran alegría tanto para mí, como para mi familia y amigos. Aquí estamos desde Ibiza, de Madrid, de Toledo, de Lloret, de Elche para disfrutar de estas fiestas, mis sobrinos y sobrinas, hermanos, tíos y amigos. Muchas gracias a todos por acompañarme. Y muchas gracias a Joaquín a Ramón, y al equipo de gobierno del Ayuntamiento.

Procesión de San Isidro sobre el Puente Viejo

Sin duda alguna que es un gran día, del que mi padre Pepe Machado “El Chupa”, mi padrino y tío Adriano “Matagatos” y mi tío Juan Pedro “El Palizas”, estarían muy orgullosos de verme aquí, ya nos dejaron, antes de tiempo, muy jóvenes y se me encoje el corazón, ya que sería una grandísima alegría para ellos verme aquí. Ya no podré comer chuletas y una copa de buen vino con Juan Pedro, o tocar las palmas y hacer la liga con Adriano y Joto o comer churros y chocolate, con mi padre, que GRANDES.

Desde que tuvieron que emigrar allá a mediados de los 50 siempre nos transmitieron el orgullo de ser de este gran pueblo y llevarlo siempre en el corazón ya que incluso viviendo en Barcelona y en los años en los que las carreteras eran otras, el día de San Isidro era sagrado y con un Seat 850 hacían un día de viaje por carretera de más de 12 horas para no faltar a la cita y solamente con comerse unos churros junto a la carnicería de nuestra prima Rosario y Emilio, hacer “la liga” que era y es sagrada, charlar con Galilla el Sherif, padre de mis primos, José y Ramón Tito, Piñero el del gas, Pepe el panadero, o su madrina Elena la del Pintor, saludar a sus amigos y paisanos les daba fuerzas para seguir en sus duros trabajos, donde evolucionaron, y en el caso de mi padre, llegando a ocupar cargos de dirección en una empresa tan importante como FEMSA, otros, en esa situación económica y social que era elevada, hubieran tomado otros derroteros, pero mi padre Pepe siempre lucho por los derechos de los más necesitados pues jamás se olvidó de sus orígenes, especialmente en años en los que te jugabas la piel y la libertad, siendo un activo y destacado sindicalista y militante activo cuando las libertades políticas estaban perseguidas y derechos que hoy consideramos básicos, hubo que lucharlos día a día. Siempre quiso volver a su pueblo y de hecho lo hizo a finales de los 70.

Puente de Génave

Lástima que una terrible enfermedad se lo llevara a los 47 años, pero como digo, seguro que hoy que estaría muy contento y no daría crédito al verme aquí...ya que a mis 21 años recién cumplidos y en aquellos años de entonces, no me dio tiempo a evolucionar personalmente para que pudiera sentirse orgulloso de mi, cosa que seguro hoy si lo haría al ver cosas que he conseguido solamente gracias a los valores que me transmitió, aunque cuando somos jóvenes no queramos darnos cuenta de que los consejos de los padres son siempre para llevarte por el buen camino.

Hoy también es un día importante para nuestra madre. Quién no conoce a la Santi, que trabajo en la fonda de La Manuela hace ya 70 años, o sus tapas en el bar del Pintor, que años... afortunadamente ha superado una grave enfermedad demostrando, una vez más, una fortaleza increíble, aunque ahora se encuentra también renqueante.

También mi abuela Teodora Ortega, de Peñolite, y familia en el Tamaral, o mi abuelo Moisés “Toribio”, que murió transportando pinos a la serrería en la carretera de La Puerta, muy joven también, después de superar la guerra. Vivian y vieron nacer a sus hijos de la forma más humilde en el “cuartelillo” de la calle San Isidro en plena guerra civil, estarían contentos de ver a su nieto dar el pregón de las fiestas, lo mismo que mi tía Pilar o José Antonio el municipal, que los más viejos seguro que recordareis.

San Isidro Labrador

Soy, como muchos, hijo de estos puenteños que tuvieron que emigrar por la situación política, económica y social de los años 50, durísimos en nuestra comarca. En el caso de mi padre, gran estudiante en la época de Don Pedro le fue retirada una beca para estudiar en Úbeda, le fue retirada para dársela a otro... un hijo de un afín al régimen dictatorial.

Hoy en día, aunque hay algunos nubarrones también delicados, nuestro pueblo está evolucionando y creciendo de una forma increíble en estos últimos 15-20 años, aunque sin duda hay cosas que parece que, el paso de los años, no cambian. Se debe de administrar de forma más eficiente la gran riqueza que tiene este pueblo y comarca, nuestro oro líquido debe de hacer crecer los ingresos y la generación de más puestos de trabajo y mejora en la calidad de vida de forma que nuestros hijos puedan vivir dignamente en nuestro pueblo y no deban emigrar. Se debe de reclamar más atención política a nuestra comarca, inversiones, puestos de trabajo, infraestructuras dignas y un apoyo decidido a los emprendedores.

Hay que reformar el sistema de producción, venta y comercialización de esta magnifico producto, de forma que no haya especuladores que se queden con el beneficio más grande del esfuerzo y sacrificio de los pequeños productores. Como digo, estamos en el 2022, pero esto mismo se podría haber dicho hace 70 años. Hay que hacer que cambie, y solo con preparación, cultura y abandonando el conformismo se conseguirá.

Olivar en Puente de Génave

Transmito también la felicidad de mis hermanos, trabajadores incansables y buenas personas. Javi, que se ha tenido que quedar al frente del negocio en Ibiza, Juanjo que ha crecido de forma increíble y tiene una empresa cárnica en Ibiza, Pili y, mi cuñado, Pepe “el Moreno” ya establecidos en Bienservida, y Bea, con su energía, sus masajes y buen rollo. Gracias por darnos este regalo que nos enorgullece a todos y aunque algunos pasemos gran parte del año, buscándonos la vida fuera de estos lares, siempre llevamos al Puente en el corazón, como bandera.

Sin duda alguna hoy es un día importante para mí, mi mujer Sofía, mis 3 hijos que ya sienten también el Puente ya como parte suya, estamos muy contentos. Hoy mi hijo mayor, y mi nuera, no pueden estar aquí ya que están esperando su primer hijo, mi primer nieto. También mis sobrinas y sobrinos, hijas de Juanjo, Helena y Paula, que han pasado muchos veranos aquí en el Puente, han interrumpido sus estudios para acompañarme y hacer más grandes las fiestas y de alguna forma demostrar que los hijos de los hijos del Puente evolucionan y progresan, con carreras universitarias, futuros pilotos de avión,... que grandes y que orgullosos se sentirían vuestros abuelos, así como todos nosotros Os quiero.

Queridos amigos Antonio, Esteban, Aurelio, Enrique, Joaquín, Cándido, Ramón, José, Jaime, Juan, Loli, Pedro, Mari, Ángel, Abelardo, Pili, Susi, Miguelito, Pepe Folleta, Chambi, Antonio,… perdonar pero la lista sería interminable, muchas gracias por acompañarme. También a todos los que no han podido venir a las fiestas ya que sus trabajos se lo impiden, caso de José, Isidro, y quiero transmitiros también sus deseos de que estas fiestas después de dos años sean memorable os llevo siempre en el corazón.

Aún recuerdo como, muchos de los que estamos aquí, Pepe Folleta por ejemplo, y su mini, no nos perdíamos ni una de las fiestas en la Sierra, y sus verbenas, que años tan buenos, que grande que era la amistad que teníamos entre todos en aquellos años. Os quiero, lo mismo que los que ya nos han dejado caso de Paco, Paco Crisol el de la Vicaria, Alberto, Luciano, Jose del Tamaral, padre de Esteban, Esperanza de los Morenos, María Galila, Emilio Carrete, Pitu estáis en la memoria de todos y hoy parte de la liga será en vuestro honor y memoria. Que descansen en paz.

Familia de Moisés Machado

Ya peinamos canas, hemos vivido grandes momentos, y malos también, tanto aquí, como cuando trabajamos en Lloret o en Benidorm en los “hoteles” o donde fuera o hiciera falta. Nos daba igual trabajar cogiendo aceituna, camarero, cocinero o como digo lo que hiciera falta gente trabajadora, luchadora y muchas veces en condiciones lamentables. Cuando estábamos fuera, más que paisanos, éramos hermanos. Madre mía que años, hemos sido una generación irrepetible, que vivimos los años 80, con momentos y anécdotas increíbles, trabajadores a tope, que grandes, aun podemos dar guerra, vamos a disfrutar este San Isidro y hacer grande este pueblo, de gentes trabajadoras, honestas y humildes. Aurelio prepara el acordeón.

Queridos paisanos, amigos, familia, visitantes de pueblos cercanos, hoy empiezan las fiestas de San Isidro. Disfrutemos al máximo de estos días, de su verbena, de las ligas en los bares, de las actividades que programa nuestro Ayuntamiento, de la procesión con nuestro patrón, de nuestras tradiciones y sobre todo disfrutemos de nuestros vecinos, de nuestros amigos y que reine la concordia, el buen rollo y la amistad. Gritar conmigo… “Viva Puente de Génave”, “Viva San Isidro”.


Antonio Machado Tamayo.


domingo, 30 de octubre de 2022

LOS NEVEROS DE LA SIERRA DE SEGURA

 

Los pozos de nieve. Siles y Segura de la Sierra

Con la modernidad, el hombre, ha perdido o ha abandonado gran parte de su patrimonio cultural tradicional. Ha dejado de usar métodos tradicionales de cultivo, cambiándolos por otros más modernos, también la forma de conservar los alimentos, la forma de construir, de trabajar materiales e incluso, ha cambiado la forma de relacionarse con la naturaleza.

Nevero de Siles

Hace años, apareció un pequeño artículo en las Noticias de Canal Sur, sobre la Reina de las Nieves. No es broma. Llamaban así a una Señora de la provincia de Granada, que aún tenía una concesión hereditaria muy antigua, no recuerdo de qué época, la cual autorizaba a ésta Señora, claro está, anteriormente a sus antepasados y posteriormente a sus descendientes, a recoger y trasladar nieve desde Sierra Nevada, hasta Granada, para abastecer de hielo, a los Hospitales de la capital granadina.

Evidentemente, en otras épocas este comercio de la nieve era algo tradicionalmente normal en nuestra geografía, y en nuestro entorno de la Sierra de Segura, donde se producían importantes nevadas, especialmente en las zonas altas de Siles, Santiago-Pontones o Segura.

Esta actividad se producía también en otros lugares de la provincia de Jaén o el resto de España, incluso en lugares tan alejados como las Islas Canarias, donde podemos encontrar construcciones llamadas "Pozo de las Nieves" o denominaciones similares. No es un tipo de construcción relevante en cuanto a lo arquitectónico o estético de la misma, de hecho, podría pasar desapercibida a los ojos de muchos de nosotros que no conoceríamos el uso que tendrían esos enormes agujeros excavados en la tierra de no ser por el cartel explicativo que indica en la actualidad el uso que se le daba.

En la Sierra de Segura, como mínimo, hay dos aún visibles, una en Siles y otro en Segura de la Sierra. Hay autores, que nombran otros ya desaparecidos tanto en Génave, como en Beas de Segura.

Nevero de Segura de la Sierra

Ambos pozos de las nieves, esencialmente constan de una enorme oquedad para almacenar la nieve. En el de Segura de la Sierra, el pozo, es completamente visible. El edificio que debiera tener para proteger la nieve de los elementos atmosféricos ha desaparecido, viéndose un pozo, de gran diámetro y una profundidad aceptable. Está situado en las cercanías del castillo, a escasos metros del patio de armas del mismo, el cual se encuentra curiosamente fuera del recinto amurallado actual, y que ahora tiene el uso de plaza de toros.

La cultura de la nieve ha sido bastante importante en ciertas zonas de Sierra, especialmente donde se producían las nevadas importantes y las condiciones climatológicas permitían el almacenamiento y conservación optima de la nieve para su posterior transformación en "hielo" a través del método de prensado. Recordemos que hasta mediados del Siglo XX, no se comenzó con la fabricación por medios industriales de hielo, por lo que había que fabricarlo por medios naturales.

Hay noticias de pozos de la nieve en la provincia de Jaén, que se remontan al S.XVI. Uno de los más modernos -mediados del S.XIX- es el que encontramos en el término municipal de Siles, en un paraje de frío, situado en una umbría, que permanece durante muchos días del año escondido del sol. El paraje es conocido como "La Fresnedilla". Es la parte alta de la ladera del monte, en la cara norte del mismo, como habréis supuesto. Hace frío hasta en verano, y en invierno, si no es bien abrigado, cuando está cayendo la tarde, se nota como desciende la temperatura varios grados centígrados en poco tiempo en un margen relativamente corto de tiempo.

Ilustración explicativa del sistema de conservación de la nieve

No es difícil imaginar las cuadrillas de trabajadores, a mediados del siglo XIX, que es la época de construcción aproximada de éste pozo. El frío que debían pasar al subir desde alguna aldea o cortijada cercana, con sus bestias de carga, sus espuertas de esparto, sus azadas o palas, y abrigados con la poca ropa de que pudieran disponer en aquella época, y cómo al amanecer, comenzaban a recoger la nieve de los alrededores del nevero, para llevarla hasta el pozo, vaciar las espuertas, los serones o aguaderas de las bestias dentro del pozo, donde había otras personas encargadas de prensar la nieve, bien pisándola o aplastándola con palas u otras herramientas, y, separando cada cierto tiempo, unas capas de nieve de otras, mediante paja, mientras los que recogían la nieve, volvían a empezar.

Lo de separar la nieve en capas, y mediante paja, es un sistema bastante inteligente. Si todo se hace un bloque de hielo, cortarlo para poder comercializarlo hubiera sido más trabajoso, y mucho menos regular. De ésta forma, se evitaban trabajo, y los trozos de hielo, tenían una forma y tamaño más regular.

Para transportarla hasta los comercios, domicilios particulares, u otros puntos de venta, usaban las bestias de carga -burros, mulos- solas o tirando de carretas. El transporte era realizado por los "arrieros", y sus animales, los cuales recogían la nieve ya hecha hielo muy temprano e incluso madrugada, para que no les diera el calor durante el viaje, y no se les estropeara la carga, llegando así en buenas condiciones a su destino.

Nevera antigua

Después, a finales del S. XIX, esta actividad cayó en desuso con la fabricación industrial del hielo que permitía un abastecimiento a las grandes ciudades, cuestión que resultaba imposible para estos trabajos realizados en los neveros tradicionales. También aparecen de forma paralela las primeras neveras domésticas, que no dejaban de ser una caja metálica, de aluminio generalmente, con una puerta pequeña, y un grifo de desagüe, para eliminar el agua de derretirse el hielo. Las había en los domicilios de la gente adinerada, y en los locales o establecimientos como Casinos, Hoteles o Restaurantes, aunque poco a poco fueron abaratándose en su proceso de fabricación llegando a todo tipo de domicilios.

Fuente y pilones del nevero de Siles

Esta circunstancia influyó decisivamente que las gentes dejaran de lado la cultura de la nieve y los pozos de nieve se abandonaran a su suerte, llenándose de maleza y entrando en un deterioro considerable. Por esa razón, los que han llegado a nuestros días son verdaderas reliquias que debemos conservar. Así vemos que, en el caso de Siles, no solo está el pozo de nieve, sino que a unos metros más abajo, nos encontramos con una fuente, posiblemente originaria como desagüe del pozo, con varios pilares o piletas consecutivas, algo muy común también en la zona de la Sierra de Segura, aunque éstos son de cemento, y los tradicionales, son troncos, los cuales han sido vaciados en su interior.  Pasear por ésta zona, dependiendo de la época del año, puede ser bastante agradable, o desapacible. Lo que sí es seguro, es que el paseo, no os deja indiferentes.

Art.- "lo que se oculta bajo el sol"

sábado, 15 de octubre de 2022

10º Premio Domingo Henares. LA MEMORIA INCIERTA (2ª parte)

Continuamos con la publicación de la segunda parte de la obra ganadora del 10º concurso de relato histórico "Domingo Henares" patrocinado por el Ayuntamiento de Puente de Génave, escrita por Carmelo Cañete Rubio, en el que se hace referencia a los recuerdos de aquellas vivencias que nuestros mayores sufrieron durante la Guerra Civil Española en la Sierra de Segura. Un relato entrañable que nos acercará a aquel tiempo de la mano de los momentos que nieto y abuelo comparten en un viaje hacia el pasado. 

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                         LA MEMORIA INCIERTA   (2ª parte)

Se metieron en el coche y el anciano le dijo que tendrían que coger por la carretera que pasaba por la parte superior de la calle en la que estaban. Así que dieron media vuelta para girar a la izquierda en el cruce situado apenas a veinte metros.

  Sigue recto por aquí - dijo el anciano una vez que hubieron entrado en la carretera.

Entrega del premio Domingo Henares a Carmelo Cañete

Era la misma carretera por la que habían llegado hasta el pueblo, solo que aquí parecía más estrecha aún y peor conservada. Cuando habían recorrido algo menos de un kilómetro enfilaron una bajada pronunciada para llegar a una curva muy cerrada a la izquierda, después de haber pasado, a la izquierda, ante lo que parecía un almacén, una edificación relativamente nueva, de color gris con un par de puertas grandes que acabada en un patio cerrado con tela metálica.

  Para, para.

El nieto detuvo el vehículo en el centro de la calzada. Tampoco había ningún lugar al que arrimarse, ni ningún otro vehículo al que estorbar.

  Me he equivocado.

  Ya me parecía a que por aquí no iríamos a ningún sitio -comentó el nieto mirando al frente donde la carretera, ya convertida en calle, se dividía en dos caminos de tierra más estrechos aún.

  Da la vuelta, anda.

El coche dio la vuelta y empezó a subir la cuesta despacio. El anciano miraba a ambos lados, tratando de descubrir el camino que buscaba. Un poco antes de llegar al punto donde se acababa la pendiente, el anciano le pidió que se detuviera de nuevo ante un camino que salía a la izquierda.

  Tiene que ser por aquí - dijo el anciano señalando el camino.

  ¡Claro, no hay otro camino! - rio Alfredo.

  No seas impertinente, niño.

  El anciano se sumó a las risas del nieto.

  ¿Cómo lo ves? ¿Podremos pasar?

  Supongo.

Enfilaron el camino que subía en una pronunciada pendiente que, por suerte, se acabó pronto y pasaron a recorrer la ladera del monte que quedaba a su derecha. El camino se ensanchó un poco y también empezó a presentar menos piedra suelta y más tierra, aunque había numerosos baches que los obligaban a avanzar prácticamente al paso.

Tardaron algo más de un cuarto de hora en recorrer poco más de un kilómetro. Cuando llegaron a una curva muy cerrada a la izquierda y cruzaron el arroyo por un puente, el anciano pidió que parara el coche.

  ¡Creo que es aquí!

La voz del anciano no reflejaba alegría ni sorpresa, tan solo duda. Cuando el vehículo estuvo apartado del camino, abrió la puerta y bajó.

  ¡Anda, vamos! ¿Qué esperas?

  Voy -dijo el nieto, que no acababa de entender qué quería hacer su abuelo.

Cruzaron el puente andando y entonces el anciano se salió del camino y tomó una vereda estrecha que se abría a la izquierda.

  Abuelo, ¿seguro que quieres ir por aquí? Mira que el camino no es muy bueno...

  Son unos pocos metros. No te preocupes.

  No me preocupo. Lo que no quiero es que te caigas y te hagas daño.

  Tú quédate aquí a mi lado por si acaso. No te preocupes, que no me voy a caer.

Realmente el anciano abordó la senda con una seguridad que no parecía propia de su edad, parecía esperanzado en llegar a algún sitio que el nieto no acertaba a entrever. Cien metros después pasaron por una arboleda. El anciano observó los árboles con una mirada acuosa, tratando quizás de descubrir un recuerdo, un lugar familiar. Desembocaron en un prado verde, no muy grande, y el anciano se detuvo.

  Aquí - dijo.

  ¿Aquí? ¿Qué pasa aquí?

Tinada para guardar ganado. Marchena

Por toda respuesta el anciano siguió andando hasta cruzar el prado en diagonal, hacia la derecha, y avanzó bajo otros árboles, seguido de cerca por el nieto. Vieron un corral formado por muros altos de piedra y el anciano se detuvo para tomar aliento mientras miraba al frente. Luego siguió andando, bordeó el corral y se dirigió a una puerta que había en la edificación. La entreabrió y miró dentro.

  ¿Se puede saber qué demonios buscas, abuelo? -inquirió ahora serio el nieto.

  Aquí solía encerrar el ganado.

  ¿El ganado? ¿Qué ganado?

  Y también aquí los conocí.

  ¿Qué conociste a quién? Abuelo, me vas a tener que dar un par de explicaciones. Al fin y al cabo, te he traído hasta aquí, y en contra de la opinión del resto de la familia.

  No te preocupes. Te lo explicaré. Busquemos un sitio donde sentarnos.

El anciano esperó mientras Alfredo movía un par de piedras del muro que aparecían caídas, para preparar un precario asiento para su abuelo. Cuando estuvo satisfecho porque parecía estable, se lo ofreció, y aquel se acercó y se sentó, desconfiado al principio y más confiado cuando comprobó la estabilidad del conjunto. Alfredo hizo lo mismo a su lado, pero directamente en el suelo.

  No hemos traído agua, ¿verdad?

  ¡Abuelo, no! ¡No hemos traído agua!

El anciano miro alrededor, como tratando de impregnarse del agradable entorno, buscando quizás un poco de ayuda para contar algo que no le había contado a nadie nunca, ni tan siquiera a su mujer. Y no es que le preocupara contarlo. No había nada malo en ello. Bueno, al principio sí que tenía miedo, miedo de la policía y de la guardia civil, pero al cabo de unos años a nadie le importaba ya nada de lo ocurrido en aquel remoto paraje de la provincia de Jaén. No tenía por qué tener miedo, pero sentía una especie de pudor, como si le debiera algo a aquellos hombres que había conocido allí, en medio de ningún sitio. Sentía que hablar de ellos era como delatarlos, como descubrir su escondite. 

  Aquí, una vez… en otra vida, fui pastor -hizo una larga pausa, que fue respetada con cierta dosis de impaciencia y asombro por Alfredo-. Yo traía el ganado desde el pueblo hasta aquí, a pastar. Bueno, aquí y a muchos otros sitios. El ganado se tenía que mover continuamente. Los pastos se acaban y tienes que llevarlos a diferentes lugares en función de la disponibilidad de alimento y de los pastos de los que disponga el señor del hato...

  ¿El señor de qué? -interrumpió su nieto.

  El señor del hato. Es como llamábamos a los propietarios de los rebaños. En otros lugares también los llamaban amos, pero aquí la costumbre era llamarlos señores de los hatos.

  Ya... Pero ¿el rebaño no era tuyo, entonces?

  ¿Mío? -el anciano se echó a reír de buena gana-. Yo no tenía ni donde caerme muerto. Gracias podía dar al cielo porque comía todos los días, unos más y otros menos, pero todos los días. Había otras personas en el pueblo que no tenían ese privilegio.

– Eran tiempos muy duros. Yo tenía once años, a mi padre lo mataron en la guerra el año en que yo nací, nunca lo conocí, y mi madre murió cuando yo tenía siete años.

Cuando me quedé huérfano, apenas había empezado de zagal con otro pastor de la zona, Germán se llamaba. Era una buena persona, pero tampoco podía pagarme mucho. De hecho, trabajaba por la comida y algo de leche que llevaba para casa, cuando las ovejas o las cabras daban leche. En realidad, creo que él la hurtaba al señor del hato y me la daba poco menos que a escondidas.

– Pero me enseñó el oficio. Tanto es así que con once años ya trabajaba de pastor, aunque dudo que le pagaran a mi hermano como tal. Debían pagarle como zagal lo más seguro, aunque yo trabajara como pastor.

  ¿Le pagaban a tu hermano?

– Claro. Yo era poco más que un niño. Ni entraba en conversaciones ni tenía derecho a opinar. A mí me decían ve y yo iba. Punto.

– Para mi hermano era importante tener una boca menos que alimentar, al menos durante la trashumancia, que eran seis meses al año más o menos. Era un tiempo en el que no se tenía que preocupar de ponerme un plato por delante, pero el resto del año sí era un problema para él.

– Lo cierto es que, en mayo de mil novecientos cuarenta y nueve, yo había vuelto de pasar el invierno en las tierras de abajo y, estando aquí con el ganado, me sobresaltó un ruido en el establo, me acerqué y me asusté al ver a cuatro hombres armados que me apuntaban con las escopetas.

– El primero, que fue con el único que hablé en aquel momento, se llamaba Sixto y sé que era de aquí, de Marchena, y que conoció a mi padre. De los otros tres, no me acuerdo bien. Creo que dos eran de Albacete.

 Abuelo, no te quiero interrumpir, la historia es fascinante, pero es la hora de comer y si llegamos tarde lo mismo nos quedamos a dos velas. Tampoco quiero tener a la señora del hotel esperando y en el pueblo, ya has visto, no hay ningún otro sitio al que acudir.

Pastoreo en los campos de Santiago-Pontones

El anciano suspiró profundamente y contempló el vuelo de dos mariposas, de un blanco inmaculado, que dibujaban rayas imaginarias con su danza en el espacio. Ahora que se había arrancado a contarle a alguien aquella historia le fastidiaba tener que parar a medias. Pero su nieto tenía razón, así que se ayudó del bastón y, agarrándose a la mano que le tendía su nieto, se levantó y ambos recorrieron el camino de vuelta hasta el coche.

Después de comer se trasladaron al salón y, una vez acomodados, Alfredo instó a su abuelo a continuar con la historia.

  Déjame que descanse ahora un rato, hijo. Estoy cansado.

  Como quieras, pero me debes el resto.

  Tiempo habrá. No te preocupes, mañana será otro día.

  Recuerda que mañana nos vamos.

  Lo recuerdo. No sufras.

Alfredo, mientras su abuelo dormía una plácida y reparadora siesta, salió a la calle y decidió acercarse hasta el lugar donde habían estado por la mañana.

Fue un agradable paseo a pie. Cubrió los poco más de dos kilómetros en veinte minutos y una vez allí bajó hasta el arroyo, agreste, con enormes piedras que el tiempo y la erosión habían colocado allí. Subió de nuevo al corral, lo inspeccionó y trató de imaginarse a su abuelo, con doce años, rodeado de ovejas, deambulando por allí, pero fue incapaz y desechó la idea. Intentó entrar en el establo, pero estaba cerrado con llave, así que se limitó a mirar por el ojo de la cerradura. “La llave debe de ser enorme”, pensó. Tampoco había nada allí que tuviera interés para él. Pesebres y poco más.

Aldea de Marchena

Volvió al pueblo, pero en vez de ir directo al hotel entró por la parte baja del caserío, saludó a un par de personas que se encontró en su camino y trató de identificar alguna casa antigua. Su abuelo había dicho que su casa estaba “por ahí abajo”Desistió también de encontrar una casa antigua. Todas las que vio estaban rehabilitadas o eran nuevas. Al volver al hotel saludó a las personas que se agolpaban en amena conversación ante la puerta trasera de una furgoneta abierta, donde un hombre vendía diversos productos a los allí reunidos.

                                        Día tres

El día amaneció apagado, por contraposición al día anterior, en el que el sol brillaba desde primera hora. Negros nubarrones avanzaban rápidamente desde el este con la intención de cubrir todo el pueblo. Mientras que desayunaban empezó a llover, o eso pensaron cuando, al dirigirse a la puerta para ir al coche, vieron cómo todo estaba mojado y una espesa cortina de agua les disuadía de salir.

  Esperen, que los acompaño al coche.

Agradecieron no tener que mojarse y recorrieron el escaso trecho hasta el coche protegidos bajo el enorme paraguas. Primero fue el anciano, que se metió tan rápido como pudo en el asiento del copiloto. Después fue su nieto que, después de meter las dos maletas en el maletero, se introdujo en el asiento del conductor. Arrancaron y dejaron atrás Marchena. Alfredo se fijó en que su abuelo no volvió la vista ni una sola vez.

  ¿No miras para despedirte de tu pueblo?

  No hay nada ahí de lo que me tenga que despedir -contestó parco el anciano.

  ¿Me vas a contar el resto?

 Claro. Ya te dije ayer que lo haría, pero ahora céntrate en conducir, que llueve mucho y la carretera es estrecha y llena de curvas.

Alfredo se resignó y se centró en conducir. Cuando estaban llegando a Santiago de la Espada, el anciano despegó los labios de nuevo.

  Busca la plaza y tomamos un café, si no te importa.

  Claro. Me irá bien parar un rato, que el camino hasta aquí ha sido difícil con tanta curva y tanta agua.

Alfredo siguió recto hacia el centro del pueblo en lugar de tomar la carretera de circunvalación y, guiándose por el más puro instinto, fue a dar con un tramo de calle más ancho que el resto. El anciano miraba las calles tratando de orientarse, cuando vio un letrero que ponía

“Calle de la fuente”.

  Es aquí. Si esta es la Calle de la fuente, es al final de esta calle.

  ¿Qué hay al final de esta calle, abuelo?

  Eso es el ayuntamiento, ¿verdad? -preguntó el anciano sin responder a la pregunta.

  Eso parece, al menos por las banderas.

  Pues aparca donde puedas.

Ayuntamiento de Santiago-Pontones

Aparcó justo enfrente de la entrada del ayuntamiento y el anciano se precipitó a bajar del vehículo. Había dejado de llover, pero la calle estaba llena de charcos y el ambiente había refrescado mucho con respecto al día anterior. Abrió la puerta trasera y se puso el chaquetón que había dejado allí al subirse al coche.

  Ese edificio es nuevo -dijo señalando al ayuntamiento. No lo recuerdo.

  Tiene pinta de no ser muy viejo ¿Y ese café al que me ibas a invitar?

El anciano miró alrededor y señaló un bar. Cuando se dirigían hacia la puerta, se desvió haciendo que su nieto se detuviera por un instante. El anciano se acercó al centro de la plaza y miró alrededor, como tratando de recordar algo. Entraron en el bar y el anciano se dirigió a una mesa que estaba puesta junto a una ventana desde la que se podía ver la plaza.

  Bueno, abuelo, ¿vas a terminar de contarme la historia?

  Claro -contestó el anciano suspirando-. ¿Por dónde me quedé?...

  Me estabas diciendo que el hombre que viste se llamaba...

  Sixto. Ya me acuerdo. El que salió primero del establo se llamaba Sixto y fue con el que tuve más contacto. Los otros eran más callados. Sixto era de Marchena y había conocido a mi padre. Eso es lo que más llamó mi atención. Los otros, no sé, creo que eran de Albacete. Me falla la memoria.

– No sé si eran buena o mala gente. Solo sé lo que me contó Sixto, que dijo que durante la guerra habían luchado en el bando de la República y que, acabada ésta, los habían recluido en diversos campos de concentración y que, como la vida allí era imposible, se habían fugado y luego se habían juntado en la sierra por pura casualidad.

Los cafés interrumpieron el relato. El anciano esperó a que el camarero se hubiera ido para continuar.


  Me dijeron que en realidad no tenían ideales políticos. Bueno, uno sí. Uno me dijo que había sido alcalde, pero no era Sixto. Lo cierto es que, habiendo perdido la guerra y habiéndose fugado debido a las durísimas condiciones de vida de los campos, era “o te escapabas o te morías de hambre y penurias”, dijo. No quedaba más camino que la sierra.

Lo cierto es que aquel día estuvimos hablando un buen rato. Comimos cada cual de lo suyo. Tampoco es que ninguno tuviéramos mucho que compartir. Y luego simplemente se fueron.

Durante aquel verano los vi en diversas ocasiones. Yo intentaba tener algo que ofrecerles, un poco de pan, unas manzanas que robaba al pasar por cualquier huerto... lo que fuera, y ellos compartían conmigo lo poco que tenían, una liebre o una perdiz que hubiera caído en alguna de las trampas que ponían. Una vez que no tenían nada matamos un cordero y luego le dije al señor del hato que había bajado el lobo.

  ¿Y te creyó?

  Supongo que no, pero tampoco le quedaba otra. Le dije que no había matado más porque entre el perro y yo habíamos conseguido ahuyentarlo -el anciano sonrió recordando ese momento-. En fin, que durante aquel verano estuve relativamente a menudo con aquellos hombres. Me enteré de algunas cosas sobre mi padre y mi madre que no sabía, nada del otro mundo, y llegó noviembre, y con los fríos tocó bajar con el ganado y perdí el contacto.

– Al cabo de seis meses, como siempre, volví a Marchena, en mayo, como cada año. Volví a los pastos de la montaña y a los sitios donde teníamos nuestros encuentros, pero los primeros días no aparecieron.

– A finales de mes, no sé el día exacto, por aquel entonces no teníamos calendarios ni yo sabía contar el tiempo más allá de que por la mañana salía el sol y por la tarde se ponía, me pareció escuchar unos tiros a lo lejos, bastante lejos de donde yo estaba. Al día siguiente traté de acercarme a la zona con el rebaño y volví a oír tiros, esta vez con más claridad, pero, claro, no me atrevía a acercarme.

– Al anochecer, cuando iba camino del corral, oí una gran explosión. Encerré el ganado en el corral que viste ayer y en vez de ir a casa de mi hermano volví al monte, en dirección al Cerro de Marchena, por donde había oído la explosión. Vi algunas luces de lejos y pasé la noche escondido bajo unos arbustos.

– Cuando amaneció, oí algo de jaleo. Entonces vi que varios guardias civiles bajaban de la sierra tirando del ronzal de un par de mulos que llevaban dos bultos encima. Me armé de valor y salí a su encuentro. Al verme a lo lejos, detuvieron su marcha y se pusieron alerta hasta que vieron que solo era un chaval.

– Uno de ellos me gritó que me marchara. Yo me detuve y pregunté a mi vez dónde los llevaban. El que me había gritado hizo ademán de acercarse empuñando el fusil en actitud amenazadora, pero otro lo detuvo y me gritó “A Santiago”.

– Llorando como una madalena eché a correr monte abajo hasta llegar al camino que conectaba Marchena con Santiago.

– Cuando llegué, los guardias ya habían llegado y estaban bajando los dos cadáveres de los caballos y los apoyaban contra una pared. Los dejaron como si estuvieran sentados.

– Esperé porque salieron varios hombres de un edificio. Supongo que el alcalde y la gente del ayuntamiento, a los que se sumó el cura. Hablaron durante un buen rato, situados alrededor de los cadáveres. Los curiosos se fueron acercando, aunque no demasiado, y comentaban entre ellos mientras fumaban un cigarro. Las mujeres que pasaban miraban y se santiguaban antes de seguir su camino murmurando rezos.

– Cuando, al cabo de un buen rato se marcharon los hombres y se quedó solo un guardia civil, el mismo que me había contestado en el monte, me atreví a acercarme, no demasiado. Uno de los cadáveres que me pareció identificar con Sixto presentaba varios disparos en el pecho. Al otro me fue imposible identificarlo. Estaba medio quemado.

– Habían colocado un cartel, pero no pude leerlo. El guardia civil, al reconocerme, se acercó y me dijo “no te metas en líos”. No lo dijo como una amenaza. Su tono era incluso un poco paternal.

– Miré de nuevo los dos cadáveres. Los ratos que pasé con aquellos hombres fue lo más parecido a reuniones familiares que tuve durante mi infancia.

– Salí corriendo y en lugar de volver a casa de mi hermano busqué el cordel y bajé de la sierra. Tardé dos años en llegar a Madrid.

– Y eso es todo. Nunca más he vuelto por aquí. Hasta ahora, que apenas puedo recordar sus caras, que se han quedado desdibujadas en mi memoria incierta.

El anciano había terminado de hablar con la mirada perdida, más sumergida en los recuerdos de un pasado tan lejano que en el presente.

Carmelo Cañete

-¡Caray abuelo! ¡Menuda historia! -dijo Alfredo al cabo de un rato, mientras que su abuelo continuaba mirando por la ventana, con la vista fija en una pared frente al bar.

  Sí -contestó el anciano-. Menuda historia.

  Me has dicho que no pudiste leer el cartel. ¿Y eso?

El anciano miro a su nieto, luego miró el café, que no había tocado y contestó:

  No sabía leer.

  ¿Cómo que no sabías leer? Abuelo, eres un gran escultor, reconocido por medio mundo... una persona culta y formada... reconocida.

  ¿Y…? Aprendí a leer con casi veinte años.

                                                Epílogo

Al cabo de dos meses el anciano recibió un WhatsApp. No es que fuera muy ducho con la tecnología, pero se defendía. Era de Alfredo, su nieto.

¡Abuelo, he estado investigando! Y no creas que ha sido fácil. Lo que me contaste pasó el 22 de mayo de mil novecientos cincuenta. Los cadáveres que viste eran el de Sixto García, alias “el de Marchena”, y el de Julián Ruíz, que fue alcalde republicano de Yeste. Los otros dos que conociste eran Juan Sáez, que había sido alcalde republicano de Nerpio, en Albacete, que no estuvo mucho con el grupo y se marchó presumiblemente al exilio; el otro era Manuel Romero, que había sido secretario del mismo ayuntamiento. Manuel Romero, en marzo de mil novecientos cincuenta se entregó a la guardia civil y denunció el escondite de Sixto y Julián.

El anciano leyó el mensaje y, sin contestar, apagó el teléfono.