viernes, 29 de junio de 2018

QUEVEDO, SEGURA Y SU SIERRA

Para concluir esta etapa de publicaciones que nos acerca al periodo estival, y deseando a todos los lectores un feliz verano, presentamos desde el blog un artículo de D.Genaro Navarro que vincula de forma indiscutible a nuestra comarca a un personaje ilustre, y a la vez controvertido, que vivió su destierro y muchas otras etapas de su vida en su señorío en el cercano pueblo manchego de la Torre de Juan Abad.
La cercanía a la Sierra de Segura y el conservar influencias y amistades como destacado miembro de la Orden de Santiago en Segura de la Sierra y en Beas de Segura provocó, como ya publicamos en febrero de 2015 en un artículo de Jesús Molina Gimeno, numerosas visitas y vinculaciones con nuestra comarca. Quede aquí de forma más concreta y puntualizada esa vinculación a través de este magnífico artículo publicado en 1974. 

ANDANZAS DE QUEVEDO POR TIERRAS DE JAEN

Por: Genaro Navarro López

La muerte en el cercano pueblo manchego de Villanueva de los Infantes de don Francisco de Quevedo en 1645, con memorada en artículos y escritos diversos, trae a nuestra pluma, para rememorarla, la presencia, apenas conocida, del gran satírico en tierras de nuestra provincia, que le acogieron hidalgamente y se consideran con derecho a ocupar una página en la biografía del que fuera señor de la Torre de Juan Abad.
Retrato de Quevedo identificado como caballero de la Orden de Santiago
Don Francisco Gómez de Quevedo y Villegas, como es archisabido, es uno de los más preclaros escritores de nuestro Siglo de Oro. Su persona y su obra han sido escudriñadas y analizadas por multitud de críticos y comentaristas, bien con criterio francamente exaltante, bien con ponderado juicio. Pero su fuerte personalidad y su cultura enciclopédica siempre han quedado a salvo. El llamado “Juvenal Español” por su poética y el “Luciano” por su prosa, es un hombre de vida turbulenta y errática en el ambiente político de la época que le tocó vivir. Unas veces en altos cargos y otras, aherrojado por la desgracia acarreada por la virulencia de su sátira que le enfrentó al Válido del Rey, Conde Duque de Olivares. A la postre,  ya viejo y achacoso, refugia su destierro y amargura en la Torre de Juan Abad, para acabar sus días el 8 de septiembre de 1645, a los 65 años de edad. Pero dejemos estos escarceos y veamos ahora la relación que mantuvo con Segura de la Sierra y Beas de Segura en estas tierras de nuestra comarca.
Habitación donde murió Quevedo en el Convento de los Dominicos de Villanueva de los Infantes 
El campo de Montiel, en el que está enclavada la Torre de Juan Abad, es fronterizo con la jurisdicción de Segura de la Sierra: «avecinábase -escribe el erudito académico don Aureliano Fernández Guerra— a la iglesia de Acci, frente a la batistana Segura» (Segura de la Sierra), y como además el camino real de Madrid a Andalucía pasando por la Torre, se adentraba en el territorio de Segura, la relación entre los moradores de ambos lugares necesariamente habría de ser muy frecuente. El mismo señor Fernández Guerra alude a los trajinantes de «Veas» y de Segura, que aprovisionaban de diversos abastecimientos a la Torre y establecieron, desde remotos tiempos, una actividad y frecuente comunicación entre las dos villas.
Monumento a Quevedo en la Torre de Juan Abad
Todo ello autoriza a pensar que cuando Quevedo, para apaciguar el temporal de sus borrascas, se retira en largas temporadas a la soledad de la Torre, trataría de conllevar el tiempo entregado a su producción literaria y en aliviar las horas con sus asuntos privados e íntimos. Sus relaciones con los pueblos circunvecinos le proporcionan amistades mantenidas por medio de correspondencia epistolar, corroboradas con algunas salidas de su retiro, y es fácil imaginarlo visitando en Beas a su pariente don Sancho de Sandoval, en Segura a su entrañable amigo don Alonso de Mesía y de Leiva, bien por complacencia de pura amistad cuando no para tratar de cuestiones atinentes a su hacienda, o con el más grato motivo de ofrecer a Belisa, que en Segura reside, la flor que es primicia de sus amores.
Segura de la Sierra, destino de muchas visitas de Quevedo a la comarca
Quevedo visita en diversas ocasiones Segura de la Sierra y sus contornos. El soneto VI del poema a Lisi, que comienza «Aquí en las altas sierras de Sigura», y la silva a «El Yelmo de Sigura de la Sierra», denotan un conocimiento de lugares y parajes, que así lo acreditan; pero, además, no puede ser más patente, y ello lo proclama en forma indubitada, el romance «De ese famoso lugar», en donde alude al itinerario que seguía desde Madrid a la Torre de Juan Abad, y en el que dice:
“Partí desde aquí derecho,
antes sospecho que zurdo,
a Segura de la Sierra,
que es un corcovo del mundo.
De aquí volví a mis estados…”

Y es que en Segura vivía don Alonso Mesía de Leiva, gran amigo y en cierto modo colaborador que le ayudaba también en sus asuntos privados, como lo prueba su intervención en la venta de los bienes de la Torre para hacer pago a Quevedo del censo que tenía sobre la villa, que don Aureliano Fernández Guerra, en sus obras de Quevedo, refiere así: «Pregónese la venta; como testaferro hizo postura en la jurisdicción, con todo lo anejo y perteneciente a ella, don Alonso Mesía de Leiva en un millón y quinientos mil maravedís, que había de pagar a Quevedo, con calidad de que original se le entregase el privilegio de la exención. Dio el acreedor por recibida aquella suma, hízose cobro además con trescientas dieciséis fanegas de trigo a dieciséis reales que tenía el pósito; y después de haber don Alonso nombrado las justicias como tal dueño, cedió el remate en don Francisco de Quevedo y Villegas, el cual ya constantemente se intituló señor de vasallos desde el verano de 1621».
Calle de los Caballeros Santiaguistas en Segura de la Sierra
Fue, sin duda, don Alonso Mesía varón de muchas letras, por cuanto, con licencia del señor de la Torre de Juan Abad, enmendó «Los Sueños», haciéndolos menos desapacibles a la censura. Algo análogo sucedió con el famoso «Cuento de cuentos», mandado recoger por la Inquisición «in totum» y cuya publicación fue autorizada una vez que don Alfonso hubo retocado el libro a instancias de su autor.

Es muy verosímil que don Alonso Mesía fuera natural de Segura de la Sierra, ya que el hecho de no conocerse el lugar de su nacimiento no debe significar que no lo tuviera en esta villa, y, en cambio, es cosa perfectamente comprobada que en ella vivía y en ella vivían muchos de este apellido Mesía, notado entre los hijosdalgo de ella. Pero sea de ellos lo que quiera, lo cierto es que los papeles de Quevedo, concretamente los manuscritos de «Los Sueños» y del «Cuento de Cuentos», y tal vez alguno más, en Segura fueron corregidos por don Alonso; y que estos papeles no fueron los únicos del genial escritor y que a Segura llegaron, resulta de la correspondencia sostenida entre Quevedo y don Sancho de Sandoval.
Edición de "Sueños y discursos"
Vivía este caballero en Beas de Segura, pueblo de su naturaleza, y era, por su matrimonio con doña Leonor de Bedoya, también natural de Beas y prima de Quevedo, le convertían en pariente del famoso literato. Don Sancho, del hábito de Calatrava, familiar del Santo Oficio, perteneciente al ilustre linaje del célebre arzobispo don Bernardo de Sandoval y Rojas y del duque de Lerma, sostuvo con el señor de la Torre, desde enero de 1635 hasta agosto de 1645, una copiosa correspondencia constituida por cuarenta y una cartas, que con otra dirigida a su hijo don Juan de Sandoval, otra a don Florencio de Vera y otra de éste a don Sancho, fueron reunidas por el último en un manuscrito en folio , de 94 hojas, y publicadas por primera vez por don Luis Astrana Marín, como adición a las referidas obras completas.
Escudo de armas de los Messía
Por esas cartas sabemos el gran sentimiento que a Quevedo produjo la muerte de su fiel amigo, acaecida en mayo de 1638. «Y o perdí en él -dice en una de ellas- cuanto más estimaba», y venimos en conocimiento de que en poder de don Alfonso se hallaban diversos papeles de Quevedo, quien, con fecha 11 de mayo del antedicho año de 1636, encomienda a don Sancho que cobre entre sus papeles «todos los que son de mi letra», principalmente la «vida de Marco Bruto i unas otabas de la Locura de Orlando, que no las tengo, y será para mí una gran pérdida quedar sin ellas». Con fecha 18 del mismo mes y año, torna a escribir al mismo destinatario, insistiendo en que recoja los documentos y manuscritos de muchas obras que tenía don Alonso, a quien «se las entregué como a mi archibo y toda mi confianza»; y en 30 de diciembre, como no hubiera obtenido respuesta a sus anteriores misivas, despacha un mensajero a don Sancho, con el exclusivo objeto de pedirle una vez más que recobre los papeles que tenía don Alonso, y muy particularmente el testamento del padre don Antonio Benegas y la relación del suceso de Melilla (que Sandoval llama de Arcilla). Pero que esos papeles tan estimados debieron quedar, al morir Mesía, en manos de don Pedro Pretel, por cuanto en 2 de enero de 1639 pide a don Sancho que con el portador le avise las señas de aquél en Madrid, para hacer de ellos diligencia, que otra vez sería infructuosa, porque cuando don Francisco llega a Madrid, don Pedro ya había abandonado la Corte. Mas no se aviene Quevedo a perder documentos tan preciados, para cuya devolución, sin duda, andaba algo remiso don Pedro Pretel, y para vencer su resistencia, con fecha 31 de mayo de 1639, suplica a don Sancho que haga llegar a su destino la carta que adjunta para don Pedro, e insista en tan justa pretensión, e incluso si fuere necesario se compren «los libros y papeles que tenía míos nuestro buen amigo el señor don Alonso que está en Gloria».
Quevedo. Retrato de Francisco Pacheco en su libro "Descripción de verdaderos, ilustres y memorables varones"
Fácil es colegir lo que sucediera a la muerte de don Alonso con los manuscritos, libros y papeles de Quevedo. Probablemente, don Sancho se encontraría en Beas, lugar de su habitual residencia, y don Pedro Pretel, que la tenía en Segura y era amigo de ambos, recibiría el preciado depósito, por cuya devolución porfía durante más de año y medio don Francisco: primero, al señor de Sandoval, y luego, cuando sabe que quien de ellos se hizo cargo fue don Pedro Pretel, directamente a éste. Sin duda, este don Pedro Pretel pudo ser escribano público y por esta razón recibiría los papeles cuya recuperación traía tan a mal traer a su dueño.

Para pensarlo así, tenemos en cuenta que los Preteles, que ya figuran entre los hijosdalgo de Segura en la Relaciones Topográficas de los pueblos de España, llevadas a cabo por orden de Felipe II, vinieron sucediéndose en el desempeño de tal función en Segura durante varias generaciones y hasta tiempos relativamente próximos. A la vista tenemos una carta por la que Fernando VII , con fecha 3 de diciembre de 1830, autoriza a don Ramón López Pretel, natural y vecino de Segura de la Sierra, y antepasado del autor de este estudio, para servir «cualquier Escribanía del Número, Juzgado y Gobernación de todas las Ciudades, Villas y Lugares de la jurisdicción y distrito de las dichas Ordenes de Santiago, Calatrava, Montesa y Alcántara», y seguramente que el antedicho testamento de Benegas se encontraría en su poder por razón de tal cargo. A la postre, los papeles se recuperaron, porque no de otro modo hubiera sido posible imprimir la vida de Marco Bruto, uno de los manuscritos que obraban en poder de don Alonso y que, dedicado al duque del Infantado, se publicaba editado por Pedro Coello, «mercader de libros» y editor de otras obras de Quevedo, en la imprenta de Diego Díaz de la Carrera, en el año 1644, uno antes de la muerte de su insigne autor.
Escudo de la Orden de Santiago
Un ejemplar de la edición príncipe se halla en la Biblioteca Nacional, referencia 17213. Antes, en 1631, se había publicado también en la Corte, en la imprenta de la viuda de Alonso Martín, la edición corregida y cercenada por don Alonso Mesía, de «Los Sueños», bajo el título de «Juguetes de la niñez y travesuras del ingenio», en cuya edición se incluyó el «Cuento de cuentos», enmendado también por don Alonso, y todo con una «advertencia de las causas de esta impresión», en las que manifiesta que «Don Francisco me ha permitido esta lima; y aseguró en su nombre que procurará agradar a todos sin ofender alguno; cosa que en la generalidad de que trata de sólo los malos, forzosamente será bien quisto, sujetándose a la censura de los ministros de la santa Iglesia romana, en todo con intento cristiano y obediencia rendida». También en la Biblioteca Nacional, referencia 10759, puede consultarse la edición príncipe de esta obra.
Edición de "Juguetes de la niñez y travesuras del ingenio"
Otros papeles de Quevedo hacen alusión, por referencia, a Segura de la Sierra. Cuando el gran satírico adquiere el señorío de la Torre, en donde, achacoso y pobre, acabará refugiándose, la civilización no se ha hecho llana aún, y Segura, en la cima de su empinado cerro, es todavía una villa importantísima, que irradia su influencia hasta mucho más allá de los confines de su circunscripción. Ello le da una poderosa fuerza de atracción, y allí acuden, por los más diversos menesteres, gentes de todas partes y de la más varia condición: quienes en los oficios públicos han de resolver sus asuntos, y los postulantes de favor e influencia, sopistas, estudiantes de Teología en el colegio de jesuitas, los campesinos que suben los mantenimientos al pueblo y los frailecicos teatinos del convento que en las cercanías fundó años atrás Cristóbal Rodríguez de Moya, en íntima comunión espiritual con la monjita de Avila, a través de asidua y edificante correspondencia.

Don Sancho de Sandoval de fijo que acude también frecuentemente desde su lugar, requerido por sus asuntos las más de las veces, acaso también porque allí reside don Miguel de Sandoval. Suponemos que era hijo de don Sancho y que debió vivir en Segura, por una carta de Quevedo a don Juan de Sandoval en la que dice a éste que Dios tendrá en el cielo a don Miguel de Sandoval, «a quien años ha vesé la mano en Segura de la Sierra». Esta carta, datada en la Torre a 18 de diciembre de 1644, pertenece, como las demás a las que se hace referencia, al Códice de Barnuevo, descubierto por Astrana Marín, cuyo estudio exhaustivo de la personalidad y obra de don Francisco de Quevedo y Villegas ha de ser consultado inexcusablemente por quien de la materia se ocupe.
Escudo de armas de los Sandoval
Acudiría, concertado previamente con su pariente el señor de la Torre, en homenaje de amistad a don Alonso Mesía, que, ordenado sacerdote en los últimos años de su vida, ejerce en Segura su sagrado ministerio, y con ellos tres se reuniría a buen seguro don Pedro de Pretel, cuya amistad con don Alonso, don Sancho y Quevedo se revela por la correspondencia entre estos dos últimos. Departirían en animados coloquios sazonados por el chispeante ingenio y los donaires del ínclito autor de «Los Sueños», y podemos aventurar que discretamente se separaría de sus amigos para rendir a Belisa el homenaje de su pasión amorosa.

Estas visitas a Segura a las que se refiere Quevedo, según antes se indicó en el romance de «Ese famoso lugar», se corroboran en la precitada carta a don Juan de Sandoval, en la que, aparte de la alusión al encuentro que allí tuvo con don Miguel, añade que se compadece de don Sancho por haber ido en aquel tiempo —diciembre de 1644— a Segura, ya que él conoce muy bien «las costumbres» del Yelmo, «aun por agosto». Quizá huyendo de los rigores estivales en la Torre, pasaría Quevedo con don Sancho algunas temporadas en Segura o su sierra, pues que en posdata a la carta del 19 de marzo de 1638 dirigida, como la casi totalidad de este epistolario, a don Sancho, se excusa ante éste de que a causa de tener que atender al cobro de una deuda que le debe un canónigo, a quien vendió una casa, no podrá acompañarle, por lo que siente «no poder gozar este verano del buen sitio de la Sierra».
El Yelmo, fuente de inspiración de Quevedo
Ese conocimiento, de casas y lugares de Segura, se refleja en los papeles de Quevedo en la silva «el Yelmo de Sigura de la Sierra», monte muy alto al austro.

Belisa, como ya sabemos, moraba en Segura y a ella va dedicado también el soneto en que la ofrece la primera flor que abrió el verano. Y en el mismo manuscrito, al folio 100, se halla el soneto en que encomienda su llanto al Guadalquivir, para que lleve sus lágrimas a Lisi.

Lisi encubre a doña Luisa de la Cerda, de la casa de Medinaceli, a quien Quevedo amó durante largos años; más bien pudiera suceder que Lisi, Belisa e Isabel fueran tres personas distintas y una sola la verdadera.
Casa de quevedo en la Torre de Juan Abad

¡Papeles de Quevedo en Segura de la Sierra!... Si a juicio de un insigne biógrafo y compilador de la obra total del caballero de la Orden de Santiago y señor de la Torre de Juan Abad, este pueblo ha ganado la inmortalidad por haber albergado al gran satírico y haber escrito en él sus más importantes producciones, como en Segura de la Sierra se corrigieron y retocaron algunas de ellas y acogió también hidalgamente a su autor, parécenos justo que un nimbo de esa gloria se proyecte, asimismo, sobre sus viejas murallas. Y si el corazón de Quevedo palpitó de amor por una linda segureña, se añade un inefable encanto a este poético episodio.

Segura de la Sierra ha caído, al correr de los siglos, en un letargo. En sus solitarias callejas hay un denso silencio, en donde puede fructificar la paz de las ideas. ¿Renacerá vivificada a los nuevos tiempos, y en su ámbito se albergará otra vez la proceridad —pareja a su situación ingente— del hombre entregado al culto del espíritu? ¿Surgirá un Quevedo que la visite y reanude su extinto esplendor? Sitio incomparable es para el cuerpo y para el alma.

martes, 12 de junio de 2018

UN RÍO QUE DA VIDA. EL GUADALIMAR

Si hay algo que los puenteñ@s, especialmente los que vivimos en otros lugares, no nos cansamos de fotografiar, y mucho más ahora que con nuestro aparato de telefonía móvil podemos captar todo tipo de imágenes, es nuestro río. Efectivamente, el Guadalimar, el que en otro tiempo los árabes denominaron río rojo, conserva un especial significado para todo aquel nacido en esta tierra porque este río ha formado y forma parte de la vida de todos nosotros. En este artículo que presentamos de Ramón Gallego, que apareció en el programa de fiestas de San Isidro de 2008, se quiere realzar como elemento vertebrador del pasado y del presente de nuestro pueblo a ese río que nos ha dado y seguirá dándonos vida.
Visualización longitudinal entre el Río Guadalimar y el Guadalquivir


EL RÍO. NUESTRO RÍO.


Si midiéramos la longitud de nuestro río colorado y la comparásemos con la del gran río de Andalucía, el Guadalquivir, nos daríamos cuenta de que son casi parejos. El que nace en Villaverde, nuestro Guadalimar,  aparece en numerosos mapas antiguos con el nombre de Guadalquivir; así ocurre en la cartografía elaborada por G. Rossi en 1692. Está claro que es una confusión debida no sólo a su longitud sino también al mayor caudal que nuestro río rojo en el momento de unirse al gran Guadalquivir tiene mayor volumen de agua propiciado por poseer una superior superficie de cuenca. Pero geográficamente el criterio predominante es el de la longitud y en eso el que nace en el término de Quesada es algo más estirado que el nuestro.
Sirva esto para darnos cuenta de que nuestro río, al que los romanos llamaron Tago, Tagus o Tugio pues nacía en las montañas que ellos denominaban Tugia y que después adquirió el nombre de Guadalimar ya que los árabes le llamaron "wad al-ihmar" o río colorado por el color bermejo de sus aguas, ha tenido gran importancia a lo largo del tiempo, tanto es así que se ha llegado a confundir con el Guadalquivir en numerosas ocasiones, como ya hemos visto, hasta que la cartografía moderna eliminó estos equívocos.
Villaverde del Guadalimar
Nuestro pueblo bien podía haber asumido su nombre como topónimo y llamarse Puente de Guadalimar. Quizás hubiera sido lo lógico y lo más asumible, pero los archivos nos indican claramente la vinculación del puente viejo sobre el río con el topónimo Génave.
En 1565 el molino junto al río, el de los hermanos Segura, estaba en pleno funcionamiento pero no se cita el lugar o pago. No será hasta 1743, según testimonio del párroco D. Diego Ximénez de Figueroa, cuando tengamos la primera referencia escrita a este mismo molino que textualmente se cita como “el molino que dicen de Génave”, habitado por molineros foráneos, concretamente de Cazorla y Villanueva del Arzobispo. En el lapso de tiempo que media hasta 1801 es cuando se fragua definitivamente el nombre de nuestro pueblo, al citar el párroco de La Puerta de Segura el llamado Cortijo de las Ánimas del que indica claramente que está situado en “la puente de Génave”, tal cual, aunque parezca una incorrección es nombrado en femenino. Este topónimo deriva claramente del nombre asignado tradicionalmente al molino.
Río Guadalimar en Puente de Génave
Por lo tanto si en 1833 el grupo de cortijos ya se llaman Puente de Génave, tanto el molino como el puente son los dos elementos que, estrechamente vinculados al río, articulan el desarrollo ulterior de la localidad.
Poco a poco, el río, como lugar de paso o de trabajo va atrayendo a gentes de diversos lugares y los cortijos surgen a su alrededor. Se sitúa uno muy destacado que es llamado de Las Ánimas (1801), otro el denominado La Vicaría (1814), el del Llano de Moya (1835) y por último el de La Mina (1870).
Puente Romano. Puente de Génave
Sea cual sea la actividad -cabe suponer que no muy alejada de la relacionada con las tareas del campo- de las diversas gentes que pueblan estos cortijos de Puente de Génave, a los que añadiremos también el de Pedro Nares y otros más de su alrededor como el de Paules, Los Avileses o los llamados Cortijos Nuevos de factura y estructura posterior, señalaremos que no se van a alejar demasiado de las posibilidades que ofrece el río. Es conocido que, al margen de estos cortijos, el poblamiento se produjo a ambos lados del cauce en torno al Puente Viejo, en las actuales calles de las Parras y de San Isidro por un lado y en la calle Goya, que recibió originariamente el nombre de calle del Río, por otro.
Calle Goya. Puente de Génave
La construcción a finales del S. XIX del Puente Nuevo con la mejora de la carretera de Jaén a Albacete, supuso un espaldarazo definitiva para el desarrollo de la hasta entonces aldea o agrupamiento de cortijos de Puente de Génave, y a partir de aquí su evolución para constituirse como núcleo municipal independiente en 1933.
No todo han sido mimos para nuestro río. Los auténticos disparates medioambientales que se han realizado hasta prácticamente la década de los ochenta del pasado siglo nos lo han dejado muy dañado. Talas abusivas de arbolado y vegetación de ribera, sobrepastoreo, vertidos de alpechín, extracción de áridos aguas arriba, construcción de represas de riego, alteraciones irreversibles del cauce, vertidos de aguas sin depurar, etc… han mermado su ecosistema, en ocasiones de forma irreversible. 
Riada en la Central. La Vicaría.

Mucho se ha hecho y se continúa haciendo para remediarlo, pero el esfuerzo ya es enorme y las administraciones, especialmente las locales, se muestran muy limitadas por entes como la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir y no pueden asumir las tareas de recuperación. Los puenteños le debemos mucho a nuestro río, pocas poblaciones pueden presumir de poseer el tesoro que la naturaleza nos ha dado por lo que debemos cuidar el tesoro que nos ha dado y nos da vida.


Ramón Gallego Martínez