viernes, 29 de enero de 2021

CERVANTES, D. QUIJOTE Y LAS TIERRAS DE LA SIERRA DE SEGURA.

La propia cercanía geográfica de los lugares donde desarrolló gran parte de su vida nos puede hacer pensar que la vinculación, cuestión que evidentemente quedó después reflejada en su obra, de D. Miguel de Cervantes con Jaén y la Sierra de Segura fue considerable. Esta es la cuestión que se intenta demostrar en este artículo de Alejandro F. Idáñez que a continuación les presentamos. 

LA SIERRA DE SEGURA EN LA OBRA DE CERVANTES.

Por Alejandro Faustino Idáñez de Aguilar.

     Entre los personajes ilustres que han visitado la comarca de la Sierra de Segura o que han residido en ella, se cuentan algunas de las más importantes figuras de la literatura española y de la mística religiosa. Jorge Manrique, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, Miguel de Cervantes, Francisco de Quevedo, y otros más modernos, cuya presencia habría que estudiar algún día detenidamente. Hoy vamos a centrar la atención sobre don Miguel de Cervantes, autor de “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”, el libro más conocido y seguramente leído del mundo junto con la Biblia.

Miguel de Cervantes

    Cervantes nació en 1547 en Alcalá de Henares, hijo de Rodrigo Cervantes, un cirujano-barbero, parecido a un practicante o ayudante sanitario de nuestros días, y de su esposa Leonor de Cortinas; residiendo en dicha ciudad, Valladolid, Esquivias, Sevilla, Córdoba, Toledo y finalmente Madrid, donde muere en 1616 a los 69 años. De su presencia en la zona de Segura y su tierra hay testimonios fehacientes en diversas fuentes y autores. En su condición de Comisario Real de Abastos, Miguel de Cervantes, recibe en 1591 la orden de trasladarse a Jaén para proseguir las sacas de cereales destinadas al abastecimiento de la Armada. Según nos dice Trapiello en su obra “Las vidas de Miguel de Cervantes”, ­“…..después de Jaén se dirigió Cervantes a varios pueblos más de Andalucía, entre los que se contaron Estepona, Baeza y Úbeda, donde a la sazón vivió, en el convento de carmelitas, Juan de Yepes, conocido tras subir a los altares con San Juan de la Cruz…”. Quedando ratificada por la mayor parte de sus biógrafos la presencia de D. Miguel, en los primeros meses de ese año 1592, recorriendo la mayor parte de los caminos de las provincias andaluzas de Sevilla, Córdoba y Jaén.

Baeza

     Como viajero incansable por los caminos de España, fueron muchas las ocasiones en que Cervantes transitó por las vías que discurren por la comarca de Segura en sus frecuentes desplazamientos a Sevilla y otros muchos lugares andaluces, desde Madrid y Toledo, a cuyo fin pasaría por la vieja ruta que, desde la antigua ciudad de Cástulo, cerca de Linares, discurre por la zona del Condado, cruza el río Guadalimar y a través de Montizón y Villamanrique hasta Mariana (actual Puebla del Príncipe), Almedina y, a través de Villanueva de los Infantes, se dirigía en dirección a Toledo o a Madrid, en un viaje de ida y vuelta que repitió en nombradas ocasiones, deteniéndose a pernoctar en las diversas ventas y posadas que ofrecían sus servicios a los viajeros, entre las cuales alguna de ellas estaba situada en terrenos pertenecientes a la encomienda de Segura.

Castillo. Montizón

    En cuanto a la presencia de don Quijote y Sancho,  recientes estudios  realizados por un equipo de la Universidad Complutense de los distintos  viajes y desplazamientos de los protagonistas que narra la novela, localizan como centro de las rutas de Don Quijote y Sancho la ciudad de Villanueva de los Infantes, capital del Campo de Montiel limítrofe a la comarca de la Sierra de Segura, transcurriendo muchos de los avatares vividos por ambos personajes en Sierra Morena, y en concreto, en la franja que separa Jaén y Ciudad Real al norte de la Sierra segureña, que algunos escritores recogen.

Plaza Mayor. Villanueva de los Infantes

    Precisamente en esa ruta se encuentra la Venta del Villar, una antigua posada de viajeros que era propiedad de la encomienda de Segura, junto a la dehesa de Zahora y otros bienes, que más tarde sería llamada Venta Nueva, situada entre Montizón y Villamanrique. Un lugar donde Cervantes tuvo que hacer noche en varias ocasiones a lo largo de su vida, y en la cual se desarrolló la bien conocida escena en que Don Quijote es armado caballero por su viejo amigo el posadero junto al pilón de agua del patio, y otras aventuras increíbles que tienen lugar en los caminos de acceso que transcurren por la zona. Este hecho está avalado por varias fuentes y testimonios de autores: “La Venta Nueva, una venta situada a dos leguas de distancia, donde tiene lugar el manteo de Sancho está situada entre la Torre de Juan Abad y Villamanrique mientras que la Venta de los Santos, en plena Sierra Morena, estaría situada entre Chiclana y Santisteban del Puerto, además de describir otros lugares de nuestra Sierra Morena”, según atestigua Zamora Moreno.

    El uso de la Venta Nueva era muy frecuente entre los viajeros que seguían el Camino Real de Toledo a Granada, siendo ruta utilizada por Quevedo, por el rey Felipe IV o las tropas francesas de Napoleón, para seguir desde allí por el paraje de Barranco Hondo en Villamanrique, siendo esta población donde confluía con el Camino Real de Andalucía a Valencia que se dirigía hacia el este desde las poblaciones del Condado por Albaladejo y Villanueva de la Fuente (antigua Mentesa oretana). Por lo tanto, no es de extrañar que Cervantes transitara asiduamente por estos caminos y por los que desde aquí unían estos lugares manchegos con la Sierra de Segura para continuar a Cartagena, según informa M. Corchado en su estudio.

Caminos en el Campo de Montiel

    Son varios los parajes entonces propiedad de Segura y su encomienda, y de la encomienda de Montizón, donde don Quijote ejerce su oficio caballeresco en defensa de los desvalidos, liberando a un pastorcillo de los castigos que su amo le propinaba atado a una encina, y de los daños que infieren al caballero los mercaderes toledanos con que se cruza en el camino, que le devuelven a su casa malherido. Ya en la primera salida de andanzas, don Quijote, alude a estos lugares que narra el capítulo II de la primera parte: “Y así, sin dar parte a persona alguna de su intención, y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día, que era uno de los más calurosos del mes de julio, se armó de todas sus armas, subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga, tomó su lanza y por la puerta falsa de un  corral salió al campo con grandísimo contento y alborozo de ver con cuánta facilidad había dado principio a su buen deseo….cuando el famoso caballero don Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas (del colchón de su cama), subió sobre su famoso caballo Rocinante y comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel. Y era la verdad que por él caminaba.” También en el capítulo XXVIII, recuerda el autor los parajes montañosos tan queridos para él: “Diose don Quijote una gran palmada en la frente y comenzó a reír muy de gana y dijo: -Pues no anduve yo en Sierra Morena, ni en todo el discurso de nuestras salidas, sino dos meses apenas…”. Así mismo, en la segunda salida del caballero andante, que narra en el capítulo VII, Cervantes explica la ruta que emprende el viajero: “Acertó don Quijote a tomar la misma derrota (rumbo) que fue por el campo de Montiel, por el cual caminaba con menos pesadumbre que la vez pasada, porque por ser la hora de la mañana y herirles a soslayo los rayos del sol no le fatigaban”.

D. Quijote y Sancho

    De la repetida permanencia de D. Quijote en Sierra Morena es abundante la mención que se contiene en varios pasajes del libro, y en concreto en el mismo título de los capítulos XXIII al XXVI. A este respecto, conviene aclarar que, la Sierra Morena a que se refiere D. Quijote es el tramo que ocupa el Campo de Montiel en la divisoria entre La Mancha y Jaén, por donde iba el camino de paso entre Toledo y Andalucía que confluía con el de Valencia y Cartagena. Un trecho que coincide con los actuales pueblos castellano-manchegos del sureste de Ciudad Real como Villanueva de los Infantes, Terrinches, Montiel, Almedina, Villamanrique, Torre de Juan Abad o Albaladejo y los jiennenses de Villarrodrigo, Siles, Orcera, La Puerta, Génave, Puente de Génave, Montizón o Chiclana de Segura.

Campo de Montiel y la Sierra de Segura

    Son varias las aventuras que viven los famosos personajes don Quijote y Sancho en los campos del área manchego-segureña y sus proximidades, según Zamora Moreno al afirmar que: “en estas tierras, nuestro entorno, se describen una buena parte de los acontecimientos más bellos e importantes de la obra de Cervantes. Del capítulo XV al LII que resulta ser el 35 % de toda su obra y el 75 % de la primera parte del Quijote, todo ello en la segunda salida del Quijote”. Citas textuales de la presencia del hidalgo caballero en los terrenos intermedios entre Ciudad Real y Jaén, se acreditan en el Cap. XXIII “De lo que le aconteció al famoso don Quijote en Sierra Morena…”, en el Cap. XXIV “Donde se prosigue la aventura de la Sierra Morena…”, en el Cap. XXV “Que trata de las extrañas cosas que en Sierra Morena sucedieron al valiente caballero de la Mancha…” o en el Cap. XXVI “Donde se prosiguen las finezas que de enamorado hizo don Quijote en Sierra Morena…”. Estas referencias demuestran la frecuencia con que Don Quijote y Sancho deambulaban por la parte de Sierra Morena que se reparte entre las tierras del Campo de Montiel y las de la Encomienda de Segura, siendo algunos parajes perfectamente identificables para muchos habitantes de Villarrodrigo, Génave y otros municipios de la Sierra de Segura.

Mapa de la zona manchego-segureña S.XVII

    Aunque no se sabe con certeza la secuencia de la redacción de la famosa novela por su autor, lo más probable es que el Quijote se engendrara y se empezara a escribir en Andalucía; para después perfilarse en la Mancha…, escribiéndose en diferentes periodos que podrían corresponder a las distintas andanzas del caballero, siendo probable que Cervantes escribiera su libro a lo largo de mucho tiempo y con muchas interrupciones, viajando con sus papeles. Hay que imaginarlo, por lo tanto, años enteros yendo de un lugar a otro de Andalucía, parando a dormir en diferentes sitios, residiendo algún tiempo en un pueblo o una ciudad de nuestro entorno y así iría escribiendo, según afirma J. Marías. Por lo tanto, no entra dentro de lo descabellado pensar en la posibilidad de que Cervantes pudiera escribir algunas páginas en la ya nombrada Venta Nueva. Y otro tanto cabe pensar sobre el lenguaje de don Quijote y Sancho, que pudieron usar alguna de las palabras utilizadas en los parajes del Campo de Montiel y aún de la zona inmediata de la Sierra de Segura, pues, solamente un viajero que había conocido varios países, lenguas y ambientes diferentes podría hacer gala de un léxico tan rico como el que muestra en el libro, pues, como afirma J. Marías en su texto “Cervantes, clave española”, Cervantes maneja todos los registros del lenguaje, desde los más elevados, alambicados, retóricos, arcaizantes, hasta los más populares, coloquiales, desgarrados, burlescos, la germanía, absolutamente todo; por lo que no cree que haya ningún otro autor que use con tanta seguridad, acierto y complacencia todos los registros del español; y que solamente con su obra se pueda reconstruir toda la lengua española de su tiempo, el vocabulario, los giros, los modismos, los refranes, los diferentes tonos, los niveles”.

Ejemplar facsímil del Quijote.

    Cervantes fue coetáneo de otros ilustres visitantes de la zona como  San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús que había fallecido en 1582, interviniendo el escritor en el  acto de beatificación de esta última celebrado el 25 de septiembre de 1614, con motivo de las justas poéticas organizadas, donde el autor declamaría un poema titulado “Por Miguel de Cervantes a los éxtasis de la Beata Madre Teresa de Jesús”, durante el cual una mascarada estudiantil representó también los imaginarios esponsales de Don Quijote y Doña Dulcinea, que ya eran personajes cervantinos famosos.

Representación de la obra de Miguel de Cervantes.

    Sirvan estas líneas para dejar constancia de la presencia de don Miguel de Cervantes y sus personajes novelescos en tierras de la zona de Segura, en la parte que ocupan las estribaciones de Sierra Morena delimitada en La Mancha por su Campo de Montiel y por la comarca de la Sierra de Segura en la zona jiennense, cerca de los ríos Guadalmena y Guadalimar que separan ambas áreas.

 

Bibliografía consultada

-El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Felipe González Rojas, Editor. Madrid, 1894 

-Don Quijote de la Mancha. Real Academia Española de la Lengua. Edición del IV Centenario. Santillana Ediciones. Madrid 2004

-Corchado Soriano, M. “Pasos naturales y antiguos caminos entre Jaén y la Mancha”.Boletín del Instituto de Estudios Giennenses nº 38, pp.9-40. Jaén, 1963

-Marías. J. Cervantes clave española. Alianza Editorial.Madrid, 1990

-Rodríguez Castillejo. J. Don Quijote por los Campos de Montiel. Ciudad Real, 1999

-Rodríguez Perea, S. Desde un lugar de La Mancha. Ciempozuelos, 1997

-Spunberg, Alberto. Miguel de Cervantes. Ediciones Rueda. Madrid, 2003

-Trapiello. A. Las vidas de Miguel de Cervantes. Ed. Planeta. Barcelona, 1993

-Al morir don Quijote. Ediciones Destino. Barcelona, 2006

-Villaverde Gil, A. Viaje por La Mancha de don Quijote y Sancho. Aache Ediciones. Guadalajara, 2002

-Vizcaíno, J.A.  Caminos de La Mancha. Ediciones Alfaguara. Madrid, 1966

-Zamora Moreno, C. Chiclana de Segura. Egedsa. Sabadell, 2005

sábado, 16 de enero de 2021

LOS PUENTES EN EL PUENTE.


EL PUENTE NUEVO

Por José Ant. Molina Real

Cuando nombramos algún lugar o población, lo hacemos con una denominación que se suele perder en el tiempo. La toponimia estudia la evolución y el origen de esos nombres de lugares, pueblos y ciudades. En el caso de Puente de Génave no hace falta hacer un profundo estudio para desentrañar el origen de su nombre y más siendo un lugar relativamente joven a nivel histórico.

El nombre de nuestro pueblo hace clara referencia a la existencia de un puente, el llamado por nosotros Puente Viejo, de clara fábrica romana y datado en el S. I a.C. al ser construido como elemento básico para salvar el río Guadalimar en el trazado de la vía que comunicaba Castulo (actual Linares) y Cartagena. De ahí adquiere la primera parte de su nombre, mientras que la segunda parte, Génave, hace referencia a los agricultores de esa localidad, especializada en el cultivo de cereales, que año a año, cosecha tras cosecha, se desplazaban a este lugar atravesando dicho puente para efectuar sus tareas de molienda del grano en un molino de su propiedad situado justo al lado de ese puente romano, y de ahí el nombre que se fue asumiendo de forma popular para denominarlo como “puente de los de Génave” para nombrar a ese antiguo puente en torno al cual, se fueron desarrollando diferentes núcleos de población o cortijadas que finalmente darían origen a la aldea y posteriormente al municipio de Puente de Génave.

Pero nuestro pueblo no sólo tiene como referencia ese puente romano o “Puente Viejo”. Desde finales del S. XIX se alza majestuoso el llamado “Puente Nuevo” como elemento básico para salvar el río Guadalimar en el trazado de la carretera nacional 322, en un lugar donde el río horada la roca para abrirse paso dejando un perfecto vado donde resulta fácil, ya lo fue para los romanos, diseñar una construcción para salvar sus aguas. Cuando se diseñó la CN-322 se realizó siguiendo el trazado milenario de la vía Augusta romana, sucesora de la llamada Vía Heráclea diseñada por los griegos para comunicar las tierras alicantinas con la rica civilización de Tartesos allá por el S. IV a.C. Es pues evidente que la carretera sigue un trazado similar para comunicar Andalucía y Levante, dibujando una peculiar "S" a su paso por "el Puente", al tener que adaptarse al paso sobre el río que se hará, por este puente de fábrica nueva, de norte a sur rompiendo la dirección noreste a suroeste que sigue el trazado.

El proyecto de construcción de este nuevo puente va parejo al de la carretera de Albacete a Jaén por Alcaráz, incluido en el Real Decreto que, en artículo único, aprueba el Plan General de Carreteras de España de conformidad con el dictamen de la Junta Consultiva de Caminos, Canales y Puertos. En este plan diseñado por el gobierno del General Leopoldo O’Donnell el 7 de septiembre de 1860, incluiría la carretera, que según consta como la que une “la Loma de Úbeda y Albacete por Villacarrillo y Alcaráz” como vía de primer orden y que lógicamente incluía el paso por Puente de Génave. Este plan fue posteriormente modificado y aprobado por Real Decreto de 6 de septiembre de 1864 bajo el gobierno de D. Alejandro Mon y Menéndez y posteriormente desarrollado por el gobierno del General Narváez hasta la definitiva redacción del proyecto del paso por nuestro pueblo que data de 1869 y es obra del ingeniero de caminos D. Luis Larios, donde queda reflejada la necesidad de construcción de un puente de nueva fábrica al ser totalmente insuficiente el ya existente.

Queda claro que la decisión de construcción de este nuevo puente cambió la historia de nuestro pueblo, puesto que D. Luis Larios estuvo barajando la posibilidad de un trazado alternativo que evitaría su paso por nuestro pueblo cruzándose el río antes de llegar a Paules para después seguir el trazado cercano a los Avileses y Cortijos Nuevos y continuar hacia El Palomo, Verjaga, Los Pesebres y Las Tiesas, donde enlazaría con la carretera justo antes de llegar a las inmediaciones de Génave; pero se reconsideró esta opción básicamente por dos razones, una porque la construcción del puente en la zona próxima a Paules debía ser de mayor longitud lo cual encarecía la obra y otra porque su trazado siguiendo la ladera norte del monte Salfarath obligaría a mayores refuerzos de taludes dada la peor calidad de sus tierras. Afortunadamente para nuestro pueblo, eso posibilitó la construcción de nuestro puente, al que pronto empezaremos a llamar “Puente Nuevo”, para diferenciarlo del otro, el “Puente Viejo” que ya existía, al suponer un paso nuevo que permitía la comunicación entre los dos nacientes núcleos de población que se desarrollaron en torno al molino harinero, denominado de Anica en la actualidad, la Mina y el Cortijo de las Ánimas por un lado y por otro el molino, llamado y perteneciente a Génave situado junto al Puente Viejo, algunas casa que formaban la Calle Mayor (San Isidro) o la calle del Río (Las Parras) y la cortijada de Pedro Nares; uniendo así ambos márgenes del río, los que se denominaban popularmente como “aquel lao” y “este lao”.

Concretamente se contempla la construcción de nuestro puente en el fragmento del proyecto que se iniciaba en el puente para superar el río Beas y concluía en el límite provincial con Albacete y que se dividía en siete tramos, estando el paso por Puente de Génave contemplado en el número tres, de 5,852 km., presupuestado en 242.215 pesetas, de las que la construcción de casillas para peones camineros, alcantarillas de evacuación de aguas, pontones y puentes mayores, entre los que estaría el nuestro, ascenderían a un total de 133,416 pesetas. 

Hay que mencionar que en ese momento nuestro pueblo no era una entidad poblacional homogénea pues, como ya se ha mencionado, contaba con algunas cortijadas cercanas como la de Pedro Nares, la Mina, el Cortijo de la Vicaría o el Cortijo de las Ánimas. Destacamos en ese incipiente núcleo de población, creado en torno al Puente Viejo y el Camino Real que lo atravesaba, la existencia de tres molinos harineros a los que solían acudir, como ya hemos dicho, los productores de cereales de Génave, uno de ellos, propiedad de D. Clemente Bono, aparece en el Boletín de la Sociedad Geográfica, en 1875, ubicado en este lugar a una distancia del punto de referencia en Alicante de 304’33 Km. y una altitud sobre el nivel del mar de 548’684 mts. De hecho, decir que, en 1871, primer año de existencia de los Registros Civiles de la Puerta de Segura, el municipio al que pertenecía nuestro pueblo, este lugar junto al Puente Viejo, denominado ya Puente de Génave, apenas si contaba con 100 habitantes, siendo una población que se dedicaba a las labores agrícolas favorecidas por la vega de río, algún arriero, albañil o talabartero, viviendo en condiciones paupérrimas entre miseria y atraso social y económico; destacando la existencia de una venta donde los viajeros pudieran reponer fuerzas situada en la confluencia de la Calle Mayor (San Isidro) y el Camino de las Moreas, donde el río permitía el paso por su escasa profundidad en un vado que conducía al camino que nos unía con la aldea de Los Llanos y La Puerta, salvando así un trayecto que no contaba con núcleos de población desde Génave hasta Villanueva del Arzobispo.

Las obras tuvieron un lento desarrollo debido a la precariedad de recursos económicos y las circunstancias de inestabilidad política a nivel estatal a causa de la Revolución de 1868 (La Gloriosa) y posterior proclamación de la Primera República Española en una época conocida como Sexenio Democrático (1868-1874), que paralizaron la ejecución de las obras en diversas ocasiones, siendo en 1876 con la llegada al gobierno de Cánovas del Castillo, en el inicio de la época de la llamada Restauración Borbónica, quien le dio el impulso necesario para la finalización del trayecto proyectado, aunque las obras definitivas de este tramo número tres no se iniciaron hasta 1886 al dotarse definitivamente de presupuesto para su ejecución, incluyendo otro tipo de construcciones como diversos puentes menores o tajeas (181 en total), las casillas de peones camineros (20 en total), alcantarillas para evacuación de aguas pluviales (80 en total) o puentes mayores, entre los que destaca el que se construyó en nuestro pueblo sobre el río Guadalimar (7 en total). En concreto, en el año 1884, se publicaba en la Revista de Obras Públicas informaciones que precisaban la construcción de tres grandes puentes en el tramo que iba desde Puente de Génave hasta el límite de provincia de Albacete, siendo uno nuestro Puente Nuevo, otro el situado sobre el río Herreros en Génave y por último otro sobre el Arroyo del Sequillo en el término de Villarrodrigo; estando, en 1889 año en que se terminó la obra del Puente Nuevo, construidos 210,427 km de carretera, con 79,412 km en la provincia de Albacete restando otros 30,104 km. más y 131,704 km. en la provincia de Jaén faltando 17,704 km. para finalizar la obra en la provincia y completar así el trayecto programado desde Albacete hasta Úbeda y Baeza.

El desarrollo del proyecto de construcción de este tramo número tres comprendido entre el puente sobre el río Beas y el límite de provincia con Albacete, supuso una gran afluencia de gente de distintos oficios como canteros, picapedreros, carreteros, carpinteros, arrieros, albañiles, muleros, etc… que, bien solos o con sus familias, llegaron desde poblaciones cercanas a aquella tranquila aldea de agricultores, jornaleros, molineros, arrieros o posaderos que se había convertido aquel núcleo de población denominado el Puente de los de Génave, siendo años de cierta prosperidad por la dinámica económica generada por la obra, bien en las labores de construcción propiamente dichas o en la aportación de materiales que principalmente provenían de una pequeña cantera situada en el Cerro de El Padrastro, cerca de Vergaja y Los Pesebres mientras que la ladrillería se aportó desde una alfarería de la Puerta, situada en las cercanías de la actual Venta de San José.

De esta forma el proyecto de construcción fue tomando forma dando como resultado la construcción de un gran puente que sigue las tipologías de construcción propias de finales del S. XIX, para así acoger todo el tránsito de personas, caballerías, carruajes y ya también algún que otro vehículo, jubilando de sus funciones a su pequeño y vecino hermano “Puente Viejo”. El nuevo puente, de mayores dimensiones y pensado para soportar mayor volumen de tráfico, presenta interesantes innovaciones constructivas como son el rebajamiento de sus bóvedas o de ámbito técnico con el estrechamiento de sus bases para favorecer el paso del agua en ese lugar, ya de por sí algo estrecho, favoreciendo una mínima acción erosiva sobre su sillería, con tres ojos cubiertos por arcos escarzanos de 12 mts. de luz, siendo de mayor proporción el central que descansa sobre dos grandes pilares rectangulares de impecable sillería de 10 mts. de altura y 8 mts. de ancho, rebordeados en sus tajamares con forma semicircular y estribos en los extremos que descansan en el lecho del río y facilitan de esa manera el correcto transito del agua. Las bóvedas que se originan en estos arcos de medio cañón son muy rebajadas y realizadas en ladrillo rojo, estando perfiladas con excelente sillería en sus laterales. Los arcos laterales descansan su parte externa en la propia roca del terreno aportando solidez a la construcción, dejando así un paso de unos 40 mts. de longitud y de 5 mts. de anchura siendo reforzado para seguridad con malecones laterales de sillería 0,5 mts. de espesor.

Construida la carretera con el trazado que tiene actualmente, y el puente en el lugar donde estaba aquella cortijada, nuestro pequeño pueblo empezó a crecer, no sólo por la iniciativa de algunos de los trabajadores en la construcción de la carretera que decidió establecerse de forma definitiva con sus familias en el lugar, sino también con la llegada de bastantes serranos que adivinaron las enormes perspectivas de progreso que se daban en aquella, hasta ese momento, pequeña aldea que pronto aumentó considerablemente en población, llegando a finales de S.XIX a contar con cerca de 400 habitantes. Y de ahí en adelante, la historia de nuestro pueblo ha evolucionado estrechamente relacionada con la carretera, convirtiéndose, de forma paulatina, en punto de referencia, en cuanto a la movilidad de personas y mercancías, de toda la Sierra de Segura, suponiendo también un destacado centro de pernoctación y descanso para aquellos viajeros que iban o venían desde las zonas costeras del levante español.

Todo ello ha sido así hasta que, no hace mucho, la carretera nacional se desvió de la población, construyéndose una circunvalación, por lo que ya no se pasa por el casco urbano de Puente de Génave, a menos que intencionadamente se quiera entrar a la población. El Puente Nuevo también ha sido forzado ya a una limitación de funciones y se le ha liberado de trabajo, pues sirve sólo para comunicar los dos barrios del Puente que quedan separados por el río, aunque eso no es poco. Y así, el uno junto al otro, el Viejo y el Nuevo, uno jubilado y otro más ocioso, sólo les queda contemplar, por más siglos, el paso por sus ojos de las rojizas aguas del Guadalimar.