martes, 26 de abril de 2016

RECORRIDO POR LA HISTORIA EN LA SIERRA DE SEGURA.(VII)

Iniciamos un breve recorrido donde repasaremos las diferentes construcciones defensivas con las que, durante la época islámica, se dotó el territorio de la Sierra de Segura. Hay que considerar que gran parte de ellas fueron simples remodelaciones de construcciones anteriores a la ocupación musulmana, así como que alguno de los restos más significativos que han perdurado hasta nuestro tiempo son, a su vez, fruto de la posterior reestructuración ejercida bajo ocupación de la Orden de Santiago tras la conquista cristiana. Debido a la extensión del artículo ofreceremos dos entregas en las que intentaremos, sin llegar a profundizar en los detalles y particularidades, hacer una descripción del estado y uso de esas construcciones que tuvieron tanta significación en la historia de la Sierra de Segura.

Castillos, torres y fortalezas de la Sierra de Segura
Séptima Parte.- AL – ANDALUS (II). CASTILLOS, TORRES Y FORTALEZAS. 
(1ª entrega)

La Sierra de Segura en sí supone, por lo intrincado de su relieve, una verdadera defensa natural, a la que hay que sumar diversas construcciones defensivas que han dejando importantes restos en la comarca, destacando las fortalezas, castillos menores y torreones, en su mayoría de control y vigilancia. Pero para hacernos una idea global es preciso realizar una estructuración de las diferentes zonas en las que se dividía las líneas de defensa de la Sierra de Segura. Bajo ese concepto encontraremos básicamente tres zonas que seguirán una dirección noreste a suroeste. La primera línea de defensa estará más al sur cubriendo los límites con Murcia y Granada, la segunda sería el núcleo central de la sierra siguiendo los valles del Alto Guadalimar que enlazaría con la parte alta del Guadalquivir y finalmente la línea externa más al norte que seguiría los límites fijados por el río Guadalmena y la zona más baja del Guadalimar denominada tradicionalmente Corredor de Santa Elena.
Castillo Casa Fuerte de Miller
La primera de las zonas de defensa a considerar, la situada más al sur de nuestra geografía, es, precisamente, la zona más abrupta por lo que las edificaciones son más bien escasas al ser la propia orografía del terreno un verdadero obstáculo natural a posibles incursiones enemigas. Sólo es destacable la Casa Castillo Fuerte de Miller, situada en un lugar prominente desde el que se vigila el encajado valle de la cabecera del río Segura, hasta donde se une con el Zumeta, en las Juntas de Miller y la Solana de la cuerda de la Lastra. Sería un edificio que complementaría la defensa de esta zona sureste de la Sierra de Segura, junto con otras edificaciones como el castillo menor de Góntar del que sólo se conservan restos de una torre circular de calicanto sobre base de una anterior construcción visigoda y las plazas fuertes de Yeste y Letur. Es un edificio original de los S.XIII-XVI del que ahora sólo se conservan una torre y una muralla de 40 m. de longitud por 6 m. de alto que delimita un caserío anexo que enmascara profundamente su construcción. El asentamiento de Santiago de la Espada (Puebla de Santiago en su denominación original) constituía una especie de puesto fronterizo justo en el límite del reino nazarí de Granada, fijado en el río Zumeta, que transita por estos pagos con unos espléndidos encajamientos en la roca que lo convierten en un foso natural y que marca, de una forma muy destacada, esta frontera. Es, por tanto, los condicionantes físicos los que establecen discontinuidades de relieve tan potentes que han supuesto históricamente una clara demarcación territorial que dificultaba cualquier acción ofensiva lo que, lógicamente, provoca escasez de fortificaciones.
Restos del Castillo Menor de Góntar

La siguiente unidad constituye la franja central de defensa de la comarca recorriéndola de noreste a suroeste, siendo éste el ámbito el núcleo principal de hábitat y, por lo tanto, donde se da la mayor densidad de edificaciones defensivas, de poblamiento y donde se producen los principales procesos territoriales de presencia árabe primero y después cristiana. Es una cuenca longitudinal, formada por el valle del alto Guadalquivir y por la cuenca de cabecera del Guadalimar. En esta unidad se cruzan las rutas del Levante al valle del Guadalquivir y, a través del valle del Guadalimar por la Puerta de Segura, con las que permiten el paso desde La Mancha y la sierra de Alcaraz hasta la zona norte del reino de Granada (collados de La Sagra, Huéscar y depresión de Baza), atravesando lo más intrincado de las Sierras de Segura y Cazorla. Todo el valle está jerarquizado por Segura de la Sierra, centro administrativo y militar, complementado por los castillos y recintos amurallados de Siles que cubría, al noreste, el acceso por el valle del Guadalimar, y Hornos, al suroeste, que vigilaba el acceso por la cabecera del río Guadalquivir.
Segura de la Sierra
Evidentemente la fortaleza de Segura de la Sierra es la más emblemática. El Castillo de Segura de la Sierra, que ha sido objeto de distintas intervenciones y remodelaciones desde los años 60, ocupa la coronación de una elevación de forma sensiblemente cónica, donde se aloja también el núcleo urbano de Segura. El conjunto del núcleo y el castillo alberga también los restos de la antigua muralla de la fortaleza de Altamira, pues así se llamaba con anterioridad el enclave, y son todavía reconocibles las murallas, puertas y torres de la fortificación militar de todo el asentamiento. Algunos autores atribuyen el origen de Segura de la Sierra a los fenicios, quienes la llamaron Tavara. Habitada posteriormente por otros pueblos colonizadores como griegos, romanos y cartagineses, es bajo la hegemonía musulmana cuando alcanza su máximo esplendor. La fortaleza de Segura de la Sierra alcanzó su completa estructuración a lo largo de los S.VIII-XVI. Ya en el año 781, Segura de la Sierra fue tomada por Abul Asward, primogénito del rey Yusuf, quién aumentó la defensa del pequeño núcleo poblacional llamado Saqura, dotándolo de tres órdenes de murallas, lo que convirtió el recinto en fortaleza inexpugnable. Será en los siglos IX y X, cuando el asentamiento se estabiliza y crece en importancia hasta convertirse en los siglos XI y XII en una fortaleza con medina  importante y próspera; así, en el S.XI, Segura fue cabeza de un pequeño reino de taifa a cuyo distrito pertenecían también, Siles, Hornos, Socovos y Ferez. Tras un periodo en que alternó la independencia con la pertenencia a las taifas de Murcia, Denia y Sevilla, los almorávides, entre 1090 y 1095, la incorporaron al imperio norteafricano de Yusuf ibn Tasfin.  En 1147, Ibn Hamusk se enfrentó a los almorávides y la mantuvo en su poder, propiciando la etapa más importante de la Segura musulmana. Su alianza con Muhammad Ibn Mardinis, el “rey lobo” de Murcia, le permitió integrarse activamente en un amplio territorio que se extendía desde Almería al Ebro incluyendo Levante. La primera fortificación de envergadura de Segura de la Sierra la mandó construir el mencionado Ibrahim ibn Hamusk, en la segunda mitad del siglo XII. Posteriormente, fue reformada por los almohades que incrementaron la seguridad añadiendo un nuevo cinturón de murallas. Como reino taifa independiente se enfrentó a los almohades cuando éstos intentaban imponer la unidad musulmana, aunque en 1169 acabaron incorporando Segura a su dominio.
Castillo de Segura de la Sierra
La primera presencia cristiana en Segura ocurrió en 1214, tras una serie de disputas frente a los almohades que culminaron con la batalla de las Navas de Tolosa (1214). Fue entonces cuando la villa fue ocupada por los cristianos regidos por Alfonso VIII, sin embargo temporalmente fue recuperada por los musulmanes, hasta que, en 1241, su situación, aislada en un territorio controlado por los cristianos, se hizo insostenible y volvió a manos de Castilla. Será Fernando III el que la recuperó otorgándole el Fuero de Cuenca y, en 1242, la convirtió en Encomienda de la Orden de Santiago. Tres años más tarde, Segura se instituyó como sede de la encomienda mayor de Castilla que hasta entonces había radicado en Uclés, perteneciente a la jurisdicción eclesiástica de Toledo y será una de las claves que explican la grandiosidad de la fortaleza cristiana. Después del Pacto de Jaén (1246), Segura y su territorio no tuvieron gran papel en la continuación de la reconquista puesto que quedaban lejos de la frontera, sólo encontrando resonancia en 1342 con Fernán Ruiz de Tahuste, comendador de Segura, quien dirigió una expedición contra Granada aprovechando que el rey nazarí había acudido en auxilio de Algeciras; así como en 1434, cuando el alcaide de Segura, Juan Rodríguez destacó en la conquista de Huéscar, a las órdenes de don Rodrigo Manrique. Aunque el Castillo de Segura se abandonó a partir del S.XVI, volverá a tener cierta relevancia durante la Guerra de la Independencia pues los serranos lo ocuparon para organizar la resistencia frente a las tropas francesas. Sin embargo las tropas napoleónicas se hicieron con el castillo para provocar su estado ruinoso al incendiarlo, así como la villa y los archivos de la Encomienda de Santiago. No recuperará nuevamente su esplendor hasta la reconstrucción y restauración, entre 1964 y 1968, por los arquitectos Rafael Manzano y Francisco Pons Sorolla.
Vista aérea. Castillo de Segura de la Sierra
Toda esta sucesión de intervenciones fueron aportando su particular fisonomía a este lugar, conservándose el castillo, la Torre del Agua y buena parte de las murallas; así como importantes sectores de trazado urbano y numerosos edificios significativos como son los baños árabes del S.VIII. El Castillo de Segura consta de dos recintos sucesivos: alcazarejo y exterior. El alcazarejo tiene como base un trapecio tan irregular como la montaña sobre la que se asienta. La defienden cuatro torres con esquinas achaflanadas con remate almenado, una de ellas, la poderosa torre del homenaje que se sitúa en la esquina este es de base cuadrangular y está estructurada interiormente en dos salas superpuestas con cubiertas abovedadas y está culminada por una azotea almenada, comunicadas por una escalera empotrada intramuros. Se trata de una torre portentosa y acentúa el efecto global de solidez de la fortaleza. Una de las torres protege la puerta de acceso con entrada acodada, mientras que otra de ellas está casi desprovista de proyección exterior porque el zócalo rocoso no se lo permite. Existe, además, otro torreón semicircular y dos contrafuertes que subdividen los lienzos del cerramiento habilitando, al propio tiempo, pequeñas plataformas para el tiro de flanco. El alcazarejo dispone además de un patio de armas con un gran aljibe en el centro, dos baños árabes situados en los laterales este y norte, una especie de tribuna, la capilla de Santa Ana y los restos de lo que pudiera ser un almacén. La capilla está adosada a una torre antes con acceso directo a ella, de nave rectangular rematada por un ábside semicircular y cubierta a dos aguas, de estilo mudéjar, construida en el S.XIII. El recinto exterior corona el cerro en una cota más baja. Está construido en mampostería menuda y en él se distinguen dos aljibes excavados en la roca y una barbacana superior que da acceso a la puerta principal, que tenía un acceso diferente al actual. Estas murallas están reforzadas por un torreón semicircular en el sudoeste y por un adarve que une dos contrafuertes en el sudeste que incrementan aún más la sensación de inaccesibilidad. Prácticamente todo el recinto murado del Sierra de Segura está construido con fortísimo calicanto del tapial musulmán. El castillo se unía a la villa a través de una cerca murada que la protegía y se vertebraba a través de numerosas torres y con puertas guarnecidas por torres de calicanto. Toda esta obra es cristiana de mediados del S.XIII, aunque asentada sobre restos musulmanes de dos épocas diferentes, una primera en la segunda mitad del S.XII y otra posterior de reforma almohade.
Este recinto amurallado en la época árabe tenía una longitud de 1.512 m., ocupando una superficie de 8,5 hectáreas con cinco puertas de entrada: Catena, Orcera, Gontar, Herrada y Nueva, para conformar un conjunto complejo y muy bien conservado y actualmente aún pueden observarse muchos tramos de murallas como las que rodean la parte baja del pueblo, las que suben desde la Puerta Nueva hacia el Castillo, los lienzos que descienden desde el Castillo hacia la plaza de toros y el recinto exterior de la Alcazaba. La muralla en algunos tramos resulta muy estrecha lo que hace dudar que este sea su verdadero trazado, ya que según algunos autores es posible que se trate en buena parte de una "cerca fiscal", un muro tardío construido en el S.XVI o después, para controlar la entrada de productos a la localidad. La medieval iría algo por encima. Lo cierto es que a esta muralla se accedía por cinco puertas de las que se conservan cuatro ya que la quinta, llamada la Herrada, cerca del castillo, ha desaparecido. La Puerta Nueva se localiza junto al Ayuntamiento, rodeada de construcciones, siendo en sus orígenes la puerta de entrada a la villa estando incrustada en la muralla que baja desde el castillo. De la puerta original sólo queda el torreón del lado izquierdo, pues la actual fue reedificada en el S.XVI y restaurada hace unos años, siendo mucho más simple que la original que posiblemente sería acodada con puertas que podían cerrarse, como prueban las jambas laterales. La Puerta de Orcera se encuentra hoy muy deteriorada y casi irreconocible como puerta. Para acceder a la villa por la Puerta de Catena es necesario recorrer un largo sendero y además está incluida dentro de un gran torreón, con lo que el acceso al interior de la población obligaba a describir una curva o codo, lo que dificultaba cualquier ataque y facilitaba la defensa. Fue restaurada en 1972. Los únicos restos de la Puerta de Góntar se encuentran en la torre a la que se adosa la plaza de toros, que fue remodelada para convertirla en botiquín de la misma. Al exterior de la muralla debía existir un importante complejo defensivo, aunque muchas de las construcciones han desaparecido en la actualidad. Ejemplos serían la Torre del Agua o la Torre de Las Eras. La primera cercana al castillo y seguramente respondiendo a sus criterios defensivos es una atalaya que supone uno de los restos islámicos mejor conservados que quedan de la fortificación del mismo y de los caminos que se usaban para descender desde la muralla del castillo hasta esta fortificación. Se la llama así porque según parece fue construida para proteger un manantial existente en la zona que surtía de agua a la Alcazaba, sacando el agua por la parte superior de la torre. Está hecha en tabiyya, un tapial extremadamente duro que ha resistido de forma notable el paso del tiempo. Hoy en día existe una abertura, proveniente del S.XVI, que permite acceso al interior. La segunda, la Torre de Las Eras, está en un pequeño promontorio en cuyas proximidades arranca el camino que sube al castillo. Se trata de una gran torre rectangular con dos zonas, un zócalo inferior casi totalmente cubierto por la vegetación, y una parte superior con unas 4 plantas de altura.
Puerta Catena. Muralla de Segura de la Sierra
Otro destacado resto árabe son los Baños Árabes, datados originalmente del S.VIII, pero de estructuración posterior coincidiendo varios autores en señalar el S.XI-XII como posible fecha de construcción, aunque lo que observamos hoy es una reconstrucción total llevada a cabo en 1971 por el arquitecto L. Berges. Presenta sus salas fría, templada y caliente, pues las diversas estancias están separadas en función de su temperatura ambiente, que asciende desde el vestíbulo hasta la sala caliente. En el vestíbulo el cliente espera y se desviste. La sala fría dispone de espacios o alcobas o alhamías destinadas al descanso (îwan). La sala templada es la de mayor tamaño de las cuatro estancias. Por último, la sala caliente se encuentra en contacto con el hornillo (al-burma) que alberga la caldera. Bajo el pavimento de las salas caliente y templada se distribuye una red de canales de distribución de humo y aire caliente, siguiendo el mismo esquema que las termas romanas que las denominaban frigidarium, tepidarium y caldarium. Son espacios acotados en ambos extremos por doble arco de herradura y bóveda de cañón con claraboyas estrelladas; cuenta también con puertas entre las salas que están desenfiladas, con la intención de que no se escapase el calor ni se formasen corrientes de aire.
Edificio de los Baños Árabes. Segura de la Sierra
También debemos nombrar, siempre entendido como parte del entramado defensivo de Segura de la Sierra, la construcción de otros castillos menores, situados en zonas elevadas que requerían contacto visual con la fortaleza de Segura. En este contexto podemos entender la construcción de los castillos de Altamira, de La Espinareda, de Gutamarta y Valdemarín. El primero se encuentra en la ladera este de las cuerdas de Beas, en la cortijada de Altamira. Su técnica constructiva, es similar a otras construcciones pertenecientes al sistema defensivo militar árabe de la zona. El edificio que se conserva es una torre a la que se han adosado las construcciones más recientes enmascarando parte del edificio y de los parapetos originales.  
Restos del Castillo de Altamira
El segundo se encuentra en el término municipal de Segura de la Sierra, en la cabecera del arroyo de la Espinareda, junto a la aldea y vega del mismo nombre. Se ubica en un promontorio adosado a los montes de la Cuerda de Beas manteniendo una posición estratégica tanto por el dominio de los valles formados por el Arroyo de Peñolite y el Río Beas como por la conexión visual con el castillo de Segura de la Sierra. Consta de una torre del homenaje y un recinto amurallado de tapial, observándose en sus inmediaciones restos de un aljibe y del antiguo poblado medieval. La singularidad del emplazamiento se debe a la armoniosa conjunción de elementos (vega, aldea, castillo, vegetación) dotando al lugar de un gran atractivo paisajístico. 
Ruinas del Castillo de la Espinareda
Otra referente será el Castillo de Gutamarta, situado entre Cortijos Nuevos y El Ojuelo, en el centro del pequeño valle del mismo nombre, y del que sólo se conservan la parte inferior de su torre, aproximadamente 1,20 m. de altura, mostrando su base cuadrada de unos 5 m. de lado construida de tapial de calicanto, quedando el resto de la construcción diluida en la aldea llamada Los Cortijillos. 
Por último, el castillo menor de Vademarín, se encuentra en la pedanía Cortijo de la Torre, a 6 km. de Orcera, tratándose de un emplazamiento defensivo que servía tanto para el control como para el refugio de la zona del valle del arroyo de los Carboneros, afluente del río Trujala. Sus muros son de mampostería muy similar a otras construcciones próximas datadas en la misma época y en las que se aprecia una planta cuadrangular. Con el paso del tiempo la torre ha sido adaptada para el uso doméstico adosándose a ella diferentes construcciones que la hacen casi irreconocible. En la actualidad está techada y en sus paredes se han abierto vanos que no corresponden a la obra primitiva, aunque probablemente, el uso continuado de esta construcción la ha preservado de la ruina.
Linea visual. Construcciones de la zona central defensiva en la Sierra de Segura
Otros elementos de esta época árabe son el Puente Moro del Soto, elemento de un ojo de ladrillo y mampostería menuda sobre el río Trujala, de posible origen musulmán. Los árabes siempre estuvieron atentos al cultivo de sus vegas con huertos y frutales bien regados con agua abundante de los ríos y embalses, como el de Amurjo en Orcera que hoy ocupa la piscina natural municipal, construido por Hamusk, de donde podría venirle el nombre; o el acueducto y la presa de Trujala, obras árabes que nos muestran la habilidad de la época para aprovechar un recurso abundante en la sierra como es el agua.
Castillo de Cotillas

Complementando, junto con el Castillo de Cotillas,  la protección de la parte noreste del enclave de la Sierra de Segura, se encuentra un conjunto de fortificaciones entorno a la villa de Siles. Efectivamente, Siles sería el centro de un subsistema defensivo que se materializa en un recinto fortificado, que albergaba fortaleza, casa Tercia e iglesia parroquial. La fortaleza es lo que es conocido hoy como El Cubo, por su forma cilíndrica y que está anexa a la casa Tercia, que fue casa de la Encomienda y posteriormente se utilizó, como su nombre delata, como depósito de grano donde se almacenaban las recaudaciones de los señores. Evidentemente fueron muchos los sucesos históricos y los vaivenes fronterizos medievales que se desarrollaron en esta zona de la Sierra, lo que no hace sino confirmar su valor estratégico en el norte del valle de Segura y coincidir durante largo tiempo como frontera noreste de la Taifa de Granada respecto a la de Denia. Bajo dominio árabe, Silis, perteneció al Iqlim o distrito de Segura. En el siglo XI perteneció al reino de taifa de Almería tras ser conquistado por Ibn Summadih en 1076 a los ziries de la taifa de Granada, quien la recuperó un año más tarde ya que el rey zirí Abd Allah se hizo con Silis entregando a cambio el castillo de San Aflay. Enclavado en el camino de Segura de la Sierra que enlazaba con la Vía de Levante, Siles fue un punto clave en la línea fronteriza con el reino nazarí de Granada, siendo atacada en numerosas ocasiones.
Restos de muralla y El Cubo de Siles
Antes de la llegada de los cristianos, Siles era una próspera población medieval (Silís) que formaba parte del distrito de Saqura (Segura), perteneciente a la Cora de Yayyan (Jaén). Fue conquistado en 1230 por don Pelayo Pérez Correa, maestre de la Orden de Santiago (1239-1242) quedando integrado en la Encomienda de Segura de la Sierra. Cuando en 1339 la cercó el rey de Granada, Yusuf I, como paso previo para hacerse con el resto de plazas de la Sierra de Segura y del Adelantamiento de Cazorla, fue liberada por el maestre don Alonso Meléndez de Guzmán que vino en su ayuda desde Úbeda con un poderoso ejército e hizo huir a las huestes musulmanas. La Encomienda de Santiago remodeló la antigua fortificación árabe en el siglo XIV. Esto motivó que en 1397, el maestre Don Lorenzo Suárez de Figueroa le concediese la autonomía y el título de villa. Perteneció al Reino de Murcia y partido de Segura, Orden de Santiago y dependía de la Chancillería de Granada y al Obispado de Cartagena. Tanto El Cubo como los restos de muralla existentes en la actualidad no se corresponden con los que en 1339, siendo la posterior reforma santiaguista la que aporta cuerpo al nuevo recinto que mantuvo su planta cuadrada fortaleciendo tres de sus ángulos con torreones circulares, o cubos, rodeados por una muralla con aljibe en su exterior, mientras que el cuarto ángulo lo reservaron para la construcción de un pequeño alcázar con dos torreones. La cerca tenía un trazado rectangular y era de argamasa, de 2 varas de ancho, 10 varas de alto y 614 varas de contorno. Lo que queda del castillo es una torre cilíndrica llamada El Cubo, del S.XIII, construida con mampostería y argamasa, que alcanza los 27 m. de altura y que se va estrechándose ligeramente a medida que asciende. Está articulado en dos pisos y terraza. El primer piso está cubierto por una bóveda de media naranja, y el segundo por una cúpula gótica de cantería apuntada con nervios sostenidos por canes, accediéndose a la azotea por una escalera empotrada en el espesor del muro. En el S.XV, se construyó la Casa de la Tercia entre los dos torreones y se reestructuró el patio de armas destruyéndose parte del aljibe y del lienzo norte del castillo que dejaba así de ser un edificio militar para convertirse en residencia señorial palaciega. El entramado defensivo de Siles se fue deteriorando a partir del S.XIX y son pocos los elementos representativos que quedan además del torreón del Cubo, pero destacamos un torreón que abre con arco de medio punto y presenta tres cuerpos en altura, dovelas regulares y esquinas reforzadas a soga y tizón, la Torre y el Arco de la Magdalena, construidos en mampostería que parece ser la entrada original al recinto amurallado siendo de planta quebrada, tan característica de la época.
El Cubo. Siles
Complementando esta función de vigilancia y defensa de esta zona, un conjunto de torres de avisos y torres fortificadas tutelan el canal central del pasillo y los valles transversales, que contactan con otras zonas de la comarca. Ahí podemos situar los Castillos de Tasca, Peñafleita, Pontihonda y Morles. Se sitúan en las inmediaciones de Siles, cubriendo sus flancos noroccidental y suroccidental, y vigilando los valles del río Morles y del río Molinos. Los de Tasca y Peñafleita se vinculan directamente con lo que fue en tiempos el "Camino de Andalucía", mientras que los de Morles y Pontihonda vigilan el ramal que desde Siles se dirigía a Bujaraiza. Su estado de conservación en precario.
Castillo de Peñafleita. Imagen de Francisco Villar Gómez
El Castillo de Peñafleita debió ser construido tras la campaña de pacificación que Abd al-Rahman III llevó a cabo en el 913 contra este territorio, que hasta entonces había permanecido rebelde a Córdoba. A finales del siglo XII, con la formación de los distintos reinos de Taifas, esta plaza fue disputada por los ziries de Granada y el rey de Almería Ibn Summadih. Ibn Summadih se apoderó de Siles entre los años 1076 y 1077, pero poco después pasó mediante acuerdo a los ziries, a cambio de la fortaleza de Sant Aflay (Peñafleita). El castillo de Peñafleita se levanta, al igual que el castillo de Tasca, en el margen izquierdo de lo que fue el antiguo Camino de Andalucía. El castillo de Peñafleita corona lo que en otro tiempo fue sin duda un importante asentamiento musulmán. Hoy se encuentra en ruina progresiva quedando algunos lienzos de muralla. El recinto se encuentra rodeado de un gran foso natural, por lo que originariamente quizá dispusiera de un puente de madera que facilitara su acceso. A las faldas del castillo se encuentran restos de la antigua población musulmana, pudiéndose ver perfectamente, incluso hoy día, el trazado de algunas de sus calles, así como numerosos restos de viviendas y de muros de piedra que servían para consolidar el terreno a través de diversas terrazas las que también se asentaban numerosas construcciones.

El Castillo de Tasca se levanta, al igual que el castillo de Peñafleita, en el margen izquierdo de lo que fue el antiguo Camino de Andalucía, en las estribaciones de la Sierra de Calderón próximas a la cabecera del Guadalimar. Los restos de la fortaleza se reducen hoy a un parapeto de mampostería menuda muy desmoronado, que debía habilitar un espacio interior rectangular de 9,50 por 3,80 metros aproximadamente, y que ocupaba la extensión de zócalo rocoso fácilmente defendible, puesto que un foso natural, formado por una corona de rocas, lo rodea casi por completo. En torno a este zócalo se hay numerosos vestigios de muros y burda mampostería, al parecer en seco. Estos, correspondientes al recinto exterior, parece que se completaban por el lado del oeste con alguna obra de tierra, probablemente un foso y su terraplén. Se cree que este castillo corresponde al citado por Ibn Hayyam al relatar la campaña de Abd-Allah contra el Todmir. Sólo subsisten algunos restos de muros y cimientos encontrándose en clara ruina progresiva.
Torreón del Castillo de Tasca.
El Castillo de Morles está situado en la margen izquierda del río Carrizas al norte de Siles, y siguiendo el valle del Guadalimar y muy cercano al cortijo de Alcanta. En la actualidad se conservan los restos de un recinto irregular de tendencia rectangular que aprovecha el trazado natural de la roca donde se asienta, con muros de mampostería de 0,70 m. en la actualidad,  aunque con alzado de tapial, del que son los restos de una torre del que queda poco más de un metro de altura por lo que se cree era un simple refugio de algunas pequeñas aldeas o “quras” al tiempo que servía de control y vigilancia fronteriza de la entrada natural que el valle del río Morles ejerce sobre el valle del río Guadalimar.
Castillo de Pontihonda
Por último el Castillo de Pontihonda se encarama sobre dos peñas gemelas en la ladera del cerro Bucetaina, entre Benatae y Siles, cerca de la aldea de Puente Honda (Benatae) pero en el término municipal de Siles. Los restos actuales del castillo son probablemente de autoría cristiana aunque su base sería árabe, y su función debió ser de vigilancia y control del paso por el río Morles. La fortificación está formada por dos torres cuadrangulares de reducidas dimensiones, de 3,5 por 3,8 m. de lados, encaramadas sobre dos peñas gemelas que brotan de un repecho de monte, unidas por dos lienzos de muro de mampostería ripiada que las unían hasta constituir un solo recinto de planta rectangular que mediría 13 por 3,5 m. Las dos torres albergaban dos cámaras superpuestas con separación de vigas y madera. El estado actual es de ruina progresiva que deja ver con claridad que el material de construcción es mampostería mal ripiada. Complementando este entramado de fortificaciones defensivas orientadas hacia el este estaría una segunda línea de fortificaciones que se sitúan en Torres de Albanchez y Benatae.

Continuará............
(jt) Segura Verde.

sábado, 9 de abril de 2016

RECORRIDO POR LA HISTORIA EN LA SIERRA DE SEGURA.(VI)

Si existe un momento histórico que aporte extraordinario esplendor al territorio de la Sierra de Segura este, sin lugar a dudas es la época de dominio islámico. El hecho de permanecer como frontera, primero bajo control musulmán respecto al reino de Castilla con sede en Toledo y después bajo dominio cristiano durante dos siglos frente al reino de Granada, le confieren un carácter de importancia vital, por lo que su geografía se salpicó de numerosas fortalezas y construcciones defensivas, cuyos restos han llegado hasta nuestros días.

Sexta Parte.- AL - ANDALUS ( I )

Si hay un pueblo que ha dejado claramente su huella en la Sierra de Segura, este es el pueblo árabe. Los árabes entran en la Península en el año 711 para permanecer en ella durante prácticamente ocho siglos. Evidentemente al ser un periodo tan extenso, se producen en nuestro territorio cambios extremadamente sustanciales en las formas de vida y costumbres, así como en las técnicas y estructuras productivas. La Península Ibérica se convirtió en un centro de convivencia entre culturas, evidentemente en periodos de paz, que fueron amplios y productivos, donde cristianos, judíos y árabes articularon en armonía social, cultural y económica un continuo intercambio en un territorio que se denominó Al-Andalus.
Es de suponer que la presencia de los árabes en nuestra sierra fue, en un primer momento, de ocupación militar de las posiciones visigodas, y que sería motivada por el control de las rutas tradicionales que unían las zonas costeras mediterráneas con la importante ciudad de Cástulo. Se ha constatado que el señor feudal godo de nombre Teodomiro, ofreció importante resistencia a las fuerzas musulmanas hasta que fue obligado a huir, pero la mayoría de la población siguió ocupando sus lugares de residencia, sin cambiar rutinas o forma de vida, convirtiéndose en los llamados mozárabes, o lo que es lo mismo, cristianos que en teoría eran conversos pero que no practicaban el islamismo ya que sus nuevos dirigentes de origen árabe o sus viejos dirigentes visigodos convertidos al Islam a cambio de seguir manteniendo sus posesiones, llamados muladíes, no ejercían ningún control sobre el cumplimiento del culto al Corán ya que sólo les interesaba seguir percibiendo impuestos y gozar de sus privilegios. De hecho, durante el S. IX está constatado que se produjeron diversas revueltas y sublevaciones de origen muladí, que en la Sierra de Segura tuvieron especial incidencia al tener un relieve cerrado e intrincado y, por lo tanto, seguir manteniendo firmes raíces hispanas sus habitantes.
En esta época la actual provincia de Jaén estaba dividida en diversas “coras”, que eran circunscripciones territoriales constituidas por “distritos”, a los cuales pertenecían diversas fortalezas, aldeas o ciudades. El distrito de Segura pertenecía a la cora de Jaén que estaba regida por un representante civil de la administración central cordobesa. Después, con la desaparición del Califato Omeya se forman diferentes señoríos independientes, más autónomos de Córdoba, existiendo en Segura el gobernado por Said B. Rafil que más tarde se incorporó en la Taifa de Denia. Es de destacar que el insigne poeta   arábigo andaluz Ibn Ammar encontró refugio en Segura al huir del rey de la taifa de Sevilla, Al Mutamid, que lo consideró un traidor, encontrándolo en 1086 en estas tierras y darle vengativa muerte.
La Sierra de Segura constituía la ruta obligada de comunicación entre Andalucía y Levante y por lo tanto eje estratégico para controlar ambos dominios. Mesnadas de soldados, comerciantes y ganaderos debían atravesar por estos caminos flanqueados por pequeñas fortalezas y torres de vigilancia.
En el año 1091, Segura es ocupada por los almorávides que se la habían disputado al rey de Sevilla, convirtiéndose la zona en región fronteriza con carácter militar, por lo que será punto de enfrentamiento entre cristianos y musulmanes. El río Guadalimar en 1132 será lugar de concentración de las tropas almorávides contra los cristianos de Toledo. En 1140 comienzan las sublevaciones andalusíes contra los almorávides. Ibrahim B. Hamusk, rey que dominó este territorio dejando su huella en diferentes topónimos como el paraje de Peñamujo en Pontones, les arrebató en 1147 la fortaleza de Segura, para años más tarde ponerla en manos de los almohades como fórmula de defensa de la agresión que su propio suegro, Ibn Mardanis, estaba realizando. De esta forma tan particular los almohades ocupan nuestra sierra, siendo desde aquí donde lanzan una fuerte ofensiva contra el reino de Castilla, siendo nuestras tierras el punto de partida del ejército musulmán  liderado por Yusuf II que derrotó a Alfonso VIII en la batalla de Alarcos, muy cerca de Ciudad Real, en 1195.
Los habitantes de las aldeas, refugios y fortalezas de la Sierra de Segura asistían pacientes, pero alertas, a tanto revuelo de ida y vuelta, a intrusiones y expulsiones, intrigas, escaramuzas y rebeliones, unas veces gobernados por señores almorávides otras por almohades. Pero siempre estuvieron atentos al cultivo de sus huertos y frutales regados con abundante agua de los ríos e incluso embalses como el de Amurjo en Orcera, construido por Hamusk, de donde le viene el nombre. No descuidaban el pastoreo de sus ganados, las labores de extracción de la miel ni de la madera, material esencial en la historia de la Sierra de Segura, de la que se extraían vigas y pilares para sus construcciones de andamiaje y para trabajos finos de mobiliario y ebanistería. De sus pinos sacaban la resina que utilizaban en la construcción naval así como su madera, muy apreciada en la construcción de barcos, madera que extraían utilizando los caminos del agua que fijaba el río Guadalimar hasta llegar a los astilleros costeros situados Guadalquivir abajo, según ha documentado Emilio de la Cruz.
La Sierra de Segura en sí supone, por lo intrincado de su relieve, una verdadera defensa natural, a la que hay que sumar diversas construcciones defensivas que han dejando importantes restos en la comarca, destacando las fortalezas, castillos menores y torreones, en su mayoría de control y vigilancia. Pero eso lo abordaremos con más detalle en el siguiente capítulo.

     (jt)   Segura Verde