Es tradicional de los pueblos mediterráneos hacer un pequeño recordatorio de las fiestas patronales cuando se cumple exactamente medio año para que el calendario señale el inicio de una nueva edición del periodo festivo. Evidentemente eso no se produce en nuestro pueblo, tradicionalmente no hay nada que nos recuerde que se ha pasado el ecuador del ciclo festivo, tan sólo nuestro amigo Andrés "Pasteles", en ocasiones, se encarga de día a día realizar su particular cuenta atrás. No es que se pretenda iniciar aquí esta dinámica pero nos ha parecido adecuado recordarlo con la publicación del pregón de fiestas que este pasado San Isidro realizó, de forma significativamente brillante, nuestro paisano José Pareja Garcia.
PREGÓN DE LAS FIESTAS DE SAN ISIDRO 2014.Por José Pareja García
“Los puentes del Puente”
(entre el pasado y el presente)
Buenas tardes, queridas paisanas y paisanos, amigas y amigos
todos.
Permitidme que empiece agradeciendo a la Comisión de Fiestas,
al Ayuntamiento, y con él, al alcalde, a nuestro alcalde, el honor que para mí
supone el estar hoy aquí, ante todos vosotros anunciando el comienzo de nuestra
fiesta Grande, nuestras fiestas de San Isidro. Un honor que quiero compartir
con mi hermano Julián (aquí entre nosotros), porque sé que lo hace suyo, y
que lo siente y lo agradece tanto como yo.
Dos palabras iniciales: la primera de ellas es ¡Gracias!
Gracias a todos por venir, por estar aquí, y por compartir este momento
conmigo; y si gracias es la primera palabra, ¡Perdón! es la segunda.
Perdón por mi atrevimiento –también por estar yo aquí. Solamente la ilusión y
el cariño con que estoy me van a poder
justificar.
José Pareja Garcia |
Cuando se me ofreció que este año fuera yo quien pronunciara
este Pregón, en el que no soy versado, me asaltó la duda de qué podría yo
contar a mis paisanos tras el dilatado paréntesis que durante años había diluido
muchos de mis referentes.
Decidí entonces que “los recuerdos” iban a ser el hilo
conductor de mi discurso… aquellos recuerdos que me dejé cuando salí del Puente,
los que viví en otros lugares, en
contrapunto con los que me perdí por no estar aquí, y finalmente los que
me encontré cuando volví. Tenemos
un maravilloso pueblo, pensé. Por el
Puente Viejo me alejaré en busca de los recuerdos del pasado… y por el Puente Nuevo
regresaré hasta encontrarme con los
del presente. De ahí que haya querido titular este escrito:“Los puentes del Puente”.
Como escribe nuestro cercano paisano Antonio Muñoz Molina:
“Contar y escuchar historias (como pueda ser ésta), no es un capricho, ni una sofisticación
intelectual: es un rasgo universal de la condición humana, que está en todas
las sociedades y arranca en la primera edad de la vida”.
Para contar la mía, mi historia, y de la mano de otro paisano
-este algo más “canalla”, Joaquín Sabina- os propongo que me acompañéis en un
viaje a través del tiempo. Así pues, como canta en una de sus canciones:
Ocupen su localidad,
y presten todos
atención,
a punto está de
pronunciarse… …el Pregón.
(bueno, creo
que él decía : a punto está de levantarse…
…el telón)
¡Vamos con la historia! Yo nací aquí, en el Puente, y aquí viví la más
maravillosa infancia que un niño pueda soñar. Vivíamos en la Plaza de la
Iglesia, junto a un portalón que aún existe (según se entra desde la calle S.
Isidro a la derecha; mi casa está ahora pintada de un suave color salmón).
Vivía con mi hermano Julián, con mi madre Julia -“la Julia”, ¡Qué gran madre!-
y también con una gran abuela, con mi abuela María, a la que todos conocían por “la tía María la gitana”, una mujer que
arrancó de cuajo un “puñao” de hojas del calendario de su época, cuando todavía eso no daba igual. Habíamos
perdido a mi padre, muy joven, unos años antes, cuando trabajaba en la fábrica,
en la Cooperativa de San Isidro. Mi abuelo José, su padre, a quien yo no conocí, había sido
cabrero. Entonces era costumbre tener en
las casas una o dos cabras para abastecerse de leche (seguro que los mayores lo
recordáis). Por la mañana temprano, los dueños llevaban sus cabras a un punto
de encuentro (creo que era debajo del Puente Nuevo), y mi abuelo salía con
todas ellas al campo a pastorear. Al atardecer, cuando regresaban, curiosamente
cada cabra se iba separando del rebaño cuando llegaba a la altura de su corral…
¡Hay
que ver qué pueblo, eh! ¡Hasta las cabras eran listas!
Mi abuela María con mi madre Julia y mi tío Juan Antonio |
Teníamos una tienda que vendía de “casi tó”, incluidos unos
caramelos que envolvían unos cromos con los jugadores de futbol de la época y
que los críos pegábamos en un álbum con el
superglue de entonces -una pasta
de agua y harina- hasta completarlo para
luego obtener como premio una pelota de goma. Eran tiempos difíciles y “las pelotas de goma” eran escasas (no como
ahora). Por eso siempre había un jugador,
un Casillas, un Iniesta de la época, que se resistía a dar la cara.
Recuerdo a mi abuela sentada a la luz de
un candil, investigando los caramelos, uno a uno, hasta encontrar al rebelde
jugador. Luego, cuando salíamos mi hermano y yo a la calle con la pelota, los
chiquillos, con razón, venían a quejarse a la tienda. Mi abuela, en jarras, les
soltaba: “mis nietos son los que más caramelos comen de ‘tos’ “… y se quedaba tan pancha.
Viviendo frente a la iglesia era fácil ser monaguillo.
Compartí sacristía con Monita, Boliches y Gabriel el de la Mesinda (hoy ausentes
entre nosotros, pero seguro que en el
recuerdo y en el cariño de todos), y con Pablito… Pablo (que también anda por
ahí).
Por Todos los Santos recorríamos juntos Peñolite, el Tamaral,
los Avileses, los Cortijos Nuevos (no recuerdo si también íbamos al cortijo
Casablanca) pidiendo para las ánimas benditas del Purgatorio (cuando por
entonces todavía existía). Luego pasábamos la noche de los difuntos tocando las
campanas y comiendo “casaos”. De lo que recaudábamos -¡cosas de niños!-,
distraíamos algunas perras-gordas para hacernos los hombrecillos y fumarnos
nuestros primeros cigarrillos canarios en la torre de la iglesia durante la
noche. A la mañana siguiente, Don Pedro, el cura, ¡que no sé muy bien cómo se enteraba!, a su manera nos
enseñaba que años más tarde iba a estar prohibido fumar en lugares cerrados.
En la escuela del cura Don Pedro hice mi primer máster. Hoy,
después de tantos años, no consigo borrar de mi memoria a ninguno de los 33
reyes godos, ni las comarcas españolas, ni
la fórmula del interés compuesto…
La escuela de D. Pedro en la calle San Isidro |
Mi pueblo fue mi gran parque de atracciones antes de que se
inventaran los Terra Mítica o los Euro-Disney. Por verano, al río a
bañarnos -3 días: por el Padre, por el Hijo y por el Espíritu Santo. Ya de mayor,
me pregunté muchas veces si esta familia no podría haber sido un poco más
numerosa. Los baños furtivos con los
monaguillos en el Charco del Lobo y en
la Pantaleona, los tebeos de Roberto Alcazar y Pedrín al frescor de la
sacristía, el carrusel de los caballitos en la plaza junto a la calle del
Arroyo (frente a un gran corral que igual celebraba corridas de toros que
almacenaba aceitunas, ¡seguro que lo recordáis!), empujando
a los caballitos hasta hacerlos girar para conseguir montar de balde. Por S. Marcos,
a espantar el diablo; luego, los viajes
a la Agracea a visitar a mis tíos y primos por la matanza, o a varear las olivas
en la recogida de la aceituna… Y en verano a la era, con el trillo, los mulos… o a la feria de la
Puerta con la abuela y con mi hermano, montados en el remolque de un camión
lleno de sillas que llevábamos cada uno de casa… Lo que no entendí nunca es por
qué luego volvíamos a pie por la orilla del Río. ¡Supongo que no se había
inventado aún el billete de “ida y
vuelta”!
Y llegados aquí, y ya
que hemos cogido confianza, dejadme que os cuente una anécdota:
En la Iglesia recibíamos una revista que traía vidas de
santos, niños ejemplares y algún que otro pasatiempo. Nos invitaban a
participar en la revista, y recuerdo que en una ocasión preguntaban “cuál era el animal más representativo de la
Iglesia”. Nosotros nos lanzamos y
contestamos enseguida. Unas semanas más tarde aparecía en la revista que
era el Pelícano porque estaba grabado en la puerta del Sagrario, y a
continuación una nota que decía: “Mención especial merecen los feligreses de la
Parroquia de San Isidro de Puente de Génave porque han contestado que el animal
más representativo es “la mona” porque sus hijos son los monaguillos. ¡Ahí
queda el nivel!
El día de mi primera comunión junto a mi amigo Pablo García González, acompañado de familiares y vecinos de la calle San Isidro |
Y se acercaron los años 60, y el éxodo de mucha gente desde
nuestra Andalucía y desde nuestro querido pueblo hacia otros lugares…
Una fresca mañana de primavera, en el coche de Santiaguete
(¿lo recordáis?) toda la familia salimos hacia la Tierra Prometida, sin que nadie nos hubiera dicho antes que había
un Paraíso para los del Puente. Aterrizamos en el Levante alicantino, en Alcoy,
ciudad industrial, prospera, con mucho trabajo (3 turnos de 8 horas cada día,
casi como ahora) y con un constante ruido de lanzaderas en los telares de sus
fábricas.
Los principios, no lo negaré, fueron duros: nueva gente, nuevas
costumbres, nuevo idioma… Pero al final todos
salen, ¡y no íbamos a ser menos los del Puente! Alcoy, nuestra tierra de acogida nos trató con paciencia, afecto y resignación. Allí crecí a lo alto, a lo
ancho, académica y sentimentalmente. Me
casé con Chelo (que también anda por aquí) y tuvimos 3 maravillosos hijos -perdonadme,
pero esto nos pasa a todos los padres cuando hablamos de los hijos. Pasé media
vida en el equipo de trabajo de IBM, y desde hace unos años lo hago en una
naviera (Balearia) que seguro que muchos de nuestros paisanos conocen en sus
viajes a Mallorca. Actualmente vivimos en Alicante, y aunque todos no cabéis en
casa, de uno en uno, o de dos en dos, podéis venir cuando queráis.
Aquí junto a mi madre Julia y mi hermano Julian |
- ¿Y tú de quién eres? :
- Me costó mucho situarle, hasta que
finalmente le dije: Mi tío era Juan Antonio, el Barbero.
Lo que vino a continuación no me
resulta fácil contarlo aquí…, (y
tampoco sería justo cansaros con este relato tan personal)…, un emocionado
abrazo en un cariñoso encuentro con mi prima redimió un montón de injustas
ausencias.
Y hurgando en el baúl de los recuerdos, (como diría la
paisana), salí corriendo atravesando el
Puente Viejo en busca del Cine Maripaz, del surtidor de gasolina y la farmacia
que había frente al bar del Pintor, de la Fonda de la Manuela, de la casa de
los pobres, de la Fuente Vieja… Y me pregunté:
¿Por qué se han escondido? ¿Por qué no están? Finalmente, la cuerva y los borrachuelos , siempre
presentes, me regresaron por el Puente Nuevo a la realidad… Y me encontré con
una espléndida Coral Faustino Serrano (¡Gracias Seve!), una magnifica banda de
música llena de instrumentos de metal y viento (la Agrupación Musical San
Isidro Labrador), una importante almazara, ferias de todos los colores -la del
Ecoliva, la de los pueblos,…-, una Vicaría que apunta al futuro y fabrica
también de “casi tó”, y tantas y tantas
otras. Ah, y una explosiva presencia
en ese fenómeno digital que es Internet y las Redes Sociales: galerías de
fotos, videos, blogs… Yo creo que los puentes del Puente, con permiso de la
Torre Eiffel, son lo más fotografiado en
Facebook.
Los puentes del Puente |
Y que decir de la hospitalidad… la
hospitalidad del Puente apareció al momento. Y como no quiero dejar en el olvido a muchas
y a muchos no voy a nombrar a algunas y a algunos, pero os puedo asegurar que
un montón de paisanos nuestros hoy ya son de los míos -bueno, de Chelo y míos, de los nuestros.
Hace unos años, en un acto como este, decía nuestro alcalde
que el Puente es muy joven y que muchos de nuestros padres y de nuestros
abuelos contribuyeron de manera vertiginosa a fundarlo a principios del siglo XX. Parece un milagro
que en tan poco tiempo se haya conseguido un
Puente tan diferente: un Puente vivo, potente, moderno, innovador, atractivo,
hospitalario y habitable -así, al menos, lo percibo yo.
Un pueblo es su clima y su paisaje, su historia, su tradición
y sus lugares, su aroma, sus sonidos… y su gente.
Y de ésta quiero
hablaros, de su gente. Y lo voy a
hacer, como no podría ser de otro modo, desde la perspectiva que me ha
proporcionado cierta distancia,
temporal y física.
Os he contado que estoy ligado a una naviera que une la
península con las islas Baleares. Pues bien, cuando veo en los barcos gente que
viene cargada con las típicas ensaimadas, pienso: “El que las ha hecho ha nacido en mi
pueblo”...
…Y cuando en alguno de los viajes que hacemos para ver a
nuestra hija Ruth que vive en Berlín (y que hoy no está aquí), me pierdo curioseando en alguna de las muchas
galerías de arte que hay por allí, reconozco una firma en un cuadro y leo
“Ydañez”, me digo con orgullo: “Este artista es del Puente, como yo”…
Con mis primas, un bonito reencuentro |
…O si,
ojeando un libro, me tropiezo con estos versos:
En aquel pueblo,
el camposanto no era un lugar
triste.
Descansaba en la parte más suave y
soleada de la ladera.
Y en el pliegue más verde de su falda de seda,
palpitaban los vivos.
Pues esto, esto también lo ha escrito una paisana nuestra,
Amparo, la hija de Juan Antonio, el barbero, mi
prima…
Y que me decís del amigo Moisés, derramando vitalidad, dando
conferencias y escribiendo libros, explicando el secreto de nuestros dulces
caseros y animándonos a vivir mejor haciendo nuestro propio pan…
…O cuando me encuentro
los magníficos reportajes ornitológicos del paisano Paco, y tantos y
tantas otras que espero me sepan perdonar los interesados
por no enumerarlos aquí.
Mi familia al completo. |
Voy acabando. Existe una vieja y sabia bendición que dice:
“Ojalá
tengas familia, ojalá tengas amigos, ojalá tengas un pueblo”
Pues aquí estoy, con casi toda mi familia, con un montón de
buenos, nuevos y viejos amigos,
y con todos vosotros… en mi
pueblo. ¿Qué más puedo pedir?
Y ya, antes de “los vivas festivos”, dejadme que os enseñe
unas fotos que he preparado. Les he puesto una pieza de música, Entre dos aguas, de un andaluz
universal, Paco de Lucía. Entre dos aguas,
es la música que hoy quiero que sirva para entrelazar mis dos mundos: el del
agua dulce del Guadalimar que me vio nacer y crecer, y el de la salada agua del
Mediterráneo que me está viendo madurar y envejecer. ¡Espero que os guste!
Mi pueblo |
Mi mar |
Mi río |
Como veis, El Puente me ha “recuperao”, me ha “ atrapao” y me ha “cautivao”.
Sólo me resta desearos
a todos que estos días sean de total alegría con vuestras familias, con
vuestros amigos y con vuestros “forasteros”.
Y un especial recuerdo para quienes tienen menos suerte y no lo pueden pasar tan bien.
Puenteños y puenteñas
¡Que suba
el telón! y
¡Que empiece la Fiesta!
¡Viva San
Isidro! y ¡Viva el Puente de Génave !
Muchas gracias por vuestra atención.
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