jueves, 13 de noviembre de 2014

SEIS MESES PARA SAN ISIDRO....

Es tradicional de los pueblos mediterráneos hacer un pequeño recordatorio de las fiestas patronales cuando se cumple exactamente medio año para que el calendario señale el inicio de una nueva edición del periodo festivo. Evidentemente eso no se produce en nuestro pueblo, tradicionalmente no hay nada que nos recuerde que se ha pasado el ecuador del ciclo festivo, tan sólo nuestro amigo Andrés "Pasteles", en ocasiones, se encarga de día a día realizar su particular cuenta atrás. No es que se pretenda iniciar aquí esta dinámica pero nos ha parecido adecuado recordarlo con la publicación del pregón de fiestas que este pasado San Isidro realizó, de forma significativamente brillante, nuestro paisano José Pareja Garcia.                                                                                               
PREGÓN DE LAS FIESTAS DE SAN ISIDRO 2014.

Por José Pareja García


“Los puentes del Puente”

                    (entre el pasado y el presente)



Buenas tardes, queridas paisanas y paisanos, amigas y amigos todos.

Permitidme que empiece agradeciendo a la Comisión de Fiestas, al Ayuntamiento, y con él, al alcalde, a nuestro alcalde, el honor que para mí supone el estar hoy aquí, ante todos vosotros anunciando el comienzo de nuestra fiesta Grande, nuestras fiestas de San Isidro. Un honor que quiero compartir con mi hermano Julián (aquí entre nosotros), porque sé que lo hace  suyo,  y que lo siente y lo agradece tanto como yo.

Dos palabras iniciales: la primera de ellas es ¡Gracias! Gracias a todos por venir, por estar aquí, y por compartir este momento conmigo; y si gracias  es  la primera palabra, ¡Perdón! es la segunda. Perdón por mi atrevimiento –también por estar yo aquí. Solamente la ilusión y el cariño con que estoy me van a poder  justificar.
José Pareja Garcia

Cuando se me ofreció que este año fuera yo quien pronunciara este Pregón, en el que no soy versado, me asaltó la duda de qué podría yo contar a mis paisanos tras el dilatado paréntesis que durante años había diluido muchos de mis referentes.

Decidí entonces que “los recuerdos” iban a ser el hilo conductor de mi discurso… aquellos recuerdos que me dejé cuando salí del Puente, los que viví  en otros lugares, en contrapunto con los que me perdí por no estar aquí, y finalmente los que me  encontré cuando volví. Tenemos un  maravilloso pueblo, pensé. Por el Puente Viejo me alejaré en busca de los  recuerdos del pasado… y por el Puente Nuevo regresaré     hasta encontrarme con los del presente. De ahí que haya querido titular este escrito:“Los puentes del Puente”.

Como escribe nuestro cercano paisano Antonio Muñoz Molina: “Contar y escuchar historias (como pueda ser ésta),  no es un capricho, ni una sofisticación intelectual: es un rasgo universal de la condición humana, que está en todas las sociedades y arranca en la primera edad de la vida”. 

Para contar la mía, mi historia, y de la mano de otro paisano -este algo más “canalla”, Joaquín Sabina- os propongo que me acompañéis en un viaje a través del tiempo. Así pues, como canta en una de sus canciones:
 

                          Ocupen  su localidad,

y  presten todos atención,

a  punto está de pronunciarse…       …el Pregón.

(bueno, creo que él decía : a punto está de levantarse…   …el telón)
 
Día del Pregón. Toda la familia junto a nuestro Alcalde

¡Vamos con la historia! Yo nací  aquí, en el Puente, y aquí viví la más maravillosa infancia que un niño pueda soñar. Vivíamos en la Plaza de la Iglesia, junto a un portalón que aún existe (según se entra desde la calle S. Isidro a la derecha; mi casa está ahora pintada de un suave color salmón). Vivía con mi hermano Julián, con mi madre Julia -“la Julia”, ¡Qué gran madre!- y también con una gran abuela, con mi abuela María, a la que todos conocían  por “la tía María la gitana”, una mujer que arrancó de cuajo un “puñao” de hojas del calendario de su época,  cuando todavía eso no daba igual. Habíamos perdido a mi padre, muy joven, unos años antes, cuando trabajaba en la fábrica, en la Cooperativa de San Isidro. Mi abuelo José, su  padre, a quien yo no conocí, había sido cabrero.  Entonces era costumbre tener en las casas una o dos cabras para abastecerse de leche (seguro que los mayores lo recordáis). Por la mañana temprano, los dueños llevaban sus cabras a un punto de encuentro (creo que era debajo del Puente Nuevo), y mi abuelo salía con todas ellas al campo a pastorear. Al atardecer, cuando regresaban, curiosamente cada cabra se iba separando del rebaño cuando llegaba a la altura de su corral… ¡Hay que ver qué  pueblo, eh! ¡Hasta  las cabras eran listas!
Mi abuela María con mi madre Julia y mi tío Juan Antonio

Teníamos una tienda que vendía de “casi tó”, incluidos unos caramelos que envolvían unos cromos con los jugadores de futbol de la época y que los críos pegábamos en un álbum con el  superglue  de entonces -una pasta de agua y harina-  hasta completarlo para luego obtener como premio una pelota de goma. Eran tiempos difíciles y  “las pelotas de goma” eran escasas (no como ahora). Por eso siempre había un jugador,  un Casillas, un Iniesta de la época, que se resistía a dar la cara. Recuerdo a mi abuela sentada  a la luz de un candil, investigando los caramelos, uno a uno, hasta encontrar al rebelde jugador. Luego, cuando salíamos mi hermano y yo a la calle con la pelota, los chiquillos, con razón, venían a quejarse a la tienda. Mi abuela, en jarras, les soltaba: “mis nietos son los que más caramelos comen de ‘tos’ “y se quedaba tan pancha. 

Viviendo frente a la iglesia era fácil ser monaguillo. Compartí sacristía con Monita, Boliches y Gabriel el de la Mesinda (hoy ausentes entre nosotros, pero seguro que  en el recuerdo y en el cariño de todos), y con Pablito… Pablo (que también anda por ahí).

Por Todos los Santos recorríamos juntos Peñolite, el Tamaral, los Avileses, los Cortijos Nuevos (no recuerdo si también íbamos al cortijo Casablanca) pidiendo para las ánimas benditas del Purgatorio (cuando por entonces todavía existía). Luego pasábamos la noche de los difuntos tocando las campanas y comiendo “casaos”. De lo que recaudábamos -¡cosas de niños!-, distraíamos algunas perras-gordas para hacernos los hombrecillos y fumarnos nuestros primeros cigarrillos canarios en la torre de la iglesia durante la noche. A la mañana siguiente, Don Pedro, el cura, ¡que no sé  muy bien cómo se enteraba!, a su manera nos enseñaba que años más tarde iba a estar prohibido fumar en lugares cerrados.                                              

En la escuela del cura Don Pedro hice mi primer máster. Hoy, después de tantos años, no consigo borrar de mi memoria a ninguno de los 33 reyes godos, ni las comarcas españolas, ni  la fórmula del interés compuesto…
La escuela de D. Pedro en la calle San Isidro

Mi pueblo fue mi gran parque de atracciones antes de que se inventaran los Terra Mítica o los Euro-Disney. Por verano, al río a bañarnos -3 días: por el Padre, por el Hijo y por el Espíritu Santo. Ya de mayor, me pregunté muchas veces si esta familia no podría haber sido un poco más numerosa. Los baños furtivos  con los monaguillos  en el Charco del Lobo y en la Pantaleona, los tebeos de Roberto Alcazar y Pedrín al frescor de la sacristía, el carrusel de los caballitos en la plaza junto a la calle del Arroyo (frente a un gran corral que igual celebraba corridas de toros que almacenaba aceitunas, ¡seguro que lo recordáis!), empujando a los caballitos hasta hacerlos girar para conseguir montar de balde. Por S. Marcos, a espantar el diablo;  luego, los viajes a la Agracea a visitar a mis tíos y primos por la matanza, o a varear las olivas en la recogida de la aceituna… Y en verano a la era,  con el trillo, los mulos… o a la feria de la Puerta con la abuela y con mi hermano, montados en el remolque de un camión lleno de sillas que llevábamos cada uno de casa… Lo que no entendí nunca es por qué luego volvíamos a pie por la orilla del Río. ¡Supongo que no se había inventado aún el  billete de “ida y vuelta”!

Y  llegados aquí, y ya que hemos cogido confianza, dejadme que os cuente una anécdota:

En la Iglesia recibíamos una revista que traía vidas de santos, niños ejemplares y algún que otro pasatiempo. Nos invitaban a participar en la revista, y recuerdo que en una ocasión preguntaban “cuál  era el animal más representativo de la Iglesia”. Nosotros nos lanzamos y  contestamos enseguida. Unas semanas más tarde aparecía en la revista que era el Pelícano porque estaba grabado en la puerta del Sagrario, y a continuación una nota que decía: “Mención especial merecen los feligreses de la Parroquia de San Isidro de Puente de Génave porque han contestado que el animal más representativo es “la mona” porque sus hijos son los monaguillos. ¡Ahí queda el nivel!
El día de mi primera comunión junto a mi amigo Pablo García González, acompañado de familiares y vecinos de la calle San Isidro

Y se acercaron los años 60, y el éxodo de mucha gente desde nuestra Andalucía y desde nuestro querido pueblo hacia otros  lugares…

Una fresca mañana de primavera, en el coche de Santiaguete (¿lo recordáis?) toda la familia salimos hacia la Tierra Prometida, sin que nadie nos hubiera dicho antes que había un Paraíso para los del Puente. Aterrizamos en el Levante alicantino, en Alcoy, ciudad industrial, prospera, con mucho trabajo (3 turnos de 8 horas cada día, casi como ahora) y con un constante ruido de lanzaderas en los telares de sus fábricas.

Los principios, no lo negaré, fueron duros: nueva gente, nuevas costumbres, nuevo idioma… Pero al final todos  salen, ¡y no íbamos a ser menos los del Puente! Alcoy, nuestra tierra de acogida nos trató  con paciencia, afecto  y resignación. Allí crecí a lo alto, a lo ancho, académica  y sentimentalmente. Me casé con Chelo (que también anda por aquí) y tuvimos 3 maravillosos hijos -perdonadme, pero esto nos pasa a todos los padres cuando hablamos de los hijos.  Pasé  media vida en el equipo de trabajo de IBM, y desde hace unos años lo hago en una naviera (Balearia) que seguro que muchos de nuestros paisanos conocen en sus viajes a Mallorca. Actualmente vivimos en Alicante, y aunque todos no cabéis en casa, de uno en uno, o de dos en dos, podéis venir cuando queráis.

Aquí junto a mi madre Julia y mi hermano Julian
Durante todo este tiempo vinimos alguna vez al Puente, casi siempre deprisa, hasta que hace ya unos cuantos años, un subidón de nostalgia me inundó y le dije a Chelo:   “No te preocupes porque, si no encontramos nada, mi pueblo está muy bien situado, cerca de unas maravillosas sierras y de camino a unos ricos  “Patrimonios Artísticos”. Y volvimos, volvimos por San Isidro. Ese día la primavera apuntaba hermosa por el valle del Guadalimar y los olivos descansaban merecidamente después de haber entregado su fruto a unas gentes, que desde siempre les mimaban con ternura porque ellos eran su futuro y habían sido su presente en otros tiempos de mayor apuro. La mañana era algo fría, quizá compensando con una necesaria suavidad térmica los cálidos momentos que algo más tarde se producirían. Llegamos al Molino Anica, y el amigo Tomás me hizo la pregunta de rigor:

- ¿Y tú de quién eres? :

- Me costó mucho situarle, hasta que finalmente le dije: Mi tío era Juan Antonio, el Barbero.

Lo que vino a continuación no me resulta fácil contarlo aquí…,   (y tampoco sería justo cansaros con este relato tan personal)…, un emocionado abrazo en un cariñoso encuentro con mi prima redimió un montón de injustas ausencias.

Y hurgando en el baúl de los recuerdos, (como diría la paisana), salí corriendo atravesando  el Puente Viejo en busca del Cine Maripaz, del surtidor de gasolina y la farmacia que había frente al bar del Pintor, de la Fonda de la Manuela, de la casa de los pobres, de la Fuente Vieja… Y me pregunté:  ¿Por qué se han escondido? ¿Por qué no están? Finalmente,  la cuerva y los borrachuelos , siempre presentes, me regresaron por el Puente Nuevo a la realidad… Y me encontré con una espléndida Coral Faustino Serrano (¡Gracias Seve!), una magnifica banda de música llena de instrumentos de metal y viento (la Agrupación Musical San Isidro Labrador), una importante almazara, ferias de todos los colores -la del Ecoliva, la de los pueblos,…-, una Vicaría que apunta al futuro y fabrica también de “casi tó”, y tantas y tantas  otras. Ah,  y una explosiva presencia en ese fenómeno digital que es Internet y las Redes Sociales: galerías de fotos, videos, blogs… Yo creo que los puentes del Puente, con permiso de la Torre Eiffel, son lo más fotografiado  en Facebook.
Los puentes del Puente

Y que decir de la hospitalidad…  la hospitalidad del Puente apareció al momento. Y como no quiero dejar en el olvido a muchas y a muchos no voy a nombrar a algunas y a algunos, pero os puedo asegurar que un montón de paisanos nuestros hoy ya son de los míos -bueno, de  Chelo y míos, de los nuestros.

Hace unos años, en un acto como este, decía nuestro alcalde que el Puente es muy joven y que muchos de nuestros padres y de nuestros abuelos contribuyeron de manera vertiginosa a fundarlo  a principios del siglo XX. Parece un milagro que en tan poco tiempo se haya conseguido un  Puente tan diferente: un Puente vivo, potente, moderno, innovador, atractivo, hospitalario y  habitable -así,  al menos, lo percibo yo.

Un pueblo es su clima y su paisaje, su historia, su tradición y sus lugares, su aroma, sus sonidos… y su gente.

Y de ésta quiero  hablaros, de su  gente. Y lo voy a hacer, como no podría ser de otro modo, desde la perspectiva que me ha proporcionado cierta  distancia, temporal  y  física.

Os he contado que estoy ligado a una naviera que une la península con las islas Baleares. Pues bien, cuando veo en los barcos gente que viene cargada con las típicas ensaimadas,  pienso: “El que las ha hecho ha nacido en mi pueblo”...

…Y cuando en alguno de los viajes que hacemos para ver a nuestra hija Ruth que vive en Berlín (y que hoy no está aquí),  me pierdo curioseando en alguna de las muchas galerías de arte que hay por allí, reconozco una firma en un cuadro y leo “Ydañez”, me digo con orgullo: “Este artista es del Puente,  como yo”…
Con mis primas, un bonito reencuentro

…O si, ojeando un libro, me tropiezo con estos versos:             

En aquel pueblo,

el  camposanto no era un lugar triste.

Descansaba en la parte más  suave y soleada de la ladera.

Y en el pliegue más verde de su falda de seda,

palpitaban  los vivos.

Pues esto, esto  también lo ha escrito una paisana nuestra, Amparo, la hija de Juan Antonio, el barbero, mi  prima…


Y que me decís del amigo Moisés, derramando vitalidad, dando conferencias y escribiendo libros, explicando el secreto de nuestros dulces caseros y animándonos a vivir mejor haciendo nuestro propio pan…

…O  cuando me encuentro  los magníficos reportajes  ornitológicos del paisano Paco, y tantos y tantas  otras  que espero me sepan perdonar los interesados por no enumerarlos  aquí.
Mi familia al completo.

Voy acabando. Existe una vieja y sabia bendición que dice:

         “Ojalá tengas familia, ojalá tengas amigos, ojalá tengas un pueblo” 

Pues aquí estoy, con casi toda mi familia, con un montón de buenos, nuevos y viejos  amigos, y con todos vosotros… en  mi pueblo.  ¿Qué más puedo pedir?

Y ya, antes de “los vivas festivos”, dejadme que os enseñe unas fotos que he preparado. Les he puesto una pieza de música, Entre dos aguas, de un andaluz universal, Paco de Lucía. Entre dos aguas, es la música que hoy quiero que sirva para entrelazar mis dos mundos: el del agua dulce del Guadalimar que me vio nacer y crecer, y el de la salada agua del Mediterráneo que me está viendo madurar y envejecer. ¡Espero que os guste!
Mi pueblo
Mi mar
Mi río

Como veis, El Puente me ha “recuperao”, me ha “ atrapao”  y me ha  “cautivao”.

 Sólo me resta desearos a todos que estos días sean de total alegría con vuestras familias, con vuestros amigos y con vuestros “forasteros”.   Y un especial recuerdo para quienes tienen menos suerte  y no lo pueden pasar tan bien. 

Puenteños  y puenteñas

¡Que suba el telón! y

¡Que empiece la Fiesta!

¡Viva San Isidro! y ¡Viva el Puente de Génave !

Muchas gracias por vuestra atención.

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