martes, 22 de diciembre de 2020

UNA TRADICIÓN DIFERENTE EN LA SIERRA DE SEGURA.

AQUELLAS TRADICIONES DE LA NAVIDAD

(j.t.)

Nos encontramos a las puertas de unas celebraciones de Navidad, fin de año y Reyes que inevitablemente viviremos de forma extremadamente particular. Este año nos ha traído una pandemia que estamos viviendo y sufriendo con angustia y mucha desolación, una pandemia que ha transformado repentinamente nuestra forma de vida, nuestros hábitos y costumbres, una pandemia que se ha llevado a muchos, especialmente mayores, que lucharon en mil batallas que les presentó la vida y que no han podido, por desgracia, superar este último obstáculo.

Serán unas celebraciones envueltas en cierta amargura y resignación, donde la precaución se hará presente a cada momento y la responsabilidad individual no debe de estar ausente de nuestros comportamientos. Pero intentaremos sobreponernos a estas dificultades, trataremos de dar ese aire festivo a todas las limitaciones impuestas y volveremos a decorar nuestros hogares con esa particularidad que siempre aportan estas fiestas. Y es que inevitablemente cuando llega el puente festivo de la Constitución y la Inmaculada empezamos a respirar un ambiente diferente, decoramos nuestras casas, los pueblos y ciudades se visten de luces de colores, la publicidad nos anima constantemente al consumismo navideño y nuestro corazón comienza a reblandecerse con aires de ternura y fraternidad. Y en el centro de todo, la familia, esa familia cercana en la distancia, o no tan cercana, que aprovecha estas fechas para salvar puentes y kilómetros para poder compartir ese espíritu que impregna estas celebraciones, este año con más restricciones, pero con la misma carga de buenos deseos.

Volverán las tradiciones, vestir el árbol, montar el belén, cantar villancicos y las abundantes comidas donde los platos de carne con pavo o pollo de corral, cabrito, cordero segureño o cochinillo tendrán protagonismo y donde no faltará el broche de unos buenos y tradicionales dulces de mantecados, roscos, hojaldres, turrones y cualquier otro suculento y típico manjar.

Y es que entramos en una época especial, en el llamado solsticio de invierno que está perfectamente enmarcado entre dos celebraciones de gran arraigo popular, Santa Lucía (13 de diciembre) y San Antón (17 de enero), ambas celebradas intensamente en nuestro entorno con esplendorosas luminarias siguiendo una tradición ancestral que también dice que sólo se cantarán aguilandos entre estas dos fechas pues de lo contrario podría traer desgracias a la familia o al colectivo. Y es que era muy habitual reunirse una cuadrilla con algún instrumento como una guitarra, laúd o bandurria, unos platillos, zambombas artesanales hechas aprovechando la vejigas de los cerdos sacrificados en las recientes matanzas, también de panderetas confeccionadas a base de colocar en una pequeña tableta unos pequeños platillos de hojalata sujetados con puntas por uno de los bordes y por el opuesto se labraban una especie de dientes de sierra en la madera que se deslizaban sobre otra tableta también con platillos de hojalata aunque esta sin dientes haciéndolas sonar a través de la fricción, y por supuesto de panderos elaborados con piel animal y botellas de anís sobre las que se deslizaban ruidosas cucharas. De esta forma se disponían a recorrer las calles de la población, tocando y cantando puerta a puerta, pero siempre acompañados de la figura del mochilero que solía ser el más atrevido y dicharachero del grupo, y se encargaba de llevar en un saco, alforjas o cesta todos aquellos productos que se recogían de la generosidad de los vecinos a los que, con su labia y gracia, convencía para aumentar el volumen de sus donativos.

Ya alrededor de las hogueras, la víspera de Santa Lucía, se oirán los primeros cánticos o aguilandos del año, y "hasta San Antón, pascuas son" ya lo dice el refrán. Durante este ciclo, cuadrillas de aguilanderos, que solían ser las mismas que las de animeros (cofradías de ánimas) recorrían las calles pidiendo el aguilando de casa en casa, de aldea en aldea, de cortijo en cortijo, como ya hemos dicho anteriormente.

¿Se reza o se canta? Expresaba con gracia el mochilero, a lo que respondían los vecinos “se reza”, en los casos en que hubiera muerto algún familiar y estar de luto o “se canta” en los demás casos. Todo el grupo rezaba alguna oración o cantaba, según el deseo manifestado, repitiendo las estrofas al cantar de un signo vehemente y gracioso u otro más punzante dependiendo de la generosidad que hubieren mostrado los visitados. No solían cantarse, salvo fueran solicitados, villancicos, siendo más bien coplillas y estrofas de ámbito popular que hacían referencia a acontecimientos tradicionales o acontecidos del lugar, de la que a continuación aportamos algunos ejemplos de las más usadas y populares:

Entra, entra mochilero

con la mochila en la mano

hinca la rodilla al suelo

“pa” que te den el aguilando.

 

Si no me das el aguinaldo

que anoche te lo pedí

que te dé un dolor de muelas

que no te puedas dormir.

 

Agulín, agulín,

aguilín, aguilando.

De aquí no me voy

sin el aguilando.

 

San José carpintero

nadie lo quiere

y su esposa María

por él se muere.

 

A esta casa hemos llegao

cuatrocientos en cuadrilla

si quieres que nos sentemos

sacar cuatrocientas sillas.

 

Si nos das el “aguilando”

no nos lo dé usted en bellotas,

que están las alforjas rotas

y no caben más que tortas.

 

La zambomba pide pan

y el carrizo pide vino

y el que la va tocando

bueno cachos de tocino.

 

A las 12 de la noche

llama María a José

levántate esposo mío

que el niño quiere nacer.

 

El 8 la Concepción

el 13 Santa Lucía

el 24 se ve cristo

en brazos de María.

 

En el portal de belén

hay un viejo haciendo botas

se le escapó la almara

y se pinchó las pelotas.

 

El aguinaldo te pido

no te lo pido por faltas

te lo pido con alegría

porque estamos en Pascua.

Como preámbulo a la festividad, en algunos lugares de la Sierra, teníamos las “misas de gozo”. Estas celebraciones se iniciaban el día 15 y tenían continuidad durante nueve días. Normalmente se celebraban a las 6 de la mañana para que la gente, al terminar la misa, pudiera ir a recoger la aceituna sin quitarle tiempo al jornal. Las misas resultaban bastante amenas, pues se cantaban villancicos durante su transcurso. Años después se hacían por la tarde después de la jornada de trabajo ya que el sol en estas fechas cae pronto, y así, después de la misa, aprovechar el momento para la relación social, donde unos comentaban la dura jornada de trabajo entre olivos y otros conversaciones diversas, mientras los que pertenecían al coro de la parroquia, se quedaban ensayando los villancicos a cantar en las celebraciones próximas. Pero esta vieja tradición fue decayendo en participación hasta llegar, hoy en día en toda la Sierra, a desaparecer.

Mientras tanto la mayoría de las mujeres, en sus hogares, realizaban los preparativos para la elaboración de los tradicionales dulces navideños. Porque si hay una época en la que los más golosos disfrutan, esa es la Navidad y Año Nuevo. Era momento en que las familias hacían de la fraternidad motivo de reunión, porque estas fechas tienen magia, especialmente para los más pequeños, de ilusión para aquellos que esperan con ansia la llegada de algún ser querido que está lejos el resto del tiempo, aunque para ser francos, también son tiempos de nostálgica en ocasiones, cuando en las celebraciones hay un hueco de algún allegado que ya no se va a volver a llenar. Ponerse juntos en torno a una mesa era la fórmula perfecta para convertir en excepcionales los momentos que se tenían que vivir, y entre risas y comentarios degustar ricas viandas que tendrían como colofón esos dulces tradicionales de elaboración casera como roscos de vino o de anís, hojaldres y mantecados; y como no, acompañados de alguna que otra copilla de la típica mistela segureña elaborada a base de café.

La vida ha cambiado, pero es particularidad nuestra que las tradiciones se pierdan, por eso me permito recomendaros que durante estas fiestas navideñas no perdamos el espíritu, el espíritu de la Navidad, ese espíritu que te hace sonreír más, te hace sentir más cercano a los demás, hace que tengamos el corazón más abierto y predispuesto a la solidaridad….en definitiva, hagamos de la Navidad ese tiempo en el que mantenemos en viva memoria a todos los que la distancia nos impide ofrecerles directamente nuestra afectividad, mientras para aquellos que se encuentren a nuestro lado, y dadas las particularidades de distanciamiento social que son altamente recomendables en este peculiar año, hagamos que sientan nuestra cercanía ante la ausencia de los besos y abrazos, hagamos que nuestra sonrisa salga del corazón, y  ofrezcámosles nuestros mejores deseos de felicidad en este tiempo tan complicado que nos está tocando vivir.

Feliz Navidad y Año Nuevo segureños y segureñas, allá donde estéis, disfrutar en paz de estas fiestas y mantengamos viva la tradición y la llama de la esperanza en que nos espera un tiempo mejor a todos.

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