El fuego es un elemento que desde siempre ha atraído al ser humano y ha pasado a ser protagonista de ritos ancestrales paganos anclados en la antigüedad para convertirse en nuestros tiempos motivo de celebración religiosa. La luminarias, también llamadas hogueras en otros lugares, son tradicionales durante todas las épocas del año, aunque adquieren mayor significado en las épocas de solsticio y equinoccios como simple herencia de esos ritos que se pierden en el tiempo. Si hay una celebración que se repite en toda la geografía española son la luminarias en honor de San Antón al darse la circunstancia que este santo tiene la advocación del cuidado y protección de los animales, cuestión que era esencial para las labores agrarias, alcanzando así mayor significado en las zonas rurales como lo es nuestra comarca, donde desde siempre ha tenido especial relevancia en la mayoría de sus pueblos de la Sierra de Segura, en especial en Peñolite y Puente de Génave.
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Luminaria San Antón. Peñolite. |
Por José Ant. Molina Real
La fiesta de
«Luminarias» que se celebra la noche del 16 de enero en la mayoría de
localidades de la Sierra de Segura, y de forma más particular en Peñolite y
Puente de Génave, se realizan en honor a San Antonio Abad por la advocación que
este santo eremita representa hacia la producción tradicional agrícola y
ganadera serrana que ha supuesto, a lo largo del tiempo, la forma de
subsistencia esencial para el desarrollo de la economías familiares de las
gentes de la comarca de la Sierra de Segura.
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Procesión San Antón. Peñolite. (fot. Diario Jaén) |
Pero antes de
entrar en análisis debemos considerar que son diversas las motivaciones y
advocaciones que se sirven del ritual del fuego como elemento diferenciador,
siendo durante el invierno cuando más se realizan estas luminarias, al
concentrarse en esta estación un mayor número de tradiciones y manifestaciones
populares relacionadas con el ciclo agrario, básicamente debido a que es un
momento en el que el trabajo en el campo exige menor dedicación, además como
punto culminante de esa “magia” de la naturaleza, donde un campo ahora dormido
dará paso a la recuperación de la vida con la llegada de la primavera, siendo
el punto culminante de esa magia el encontrar la noche más larga del año que
anunciará el solsticio de invierno a finales de diciembre, momento en el cual
el sol, a quien el ser humano siempre ha rendido culto, comienza a imponerse a
la noche haciendo cada vez los días más largos. Se abren pues, con el invierno,
las puertas a costumbres y ritos ancestrales siendo el fuego, como simbolismo
de culto a un sol fuente de luz y muestra de vida mientras la tierra duerme, el
protagonista de ritos y costumbres que se sucederán desde entonces hasta
febrero.
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Luminaria de San Antón. Génave |
El fuego junto
a cencerradas, colgar manojos de hierbas aromáticas en puertas y ventanas, las
esquilas, y otros simbolismos más, han sido algunas de las múltiples formas que
se han utilizado, a través de los tiempos, para ahuyentar malos espíritus,
combatir plagas o paliar los efectos nocivos que sobre las cosechas y personas
provocaban “seres maléficos”; y que con la cristianización se vinculó con la
purificación de las almas o la protección espiritual, completándose con la
bendición a personas, animales domésticos y alimentos como señal de salud y
buenos augurios. Dentro de este contexto mágico-festivo, será el invierno, donde debemos considerar múltiples manifestaciones en las que el fuego es el principal protagonista. En nuestro entorno destacaremos celebraciones por la Inmaculada -luminaria de La Pura- en Segura de la Sierra (8 diciembre), Santa Lucía en Benatae y Segura de la Sierra (13 diciembre), las de San
Antón en Peñolite, Génave, Villarrodrigo y Puente de Génave entre otros lugares (16 enero), San Sebastián en la población de Quesada (20 enero), San Vicente en Segura de la Sierra (22 enero), Virgen de la Paz en Beas de Segura (24 enero), las de la Candelaria en Orcera (2 de febrero) y las de San Blas en La Puerta de Segura (3 enero) entre otras.
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Luminaria de la Virgen de la Paz. Beas de Segura |
Los ritos y
creencias eran asociados a los solsticios y equinoccios, momentos considerados
como mágicos por la mayoría de las culturas de la antigüedad, especialmente los
solsticios de invierno y verano. Por ese motivo, y tras la cristianización, se
buscó vincular estas celebraciones paganas a momentos bíblicos importantes,
como la Navidad en el solsticio de invierno, o advocaciones de santidades como
el equinoccio de primavera con San José, el solsticio de verano con San Juan
-momento de fiesta mayor en Peñolite con espectaculares luminarias-, o el
equinoccio de otoño con la fiesta de los arcángeles San Miguel, San Gabriel y
San Rafael; teniendo, por tanto, estas celebraciones cristianas un origen claramente
pagano, que ha ido difuminado y asimilando estas costumbres a través de los
tiempos, aunque han conservado el uso del fuego conservado como testigo de rito
pagano y elemento tradicional.
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Luminaria de Navidad. Arroyo del Ojanco |
Como claro
ejemplo de asimilación de festejos y celebraciones en el solsticio de invierno,
que es el que nos ocupa, debemos nombrar que eran tradicionales en la antigua
Grecia, el culto popular de Dioniso como dios de la vendimia y el vino; eran
las llamadas Dionisíacas que se celebraban alrededor del solsticio invernal
como celebración de la cosecha realizada y con carácter propiciatorio de la
fertilidad de tierras y resurrección de la naturaleza que empezaba, en ese
momento, un nuevo ciclo y todo ello en medio de festejos, caracterizados por la
gran alegría que se compartía con toda la comunidad. Posteriormente, la cultura
romana, en gran parte heredera culturalmente de la antigua Grecia, llevaban a
cabo la celebración de las Saturnalias, es decir, fiestas dedicadas a Saturno
como dios protector de la Naturaleza, y que tenían una duración de una semana.
Después de ceremonias de carácter religioso, había grandes festejos y
banquetes, se abolían temporalmente las clases sociales y, en los ágapes, los
señores servían a sus esclavos; cesaba toda actividad pública en tribunales,
escuelas, comercios, campañas militares, etc…, y no se permitía ejercer ningún
arte ni oficio, salvo el de la cocina; se imponía el hacerse regalos unos a
otros, los ricos convidaban a sus mesas, bien surtidas, a los pobres que
llamaban a sus puertas, se practicaban juegos diversos y de azar, entre otras
destacadas celebraciones; teniendo todas ellas en el fuego una presencia constante
y común.
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Luminaria de la Candelaria. Orcera |
Por eso, y
como clara herencia de aquel otro tiempo, en enero son tradicionales luminarias
en honor a San Antón, santo patrón que tiene su advocación y protección en los
animales, por lo que para la mayoría de la gente del entorno rural supone un centro claro de devoción al
depender su frágil economía de subsistencia de la utilización, en sus tareas
agrarias, de diverso tipo de ganado. Era bastante común en diversos lugares de
celebrar su día con la tradición de no uncir o hacer uso de los animales, ni
tan siquiera se les ataba; sino todo lo contrario, se solía dar descanso y
comida abundante y especial, siendo una
posibilidad enviarles libremente al monte para que se tomasen, por así decirlo,
un día de libertad. Hasta los arrieros, molineros y otros gremios que empleaban
animales en el desempeño de sus labores, solían tomarse muy en serio esta
norma. El día de San Antón, amén de fiesta para los animales, lo era también
para sus amos.
Luminaria de San Antón. Villarrodrigo |
Tradicional
era acudir a misa con algunos animales, y aunque las bestias se quedasen en la
puerta mientras duraba la función religiosa, al término de ésta, el párroco
salía al exterior y los animales eran bendecidos como señal religiosa de
salubridad y durabilidad del ganado y animales de compañía, especialmente
perros, muy útiles para las labores de pastoreo. Algo de eso queda todavía hoy
en muchos pueblos y ciudades, que no quieren perder esas antiguas costumbres,
aunque ahora han alcanzado especial protagonismo las mascotas familiares, en
las, cada vez más populares, bendición de animales organizadas en el ámbito
parroquial. Posteriormente eran encendidas luminarias que se convertían en
punto de encuentro y reunión de vecinos y conocidos. Allí se hablaba, se
comentaba circunstancias y particularidades del lugar e incluso se llegaba a
cantar y bailar cuando aparecía alguna guitarra; también las brasas resultantes
se convertían en el elemento necesario para asar algún tipo de carne o embutido
compartido entre el vecindario al mismo ritmo que la bota de vino o los vasos
de cuerva no dejaban de regar gargantas, y todo ellos en torno al calor del
fuego que compensaba el duro clima de invierno de nuestra Sierra; en medio del
griterío infantil que, corriendo en torno al fuego, tenía la excusa perfecta en
esta celebración para prolongar sus horas de juego, siendo el fuego un elemento
novedoso de fiesta y diversión. Ese fuego que propiciaba la comunicación
vecinal, conformando los elementos a quemar aquellos trastos, muebles o
utensilios deteriorados por el paso del tiempo que eran arrojados al fuego como
elemento de renovación, siendo el fuego el verdadero juez que elimina lo viejo,
purificando de esa forma aquellos nuevos instrumentos y utensilios que la
unidad familiar disponga para su sustitución.
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Correfuego por San Blas. La Puerta de Segura |
Hablamos del
fuego como elemento de unión, como elemento protector, como elemento de rito y
fiesta, como elemento de purificación, puesto que lo que se quema es aquello
viejo, aquello inservible, los restos de poda o los trastos viejos para así
empezar un nuevo tiempo con ilusiones renovadas y nuevas perspectivas de mejor
cosecha en una nueva temporada de trabajo. Era tradicional voltear o saltar las
luminarias, incluso a lomos de caballerías, para así librarse de posibles males
y enfermedades, normalmente en número de tres, cinco o siete ocasiones;
siguiendo así el designio bíblico de los números impares. Eso es así en las
luminarias de San Antón en nuestra tierra, cumpliendo esa misión de acción de
gracias por la reciente cosecha de aceituna, de ofrenda ante la nueva cosecha
venidera cuando el sol comienza a vencer a la sombra de la noche su particular
batalla que provocará una primavera donde la tierra volverá a brotar en la
vida, y de acción protectora con los principales protagonistas del trabajo del
campo como son los animales, elementos clave para la subsistencia de los
campesinos.
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Cuerva y palomitas en la luminaria de San Antón. Peñolite |
En la
actualidad, las luminarias vinculadas al ciclo de la vida en nuestra comarca
son habituales en diferentes épocas del año, pero destacan las que se realizan
en honor de San Antón, siendo Peñolite y Puente de Génave dos localidades donde
se conserva una profunda tradición que se pierde en la memoria del tiempo. Destacaremos
que por su dimensión en Peñolite son pocas las luminarias que se encienden, mientras
que en Puente de Génave serán alrededor de 20 las luminarias que invaden sus calles
y plazas, ahora ya no impulsadas por aquellos arrieros o propietarios de ganado
como devoción al patrón de los animales, sino surgidas de forma espontánea de
la confraternidad entre vecinos o cuadrillas de amigos que, con días de
antelación, se reúnen y planifican su confección. Algunos irán recogiendo
trastos viejos, leña o restos de poda entre las olivas o cerca del río, otros
se encargarán de recoger el dinero para comprar aquello que servirá para comer
o beber y también habrá gente que se encargue de confeccionar la cuerva o las
rosas (palomitas) para degustar mientras las brasas se ponen a punto y la carne
alcanza el punto idóneo en el fuego para ser consumida. Será el día 16 de
enero, cuando empieza a caer la luz del sol, cuando se irán acumulando en mitad
de la calle toda la leña que se pretende quemar a lo que se sumarán algunos
trastos o muebles viejos o utensilios inservibles para prenderles fuego y
comenzar el ritual del tradicional fuego purificador. El lugar suele ser el
habitual de otros años aunque hoy en día puede ser variable dentro de la calle
o barrio, siendo la luz que desprende en la noche -de ahí el nombre de
luminarias- y el acogedor calor que desprende un verdadero efecto llamada para
todos los vecinos. Es el momento de las aportaciones altruistas, donde aparece
el vino o la confección de una gustosa cuerva para ir calentando el ambiente de
la celebración mientras las rosas o palomitas se convierten en degustación
obligada. Entre palabras, comentarios diversos, risas que dan ambiente festivo
y conversaciones distendidas, el fuego irá devorando todo dando lugar a algunas
brasas, que serán idóneas para degustar, posteriormente, carnes y embutidos de
la reciente matanza, aunque bien es cierto que, en la actualidad, las matanzas
sean ya un fenómeno poco habitual.
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Asando carne. San Antón. Puente de Génave |
Sea como sea,
la tradición continúa; puede que ahora pese más el concepto social que su
connotación mágica o religiosa, pero lo que no ha variado ni un ápice es el
aspecto fraternal y de relación humana que conforma, en su sentido amplio, esa
vinculación tradicional que estructura a la gente como parte de un colectivo al
que llamamos pueblo, siendo la luminaria la perfecta excusa para propiciar la posibilidad
de relacionarse, conversar y pasar un buen rato con amigos, conocidos o vecinos.
La tradición es parte esencial de un pueblo y tanto Peñolite como Puente de
Génave ha sabido mantener las luminarias en honor a San Antón como una
tradición que debería perpetuarse a lo largo del tiempo.
Para finalizar mostramos una pequeña colección de fotografías que muy gentilmente nos ha enviado José Miguel, de Guadalinfo en Puente de Génave, que intenta mostrar con imágenes el proceso de elaboración de las luminarias en Puente de Génave. Al mismo tiempo agradecemos las fotografías cedidas para ilustrar el artículo, en especial al amigo Joaquín Castillo.
Para finalizar mostramos una pequeña colección de fotografías que muy gentilmente nos ha enviado José Miguel, de Guadalinfo en Puente de Génave, que intenta mostrar con imágenes el proceso de elaboración de las luminarias en Puente de Génave. Al mismo tiempo agradecemos las fotografías cedidas para ilustrar el artículo, en especial al amigo Joaquín Castillo.
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