martes, 11 de abril de 2017

LA TRADICIONAL SEMANA SANTA PUENTEÑA. Domingo de Resurrección

        Como ya anunciamos en los escritos publicados en abril de 2014 y marzo de 2016 en las que se explicaban los dos primeros actos procesionales de la Semana Santa Puenteña, desde este blog tratamos de ofrecer la fiel descripción de los actos que marcaban las celebraciones tradicionales de nuestra Semana Santa, a través de una narración de nuestro paisano Pablo García González. Es cierto que algunos de estas actos procesionales tradicionales se han modificado o incluso desaparecido, por lo que sirva esta tercera entrega como fiel llamamiento a nuestra memoria para que aquellas celebraciones que conocieron nuestros padres y antepasados nunca queden en el olvido o incluso se vayan recuperando.
Procesión de Cristo Resucitado
          Nos vamos a centrar en esta ocasión en el tercero y último de los tres actos procesionales que se representaban, que tras del Prendimiento de Jesús Nazareno en el Cortijo de la Ánimas, o “Emprendimiento” que era como ellos lo solían popularmente llamar y la procesión del Encuentro del Viernes Santo, corresponde a los actos del Domingo de Resurrección.
    Es cierto que la Semana Santa Puenteña ha evolucionado, es cierto que nuevos aires de modernidad la han invadido sin saber bien con qué intencionalidad, es cierto que sus actos pueden haberse enriquecido o puede que la hayan desvirtuado; pero lo bien cierto es que no sería nada desdeñable que sus máximos responsables, indudablemente encabezados por nuestro cura párroco, volvieran la vista atrás y recuperaran, total o parcialmente, la escenificación que dio personalidad y particularidad, durante tanto tiempo, a nuestra tradicional Semana Santa. 
Procesión del Prendimiento con la presencia de los tradicionales romanos en Jueves Santo
          Todo es posible y además compatible, sólo hace falta capacidad de adaptación y voluntad de esfuerzo para crear una extraordinaria Semana Santa Puenteña, que con base en la tradición, evolucione con paso firme hacia el futuro. En Puente de Génave hay mucha gente que se ocupa y se preocupa por nuestra Semana Santa, y desde el blog estamos convencidos que estos planteamientos que nos acercan más a nuestras raíces culturales, serán comprendidos y entendidos, desde el diálogo y el trabajo, para, sin dejar de progresar con las diversas iniciativas que se han llevado a cabo, no dejar en el olvido aquello que nos caracterizó y dio personalidad a nuestra Semana Santa.
Procesión de Cristo Resucitado el Domingo de Resurrección

La Semana Santa en Puente de Génave.

Por Pablo García González.

            La celebración folclórica de la Semana Santa se basa en las procesiones con las imágenes o pasos de la Pasión de Jesús, que serán más vistosas cuanto mayor número de cofrades participen, vayan vestidos de nazarenos o de romanos. Por eso, la “Semana Santa” de los pueblos pequeños suele ser poco vistosa: procesiones de vecinos más o menos despreocupados, portando imágenes de escaso valor artístico e indumentario. Puente de Génave, que no es una excepción a lo dicho, mantuvo hasta los años setenta, una original costumbre que mejoraba la calidad de la celebración: una suerte de auto sacramental en tres escenarios, donde se representaban otros tantos misterios de la Pasión. El primero la noche del Jueves Santo con la escenificación del prendimiento de Jesús Nazareno; la segunda con el encuentro entre la imagen de la Virgen Dolorosa y la de Jesús Nazareno con su cruz que se realizaba en la madrugada de Viernes Santo y la tercera en la mañana del Domingo de Resurrección que se realizaba en el mismo templo parroquial. Eran funciones muy sencillas, de gran llaneza e ingenuidad, y por ello más válidas y pegadas a la naturaleza arcaica de los acontecimientos.
Salida de la Iglesia de Cristo Resucitado

LA RESURRECCIÓN.

        El domingo de Pascua, se preparaba en la iglesia el escenario para la resurrección de Cristo. Los paños que habían cubierto las imágenes durante la cuaresma se mantenían, pero el lienzo central del retablo, el que tapaba al patrón San Isidro se cambiaba por una cortina, fácil de retirar, y tras ella se colocaba la imagen de Cristo Resucitado.
La imagen de Cristo Resucitado presidiendo el altar mayor de la Iglesia.

Había convocatoria a misa de resurrección, como a todos los actos litúrgicos después de la muerte de Jesús por guardar el respetuoso duelo que impedía utilizar las campanas, con una carraca y una gran bocina, conocida popularmente por la bozaina, para cuyo manejo se necesitaban dos personas como mínimo pues uno la sujetaba por la embocadura y tañía, sacando un sonido profundo y sobrecogedor mientras que el otro u otros la mantenían erguida. De esa forma podían recorrer el pueblo llamando a los fieles a los actos litúrgicos.

La misa comenzaba con los soldados romanos formados al pie del altar, delante de los fieles, como haciendo guardia al sepulcro de Jesús; todos esperaban el gran momento que se producía cuando el sacerdote cantaba “gloria in excelsis Deo”. En ese momento las campanas comenzaban a sonar estruendosamente, los monaguillos acompañaban con el tañir de las campanillas al tiempo que alguien corría la cortina que ocultaba al Cristo Resucitado. Este momento se convertía en espectacular cuando, ante su vista, aquellos “crueles esbirros del prendimiento y del encuentro”, dejaban caer sus lanzas, armaduras y cascos que al chocar con el suelo agudizaban más aún el ruido existente y huían despavoridos de la iglesia.
Procesión de la imagen de Cristo Resucitado

La vida había triunfado sobre la muerte, el bien sobre el mal y ahora se debía dar conocimiento a toda la población iniciándose el ciclo procesional de Cristo Resucitado recorriendo ante el volteo de campanas las calles más emblemática de la población, siendo de espectacular emoción y belleza cuando la imagen cruzaba tanto el Puente Viejo y el Puente Nuevo, para regresar otra vez al altar mayor de la iglesia para presidir nuevamente el ciclo litúrgico, hasta que días más tarde volvía la imagen del Santo Patrón San Isidro a ocupar ese insigne lugar que presidirá las celebraciones el resto del año.
La imagen de San Isidro Labrador ocupando su tradicional lugar en el altar mayor.



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