lunes, 19 de mayo de 2014

UN PERSONAJE, UN PUEBLO. 2ª parte



PREGÓN DE LAS FIESTAS DE SAN ISIDRO.
PUENTE DE GÉNAVE. MAYO 1976.  2ª parte.

Por Fernando G. Delgado

La historia del andaluz se ha hecho mucho sin contar con el andaluz y el andaluz ha tenido que cargar con sus consecuencias, unas consecuencias que no han agriado su carácter ni lo han hecho receloso, incluso cuando otras historias y otros desarrollos se han hecho en buena parte gracias al andaluz. Si cabe hablar de la pereza del andaluz, yo me pregunto, por ejemplo, qué es lo que hacen tantos andaluces, ayudando al desarrollo de Cataluña.

Lo que tiene bien probado el andaluz para todos es esa capacidad de resignación que el poeta José Hierro expresa en uno de sus poemas del que reproduzco algunas estrofas:


LOS ANDALUCES.

DECÍAN: “Ojú, qué frío”;
No “que espantoso, tremendo,
Injusto, inhumano frío”.
Resignadamente: “Ojú,
qué frío….” Los andaluces…..
En dónde habrían dejado
sus jacas, en dónde habrían
dejado su sol, su vino,
sus olivos, sus salinas.
En dónde habrían dejado
su odio….Parecían hechos
de indiferencia, pobreza,
latigazo…”Ojú, qué frío”.
Tiritaban bajo ropas
delgadas, telas tejidas
para cantar y morir
siempre al sol. Y las llevaban
para callar y vivir
al frío de Ocaña y Burgos,
al viento helado del mar
del Dueso… Los andaluces.
Estos que están esperando,
desde Huelva hasta Jaén,
desde Jaén a Almería,
junto a las plazas de cal
y noche, deben de ser
hijos de aquellos. Esperan
que alguno venga a encerrarlos
entre rejas. Como aquéllos,
no preguntarán por qué.
No se quejarán de nada.
Ni uno se rebelará.
“Las cosas son como son,
como siempre han sido,
como han de ser mañana…”
“Ojú, qué frío"…......
Los andaluces…..                                        
                                                                                   ……../……

Sí, amigos, de Puente de Génave, “parecían hechos de indiferencia, pobreza, latigazo” como dice el poema. La única rebeldía iba en el canto, por dentro, en el alma del andaluz que calla, mientras los demás reclaman pan y tierra, voz propia y libertades, todas ellas lícitas, pero todas ellas compartibles con este pueblo al que le ha tocado escribir brillantísimas páginas de nuestra historia.

Esta región y esta tierra ha dado a España en la historia contemporánea las mejores voces para los mejores cantares: la de Juan Ramón Jiménez, la de Lorca, la de Alberti, la de Aleixandre, la de Cernuda…. La de todos esos hombres que han hecho de Andalucía un patrimonio de todos y un testimonio universal. Una voz donde se juntan muchas voces de todas las Españas. Andalucía en esta hora de las autonomías, de los reclamos y de las urgencias por la ostentación de historia, cultura y manera de ser propias –todas, repito, lícitas- tiene que ser la primera en encontrar su propia identidad. Encontrarse con Andalucía plena, será encontrarse con una España aglutinadora y no dispersa; encontrarse con la Andalucía más total es ahondar en nuestras propias raíces y llegar al tuétano del alma, si esto es posible. Hallar la verdadera esencia de lo andaluz es reconocerse en una voz universal quizá en la voz más universal que tengamos los españoles.
Ahondar en lo andaluz no es poner barreras localistas, sino proyectarse mejor en un sentir universal y desde la propia expresión y el propio sentimiento. Se trata, en definitiva, de proyectarse desde la autenticidad y lo auténtico triunfa siempre y se impone siempre, porque la autenticidad es muchas veces exactamente lo mismo que la fidelidad a lo verdaderamente popular y la ausencia de toda mixtificación. Lo español, lo típicamente español, lo folklóricamente español –peyorativamente hablando- ha sido andaluz, pero lo superficialmente andaluz, lo chabacanamente andaluz. Este pueblo más esencial tiene que hacer oír su voz, asociar la suya con más potencia a un gran concierto de voces que se escucha por el país, unas veces más afinado que otras.

Entre esas voces deberán estar las de los agricultores de Andalucía, la de estos mismos hombres de Puente de Génave, de la Sierra de Segura, de estas tierras de olivas que han fecundado un pueblo nuevo con San Isidro como patrono. Pueblos nuevos como este Puente de Génave tienen quizá una responsabilidad mayor al afrontar toda problemática comarcal y regional de nuestro tiempo, porque carece de vicios, de trabas, de abolengos y privilegios, que obstaculizan el desarrollo de otros pueblos con mayor historia. De Puente de Génave no se va a hacer nunca un pueblo con hermosas torres ni casas solariegas, ni leyendas que contar. Ha pasado el tiempo de todo eso. De Puente de Génave hay que hacer un pueblo moderno, cuya historia está en manos de todos. Parece que alumbran tiempos nuevos, aunque tantos vestigios de tiempos viejos derrumben en ocasiones nuestra esperanza, y a ese tiempo hay que responder con la participación de todos, de manera que el pueblo, ni para las verdes ni para las maduras, sea sólo cosa de unos cuantos. También como veis o como escucháis, la fiesta puede servir para la reflexión y este acto incluso puede justificarse en un sentido de concienciación. Pero a vosotros, amigos de Puente de Génave, no os hace falta que nadie de fuera venga a concienzaros, ni mucho menos quisiera yo que mis palabras sonaran a dictado y a consignas. Quiero deciros únicamente que uno a veces le complace llegar a un pueblo a compartir el pan de la amistad –yno sólo el pan, también el vino- y encontrar la cordialidad que uno ha encontrado aquí y el entrañable sentido de la amistad que tiene la gente del Puente.
Eso basta para comenzar una fiesta, para hacer sonar las campanas y echar globos al aire y desempolvar guitarras, si es que alguna vez aquí las guitarras tuvieron polvo. Y, por favor, que ninguna de mis palabras suenen a halago gratuito cuando están dichas con la firme amistad que aquí me ha traído y en un pueblo donde por lo menos tengo una casa, y unos amigos, como don supremo. Nadie me obliga aquí a los cumplidos, si no son los dictados del corazón; del corazón de un escritor sin más interés que conectar con ustedes para hablar de cosas de todos, no el corazón de un político ni de un profesional de lo que sea. 

Hablando y bebiendo vamos a empezar la fiesta y me alegra que para cantarla tengamos aquí estas voces de Jarcha que dicen más verdades que un discurso y con bastante menos retórica. La retórica os ruego que me la perdonéis, mis sentimientos os pido que los recojáis como los de un amigo más que se asocia a la fiesta, ante la misma imagen sencilla del Santo Labrador que sus abuelos, en un pueblo que se llamaba San Isidro, y que está lejos en las orillas del Atlántico, le enseñaron a ver, si no con los ojos de la fe, si con los ojos del respeto a una humildad y una sencillez que tan lejos queda, y que de no añorar, debiera añorar para sentirse más cerca del hombre total.
Puente de Génave está en fiestas. Son las fiestas de 1976. Tiempo para buenos propósitos y a esperar a que San Isidro nos eche una mano.
Mayo 1976.

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