PREGÓN DE LAS FIESTAS DE SAN ISIDRO.
PUENTE DE GÉNAVE. MAYO 1976. 2ª parte.
Por Fernando G. Delgado
La historia del andaluz se ha hecho
mucho sin contar con el andaluz y el andaluz ha tenido que cargar con sus
consecuencias, unas consecuencias que no han agriado su carácter ni lo han
hecho receloso, incluso cuando otras historias y otros desarrollos se han hecho
en buena parte gracias al andaluz. Si cabe hablar de la pereza del andaluz, yo
me pregunto, por ejemplo, qué es lo que hacen tantos andaluces, ayudando al
desarrollo de Cataluña.
Lo que tiene bien probado el andaluz para todos es esa capacidad de resignación que el poeta José Hierro expresa en uno de sus poemas del que reproduzco algunas estrofas:
LOS ANDALUCES.
DECÍAN: “Ojú, qué frío”;
No “que espantoso, tremendo,
Injusto, inhumano frío”.
Resignadamente: “Ojú,
qué frío….” Los andaluces…..
En dónde habrían dejado
sus jacas, en dónde habrían
dejado su sol, su vino,
sus olivos, sus salinas.
En dónde habrían dejado
su odio….Parecían hechos
de indiferencia, pobreza,
latigazo…”Ojú, qué frío”.
Tiritaban bajo ropas
delgadas, telas tejidas
para cantar y morir
siempre al sol. Y las llevaban
para callar y vivir
al frío de Ocaña y Burgos,
al viento helado del mar
del Dueso… Los andaluces.
Estos que están esperando,
desde Huelva hasta Jaén,
desde Jaén a Almería,
junto a las plazas de cal
y noche, deben de ser
hijos de aquellos. Esperan
que alguno venga a encerrarlos
entre rejas. Como aquéllos,
no preguntarán por qué.
No se quejarán de nada.
Ni uno se rebelará.
“Las cosas son como son,
como siempre han sido,
como han de ser mañana…”
“Ojú, qué frío"…......Los andaluces…..
……../……
Sí, amigos, de Puente de Génave,
“parecían hechos de indiferencia, pobreza, latigazo” como dice el poema. La
única rebeldía iba en el canto, por dentro, en el alma del andaluz que calla,
mientras los demás reclaman pan y tierra, voz propia y libertades, todas ellas
lícitas, pero todas ellas compartibles con este pueblo al que le ha tocado
escribir brillantísimas páginas de nuestra historia.
Esta región y esta tierra ha dado a
España en la historia contemporánea las mejores voces para los mejores
cantares: la de Juan Ramón Jiménez, la de Lorca, la de Alberti, la de
Aleixandre, la de Cernuda…. La de todos esos hombres que han hecho de Andalucía
un patrimonio de todos y un testimonio universal. Una voz donde se juntan
muchas voces de todas las Españas. Andalucía en esta hora de las autonomías, de
los reclamos y de las urgencias por la ostentación de historia, cultura y
manera de ser propias –todas, repito, lícitas- tiene que ser la primera en
encontrar su propia identidad. Encontrarse con Andalucía plena, será
encontrarse con una España aglutinadora y no dispersa; encontrarse con la
Andalucía más total es ahondar en nuestras propias raíces y llegar al tuétano
del alma, si esto es posible. Hallar la verdadera esencia de lo andaluz es
reconocerse en una voz universal quizá en la voz más universal que tengamos los
españoles.
Ahondar en lo andaluz no es poner
barreras localistas, sino proyectarse mejor en un sentir universal y desde la
propia expresión y el propio sentimiento. Se trata, en definitiva, de
proyectarse desde la autenticidad y lo auténtico triunfa siempre y se impone
siempre, porque la autenticidad es muchas veces exactamente lo mismo que la
fidelidad a lo verdaderamente popular y la ausencia de toda mixtificación. Lo
español, lo típicamente español, lo folklóricamente español –peyorativamente
hablando- ha sido andaluz, pero lo superficialmente andaluz, lo chabacanamente
andaluz. Este pueblo más esencial tiene que hacer oír su voz, asociar la suya
con más potencia a un gran concierto de voces que se escucha por el país, unas
veces más afinado que otras.
Entre esas voces deberán estar las de los
agricultores de Andalucía, la de estos mismos hombres de Puente de Génave, de
la Sierra de Segura, de estas tierras de olivas que han fecundado un pueblo
nuevo con San Isidro como patrono. Pueblos nuevos como este Puente de Génave
tienen quizá una responsabilidad mayor al afrontar toda problemática comarcal y
regional de nuestro tiempo, porque carece de vicios, de trabas, de abolengos y
privilegios, que obstaculizan el desarrollo de otros pueblos con mayor historia.
De Puente de Génave no se va a hacer nunca un pueblo con hermosas torres ni
casas solariegas, ni leyendas que contar. Ha pasado el tiempo de todo eso. De
Puente de Génave hay que hacer un pueblo moderno, cuya historia está en manos
de todos. Parece que alumbran tiempos nuevos, aunque tantos vestigios de
tiempos viejos derrumben en ocasiones nuestra esperanza, y a ese tiempo hay que
responder con la participación de todos, de manera que el pueblo, ni para las
verdes ni para las maduras, sea sólo cosa de unos cuantos. También como veis o
como escucháis, la fiesta puede servir para la reflexión y este acto incluso
puede justificarse en un sentido de concienciación. Pero a vosotros, amigos de
Puente de Génave, no os hace falta que nadie de fuera venga a concienzaros, ni
mucho menos quisiera yo que mis palabras sonaran a dictado y a consignas.
Quiero deciros únicamente que uno a veces le complace llegar a un pueblo a
compartir el pan de la amistad –yno sólo el pan, también el vino- y encontrar
la cordialidad que uno ha encontrado aquí y el entrañable sentido de la amistad
que tiene la gente del Puente.
Eso basta para comenzar una fiesta,
para hacer sonar las campanas y echar globos al aire y desempolvar guitarras,
si es que alguna vez aquí las guitarras tuvieron polvo. Y, por favor, que
ninguna de mis palabras suenen a halago gratuito cuando están dichas con la
firme amistad que aquí me ha traído y en un pueblo donde por lo menos tengo una
casa, y unos amigos, como don supremo. Nadie me obliga aquí a los cumplidos, si
no son los dictados del corazón; del corazón de un escritor sin más interés que
conectar con ustedes para hablar de cosas de todos, no el corazón de un
político ni de un profesional de lo que sea.
Hablando y bebiendo vamos a
empezar la fiesta y me alegra que para cantarla tengamos aquí estas voces de
Jarcha que dicen más verdades que un discurso y con bastante menos retórica. La
retórica os ruego que me la perdonéis, mis sentimientos os pido que los
recojáis como los de un amigo más que se asocia a la fiesta, ante la misma
imagen sencilla del Santo Labrador que sus abuelos, en un pueblo que se llamaba
San Isidro, y que está lejos en las orillas del Atlántico, le enseñaron a ver,
si no con los ojos de la fe, si con los ojos del respeto a una humildad y una
sencillez que tan lejos queda, y que de no añorar, debiera añorar para sentirse
más cerca del hombre total.
Puente de Génave está en fiestas. Son
las fiestas de 1976. Tiempo para buenos propósitos y a esperar a que San Isidro
nos eche una mano.
Mayo 1976.
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