miércoles, 22 de enero de 2014

BIBIANO Y GABRIEL, SIMPLEMENTE DOS HOMBRES BUENOS.

Presentamos en el blog un artículo de nuestro paisano Pedro Ruiz Avilés en el que se viene a ofrecer un merecido reconocimiento a la figura de dos grandes hombres que tuvo nuestro pueblo. Se trata de Bibiano, humilde pastor que desarrolló toda su ejemplar vida en la aldea de Cortijos Nuevos, y nuestro querido Gabriel, quien desarrollo multiples actividades a lo largo de su afanosa vida que le propiciaron el afecto y la consideración de todos puenteños y puenteñas.


LOA DE AUSENTES

Gabriel y Bibiano, lo reconoceréis conmigo, eran dos hombres singulares. Desde sus antagónicos modelos de vida han representado dos perfectos modelos de resistencia a la homogeneidad, al perfil grisáceo de tantos hombres y mujeres, que discurren por este perro mundo atravesándolo como la luz por el cristal sin dejar una miserable huella de su paso. Los dos, sin embargo, con sus perfiles diferentes, han formado parte de la cadena que nos vinculaba, en nuestra corta y breve, pero a la mejor historia y cultura biográfica del pueblo.
A Bibiano lo conocí hace medio siglo y he tenido ocasión de tratarlo en numerosas ocasiones. Pasando por el camino, ahora carretera, de los Cortijos Nuevos siempre encontrabas su figura, gordita y sonrosada, fuera sentado en la roca de la esquinilla de la era de arriba, fuera pastoreando su menguada manada de ovejas y cabrillas en la atalaya de los cerros vigías de Las Hermanas, fuera acarreando leña en los ejidos, fuera en el quicio de la puerta del microcosmos solitario de su vivienda de eremita rodeado de gallinas, de perros, de gatos, de pavos….Siempre cordial me sorprendió en muchas ocasiones la amplitud y variedad de sus opiniones y conocimientos de personas y de cosas, era un “perito en lunas”, remedando a un gran poeta, Miguel Hernández, que también fue buen pastor como lo era él. 
Pero no fue hombre de suerte, porque a pesar de sus insistentes y reiteradas reivindicaciones de agua potable (ya aprobada y comenzada la conducción por el ayuntamiento) y la luz eléctrica  general para su aldea no ha podido, por desgracia, disfrutarlas. Ya no podrá aparecer y verse más en las “teles”, como rebelde sin causa o sólo ante el peligro, exponiendo y defendiendo su, por tantas cosas, muy peculiar modo de vida. El próximo San Isidro ya no podremos verle llegar atravesando el original promontorio de La Terrera con su motillo, arreglado y “vestido de señorito”, para asistir a unas de sus, muy pocas, aficiones colectivas del año: la procesión del Santo Patrón y el festival taurino.
Gabriel, por el contrario, ha sido el prototipo de hombre omnipresente y un actor fundamental de la gran mayoría de los acontecimientos cotidianos de nuestro siglo durante más de 50 años y eso que murió con sólo 61. En el ayuntamiento, en la iglesia, en el fútbol, en cualquier festejo o acontecimiento, en la calle o en el bar, concitó un papel protagonista permanente. Desde muy chiquillo cuando comenzó como alumno en la escuela de D. Pedro y se rodeó de una pandilla de jugadores a las “bolas”, a la “pita” o al “sapo” o empujando la rueda metálica de las cajas de sardinas “encubás”. Pronto ascendería también a sacristán, con sus capisayos y bonetes, en varios lustros de sotanas y “sacristías”. Para el recuerdo conservaremos sus celebres frases “por un casual eres tú el mésias” en la procesión, ya desaparecida, del Prendimiento en Las Ánimas y, aunque lo sabía decir perfectamente, “se probíde el paso señora” en la sobrecogedora precesión de El Paso al alba del Viernes Santo.

Como también sus cantos del miserere de Los Oficios y las misas de difunto en un intransferible y autodidacta latín. Tampoco se han olvidado sus prolongados recorridos, a media tarde y con un calor de “sol y moscas” arrastrando una carretilla con dos garrafas y anunciando “polos y helados para el nene y la nena” de la pequeña industria familiar frigorífica de “Francusán”, pronto desaparecida, con los apremios para que también lo hiciera su hermano: “José vocea que se lo digo a pápa”. No eran unos productos excelentes, pero eran los mejores del Puente, entre otras cosas porque no había otros.
Y qué decir de su desmesurada afición al fútbol, primero como guardameta, entrenándose y jugando en un campo plagado de piedras y hierbajos, haciendo paradas inverosímiles, y en lo que mereció mejor suerte, aunque sé que lo intentó. Y luego como aficionado, directivo y presidente del equipo local, cuando montaba en cólera, enrojecía su cara ante la perfidia de cualquier árbitro “anticasero”. O, sus comentarios, oportunos siempre, en los partidos televisados celebrando los goles madridistas, equipo del que era un vergonzante hincha aunque él siempre se decía partidario del Mallorca: “gol del Mallorca” era su frase.

Pero Gabriel fue principalmente, y consiguió serlo muy joven, un administrativo y secretario del Juzgado municipal, alejado del prototipo de funcionario inaccesible y hosco, poco dispuesto a facilitar los trámites burocráticos al ciudadano. Al contrario, como nos conocía a todos, tenía una especial habilidad para hallar la solución favorable a los recursos y papeleos con que a veces se agobia cualquiera. Me gustaría resaltar sobre todo sus loables dotes para imponer paz y solucionar pequeños conflictos vecinales en el juzgado en unas sesiones tan formales como propias de un filme del neorrealismo italiano. Y habría tantas anécdotas para contar que llenaríamos varios libros.
Una de las últimas veces que nos dirigimos un saludo fue cuando, conduciendo también una pequeña motillo, regresaba de su huerta en la Viña Vieja llevando en su transportín una cestilla, y venía pavoneándose de que producía los mejores tomates del pueblo. Allí, de hortelano, se había refugiado enfermo y atacado por los males que habrían de conducirle al campo de los cipreses. Ya no podremos ver a Gabriel “asomao" al balcón del consistorio donde tantas horas consumió, arrojando caramelos y globos a los chiquillos la víspera de nuestra fiesta mayor, como tampoco gritando con ronca y cascada voz, vivas a San Isidro, al día siguiente en la procesión romera.

Desde el mayo pasado hemos perdido a dos vecinos, a dos hombres buenos, a dos prototipos de puenteños que, en su tránsito por este mundo, nos han dejado huella y cuyo recuerdo perdurará en nuestra corta, pero sin duda intensa, memoria colectiva. En paz descansen.

Pedro Ruiz Avilés. 2006

Fotos facilitadas por Paco García Novoa e Historia Puente de Génave

1 comentario: