Presentamos en el blog un artículo de nuestro paisano Pedro Ruiz Avilés en el que se viene a ofrecer un merecido reconocimiento a la figura de dos grandes hombres que tuvo nuestro pueblo. Se trata de Bibiano, humilde pastor que desarrolló toda su ejemplar vida en la aldea de Cortijos Nuevos, y nuestro querido Gabriel, quien desarrollo multiples actividades a lo largo de su afanosa vida que le propiciaron el afecto y la consideración de todos puenteños y puenteñas.
LOA DE AUSENTES
Gabriel y Bibiano, lo reconoceréis conmigo, eran dos hombres
singulares. Desde sus antagónicos modelos de vida han representado dos
perfectos modelos de resistencia a la homogeneidad, al perfil grisáceo de
tantos hombres y mujeres, que discurren por este perro mundo atravesándolo como
la luz por el cristal sin dejar una miserable huella de su paso. Los dos, sin
embargo, con sus perfiles diferentes, han formado parte de la cadena que nos
vinculaba, en nuestra corta y breve, pero a la mejor historia y cultura
biográfica del pueblo.
A Bibiano lo conocí hace medio siglo y he tenido ocasión de
tratarlo en numerosas ocasiones. Pasando por el camino, ahora carretera, de los
Cortijos Nuevos siempre encontrabas su figura, gordita y sonrosada, fuera
sentado en la roca de la esquinilla de la era de arriba, fuera pastoreando su menguada
manada de ovejas y cabrillas en la atalaya de los cerros vigías de Las
Hermanas, fuera acarreando leña en los ejidos, fuera en el quicio de la puerta
del microcosmos solitario de su vivienda de eremita rodeado de gallinas, de
perros, de gatos, de pavos….Siempre cordial me sorprendió en muchas ocasiones
la amplitud y variedad de sus opiniones y conocimientos de personas y de cosas,
era un “perito en lunas”, remedando a un gran poeta, Miguel Hernández, que también
fue buen pastor como lo era él.
Pero no fue hombre de suerte, porque a pesar de
sus insistentes y reiteradas reivindicaciones de agua potable (ya aprobada y
comenzada la conducción por el ayuntamiento) y la luz eléctrica general para su aldea no ha podido, por
desgracia, disfrutarlas. Ya no podrá aparecer y verse más en las “teles”, como
rebelde sin causa o sólo ante el peligro, exponiendo y defendiendo su, por
tantas cosas, muy peculiar modo de vida. El próximo San Isidro ya no podremos
verle llegar atravesando el original promontorio de La Terrera con su motillo,
arreglado y “vestido de señorito”, para asistir a unas de sus, muy pocas,
aficiones colectivas del año: la procesión del Santo Patrón y el festival
taurino.
Gabriel, por el contrario, ha sido el prototipo de hombre
omnipresente y un actor fundamental de la gran mayoría de los acontecimientos
cotidianos de nuestro siglo durante más de 50 años y eso que murió con sólo 61.
En el ayuntamiento, en la iglesia, en el fútbol, en cualquier festejo o
acontecimiento, en la calle o en el bar, concitó un papel protagonista
permanente. Desde muy chiquillo cuando comenzó como alumno en la escuela de D.
Pedro y se rodeó de una pandilla de jugadores a las “bolas”, a la “pita” o al
“sapo” o empujando la rueda metálica de las cajas de sardinas “encubás”. Pronto
ascendería también a sacristán, con sus capisayos y bonetes, en varios lustros
de sotanas y “sacristías”. Para el recuerdo conservaremos sus celebres frases
“por un casual eres tú el mésias” en la procesión, ya desaparecida, del
Prendimiento en Las Ánimas y, aunque lo sabía decir perfectamente, “se probíde
el paso señora” en la sobrecogedora precesión de El Paso al alba del Viernes
Santo.
Como también sus cantos del miserere de Los Oficios y las
misas de difunto en un intransferible y autodidacta latín. Tampoco se han
olvidado sus prolongados recorridos, a media tarde y con un calor de “sol y
moscas” arrastrando una carretilla con dos garrafas y anunciando “polos y
helados para el nene y la nena” de la pequeña industria familiar frigorífica de
“Francusán”, pronto desaparecida, con los apremios para que también lo hiciera
su hermano: “José vocea que se lo digo a pápa”. No eran unos productos
excelentes, pero eran los mejores del Puente, entre otras cosas porque no había
otros.
Y qué decir de su desmesurada afición al fútbol, primero como
guardameta, entrenándose y jugando en un campo plagado de piedras y hierbajos,
haciendo paradas inverosímiles, y en lo que mereció mejor suerte, aunque sé que
lo intentó. Y luego como aficionado, directivo y presidente del equipo local,
cuando montaba en cólera, enrojecía su cara ante la perfidia de cualquier
árbitro “anticasero”. O, sus comentarios, oportunos siempre, en los partidos
televisados celebrando los goles madridistas, equipo del que era un vergonzante
hincha aunque él siempre se decía partidario del Mallorca: “gol del Mallorca”
era su frase.
Pero Gabriel fue principalmente, y consiguió serlo muy joven,
un administrativo y secretario del Juzgado municipal, alejado del prototipo de
funcionario inaccesible y hosco, poco dispuesto a facilitar los trámites
burocráticos al ciudadano. Al contrario, como nos conocía a todos, tenía una
especial habilidad para hallar la solución favorable a los recursos y papeleos
con que a veces se agobia cualquiera. Me gustaría resaltar sobre todo sus
loables dotes para imponer paz y solucionar pequeños conflictos vecinales en el
juzgado en unas sesiones tan formales como propias de un filme del neorrealismo
italiano. Y habría tantas anécdotas para contar que llenaríamos varios libros.
Una de las últimas veces que nos dirigimos un saludo fue
cuando, conduciendo también una pequeña motillo, regresaba de su huerta en la
Viña Vieja llevando en su transportín una cestilla, y venía pavoneándose de que
producía los mejores tomates del pueblo. Allí, de hortelano, se había refugiado
enfermo y atacado por los males que habrían de conducirle al campo de los
cipreses. Ya no podremos ver a Gabriel “asomao" al balcón del consistorio
donde tantas horas consumió, arrojando caramelos y globos a los chiquillos la
víspera de nuestra fiesta mayor, como tampoco gritando con ronca y cascada voz,
vivas a San Isidro, al día siguiente en la procesión romera.
Desde el mayo pasado hemos perdido a dos vecinos, a dos
hombres buenos, a dos prototipos de puenteños que, en su tránsito por este
mundo, nos han dejado huella y cuyo recuerdo perdurará en nuestra corta, pero
sin duda intensa, memoria colectiva. En paz descansen.
Pedro Ruiz Avilés. 2006
Fotos facilitadas por Paco García Novoa e Historia Puente de Génave
Fotos facilitadas por Paco García Novoa e Historia Puente de Génave
HOMBRES BUENOS COMO ESTOS YA NO QUEDAN
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