lunes, 13 de mayo de 2013

También esto. . . es San Isidro !!! 2ª parte


Pregón de las fiestas de San Isidro 2011
por Andrés Llavero Sánchez.

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En la sociedad actual, con una expectativa de vida es cada vez mayor, no podemos dejar de referirnos al lugar, que por derecho, deben ocupar los mayores. No solo les debemos respeto y consideración, es nuestra obligación incentivar su actividad el mayor tiempo posible, tanto física como mentalmente. Son los vigías de nuestras tradiciones, albaceas de nuestra cultura y costumbres más antiguas. Destacar la función que realiza la Escuela de Adultos en este sentido manteniendo más inquietas y activas sus mentes, más ágiles sus corazones.
Llegado el momento en el que las limitaciones sean más importantes, el poder contar con el apoyo de la Unidad de Estancia Diurna es motivo de reconocimiento y gratitud hacia los responsables. El envejecimiento es un proceso natural que requiere ser tratado con respeto y abordado con la mayor dignidad por todos los agentes implicados.
                                                    

Un vecino a destacar, también más perdurable que todos los presentes, es el Sacrificador de Bujalamé. Bujalamé es un cerro próximo a los Llanos de Arriba, junto al río Guadalimar, puede verse desde la carretera, entre el Puente y La Puerta, se conoce también como el cerro de las Torres.
Desconocemos por el momento el topónimo con el que se conocía este lugar en época ibérica. El Sacrificador es una estatuilla de bronce, de unos 15 cm, encontrada por mi madre, Andrea, con 7 años de edad, en 1929; se resistió a desprenderse de ella durante 40 años. Cuando se casó con mi padre, Ruperto, el Sacrificador pasó a ser hijo adoptivo y hermano político de mi hermano Ramón y mío. Hasta los primeros días de 1970 formó parte de la unidad familiar, aunque no llegó a estar empadronado en Puente de Génave, fue cedido al Museo Arqueológico Nacional. Mi madre sufrió una enfermedad tras la separación.
La intermediación con el Museo la inició D. Pedro, el cura párroco de aquel entonces. Tristemente fallecido, de forma repentina, en días previos al viaje a Madrid que habían proyectado para entregar la figura al Museo. Ante esta pérdida, D. Martin Almagro, director del Museo Arqueológico, vino a recoger este bronce catalogado como ÚNICO.
La iconografía ibérica no suele mostrar de forma explícita el ritual del sacrificio. Por eso resulta tan excepcional esta figurilla de bronce. Representa a un varón, héroe o sacerdote, dispuesto a degollar con su cuchillo curvo, afalcatado, el pequeño carnero que se apoya en su rodilla. El personaje va vestido con túnica corta ceñida a la cintura con un cinturón, y peinado con largos mechones ondulantes. La sangre de la víctima fecundará las corrientes del manantial que fluye a los pies del sacrificante, purificará sus aguas. El varón ha introducido en el arroyo una pierna hasta media pantorrilla, el otro pie lo apoya sobre la roca de la orilla. El pequeño bronce es en sí mismo un microcosmos cultural, un símbolo para esta tierra que fue la suya y es ahora la nuestra.
El oppidum o meseta fortificada de Bujalamé es considerado como uno de los más importantes asentamientos ibéricos del Alto Valle del Guadalimar, estamos hablando de unos 400-500 años a.C. Del Sacrificador de Bujalamé, existe una réplica, de tamaño algo mayor del original, en el Centro de Interpretación Segureño de Siles. En los círculos académicos y asociaciones culturales se le tiende a considerar como un referente identificativo de la comarca Sierra de Segura.
Su potencialidad como símbolo comarcal no está aun suficientemente desarrollada, y es parangonable a la Dama de Elche o la Dama de Baza. De nosotros depende convertirlo en nuestro emblema. En el desarrollo de esta idea, si la consideran interesante, sepan las instituciones públicas, asociaciones culturales,… que pueden contar tanto con mi apoyo como con el de mi hermano Ramón.
Arañando la tierra, labrándola, descubrimos los vestigios que en ella dejaron los que nos precedieron. Pero ninguno mejor que este paisaje, una fusión armónica de la acción del hombre con la naturaleza. Aún es posible maravillarse contemplando la belleza de estas tierras, descubriendo con emoción la magnífica obra del hombre en el transcurso de los siglos. Desde el lejano antepasado íbero, hasta el vecino que cuida con esmero sus olivas preparándolas para la próxima campaña.
Todos ellos, toda su industria y laboriosidad, están en los llanos y en los cerros, en las fuentes y en los ríos, en las calles y en las plazas. Y es este paisaje cultural de naturaleza, oficios y tradiciones, el que ha forjado la identidad individual y colectiva de cada ciudadano de este pueblo. Estamos adscritos vitalmente a un espacio geográfico y la consciencia de esa integración nos sigue como una sombra de memoria, nos imprime una especie de marca genética difusa, que condiciona nuestra vida en estos pagos o en los lugares en que hemos sido trasplantados.
Confío mucho en el poder de este fenómeno. El archivo de experiencias y acontecimientos que ha forjado la identidad de Puente Génave, y de sus habitantes, seguirá creciendo y labrando su futuro. Como el Santo que hoy honramos, tenemos alma de labradores, sabemos esculpir con cuidado la belleza de un paisaje que no es para nosotros una estampa, sino el sustento de nuestros hijos.
La conservación del ecosistema no es aquí exigencia de la Ley, es una cuestión de vida. Cuanto nos rodea no está ahí para ser contemplado, sino para ser vivido. Otros se conformarán con “amar” la tierra, nosotros debemos exigirnos “quererla”, usando este verbo poderoso que significa a la vez amar y buscar. Porque nuestra relación con el paisaje debiera ser siempre esa búsqueda que consiga mejorarlo y mejorarnos.
Nuestros mayores sabían querer la tierra que labraban, respetaban su entorno, ellos inventaron lo que ahora se conoce como “Economía Sostenible” en el medio agrario.
En el espacio leemos el tiempo, proyectamos el futuro. Me considero un afortunado de estar hoy aquí, rodeado de buena gente, en mí pueblo. Soy de aquí, de aquí quiero seguir siendo, aquí me crié, aquí me eduqué y aquí quiero siempre volver. Recordaros que si alguna vez me buscáis, no olvidéis buscarme entre las olivas, allí paso muchas horas, bien realizando las labores propias, bien mirándolas en una sombra, en silencio, recordando y recreándome en mis raíces o proyectando mi futuro.
Tras este recorrido sentimental y nostálgico, evocando a quienes nos faltan, quiero animaros a disfrutar y a participar de las Fiestas de San Isidro.
Hemos terminado cosecha. Recogida la aceituna, arregladas las olivas y preparada la tierra, es el momento de celebrarlo.
¡Ahora toca divertirse!.
En este ambiente festivo hay que salir, pasear, compartir, hablar con vecinos, saludar aquellos amigos que vuelven con motivo de las fiestas.
Bailemos, cantemos, celebremos con la mayor intensidad de que seamos capaces el hecho de estar vivos. Son los días grandes de Nuestro Pueblo y como tales los debemos vivir.

¡Viva San Isidro!

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