La vida de los habitantes de la Sierra de Segura ha ido
sufriendo cambios que la han ido acercando a la modernidad. No obstante no
podemos decir que nuestra Sierra sea una territorio excesivamente bien dotado
en cuanto a servicios y comunicaciones. Ni la tan deseada autovía ni la ya
olvidada línea de ferrocarril le están dando posibilidades de progreso. A pesar
de la situación actual, que relega a nuestro territorio a un inmerecido
olvido, debemos considerar, que la Sierra de Segura ha tenido
especial importancia por su extraordinaria riqueza natural que la sabiduría popular ha ido
aprovechando a lo largo del tiempo. Es en ese contexto en el que se centra el
estudio del profesor Eduardo Araque Jiménez sobre las posibilidades económicas
y formas de vida rural en nuestro entorno, en un tiempo no excesivamente lejano. En este presente apartado será la explotación del bosque segureño
la que centre la atención del estudio, dejando para otra publicación la
economía basada en la actividad agraria tradicional.
TERRITORIO Y PATRIMONIO RURAL EN LA SIERRA DE SEGURA.
Aunque debemos de considerar que es un
conjunto de formaciones montañosas integrado en el sector prebético de la
Cordillera Bética, las sierras de Segura, Cazorla y de las Villas (también
llamada de las Cuatro Villas -Villacarrillo, Villanueva del Arzobispo,
Iznatoraf y Sorihuela del Guadalimar-), desde el punto de vista
político-administrativo se consideran tres comarcas independientes. A pesar de
esta diversidad, en el último medio siglo ha sido muy frecuente, a nivel mediático,
identificar de forma injusta la totalidad del macizo y del parque natural que
las engloba con el equívoco nombre de sierra de Cazorla a pesar que es la
sierra de Segura la que representa casi el 70% de su extensión y será sobre
este entorno geográfico de la sierra de Segura sobre la que profundizaremos en
su evolución económica histórica y la repercusión en su poblamiento.
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Mapa de situación del Parque Natural de la Sierra de Segura, Cazorla y Las Villas |
Hay que resaltar que por su orientación
y posición, da origen a una alta pluviosidad, siendo frecuente alcanzar más de
1000 mm anuales de lluvias, lo que hace de este enclave montañoso el principal
nudo hidrográfico de la mitad meridional de la Península Ibérica. Además del
Guadalquivir y Segura, aquí tienen su origen algunos de los afluentes de
cabecera más caudalosos de esas dos grandes arterias fluviales que recorren y
dan vida a buena parte del sur y sureste peninsular. Semejante abundancia de
precipitaciones en unos contextos regionales extremadamente secos o semiáridos
hizo que desde un primer momento la política hidráulica fijará toda su atención
en estas tierras, y a comienzos del siglo XX, esta zona se convirtió en uno de
los escenarios peninsulares más apropiados para la localización de distintos
embalses de regulación, imprescindibles para atender las crecientes demandas de
agua y de electricidad provenientes de los fértiles campos y de las incipientes
aglomeraciones industriales localizadas en los grandes valles formados por sus
dos principales ríos.
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Mapa de distribución hidráulica del Parque Natural |
Tres han sido históricamente las
formas de explotación que los habitantes de nuestra sierra han
instrumentalizado como actividad económica y, precisamente, esta abundancia de
precipitaciones es la base de la primera de esas actividades económicas
centrada en la explotación de sus bosques, entre la que desde antiguo despertó
un especial interés el pino laricio o salgareño (Pinus nigra), conocido también
como “pino de Segura”, por sus variadas utilidades y enormes posibilidades de
explotación mercantil. De hecho, durante la mayor parte de los tres últimos
siglos el aprovechamiento de esa y de otras especies maderables, así como de
los restos leñosos de todas ellas, se convirtió en una actividad hegemónica
dentro de la economía agraria serrana por su alta capacidad para generar
riqueza y empleo, aunque no siempre se le sacara a estos recursos el suficiente
beneficio para las comarcas, especialmente durante la vigencia de la Provincia
Marítima.
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Distribución comarcal de la provincia de Jaén |
Otra de esas actividades, iniciada a
comienzos del siglo XX, es la explotación de una cabaña ganadera integrada mayoritariamente
por ejemplares de ovino y caprino, que poco a poco fue ganando peso específico
en la mayor parte de los municipios serranos hasta llegar a convertir a toda
esta zona montañosa en uno de los principales enclaves ganaderos de la región
andaluza por su abundancia y diversidad de pastos. Aunque se ha sostenido en el
tiempo por el establecimiento de un sistema estacional de desplazamiento de
pastores y ganados entre las altas cumbres de las sierra de Segura y las más
bajas estribaciones de Sierra Morena.
Frente a la importancia de las
actividades silvo-pastoriles, la tercera y última actividad económica ha sido la
agricultura, que ha ocupado secularmente un plano secundario, en parte por los
propios condicionantes naturales a los que se enfrentaba la expansión del
terrazgo, y, en parte, por las restricciones jurídicas que aquí se daban a la posesión
y disfrute de la tierra. Es necesario recordar que esa es otra de las grandes
singularidades que ofrecen estos ámbitos montañosos de nuestra sierra, su
extraordinaria prevalencia de la propiedad municipal y estatal frente a la
propiedad privada. Ambas formas de propiedad pública alcanzaron desde antiguo
cotas realmente espectaculares que condicionaron sobremanera la libertad de uso
de un bien tan escaso en la montaña mediterránea como la tierra apta para el cultivo,
cuestión que se afianzó en el proceso desamortizador de Madoz a mediados del S.
XIX, que privatizó tierras en las zonas
fértiles de los valles andaluces y, por el contrario, sirvió aquí para afianzar
la propiedad pública de los montes, que no sólo se mantuvieron al margen de la
almoneda, sino que se deslindaron y amojonaron para reforzar el dominio que
sobre ellos poseían el Estado y los ayuntamientos, procurando excluir de sus
dominios toda clase de uso agrícola.
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Pino laricio o salgareño |
ACTIVIDAD ECONÓMICA DE EXPLOTACIÓN FORESTAL.
Aunque la explotación de los recursos
forestales de las Sierras de Segura está documentada desde antiguo, pero no fue
hasta el primer tercio del siglo XVIII cuando alcanzó unas ciertas dimensiones con
la necesidad de disponer de grandes cantidades de vigas de madera y otro tipo
de piezas para la construcción de la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla impulsó
al Ministerio de Hacienda a desplegar todos los mecanismos técnicos y jurídicos
que tenía a su alcance para hacerse con el control de tan suculento recurso. A
partir de aquí la explotación fue en aumento y, poco después, el Ministerio de
Marina siguió los pasos al de Hacienda, de modo que no quedó más remedio que
establecer un régimen alterno de aprovechamientos madereros mediante el cual
los dos entes ministeriales explotaba y extraía los troncos de arbolado de
estas sierras y los transportaba por vía fluvial hasta Sevilla para reenviarla
hasta el arsenal gaditano de la Carraca, donde se empleaba en la construcción
de distintas partes de los navíos de la armada española. No sin tensiones ni
conflictos, este régimen se mantuvo vigente hasta bien entrado el siglo XIX,
cuando se abolieron todas las jurisdicciones privativas, y muy especialmente el
particular régimen de administración de la denostada provincia marítima de
Segura de la Sierra.
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Mapa de situación de la Provincia Marítima. |
Tras unos breves años en los que se
redujo la esquilmación de nuestra sierra de forma considerable, a mediados del
siglo XIX se inició una etapa no muy diferente a la anterior, pues crecieron de
un modo desorbitado las extracciones madereras de los montes para la
fabricación de traviesas para la una red ferroviaria española en enorme expansión
en ese momento, así como la apertura de numerosos pozos mineros o la construcción
de miles de viviendas, incrementándose notablemente la demanda, sometieron a
los montes a una intensa presión que tuvo consecuencias aciagas para la
cubierta vegetal, que desapareció a un ritmo vertiginoso en numerosos
tranzones, dando paso a fenómenos erosivos de una cierta consideración.
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Extracción de de traviesas |
A diferencia de la fase anterior, en
ésta la madera se elaboró casi por completo en el interior de los montes, como
sucedió con las traviesas para el ferrocarril, o bien sufrió una primera
transformación antes de ser empleada en la entibación de los pozos mineros
(apeas) o en la construcción del armazón de las nuevas viviendas (vigas,
tablas, etc.). Numerosas serrerías volantes distribuidas por los montes se
consagraron durante años a atender las peticiones de las múltiples compañías y
particulares que se dedicaban al comercio maderero a mayor o menor escala. La
intensa actividad que desplegaron todas ellas resultó sumamente eficaz desde
una perspectiva económica y social por su capacidad de generación de empleo, lo
que redundó en una mejora generalizada de las condiciones de vida de una parte
de la población serrana.
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Traviesas acumuladas en el embalse del Tranco |
Después de la severa reducción que
experimentó la extracción de madera a partir del primer tercio del siglo XX y,
sobre todo, durante la etapa republicana, al reducirse la obra pública; de
nuevo al finalizar la guerra civil se volvió a una sobrexplotación maderera,
llegándose a superarse ampliamente los niveles anteriores en los momentos de
máximo auge de la autarquía franquista. La urgencia en la reconstrucción del
tendido ferroviario así como la reparación de una parte del material rodante y
de múltiples instalaciones ferroviarias seriamente dañadas durante la contienda
impulsaron al Estado a establecer los mecanismos legales para destinar toda la
producción de madera de las sierras de Segura a este fin estratégico de primer
orden, erigiéndose RENFE a partir de entonces en la principal beneficiaria de
este recurso.
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Serrería en Vadillo-Castril |
Junto a la madera, en el último
cuarto del siglo XIX emergieron con fuerza otros aprovechamientos secundarios
por su menor capacidad de generación de ingresos para las arcas públicas, pero
que, sin excepciones, desempeñaban un papel social y ecológico trascendental al
proporcionar rentas y empleo a partir de la eliminación de los despojos
procedentes de las talas acumulada en los montes. Todos estos residuos
vegetales constituían un serio pasto para las llamas en cualquier momento, por
lo que su eliminación resultaba una excelente labor de profilaxis forestal ya
que contribuía en gran medida a la disminución del riesgo de incendio en los
montes. Así sucedía, por ejemplo, con los tocones y el ramaje, cuyo alto
contenido en resina propiciaba la obtención de la pez o alquitrán vegetal, un
producto muy demandado en todo el litoral mediterráneo para el calafateado de
las embarcaciones de madera. Otra parte de los restos leñosos se utilizó
tradicionalmente en la fabricación de carbón vegetal, muy valorado cuando se empleaban
maderas de más calidad como la encina, el quejigo o el roble melojo; aunque
cuando empezaron a escasear estas especies nobles se recurrió a los pinares
que, si bien no proporcionaban un carbón de tanta calidad, tenían una fácil
salida tanto en el mercado comarcal como en el provincial debido a su extendido
uso en los hogares y en los diferentes tipos de hornos artesanales.
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Extracción de carbón vegetal |
Mucho más moderna resulta la
obtención de esencias a partir de la cocción de distintas plantas aromáticas y
medicinales como la mejorana, el espliego, el tomillo y el romero, cuya
expansión en estas sierras se inició en las postrimerías del siglo XIX. La
abundancia de plantas y la relativa facilidad de su procesamiento empujaron a
numerosos habitantes de estas sierras a consagrarse laboralmente a su
recolección y a la posterior fabricación de esencias durante los meses
veraniegos, una vez que habían concluido las faenas de recolección cerealista.
De esta forma todos cuantos se ocupaban en estas labores podían obtener unos
ingresos suplementarios que nunca venían mal a las depauperadas economías
familiares. Igualmente en el período finisecular podemos situar el arranque de
la etapa más floreciente en el aprovechamiento del esparto, auspiciada por el
empleo creciente de esta fibra en la confección de distintos enseres domésticos
y, sobre todo, en la fabricación de capachos para la industria de extracción de
aceite, que empezaba a proliferar en la provincia de Jaén en ese momento.
Durante muchos años el trabajo del esparto, de base artesanal, no traspasó el
ámbito de la unidad familiar, donde todos los individuos con aptitudes se
dedicaban al trenzado y preparación de la fibra, que luego era vendida a los
intermediarios locales para su posterior distribución comercial.
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Recolección de esparto |
Por último, en este rápido repaso a
la explotación de los principales recursos vegetales no queremos omitir la
extracción de resina que durante algunos años de la segunda mitad del siglo XX
se llevó a cabo en distintos montes de la sierra de Segura, especialmente donde
abundaba el pino negral (Pinus pinaster). La extrema escasez de este recurso en
el mercado nacional obligó a poner en marcha la explotación resinera de estos
montes en plan experimental, si bien muy pronto hubo que abandonarla, entre
otras cosas porque el aprovechamiento resinero se demostró incompatible con el
maderero, y se optó abiertamente por este último, cuyo aprovisionamiento se
consideraba mucho más urgente.
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Actividad resinera |
Otro aspecto de la explotación de
nuestros montes fue el aprovechamiento relacionado con la naturaleza del
sustrato litológico centrado en la cal dada la abundancia de materia prima, mediante
la cocción de pequeños fragmentos de roca caliza. La proliferación de hornos de
cal (caleras) estuvo íntimamente relacionada con el notable desarrollo de obras
de mampostería que llevaban aparejadas distintas actuaciones forestales,
particularmente los diques transversales a los cauces, que formaban parte de
los trabajos de corrección hidrológico-forestal, y los muros de contención para
defensa de las vías de saca de los montes, que tanto proliferaron a partir de
la segunda década del siglo XX. También haremos mención a la obtención de yeso,
aunque con consideración puntual y de escasa importancia, compartiendo
procedimiento similar al de la cal.
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Calera para la extracción de la cal |
El conjunto de estas actividades
vinculadas a las funciones de producción de los montes generó un valioso
patrimonio material que sigue siendo en gran parte desconocido en nuestros días.
Desconocemos su distribución territorial ni su localización, lo cual dificulta
su interpretación, pero el recuerdo en sus gentes y algún tipo de documentación,
permite identificar muchos de estos elementos descritos a pesar de la pérdida
que en la memoria colectiva se ha producido. Igualmente resultan muy poco
conocidos los procesos de distribución y transporte hasta el mercado de los
productos elaborados o semielaborados con origen en nuestra sierra.
Especialmente llamativa resulta la desatención que hasta la fecha se ha
prestado al transporte fluvial de madera, sin duda la actividad de mayor calado
social y económico durante siglos.
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Elevador de maderas en el embalse del Tranco |
De forma muy superficial se ha estudiado la
organización social de los pineros que era el nombre con el que se conocía a
los trabajadores que participaban en las labores de transporte fluvial de la
madera, y las funciones que desempeñaban cada grupo de ellos dentro de las
conducciones fluviales, pero poco sabemos acerca del volumen de piezas
transportadas por cada uno de ellos, así como de su distribución en el tiempo o
los cambiantes puntos de origen y destino de las maderadas. Destacamos incluso,
como claro ejemplo del poco aprecio patrimonial, el escaso cuidado que tiene el
elevador de madera del pantano del Tranco. Este artilugio, único en su género
en nuestro país, construido en la posguerra, durante algunos años permitió
sortear con éxito la infranqueable barrera que constituía el impresionante muro
de esta obra hidráulica. El elevador era, en realidad, una cinta sinfín,
provista de ganchos que recogía las piezas que llegaban flotando a través de
las aguas del embalse y las elevaba hasta la parte superior del muro de la
presa. Una vez allí, la madera podía cargarse en camiones y seguir su camino
por vía terrestre, o bien devolverse a las aguas del Guadalquivir a través de
un túnel excavado en la parte opuesta de la pared de la presa a la que se
encontraba el elevador. Para dar una ligera idea de la eficacia de este
artilugio, baste con señalar que durante algunos años llegaron a elevarse por
él más de 300.000 piezas de madera.
Por Eduardo Araque Jiménez. (Adaptación)
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