viernes, 12 de abril de 2019

LA SIERRA DE SEGURA. RIQUEZA PERDIDA

La vida de los habitantes de la Sierra de Segura ha ido sufriendo cambios que la han ido acercando a la modernidad. No obstante no podemos decir que nuestra Sierra sea una territorio excesivamente bien dotado en cuanto a servicios y comunicaciones. Ni la tan deseada autovía ni la ya olvidada línea de ferrocarril le están dando posibilidades de progreso. A pesar de la situación actual, que relega a nuestro territorio a un inmerecido olvido, debemos considerar, que la Sierra de Segura ha tenido especial importancia por su extraordinaria riqueza natural que la sabiduría popular ha ido aprovechando a lo largo del tiempo. Es en ese contexto en el que se centra el estudio del profesor Eduardo Araque Jiménez sobre las posibilidades económicas y formas de vida rural en nuestro entorno, en un tiempo no excesivamente lejano. En este presente apartado será la explotación del bosque segureño la que centre la atención del estudio, dejando para otra publicación la economía basada en la actividad agraria tradicional.


TERRITORIO Y PATRIMONIO RURAL EN LA SIERRA DE SEGURA.


Aunque debemos de considerar que es un conjunto de formaciones montañosas integrado en el sector prebético de la Cordillera Bética, las sierras de Segura, Cazorla y de las Villas (también llamada de las Cuatro Villas -Villacarrillo, Villanueva del Arzobispo, Iznatoraf y Sorihuela del Guadalimar-), desde el punto de vista político-administrativo se consideran tres comarcas independientes. A pesar de esta diversidad, en el último medio siglo ha sido muy frecuente, a nivel mediático, identificar de forma injusta la totalidad del macizo y del parque natural que las engloba con el equívoco nombre de sierra de Cazorla a pesar que es la sierra de Segura la que representa casi el 70% de su extensión y será sobre este entorno geográfico de la sierra de Segura sobre la que profundizaremos en su evolución económica histórica y la repercusión en su poblamiento.
Mapa de situación del Parque Natural de la Sierra de Segura, Cazorla y Las Villas
Hay que resaltar que por su orientación y posición, da origen a una alta pluviosidad, siendo frecuente alcanzar más de 1000 mm anuales de lluvias, lo que hace de este enclave montañoso el principal nudo hidrográfico de la mitad meridional de la Península Ibérica. Además del Guadalquivir y Segura, aquí tienen su origen algunos de los afluentes de cabecera más caudalosos de esas dos grandes arterias fluviales que recorren y dan vida a buena parte del sur y sureste peninsular. Semejante abundancia de precipitaciones en unos contextos regionales extremadamente secos o semiáridos hizo que desde un primer momento la política hidráulica fijará toda su atención en estas tierras, y a comienzos del siglo XX, esta zona se convirtió en uno de los escenarios peninsulares más apropiados para la localización de distintos embalses de regulación, imprescindibles para atender las crecientes demandas de agua y de electricidad provenientes de los fértiles campos y de las incipientes aglomeraciones industriales localizadas en los grandes valles formados por sus dos principales ríos.
Mapa de distribución hidráulica del Parque Natural
Tres han sido históricamente las formas de explotación que los habitantes de nuestra sierra han instrumentalizado como actividad económica y, precisamente, esta abundancia de precipitaciones es la base de la primera de esas actividades económicas centrada en la explotación de sus bosques, entre la que desde antiguo despertó un especial interés el pino laricio o salgareño (Pinus nigra), conocido también como “pino de Segura”, por sus variadas utilidades y enormes posibilidades de explotación mercantil. De hecho, durante la mayor parte de los tres últimos siglos el aprovechamiento de esa y de otras especies maderables, así como de los restos leñosos de todas ellas, se convirtió en una actividad hegemónica dentro de la economía agraria serrana por su alta capacidad para generar riqueza y empleo, aunque no siempre se le sacara a estos recursos el suficiente beneficio para las comarcas, especialmente durante la vigencia de la Provincia Marítima.
Distribución comarcal de la provincia de Jaén
Otra de esas actividades, iniciada a comienzos del siglo XX, es la explotación de una cabaña ganadera integrada mayoritariamente por ejemplares de ovino y caprino, que poco a poco fue ganando peso específico en la mayor parte de los municipios serranos hasta llegar a convertir a toda esta zona montañosa en uno de los principales enclaves ganaderos de la región andaluza por su abundancia y diversidad de pastos. Aunque se ha sostenido en el tiempo por el establecimiento de un sistema estacional de desplazamiento de pastores y ganados entre las altas cumbres de las sierra de Segura y las más bajas estribaciones de Sierra Morena.
Frente a la importancia de las actividades silvo-pastoriles, la tercera y última actividad económica ha sido la agricultura, que ha ocupado secularmente un plano secundario, en parte por los propios condicionantes naturales a los que se enfrentaba la expansión del terrazgo, y, en parte, por las restricciones jurídicas que aquí se daban a la posesión y disfrute de la tierra. Es necesario recordar que esa es otra de las grandes singularidades que ofrecen estos ámbitos montañosos de nuestra sierra, su extraordinaria prevalencia de la propiedad municipal y estatal frente a la propiedad privada. Ambas formas de propiedad pública alcanzaron desde antiguo cotas realmente espectaculares que condicionaron sobremanera la libertad de uso de un bien tan escaso en la montaña mediterránea como la tierra apta para el cultivo, cuestión que se afianzó en el proceso desamortizador de Madoz a mediados del S. XIX,  que privatizó tierras en las zonas fértiles de los valles andaluces y, por el contrario, sirvió aquí para afianzar la propiedad pública de los montes, que no sólo se mantuvieron al margen de la almoneda, sino que se deslindaron y amojonaron para reforzar el dominio que sobre ellos poseían el Estado y los ayuntamientos, procurando excluir de sus dominios toda clase de uso agrícola.
Pino laricio o salgareño
ACTIVIDAD ECONÓMICA DE EXPLOTACIÓN FORESTAL.

Aunque la explotación de los recursos forestales de las Sierras de Segura está documentada desde antiguo, pero no fue hasta el primer tercio del siglo XVIII cuando alcanzó unas ciertas dimensiones con la necesidad de disponer de grandes cantidades de vigas de madera y otro tipo de piezas para la construcción de la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla impulsó al Ministerio de Hacienda a desplegar todos los mecanismos técnicos y jurídicos que tenía a su alcance para hacerse con el control de tan suculento recurso. A partir de aquí la explotación fue en aumento y, poco después, el Ministerio de Marina siguió los pasos al de Hacienda, de modo que no quedó más remedio que establecer un régimen alterno de aprovechamientos madereros mediante el cual los dos entes ministeriales explotaba y extraía los troncos de arbolado de estas sierras y los transportaba por vía fluvial hasta Sevilla para reenviarla hasta el arsenal gaditano de la Carraca, donde se empleaba en la construcción de distintas partes de los navíos de la armada española. No sin tensiones ni conflictos, este régimen se mantuvo vigente hasta bien entrado el siglo XIX, cuando se abolieron todas las jurisdicciones privativas, y muy especialmente el particular régimen de administración de la denostada provincia marítima de Segura de la Sierra.
Mapa de situación de la Provincia Marítima.
Tras unos breves años en los que se redujo la esquilmación de nuestra sierra de forma considerable, a mediados del siglo XIX se inició una etapa no muy diferente a la anterior, pues crecieron de un modo desorbitado las extracciones madereras de los montes para la fabricación de traviesas para la una red ferroviaria española en enorme expansión en ese momento, así como la apertura de numerosos pozos mineros o la construcción de miles de viviendas, incrementándose notablemente la demanda, sometieron a los montes a una intensa presión que tuvo consecuencias aciagas para la cubierta vegetal, que desapareció a un ritmo vertiginoso en numerosos tranzones, dando paso a fenómenos erosivos de una cierta consideración.
Extracción de de traviesas  
A diferencia de la fase anterior, en ésta la madera se elaboró casi por completo en el interior de los montes, como sucedió con las traviesas para el ferrocarril, o bien sufrió una primera transformación antes de ser empleada en la entibación de los pozos mineros (apeas) o en la construcción del armazón de las nuevas viviendas (vigas, tablas, etc.). Numerosas serrerías volantes distribuidas por los montes se consagraron durante años a atender las peticiones de las múltiples compañías y particulares que se dedicaban al comercio maderero a mayor o menor escala. La intensa actividad que desplegaron todas ellas resultó sumamente eficaz desde una perspectiva económica y social por su capacidad de generación de empleo, lo que redundó en una mejora generalizada de las condiciones de vida de una parte de la población serrana.
Traviesas acumuladas en el embalse del Tranco
Después de la severa reducción que experimentó la extracción de madera a partir del primer tercio del siglo XX y, sobre todo, durante la etapa republicana, al reducirse la obra pública; de nuevo al finalizar la guerra civil se volvió a una sobrexplotación maderera, llegándose a superarse ampliamente los niveles anteriores en los momentos de máximo auge de la autarquía franquista. La urgencia en la reconstrucción del tendido ferroviario así como la reparación de una parte del material rodante y de múltiples instalaciones ferroviarias seriamente dañadas durante la contienda impulsaron al Estado a establecer los mecanismos legales para destinar toda la producción de madera de las sierras de Segura a este fin estratégico de primer orden, erigiéndose RENFE a partir de entonces en la principal beneficiaria de este recurso.
Serrería en Vadillo-Castril
Junto a la madera, en el último cuarto del siglo XIX emergieron con fuerza otros aprovechamientos secundarios por su menor capacidad de generación de ingresos para las arcas públicas, pero que, sin excepciones, desempeñaban un papel social y ecológico trascendental al proporcionar rentas y empleo a partir de la eliminación de los despojos procedentes de las talas acumulada en los montes. Todos estos residuos vegetales constituían un serio pasto para las llamas en cualquier momento, por lo que su eliminación resultaba una excelente labor de profilaxis forestal ya que contribuía en gran medida a la disminución del riesgo de incendio en los montes. Así sucedía, por ejemplo, con los tocones y el ramaje, cuyo alto contenido en resina propiciaba la obtención de la pez o alquitrán vegetal, un producto muy demandado en todo el litoral mediterráneo para el calafateado de las embarcaciones de madera. Otra parte de los restos leñosos se utilizó tradicionalmente en la fabricación de carbón vegetal, muy valorado cuando se empleaban maderas de más calidad como la encina, el quejigo o el roble melojo; aunque cuando empezaron a escasear estas especies nobles se recurrió a los pinares que, si bien no proporcionaban un carbón de tanta calidad, tenían una fácil salida tanto en el mercado comarcal como en el provincial debido a su extendido uso en los hogares y en los diferentes tipos de hornos artesanales.
Extracción de carbón vegetal
Mucho más moderna resulta la obtención de esencias a partir de la cocción de distintas plantas aromáticas y medicinales como la mejorana, el espliego, el tomillo y el romero, cuya expansión en estas sierras se inició en las postrimerías del siglo XIX. La abundancia de plantas y la relativa facilidad de su procesamiento empujaron a numerosos habitantes de estas sierras a consagrarse laboralmente a su recolección y a la posterior fabricación de esencias durante los meses veraniegos, una vez que habían concluido las faenas de recolección cerealista. De esta forma todos cuantos se ocupaban en estas labores podían obtener unos ingresos suplementarios que nunca venían mal a las depauperadas economías familiares. Igualmente en el período finisecular podemos situar el arranque de la etapa más floreciente en el aprovechamiento del esparto, auspiciada por el empleo creciente de esta fibra en la confección de distintos enseres domésticos y, sobre todo, en la fabricación de capachos para la industria de extracción de aceite, que empezaba a proliferar en la provincia de Jaén en ese momento. Durante muchos años el trabajo del esparto, de base artesanal, no traspasó el ámbito de la unidad familiar, donde todos los individuos con aptitudes se dedicaban al trenzado y preparación de la fibra, que luego era vendida a los intermediarios locales para su posterior distribución comercial.
Recolección de esparto
Por último, en este rápido repaso a la explotación de los principales recursos vegetales no queremos omitir la extracción de resina que durante algunos años de la segunda mitad del siglo XX se llevó a cabo en distintos montes de la sierra de Segura, especialmente donde abundaba el pino negral (Pinus pinaster). La extrema escasez de este recurso en el mercado nacional obligó a poner en marcha la explotación resinera de estos montes en plan experimental, si bien muy pronto hubo que abandonarla, entre otras cosas porque el aprovechamiento resinero se demostró incompatible con el maderero, y se optó abiertamente por este último, cuyo aprovisionamiento se consideraba mucho más urgente.
Actividad resinera
Otro aspecto de la explotación de nuestros montes fue el aprovechamiento relacionado con la naturaleza del sustrato litológico centrado en la cal dada la abundancia de materia prima, mediante la cocción de pequeños fragmentos de roca caliza. La proliferación de hornos de cal (caleras) estuvo íntimamente relacionada con el notable desarrollo de obras de mampostería que llevaban aparejadas distintas actuaciones forestales, particularmente los diques transversales a los cauces, que formaban parte de los trabajos de corrección hidrológico-forestal, y los muros de contención para defensa de las vías de saca de los montes, que tanto proliferaron a partir de la segunda década del siglo XX. También haremos mención a la obtención de yeso, aunque con consideración puntual y de escasa importancia, compartiendo procedimiento similar al de la cal.
Calera para la extracción de la cal
El conjunto de estas actividades vinculadas a las funciones de producción de los montes generó un valioso patrimonio material que sigue siendo en gran parte desconocido en nuestros días. Desconocemos su distribución territorial ni su localización, lo cual dificulta su interpretación, pero el recuerdo en sus gentes y algún tipo de documentación, permite identificar muchos de estos elementos descritos a pesar de la pérdida que en la memoria colectiva se ha producido. Igualmente resultan muy poco conocidos los procesos de distribución y transporte hasta el mercado de los productos elaborados o semielaborados con origen en nuestra sierra. Especialmente llamativa resulta la desatención que hasta la fecha se ha prestado al transporte fluvial de madera, sin duda la actividad de mayor calado social y económico durante siglos.
Elevador de maderas en el embalse del Tranco 
De forma muy superficial se ha estudiado la organización social de los pineros que era el nombre con el que se conocía a los trabajadores que participaban en las labores de transporte fluvial de la madera, y las funciones que desempeñaban cada grupo de ellos dentro de las conducciones fluviales, pero poco sabemos acerca del volumen de piezas transportadas por cada uno de ellos, así como de su distribución en el tiempo o los cambiantes puntos de origen y destino de las maderadas. Destacamos incluso, como claro ejemplo del poco aprecio patrimonial, el escaso cuidado que tiene el elevador de madera del pantano del Tranco. Este artilugio, único en su género en nuestro país, construido en la posguerra, durante algunos años permitió sortear con éxito la infranqueable barrera que constituía el impresionante muro de esta obra hidráulica. El elevador era, en realidad, una cinta sinfín, provista de ganchos que recogía las piezas que llegaban flotando a través de las aguas del embalse y las elevaba hasta la parte superior del muro de la presa. Una vez allí, la madera podía cargarse en camiones y seguir su camino por vía terrestre, o bien devolverse a las aguas del Guadalquivir a través de un túnel excavado en la parte opuesta de la pared de la presa a la que se encontraba el elevador. Para dar una ligera idea de la eficacia de este artilugio, baste con señalar que durante algunos años llegaron a elevarse por él más de 300.000 piezas de madera.


Por Eduardo Araque Jiménez. (Adaptación)

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