Todos los que tenemos nuestros orígenes en cualquier pueblo de nuestra Sierra de Segura consideramos que el nuestro es particularmente mejor a los demás, entrando en una dinámica de justificaciones que corroboren nuestra afirmación, buscando mil y un argumentos para llegar a la conclusión que como nuestro pueblo no hay ninguno. Pero rara vez nos hemos atrevido a escribir sobre esas particularidades que lo hacen especial y diferente a los demás, por lo que el escrito de nuestro paisano Antonio Soria Guillen, que se atrevió a publicar en un libro de fiestas de hace más de 15 años, adquiere singular notoriedad por saber concretar en palabras todo la carga emocional que cualquiera de nosotros llevamos dentro en referencia a eso que valoramos como único y especial, nuestro pueblo.
MI PUEBLO, PUENTE DE GÉNAVE
Por Antonio Soria Guillen
Mi pueblo se prepara, como cada día, para una nueva jornada de trabajo, es un pueblo bonito; mi pueblo se va haciendo grande desde su bautismo
hace ya setenta años. Mi pueblo es joven y tiene historia porque los romanos
nos dejaron un trozo de su arte arquitectónico. Yo era muy niño y por lo tanto
vivía ajeno a las luchas internas de unos hombres que deseaban tener un pueblo,
algo suyo y que no dependiera de sus vecinos de La Puerta. Cuando se tiene un
hijo los padres quieren lo mejor, y cuando los hombres poseen tierras,
construyen casas y levantan fábricas en su suelo yermo, lo quieren hacer suyo y
también deseándole lo mejor. Así fue como aquella Entidad Local Menor en la que
yo vivía se convirtió en dueña de su patrimonio para salir de su anonimato, y
el Puente, mi pueblo, nació a la vida para convertirse en uno de los municipios
más jóvenes de la provincia.
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Puente de Génave. Vista general |
Tiempos difíciles, sí, porque una
República vacilante se enfrentaba a una nación vocinglera y hambrienta que
pedía el fin de los acaudalados para que los pobres pudiesen comer. Pan,
trabajo y libertad, gritaban las voces exultantes de los menos favorecidos. Mi
pueblo escapaba al vendaval desenfrenado amparándose en su propia idiosincrasia
que no era otra que su carácter propenso a ocuparse solamente de sus
necesidades, y los pobres no envidiaban a sus amos que a la postre eran los
forjadores del paulatino crecimiento del pequeño núcleo que ya iba tomando
forma.
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Restauración del puente romano S. I |
Mi pueblo contaba desde el tiempo de
los romanos, y esa fue su herencia, con un puente de piedras de un solo ojo;
las aguas del Guadalimar hacían de espejo cuando el sol de mayo cambiaba su
color rojo de las lluvias por el cristal inmaculado de su cauce. Había una
iglesia de paredes blancas y una torre no muy alta pero altiva que se asentaba humilde
en su plaza donde chirriaban los vencejos volando por encima de la torre;
también recuerdo una fábrica de harina en la misma carretera, dos almazaras, un
casino y el nuevo puente que semejaba un gigante frente al viejo que lloraba su
abandono, pues a la granítica majestad del puente nuevo, al viejo lo calzaban
con tablas y algún que otro remiendo en menoscabo a su ancestral origen.
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El Puente Viejo desde el Puente Nuevo. |
¿Qué dónde está mi pueblo? A no ser
por la belleza y riqueza de su entorno, el pueblo no existiría. Ya desde un
principio cavaron en las entrañas en busca de un filón de plata y plomo que se
cruzaba en el camino de sus tierras. El yacimiento sigue ahí, dormido, ubicado
en lo que se conoce por la “mina”. Las explotaciones cesaron por sus altos
costes, y porque no era tierra para mineros y sí para los agricultores que
hendían sus arados y sus azadas en busca de una cosecha que emergía por la
abundancia de sus aguas. Mi pueblo nació a orillas del Guadalimar que riega sus
huertos y da vida a los frutales que fructifica la generosidad de sus tierras
húmedas. Además de nuestra riqueza olivarera que es patente, nuestro perímetro
cuenta con una extensa vegetación que va desde el álamo blanco al chopo y al
pinar también. Majuelos, escaramujos, el carrizo, el alcaucil, el cantueso, el
labiérnago, el lentisco, etc… Y así una variada y exótica vegetación que brota
por la bondad de una tierra capaz de sumergirnos en el manantial de su
exuberancia. Todo esto es una realidad a la que se unen montes y sus frondas,
encinas y quejigos, el nogal y la higuera, y allí donde no existe arboleda se
dan cita la retama y el tomillo, el romero, el hinojo y la camomila, y de
origen humano existen las plantaciones de eucaliptos, cipreses y pinos de los
llamados piñoneros. Tal variedad sólo es posible en el Puente, porque mi
pueblo, es una ruta que se realiza por el cuadrante noroeste de la provincia,
es una zona donde confluyen los límites de territorios dispares como Sierra
Morena Oriental, el Condado y la Sierra de Segura.
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Paraje del Pizorro en Puente de Génave |
Si damos un paseo saliendo del pueblo
podremos admirar un paisaje que nubla nuestros ojos. Oteando el horizonte
contemplamos un núcleo rural que aglutina en un montón de piedras; son las
casas en ruina de los Avileses y Cortijos Nuevos que lloran su pasado entre dos
montes que prevalecen en el tiempo. El cerro de la “Hermanilla Alta” configura
ubres que amamantan la tierra preñada de su entorno. Al lado opuesto otro
núcleo de viviendas resiste la embestida de los siglos y continúa vivo anclado
en su alta loma sembrada de olivares; es el Tamaral que se niega a morir, como
lo hizo el cercano Paules.
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La Hermanilla Alta. |
Siguiendo nuestro paseo alcanzamos
una carretera paralela a un arroyo que nos llevará a otra pedanía. Nos
dirigimos a Peñolite dando vista a unas torres que se suponen atalaya y
avanzadilla de los árabes cuando éstos dominaban la península, por lo que
podemos deducir que en aquellos tiempos ya había moradores a las puertas de la
población.
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Las Torres de Peñolite. |
Peñolite viene a ser como un brazo
del Puente, ha crecido y sus habitantes se esforzaron para que sobreviviera, y
a fe que lo consiguieron. Electricidad, alcantarillado y pavimentación de
calles hicieron de Peñolite un emplazamiento modelo y un ejemplo a seguir. Aquí
premiaban a los matrimonios que tuvieran hijos, y aquí hay una almazara en la
que se molturan miles de kilos de aceituna con la maquinaria más sofisticada y
que reemplazó a las arcaicas piedras de antaño.
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Peñolite |
Este es mi pueblo, y como todos los
pueblos, tiene un patrón al que le rinden culto y le recuerdan con fiestas en
el mes de mayo. San Isidro Labrador es el santo que enciende pasiones cuando es
primavera, la gente sencilla, hacendados y labradores no pudieron elegir mejor.
En la iglesia parroquial que ya cumplió sus cien años, ocupa lugar preferente
como único patrón, los puenteños lo veneran con gran amor.
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Procesión en honor a San Isidro Labrador. Puente de Génave |
Estamos en el Puente y en el mes de mayo,
llega la feria, y siendo tan repetida año tras año, nos encontramos que
asistimos a ella como si fuese la primavera. A la sencillez y necesidad de
otros tiempos, ahora vivimos el esplendor de una feria que nos empuja a
festejarla intensamente, yo diría desenfrenadamente. Me acuerdo las que viví
antes de la guerra con caballitos, bombones y caramelos y también toros. Por
diez céntimos permanecía media hora montado en los caballitos, me hartaba de
golosinas y entre piernas de los músicos
que entraban tocando en la plaza, yo me colaba a los toros y disfrutaba de lo
lindo en aquel ruedo improvisado junto a la iglesia. Había juego de canicas y
aplaudía a los titiriteros cuando hacían sus números. En aquella época la gente
se divertía con muy poco.
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Viejas atracciones de feria. La Ola. |
Año tras año los puenteños esperaban
sus fiestas, y allá por los cuarenta, desde la capital, yo recomendé un
novillero a mis amigos Santiaguete, Marcelo y Julianete para que actuara en
nuestro pueblo. Al regreso le pregunté cómo le había ido, explicándome que
además del triunfo valoraba como se había volcado la gente con él siendo
nuestra gente acogedora en un pueblo extraordinariamente bonito. En nada me
extrañó su respuesta, pues estaba convencido que la generosidad y amabilidad de
las gentes de mi pueblo no me iban a defraudar.
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Cartel taurino. Fiestas 1954 |
Y si alguien se pregunta por qué los
puenteños volvemos una y otra vez a las fiestas en honor a San Isidro, le puedo
asegurar que aun siendo lo mismo cada año, siempre son distintas pues la
relación y comunión entre la vecindad es lo que le da ese matiz singular. Las
luces, el colorido, la acogida al forastero, la música y los toros es para que
disfrutemos haciendo honor a nuestro sentir de puenteños y podremos recitar sin
miedo este decir:
¡Viva la feria del
Puente,
Que nadie se meta en
líos,
No vaya a ser que la
gente,
Te eche de cabeza al
río!
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Desfile de la banda de música acompañada de cabezudos |
Es necesario hacer hincapié y
felicitar a la banda de música por una razón, mejor dos razones; por su uniformidad
y buen hacer así como porque es la nuestra, la de todos los puenteños de
corazón. Fue un acierto su creación y yo los envidio porque me traen recuerdos
de mi niñez. Quise ser músico y lo hubiera logrado sin la trágica muerte del
que fue mi maestro, el siempre recordado D. Emilio Cebrián.
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Panorámica de Puente de Génave |
Nuestro pueblo, mi pueblo, es una
bonita realidad, realidad que alegra los corazones de los que tenemos la suerte
de vivir en él y los que en la distancia lo añoran, porque es un pueblo bonito,
abierto y único. Puente de Génave, has cambiado mucho. Ahora tienes bancos,
almacenes, supermercados, buenos lugares para la gastronomía, nuevos
pobladores, nuevas calles y nueva vida volcada al trabajo y el progreso. Fue de
niño cuando te viví como Entidad Local Menor, y ahora he vuelto y me siento
extraño por todo lo que has cambiado, pero no me importa, desde mi silencio te
sigo adorando, sí, a ti, a Puente de Génave, mi pueblo que también lo fue de
mis mayores.
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D. Antonio Soria Guillen fallecíó el 19-VII-2019 |
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