EL PAPEL DE LA MUJER EN LA SOCIEDAD RURAL.
Por José Ant. Molina Real
La mujer rural andaluza, y por
consiguiente, la mujer de la Sierra de Segura también, ha dejado de ser una
fotografía fija en blanco y negro para convertirse en un personaje con
dinamismo que irradia color, que ha sido capaz de trasformar su realidad a base
de esfuerzo, preparación y cualificación, lo que le ha permitido romper
estereotipos y avanzar hacia una sociedad más igualitaria, contribuyendo así
decididamente al desarrollo de este territorio que es la Sierra de Segura. Para
esta labor es estrictamente necesario, la aportación, a través de la creación
de programas específicos, por parte de la administración de una política
igualitaria que regule, dentro del marco social, las relaciones de fomento y
asociacionismo femenino en beneficio del desarrollo social y económico de
nuestro territorio.
La historia del S. XX ha dejado en
toda la España rural, en Andalucía y también en nuestra sierra, un sinfín de
historias tejidas a base de trabajo, voluntarismo, dedicación y mucha lucha
personal; esas microhistorias de mujeres que han ido forjando y conformando la
realidad de nuestra comarca, pero con aportaciones poco reconocidas debido al
papel secundario al que le relegó una sociedad marcadamente machista,
especialmente en el marco rural en el que se ha desarrollado la historia de la
Sierra de Segura.
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Mujer serrana con su habitual vestimenta. |
Hubo, por lo tanto, excesivos
periodos de sombras, donde la vida fue extremadamente dura en nuestra Sierra de
Segura, donde el hambre llegaba a visitar a demasiados hogares, con excesivo
trabajo que no repercutía en el bienestar de sus gentes que se acostumbraron a
vivir con escasez de recursos y con prácticamente nulos servicios básicos,
empujando a sus jóvenes a la emigración y, por consiguiente, a un recambio
generacional inexistente que condenó al olvido y abandono a muchas aldeas que
salpicaban nuestro paisaje serrano. Y todo esto en una época donde la mujer
desarrollaba una importante, pero silenciosa y silenciada, labor familiar y
social, infravalorada por un arraigado costumbrismo carente de igualdad; donde
las mujeres no podían elegir modelos de vida a seguir, siendo la sumisión, al
padre en un primer momento y después al marido, la característica de vida.
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Mujer y familia. Foto 1933 |
La mujer de nuestra sierra no tenía
acceso a la formación ni a las posibilidades de independencia ni progreso
personal, por lo que nacer mujer era siempre sinónimo de dedicación a los
demás, cuidando hermanos más pequeños primero, al servicio de padres después,
para pasar después con el matrimonio al cuidado del marido y de los hijos. Por
esta razón no resulta exagerado considerar a la mujer como un pilar fundamental
en el desarrollo de la vida social y económica de nuestra sierra, aportando un
trabajo, tanto fuera como dentro del hogar exento de horarios ni descanso, dando
ejemplo de continua fortaleza, lucha, ánimo y tesón que es justo que esta
sociedad moderna reconozca y valore.
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Trabajo infantil femenino |
Para apreciar algunos cambios
respecto a las dinámicas igualitarias, si exceptuamos el corto tiempo vivido en
la II República, donde las determinaciones legales promulgadas en la
Constitución de 1931, tendentes a propiciar una sociedad más igualitaria no
llegaron a tener resonancia, por el corto periodo que abarcó y lo complicado
que resultaba asimilar todos esos conceptos en una sociedad rural sumida en el
subdesarrollo arraigado en tradiciones que pesaban socialmente más que las
leyes; los debemos buscar en el periodo inicial de nuestra actual democracia
para apreciar nuevos modelos sociales que afectaron positivamente en los
derechos y vidas de las mujeres tendentes a la igualdad, aunque cabe decir que
después de casi cuarenta años, y ya en el S. XXI, aún queda bastante camino por
recorrer.
Cuando hablamos de cambios en los
modelos nos referimos a la transformación y modernización consolidada a raíz
del cambio democrático y la apertura a la sociedad de una mujer reforzada por
una formación y una preparación que le permitió asumir nuevos retos y metas
hasta conseguir la plena ciudadanía. Pero no podemos olvidar que esa igualdad
formal no deja de ser eso, formal y nada más, pues en la práctica la mujer
tiene que seguir luchando por la obtención de la plena igualdad, cuestión que
hace necesaria una concienciación e implicación de toda la sociedad,
principalmente de la clase política al promulgar diversas leyes de protección
de hecho diferenciador femenino en un mundo donde el predominio masculino es
visto con toda naturalidad.
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Segregación en la escuela tradicional del franquismo. |
Un factor determinante que ha
contribuido a mantener a la mujer en este papel de ostracismo y marginación ha
sido el educativo, donde la formación básica a la que tenía acceso la mujer de
nuestra sierra era exclusivamente referida a la dependencia respecto al hombre,
manteniéndola al margen del acceso a la escolarización por lo que
históricamente el analfabetismo ha sido mucho mayor porcentualmente entre la
mujer, cuestión a la que contribuía con claridad el hecho de la enorme
dispersión en aldeas y cortijadas existente en la Sierra de Segura, y caso de
producirse esa escolarización es lógico pensar en un alto grado de absentismo,
en una escuela donde la mujer aprendía básicamente a leer y escribir y unos
valores religiosos que la condicionaban y estigmatizaban. Este aspecto, que ni
tan siquiera cambió con la llegada del liberalismo en pleno S. XIX, tampoco
cambió durante el S. XX, acrecentándose incluso más durante los años de
postguerra, lo que unido a un estricto tradicionalismo, más acentuado en el
mundo rural, supuso una clara marginación social de la mujer de la Sierra de
Segura.
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Escuela rural durante los años 50. |
La vida social de la mujer de aquel
tiempo se limitaba a la ofrecida, previo permiso paterno o del marido, a las
ofrecidas por el Régimen Franquista y la Iglesia, siempre enfocadas como
práctica de sumisión y dedicación que las mujeres debían practicar. La Sección
Femenina de la Falange Española se convirtió en un instrumento, como también lo
fue la Acción Católica Femenina que controlaban los párrocos de los diferentes
municipios serranos, para realizar actividades folclóricas, participación en
diferentes campañas formativas y tradicionales, desarrollo de acciones
religiosas, etc…; en las que solían participar mucho más las jóvenes ya que las
mujeres más adultas no podían descuidar las obligaciones laborales de ayuda y
complemento al varón y las familiares que le mantenían perennemente ocupada.
Participar en cursos de cocina, de costura o de bordado era algo habitual y que
se complementaba con la participación en actos religiosos como procesiones o en
el coro parroquial; por lo que la mujer rural, durante el régimen franquista,
debía siempre anteponer su funcionalidad hogareña y de defensa de los intereses
familiares a su formación integral de valores y capacidades personales, pasando
de la etapa de control y servicio marcado por el padre al control y servicio
del marido.
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Partido baloncesto de la Sección Femenina. Puente de Génave-Siles. 1959 |
Pero en nuestra comarca, con una
actividad económica basada en la producción agraria, la participación de la
mujer no se limitaba al trabajo en el hogar, convirtiéndose en pieza esencial,
ya desde muy niñas, en los trabajos del campo, sobretodo en el olivar y en
especial en la etapa de la recolección, donde no sólo tenían que arrodillarse
en un suelo castigado por las bajas temperaturas del invierno serrano para ir
cogiendo una a una las aceitunas, sino que además tenían que ocuparse de
elaborar y preparar la comida para todos los participantes en dicha
recolección. Y cuando participaban en tareas del campo por cuenta ajena, como
jornaleras, siempre percibían salarios inferiores a los de sus compañeros
varones bajo el criterio de la fuerza, lo cual significaba una manifiesta
infravaloración de su trabajo y de su persona.
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El duro trabajo de las aceituneras. |
Además era normal contar con animales
domésticos como gallinas, conejos o cerdos que suponían una importante fuente
de sustento familiar, siendo su cuidado y alimentación tarea exclusiva de la
mujer de nuestros pueblos. Esa mujer de nuestra sierra que buscaba la ocasión y
el tiempo para desplazarse al arroyo o río cercano primero, y lavaderos
públicos después, para, cargada con grandes cestos de mimbre llenos de ropa, realizar
la colada en esas aguas frías, incluso gélidas en invierno, junto con ese jabón
casero que ellas mismas habían elaborado a base de reutilizar el aceite usado.
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Lavando la ropa en el lavadero. |
El lavadero era un lugar de cierta privacidad femenina, era un clásico momento
de escape del control formal de una sociedad machista, donde la comunicación se
convertía en más íntima y fluida, y los comentarios e inquietudes femeninas, no
exentas de la crítica e ironía, mostraban con mayor claridad la
personalidad y las inquietudes individuales;
siendo el lavadero un importantísimo centro exclusivo de expresividad en
libertad pues otros posibles lugares de reunión como bares o tabernas eran
prohibitivos sin la compañía masculina. También la mujer rural realizaba una
tarea sorda e inapreciable como era la del cuidado del entorno del hogar. Ella
encalaba la fachada de la casa de forma periódica, ella llenaba de macetas y
plantas ese entorno para dar color y alegría al hogar y ella también se
encargaba cada día de mojar con una rústica regadera antes de pasarle la escoba
al trozo de calle que le correspondía para mantener “aseado y curioso” ese
entorno próximo.
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Barriendo la calle. |
En un tiempo de enorme carencia, de
cierto aislacionismo y de mucha penuria, por lo que la atención social era
también trabajo de la mujer; ella se encargada del cuidado de nuestros mayores,
proporcionándoles los cuidados y atenciones necesarios, incluso en la
enfermedad, y que se extendía tanto a sus propios padres como a los padres de
sus maridos, intentando llegar allí donde la enorme carencia de servicios
sociales, propios de aquel tiempo, nunca llegaban. Proporcionar afecto, cariño,
lavar o coser la ropa, cocinar para ellos, mantener sus hogares que nunca
solían estar muy lejos del propio especialmente en las aldeas, gestionar su día
a día o incluso convivir con ellos, en casos necesarios, bajo el mismo techo,
era algo extremadamente normal.
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Amasando el pan. |
Otro aspecto que debemos destacar en
esa mujer de la Sierra de Segura es como ha sabido aprovechar los recursos del
entorno para aportar a la familia el sustento y alimentación. Su inventiva e
imaginación, a través de los productos que la tierra ofrecía, elaboraba día a
día, no sólo el pan que iba a cocer al horno comunitario, sino infinidad de suculentos platos y conservas que nosotros guardamos dentro
de la tradición más arraigada. Las patatas, los ajos y diversos productos de la
huerta, junto con los derivados del cerdo y de animales de corral, aportan
numerosas recetas que dieron sabor a nuestros mayores y que ahora podemos
degustar. Los diversos platos a base de ajo como son el ajoharina, el
ajopringue, el ajoatao o el ajomulero son esquisitos, así como también los son
las migas y gachamigas, el fritao o los galianos, y, como no, toda una enorme
variedad de guisos y carnes domésticas o de caza que la sierra siempre ha
ofrecido. Además la repostería de tradición es amplia en surtido: flores,
hojuelas, enredos, borrachuelos ó panetes son nombres dulces y populares;
también son tradicionales las tortas dormías, de garbanzos, sobás o de nueces;
los roscos de naranja, roscos feos, y las típicas gachas para Todos los Santos.
También las mujeres colaboraban en la elaboración de licores que surgían del
alambique, dando lugar a un aguardiente de gran calidad, que además sirve de
base para diversas bebidas que se elaboran desde tiempos remotos, como la
gloria (mediavida ó zurracapote), la mistela, el licor de café y las ratafías
que se obtienen mediante maceración de diversos ingredientes.
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Cocina tradicional serrana. |
Debemos mencionar que si hay un
momento estelar en cuanto a la preparación del sustento familiar ese es sin
lugar a dudas el momento de la matanza. Hay que destacar que entre las carnes
domésticas, la del cerdo, ocupa papel principal y la mujer serrana ha resultado
imprescindible en el proceso de la matanza, desde los preparativos previos con
la compra de especias necesarias, el lavado de calderas con vinagre y sal hasta
el pelar y cocer la cebolla que, después del lavado de tripas, se utilizarán en
el embutido de chorizos, salchichones y morcillas; sin dejar de olvidar que
ellas debían preparar las correspondientes comidas para todos los que
participaban y ayudaban, que eran muchos, al ser un evento claramente de
reunión familiar.
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Embutiendo en la matanza. |
Pero las dinámicas de la mujer en
nuestra sierra no pudieron abstraerse de las penalidades y la subsistencia que
contrarrestaban con los cantos de sirenas que llegaban desde puntos tan
distantes como Cataluña, Baleares o Valencia. Aquellos serranos pioneros que
tuvieron el atrevimiento de iniciar la aventura de la emigración, con sus
cartas, ejercían un poderoso poder de atracción para otros muchos serranos que
no tuvieron más remedio que abandonar sus aldeas y cerrar sus casas para imitar
el camino que, a finales de los años cincuenta y todos los sesenta, siguieron
muchas familias para intentar dar nuevas expectativas a sus vidas. Y ya no eran
migraciones temporales como lo fueron la vendimia en Francia o el tomate y la
naranja en la costa levantina, eran ya movimientos de familias que decidieron
establecerse para servir de mano de obra abundante a la industria y al sector
servicios de una zona mediterránea que ejercía un gran poder de atracción
económica. De esa forma, casas, calles y caminos de nuestra sierra se fueron
quedando vacíos, aunque las dinámicas de los que se quedaron cambiaron muy poco
pese al proceso de modernización que a nivel nacional trajo consigo el
desarrollismo económico de los sesenta.
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Emigración desde la estación de tren de Jaén. |
Las familias que decidieron quedarse
siguieron dependiendo casi en exclusiva del trabajo del campo, aprovechando los
recursos precarios de la sierra, y aunque a su entorno comenzaba a llegar los
primeros símbolos de la modernidad con el estruendo de algún vehículo o el
poder ir al centro parroquial para ver la televisión, la vida en la sierra
seguía siendo difícil. Las comunicaciones mejoraron, se podía mandar telegramas
y algún teléfono cercano nos permitía la comunicación con los familiares que
estaban lejos, incluso el autobús que recorría la sierra desde Santiago hasta
Puente de Génave se convirtió en elemento dinamizador, que permitía enlazar
para viajar a Jaén, con la Alsina, a Madrid, con la Pava, o Albacete, con el
Terne, y desde allí, con el tren a cualquier otro lugar de España.
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El Terne. Línea Puente de Génave-Albacete |
Algunos
negocios familiares empezaron a proporcionar de todo aquello que podría
calificarse de primera necesidad, y en las tiendas del pueblo se podía comprar
desde una aguja, los novedosos yogures e incluso muebles. Las tendencias hacia
lo moderno, ya implantadas en las zonas urbanas, invadieron las dinámicas de
vida de la Sierra de Segura, a través de la televisión y de lo que aportaban
aquellos emigrantes que regresaban en verano a sus lugares de partida para
pasar unos días de vacaciones en medio del entorno y las gentes que les habían
visto nacer, aportando una visión más amplia y abierta a los cambios y una
mayor capacidad de asimilación respecto a nuevas formas de vida. Las gentes
empezaron a solicitar y disfrutar de servicios, algunos de ellos públicos, de
los que habían prescindido durante toda su vida y la de sus antepasados, que
ahora se consideraban imprescindibles; los electrodomésticos empezaron a verse
en algunas casas, los taxis dejaron de resultar necesarios por la proliferación
de transportes públicos y vehículos particulares; las tiendas se diversificaron
y apareció una intercomunicación más ágil y directa entre las diferentes aldeas
y pueblos de la comarca.
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Casa del médico. Puente de Génave |
Y en medio de estos cambios, la
mujer, que pudo, gracias a ellos, conseguir mayor grado de autoafirmación y
estima personal; bien es cierto que limitado especialmente a la población más
joven, que pudo romper las fronteras de la comarca para iniciar estudios de
grado superior en Úbeda o incluso acceder a la universidad en Jaén o Granada,
ya que las mujeres más adultas siguieron sufriendo el modelo segregador y
machista imperante durante tanto tiempo, pero que pretendían dar a sus hijas la
oportunidad de romper con los estereotipos sociales tradicionales de ser hija,
madre y esposa, intentando una aventura formativa que les proporcionara una
oportunidad en el mercado laboral. Es por tanto, este el comienzo del camino
hacia la emancipación de la mujer de nuestra comarca, el momento en el que la
mujer empezó a romper las fronteras que la delimitan, cuando la mujer serrana
pudo salir y observar que otros modelos de convivencia eran posibles y cuando
las dinámicas sociales, con la llegada de la democracia, permitieron una
apertura hacia la consideración social de la mujer en un plano de igualdad de
derechos y de deberes. Efectivamente, desde el departamento del Instituto
Andaluz de la Mujer creado por la Junta de Andalucía en 1989, la propia
Diputación de Jaén o desde los diferentes ayuntamientos de los trece municipios
de la Sierra de Segura, se han propiciado iniciativas favorecedoras de una
igualdad real y no tan sólo teórica de la mujer de nuestra comarca, se ha
desarrollado el asociacionismo entre las mujeres que han podido desarrollar y
desarrollarse, dentro de programas específicos, el debate sobre experiencias
favorecedoras de la igualdad entre géneros, incrementando notablemente la
concienciación social y posibilitando la realización de estudios y diagnósticos
en los distintos municipios desde una perspectiva de género.
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Actividad organizada por GDR Sierra de Segura |
Ahora es habitual la realización de
programas formativos para preparar a la mujer para la integración social, con
pautas y asesoramiento sobre problemáticas que los nuevos tiempos han ido
introduciendo, y laboral, con instrucción y formación básica en este ámbito. A
ello se ha contribuido especialmente desde los ayuntamientos al establecer
servicios de atención a la infancia hasta los 3 años, lo cual ha liberalizado a
la mujer de cierta carga de trabajo doméstico, al quedar mucho trecho que
recorrer en cuanto a la corresponsabilidad entre hombres y mujeres en torno al
cuidado de los hijos y respecto a las tareas domésticas.
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Curso de formación en los encuentros de Asociaciones de Mujeres de la Sierra de Segura. |
Hoy en día, y aun siendo conscientes
del mucho camino que todavía queda por recorrer, nos encontramos una mujer que
en la Sierra de Segura es una mujer activa e integrada en dinámicas sociales,
una mujer preparada y conocedora de sus objetivos porque sabe de sus carencias,
con amplia participación en todos los ámbitos a los que puede acceder desde sus
municipios como pueden ser la política o el asociacionismo, en definitiva, una
mujer abierta a las demandas que la sociedad moderna plantea en un entorno
social ruralizado.
Un encanto
ResponderEliminarUn trabajo muy importante
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