viernes, 12 de enero de 2018

CUANDO EL PASEO ERA IR A LOS SIFONES DE LA CARRETERA

Presentamos este artículo de nuestro apreciado paisano Pedro Ruiz Avilés, escrito hace más de veinte años, que nos traslada a la nostalgia de un tiempo en el que la carretera se convirtió en el centro neurálgico de la vida cotidiana de nuestro pueblo, hasta que, a finales de los años noventa, la circunvalación cambió la fisonomía, y también las dinámicas, del pueblo y de sus gentes. La carretera nacional era, los días laborables, un trasiego de vehículos que daban animación y vida a sus comercios y gentes, mientras que los festivos, cuando el tráfico disminuía, una apacible zona de paseo donde muchísimas personas conseguían hacer de este núcleo de comunicación su punto de encuentro y convivencia, siendo el puente sobre el Arroyo de Peñolite  el inicio de un trayecto, salpicado por diversos sifones de conducción de agua, que finalizaba en La Vicaría. Este era el paseo del pueblo, el paseo de los sifones.



MELANCOLÍA POR LOS SIFONES.

Por Pedro Ruiz Avilés

Nuestro pueblo, como bien sabemos, creció asomado a la carretera general que es por donde nos llegaban o enviábamos las mercancías y las personas. Cuando yo era chico, allá por los años 50 y 60, era un auténtico placer estar asomado a la carretera y muchos otros pueblos de los aledaños nos envidiaban. Nuestro progreso le ha debido mucho a ella, a las personas que, fatigadas de atravesar curvas por La Ventilla, El Jardín, Sierra Morena o nuestra incomparable Sierra de Segura, se detenían para reponer fuerzas en nuestros abundantes establecimientos hosteleros, alguno muy afamado como la Fonda “La Manuela” o la Posada de “Pepe U”, y al paso a menudo compraban también chuletas, embutidos, aceite, dulces caseros, etc…
Trazado de la carretera nacional en una vista panorámica de Puente de Génave
Para los jóvenes de mi edad, “los sifones eran ya algo lejano, un lugar para ir casi como de excursión para jugarnos unas menguadas pesetillas a las cartas, fumar a escondidas, o para hacer una cita más o menos furtiva y “pelar la pava”. A lo lejos, pasada La Vicaría, donde daba la vuelta la lengua gris de la carretera, atisbábamos de vez en cuando las débiles luces o los destellos del sol al chocar con el parabrisas de un automóvil. Tardaba un buen rato hasta que se comenzaba a escuchar el ronroneo sordo de un motor.
 Monchi, hermana de Pepe el pintor, Amparo Olivas, hija de Raimundo y Pulido la de Ramón el cartero en el paseo de los Sifones cerca de La Vicaría
Y entretanto, las conjeturas y adivinaciones: ¿es “La Pava”?, ¿será “El Terne”?, ¿viene por fin “La Alsina”?, ¿cuándo volverá Paco “Cañero” o “Santiaguete” con el taxi del Arroyo? o ¿puede que sea el “FLAS” que regresa de Beas?.... Charlábamos o paseábamos apaciblemente con las manos en los bolsillos por la carretera, porque nada nos molestaba. Y cuando llegaba el vehículo bastaba apartarse un poco, ni siquiera caer a la cuneta para que su chapa, más o menos herrumbrosa, se abriera paso ante nuestra atenta mirada.
Santiaguete, junto a su taxi, y José Bililo 
Pero los años 80, sin embargo, lo que entonces era un placer, es decir, pasear por la carretera y llegar hasta más allá de “los sifones”, aprovechando el frescor que nos llegaba del Arroyo Peñolite, las dos hileras de álamos y las hoy casi desaparecidas olivas a ambos lados, llegó a ser una tortura. Los camiones, más grandes que algunas de las casas de nuestro pueblo, los pitidos y bufidos de su freno hidráulico, el paso acelerado de algunos coches que impedían cruzar de una a otra acera provocando verdaderas situaciones de peligro y accidentes, metiendo el espanto en el alma de los puenteños, aconsejaban que se hiciera lo que se ha hecho igualmente en muchos otros pueblos, que no es otra cosa que sacar el paso de la carretera por el casco urbano.
Marisol Sánchez y Maite Molina iniciando el paseo en el puente sobre el Arroyo de Peñolite
No se oculta que para algunos negocios ha sido un verdadero “palo” económico. Pero otras inversiones lo están paliando, y confío que aún más próximamente. A mí me encantaría que en toda esa recta de tramo urbano se creara ya una gran avenida con un monumento emblemático distintivo de la actividad de nuestra tierra y divisable desde más allá de ese polígono industrial pleno de naves y de actividad hasta el punto de que haya que realizar una nueva ampliación. Sé que hay proyectos atractivos y el alcalde y otras personas que ocupan puestos destacados en el área de las instituciones y el mundo de la empresa, las cooperativas o los servicios lo están madurando para convertirlo en un proyecto de todos.
El tráfico incesante de camiones por el centro de la población
Todo ello permitirá continuar a la vez con el progreso económico y tener una mayor calidad de vida. Que podamos pasear calmosamente los amigos, que podamos entablar una conversación, que podamos celebrar las fiestas y honrar a San Isidro al aire libre, sin agobios ni peligros de coches ni camiones, que podamos apurar tranquilamente una cerveza o un café, o simplemente contemplar un paisaje tan habitual como es el rojizo intenso de La Terrera, el verdeoscuro de las olivas, los cerros de los “Praos” o el Tamaral, dejando la atalaya que representa la torre de nuestra iglesia como emblema en el horizonte, teniendo la calma de una conversación que no se vea amenazada por la presencia de un vehículo o el ruido de un camión.
Vista de la primera fase de reforma del Paseo de La Vicaría

2 comentarios:

  1. Hola, soy Maite Molina, "La Pepeusa", jajajaja.
    La verdad es que con estos escritos nos hacéis rememorar épocas pasadas muy bonitas. En esta ocasión hay una foto en la que salgo yo (juventud, divino tesoro).
    Gracias por este trabajo tan bonito que hacéis. Os mando un abrazo muy fuerte y mucho ánimo.

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  2. Gracias,Maite.En mi caso con estos escritos pretendo dos cosas: recordar, con nostalgia, hechos,personas y cosas,y,en segundo lugar poner en valor valores que nos definen como pueblo. Me agradaría que muchos más paisanos se animaran a escribir sus vivencias,que eso nos hace mejores y pueden hacerlo.Ánimo,pues.

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