martes, 26 de diciembre de 2017

UNA NAVIDAD EN AQUELLOS TIEMPOS


LA TRADICIONAL NAVIDAD EN PUENTE DE GÉNAVE.

Por José Ant. Molina Real.

No pretendo sacralizar ni ensalzar la celebración de la Navidad que realizaban nuestros antepasados en otros tiempos, ni tampoco mostrar que con su autenticidad, aquellas navidades, eran mejores que las actuales; soy consciente que la vida evoluciona y que nuevas formas y costumbres se imponen, pero eso no quita a que quiera mostrar las particularidades que ofrecía la Navidad que vivieron nuestros abuelos, allá a mediados del siglo XX y en nuestro pueblo, Puente de Génave. Se dirá que eran otros tiempos, evidentemente así es, se podrá decir que había otra mentalidad y se contaba con otros medios, pero esas circunstancias no le quitan aspectos que acercan aquellas simples celebraciones a lo entrañable y a la esencia de lo puro y tradicional.

Además, me voy a referir a las navidades vividas en nuestro pueblo y en una época donde la religiosidad impregnaba con mayor contundencia esta celebración. Ahora la diferenciación no resulta tan clara entre lo rural y lo urbano pues los medios de comunicación acercan, de manera imparable, formas y conceptos que son de fácil imitación, aunque en ocasiones eso vaya en detrimento de las prácticas más arraigadas y tradicionales. En todos los pueblos de nuestra Sierra de Segura los ayuntamientos tratan de llenar, con mayor o menor dispendio económico, de luz y color las calles al tiempo que programan actos y actividades con claro matiz navideño. Esa razón también ha provocado que en este entorno serrano se vayan, poco a poco, diluyendo las celebraciones tradicionales, mayoritariamente religiosas, que presidían aquellas celebraciones de antaño de la Navidad.
Efectivamente, podemos asegurar que aquellas navidades no tenían tanta presencia social, no eran tan públicas, no se identificaban con fiesta y diversión desmedida. En ellas nadie iba disfrazado de Papa Noel por la calle, no veíamos iluminados en zonas públicas árboles ni calles con multitud de bombillas de colores; eran celebraciones más íntimas, más familiares y sin apenas manifestación social de fiesta o celebración que no fuera la estrictamente religiosa. Porque en realidad, la modernidad está desvirtuando la celebración de la Navidad, una celebración que día a día se aparta de su raíz religiosa para entrar en otra dimensión más social y abierta a otras particularidades como pudiera ser la festiva o comercial.
Nacimiento tradicional
En los hogares, a nadie, en aquel tiempo, se le ocurría vestir un árbol y tan sólo en aquellos más pudientes se podían permitir, no exento de muestra de distinción, la colocación de la representación de un nacimiento con apenas unas cuantas figuras, entre las que nunca faltaban la mula y el buey, con musgo recogido por las zonas próximas al río y con unas pocos troncos a modo de establo. Hoy, no sólo vemos a muñecos de Papa Noel colgados por los balcones, sino que llenar el salón con un árbol repleto de bolas y luces de colores entra dentro de lo más habitual, dejando la instalación de un belén o nacimiento, a una tradición residual y que, lamentablemente tiene tendencia a desaparecer. Hemos realizado esta permuta de tradiciones sin pensar que, esa costumbre de iluminar y decorar una árbol, ni es nuestra ni siquiera tiene su origen en la tradición cristiana.
Francisco Javier Rodríguez Garcia junto al árbol navideño de la Fonda La Manuela
Hay que recordar que cuando los primeros cristianos llegaron al norte de Europa, descubrieron que sus habitantes celebraban el nacimiento de Frey, dios del Sol y la fertilidad, adornando un árbol perenne, en la fecha próxima a la Navidad cristiana. Este árbol simbolizaba al árbol del Universo, llamado Yggdrasil, en cuya copa se hallaba Asgard o morada de los dioses; y en las raíces más profundas estaba Helheim que simbolizaba al reino de los muertos. Posteriormente con la evangelización de esos pueblos, se adaptó la idea del árbol para celebrar el nacimiento de Cristo, pero cambiándole totalmente el significado. Se dice que San Bonifacio (680-754), evangelizador de Alemania, tomó un hacha y cortó un árbol que representaba al Yggdrasil, y en su lugar plantó un pino, que por ser perenne, simbolizó el amor de Dios, adornándolo con manzanas y velas. Las manzanas simbolizaban el pecado original y las tentaciones, mientras que las velas representaban la luz de Jesucristo como luz del mundo. Conforme pasó el tiempo, las manzanas y las velas, se transformaron en esferas, luces y otros adornos.
San Bonifacio talando el árbol de Yggdrasil
La costumbre de adornar un árbol se fue trasladando a los diversos lugares del norte de Europa, llegando durante el S. XVIII, a ser asumida, esta tradición germánica, por las otras potencias que dominaban nuestro continente en esos momentos como eran Gran Bretaña y Francia, siendo esto decisivo para su arraigamientos y difusión por el resto de Europa. A los hogares españoles llegó, aproximadamente sobre el año 1870, gracias a una princesa de origen ruso llamada Sofía Troubetzkoy, que después de enviudar del duque de Morny, hermano por parte de madre de Napoleón III, contrajo segundas nupcias con el aristócrata español José Osorio y Silva, marqués de Alcañices, uno de los mayores promotores de la Restauración borbónica que permitió a Alfonso XII reinar. Por ello, parece ser que la primera vez que se colocó un árbol navideño en España fue en Madrid, durante las navidades del año 1870, en el desaparecido palacio de dichos nobles, el palacio de Alcañices, ubicado en el paseo del Prado, esquina con la calle de Alcalá, donde hoy se ubica el Banco de España; cuestión que impactó en la nobleza española y que favoreció su aceptación y difusión posterior.
Antigua fotografía del Palacio de Alcañices
La celebración de la Nochebuena era evidentemente diferente, aunque su acontecimiento principal, la cena familiar, se haya mantenido a pesar de haber cambiado considerablemente sus formas. Ahora las cenas son más ostentosas y opulentas, abarcando a mayor número de familiares. En los platos abunda el marisco y otras delicatesen que la publicidad y el mercado hacen que se conviertan en imprescindibles, dejando muy en evidencia la humildad de una comida, extraordinaria pero sencilla, de los hogares de antaño. Cerca de la mesa la familia más próxima, incluso en aquellos hogares más humildes, solamente los padres e hijos, con unos platos donde abundaban viandas provenientes de la, cercana en el tiempo, matanza y que salían de esas brasas que nos daba el fuego encendido en la chimenea y que impregnaba de olor a carne asada todo el hogar, o con piezas de alguna caza realizada con algo más de fortuna y bien cocinadas al calor de la lumbre, a lo que seguía la presentación de unos dulces caseros formados básicamente por roscos fritos, de anís, de vino, o también alguna torta de higos o algún mantecado; todo ello regado con abundante mistela de café o algún aguardiente proveniente de algún alambique amigo.
Roscos de vino
Los adornos hogareños escaseaban, y tan solo alguna familia relativamente adinerada, podía confeccionar un rudimentario belén, al cual, año a año, iban incorporando elementos y personajes. Incluso podemos decir que causó sensación, y realmente era foco de atención, cuando a Pedrín, el hijo de Isidro y María, haciendo alarde de sus conocimientos en electricidad, se atrevió a iluminar con algunas luces el árbol que se encontraba frente a la tienda y vivienda familiar. Todos en el pueblo se pasaban por la calle San Isidro para poder contemplar algo que, incluso, no dejaba de ser raro y, ciertamente, novedoso.
Pedro Garcia González "Pedrín" (izda) junto a Paco García Novoa
Tras un día que no se escapaba a la rutina y dinámica respecto a las obligaciones personales, llegaba la intimidad familiar de la celebración de la Nochebuena, y tras esa cena que presentaba matices de excepcionalidad, llegaba el aspecto más público de la celebración que consistía en acudir de forma respetuosa a escuchar y también participar en la Misa del Gallo. Efectivamente, a medianoche, y siguiendo la tradición se programaba por el párroco la celebración de esta misa que tiene una estructura tan peculiar que es conocida con su nombre propio. Ese nombre es debido, según la mayoría de los historiadores y voces más autorizadas en el tema litúrgico, a la conmemoración religiosa del nacimiento de Jesús que tradicionalmente se realizaba por las autoridades católicas, siendo el Papa Sixto III quien, en el siglo V, instauró la costumbre de celebrar una misa de vigilia nocturna en la medianoche del día de celebración del nacimiento del Mesías, tras la entrada al nuevo día, es decir, la Navidad, justo en el “ad galli cantus”, o lo que es lo mismo, al cantar el gallo, pues según la tradición de la Roma Clásica era el canto del gallo el límite establecido para dar inicio a un nuevo día, lo que después nosotros, ya con el uso del reloj, convertimos en la medianoche.
La Misa del Gallo no dejaba de ser un acto religioso con cierta dimensión social en el pueblo. En ella los primeros lugares de la iglesia se reservaban a las familias más distinguidas, acudiendo todos con espíritu participativo, pues era normal acompañar la celebración con cánticos y villancicos tradicionales. No dejaba de ser pieza básica de la celebración, la formación musical que en aquel entonces destacaba en el pueblo, siendo la zona del coro la que ocupaban los componentes del grupo musical local “Los Mariachis”; con sus componentes, Antonio “el Mono”, Paco “Moquilla”, José Rodríguez “Joselón”, Nicasio y Julián “Botanas”, que a base de acordeón, guitarra y bandurria daban el complemento musical a la celebración. Los villancicos eran canturreados por la mayoría de los asistentes haciendo sonar zambombas y panderos que algunos portaban y que se habían confeccionado con la, tan demandada, vejiga o pellejas a las que están adheridas las mantecas del cerdo sacrificado en la matanza de las semanas anteriores.
El grupo Los Mariachis en plena actuación.

   Las zambombas se confeccionaban siguiendo el procedimiento tradicional de atar la vejiga, ya limpia, justamente por el centro a una especie de cañita delgada, que se denominaba "el carrizo", y dejando el carrizo hacia afuera, se colocaba la pelleja bien estirada sobre la boca de un recipiente, atándola por los bordes con una hebra de bramante, haciéndose sonar accionando el carrizo con la mano de arriba hacia abajo; mientras que los panderos, sin instalarles “el carrizo”, seguían un procedimiento similar.
Elaboración de la tradicional zambomba
El sonido tan peculiar de estos instrumentos, ya se habían hecho sonar en horas previas, justo a la caída del sol, por la ruidosa chiquillería que iba por todo el barrio pidiendo el aguilando, como decimos nosotros, o aguinaldo, tocando a cada puerta para decir a un solo grito eso de “se reza o se canta”, pues había que ofrecer esa opción por si durante el año que estaba a punto de finalizar en esa familia se había producido algún fallecimiento; y cuando se acababa de cantar esa cancioncilla o villancico que se repetía una y mil veces, recoger esos dulces, tortas de manteca, higos secos o los ricos mantecados caseros que después se repartían en perfecta armonía. Además de los alegres villancicos se cantaban coplillas graciosas que algunos, aunque fueran analfabetos, componían con admirable ingenio y buen sentido del humor. Sirvan de ejemplo las que vienen a continuación:
Aguilando en aquel tiempo
"El aguilando pedimos,
no lo pedimos por falta,
lo pedimos de alegría
porque estamos en la Pascua."

"Los higos y nueces,
todos los tomamos
pero las bellotas
son pa los marranos."

"Si piensan de darnos higos
no les quiten los pezones
que tenemos a Juanico
que se los come a serones."

"La zambomba pide pan,
el carrizo pide vino
y la mano que la toca
pide tajás de tocino."

"Que vayan y vengan
los vasitos llenos
hasta que digamos
bueno está lo bueno."

"Dame el aguilando
si me lo has de dar,
porque es Nochebuena
y hay mucho que andar.

"Entra mochilero, entra
con la mochila en la mano,
hinca la rodilla en tierra,
que te den el aguilando."

Esta última estrofa era la que se repetía siempre, fuera cual fuera el cántico realizado, pues en cada grupo de cantores o aguilanderos iba una persona con una cesta grande para llevar los aguilandos que les daban en las diferentes casas, al que llamaban "el mochilero”. Cuando habían recorrido todas las casas de la aldea o pueblo, entraban en la casa que mejor les parecía, perteneciente a cualquiera de ellos, a terminar de celebrar el nacimiento de Dios, cantando con desbordante regocijo, y consumían lo que habían recogido en la cesta del mochilero.
Aguilando en la actualidad
Pero volviendo a la celebración de la Misa del Gallo, y aunque se repetían pautas, formas y rituales, debemos decir que estaba llena de armonía, y también de un control estricto por parte de D. Pedro quien, con sólo la mirada o con un imperceptible gesto, hacía que todos los presentes representaran fielmente su función y papel para que todo encajara en los límites de la perfección. Finalmente se producía en gesto, muy esperado por la chiquillería que corría a ocupar los primeros puestos en la fila, de redención hacia el Niño Jesús cuando el párroco ofrecía la posibilidad de besar el pequeño pie de su imagen, al que cuidadosamente le pasaba un blanco paño después de que cada feligrés lo besara, todo ello entre cánticos de júbilo y alegría entonados por todos los presentes como el siguiente:
Don Pedro en el centro junto a Cándido, Isidro el electricista y Raimundo
La zambomba pide pan
y el carrizo pide vino,    
y el que la va tocando, 
buenos cachos de tocino.

A las 12 de la noche
llama María a José,
levántate esposo mío
que el niño quiere nacer.

El 8 la Concepción,
el 13 Santa Lucía,
y el 25 se ve Cristo
en los brazos de María.

El aguinaldo yo te pido,
no te lo pido por faltas,
te lo pido con alegría,
porque ya estamos en la Pascua

En el portal de Belén,
hay un viejo haciendo botas,
se le escapó la cuchilla
y se pinchó las pelotas.

Al día siguiente, día de Navidad, las rutinas eran las propias de un día festivo, aunque las tareas pendientes y las responsabilidades laborales de aquellos que tenían en el campo su medio de vida, no perdonaban. Si es cierto, que como la mayoría de días festivos se organizaba un baile en la Sociedad de Caza y Pesca primero y después en la planta superior del Bar Iberia, más conocido por el del Pintor. Allí, los ya nombrados Mariachis, con sus guitarras, bandurrias y acordeón amenizaban con canciones de la época una tarde festiva y de cierta diversión, siempre dentro del decoro y respeto que la situación y época requería.
Fachada del Bar Iberia, actualmente Bar El Pintor
   Puede decirse que la Navidad de aquellos momentos se celebraba con la alegría que surge del alma, y para manifestar esa alegría interior, en la Nochebuena y en la Navidad las gentes compensaban el frío invernal con el calor que aporta la cercanía, las calles se llenaban de mayor ajetreo y la fraternidad presidía estos momentos que eran vividos con más intensidad, rigor religioso y con el carisma propio de la convivencia del pueblo, donde todos, dentro de la diversidad de sus gentes, sabían dar un sabor distinto y peculiar, que nos identificaba como comunidad, en definitiva, como pueblo.

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