lunes, 8 de febrero de 2016

EL CARNAVAL. ORIGEN Y EVOLUCIÓN

PUENTE DE GÉNAVE. TIEMPO DE CARNAVAL

Por José Antonio Molina Real
El carnaval es, sin lugar a dudas, la fiesta pagana que más personas celebran y disfrutan en todo el planeta. Son días de baile, disfraces y mucha diversión. Ya se realizaba celebraciones que guardan cierta similitud hace más 5.000 años, pues el pueblo sumerio se pintarrajeaba y se colocaba máscaras, danzando alrededor de una hoguera para ahuyentar a los malos espíritus y pedir a sus dioses que sus tierras fuesen fértiles, utilizando para ello vestimentas que podríamos semejar a un disfraz. Después serán los egipcios los que emularon este tipo de festejos y disfraces con celebraciones dedicadas al dios toro Apis; siendo imitados por los griegos quienes celebraban la fertilidad de la tierra con festejos en honor del dios del vino Dionisius, realizando desfiles de barcos con ruedas (carrus-navalis), a modo de carrozas, en las que se situaban personas disfrazadas de personajes míticos incidiendo, aún más, en el concepto de cambio en el tiempo del ciclo agrario. Posteriormente fueron los romanos quienes cogieron el relevo de estas celebraciones en honor al dios del vino Baccus como agradecimiento de buenas cosechas y del dios de la agricultura, Saturno, para festejar un nuevo ciclo agrario, estando constatado que eran días de excesos y desmadres rompiéndose la norma social, siendo la máscara y ropaje diversos una simple forma de camuflaje para preservar la identidad. Estos saturnales coincidían siempre a finales de año. Es por consiguiente la readaptación cristiana de esta celebración romana, contemplada desde la evolución como fiesta pagana, el antecedente más claro de las celebraciones actuales.

Fue a partir del siglo IV, durante la decadencia del Imperio Romano, cuando la iglesia católica tomó el control de la mayor parte de las celebraciones paganas que se realizaban, anulándolas y/o reconvirtiéndolas en fiestas religiosas, entre ellas las mencionadas Saturnales y las del ‘Sol Invictus’ del 25 de diciembre reconvertidas en la Navidad, como también los solsticios de primavera y verano identificados con hogueras en honor a San José o San Juan. Con ello se generó la necesidad de reubicar en el calendario otra de las grandes fiestas de la iglesia, la Semana Santa, pues la muerte y resurrección de Jesucristo debía tener consideración excepcional, por lo que se ajustó e identificó con la Pascua judía, que se celebraba el 14 de Nisán (primer mes del calendario hebreo que se inicia con el éxodo de Egipto).

Para concretar una fecha el emperador romano Constantino el Grande estableció, en el primer Concilio de Nicea (año 325 d.C.), una fórmula por la cual se determinaría cuándo caería la celebración de la Semana Santa y ésta sería siempre en el domingo siguiente a la primera luna llena tras la entrada de la primavera (Domingo de Resurrección). Se acordó que a la Semana Santa le precedería un espacio de cuarenta días, llamada Cuaresma, en los que, obligatoriamente, se debía realizar unos actos de sacrificio y penitencia como la abstinencia, recogimiento y el ayuno, acompañado de oraciones y espiritualidad religiosa. Este periodo comenzaba el llamado Miércoles de Ceniza, por lo que esta era la fecha límite para poder comer de todo, divertirse y celebrar cualquier tipo de festejo, motivo por el que se popularizó una celebración durante los tres días previos al inicio de la Cuaresma, cuestión que fue aprovechada para trasladar los festejos, jolgorio y excesos que tradicionalmente se cometían en las Saturnales romanas, que se celebraban en el solsticio de invierno, ya que esa fecha era demasiado próxima a la celebración cristiana de la Navidad. A esta celebración se le llamó carnaval cuya etimología, posiblemente medieval, proviene del término italiano  ‘carnevale’  y éste a su vez del latín ‘carnem levare’ cuyo significado es carnem (carne) y levare  (quitar): quitar la carne.

Esos tres días de fiesta y jolgorio, donde casi todo estaba permitido, dio lugar a ir disfrazado y taparse el rostro con el fin de salvaguardar el anonimato ante el exceso. Hoy en día, esta celebración se ha alargado una semana, comenzando en la mayoría de lugares el llamado Jueves Lardero y acabando el Miércoles de Ceniza con el entierro de la sardina al realizarse un acto donde simbólicamente se entierra el pasado para que pueda renacer con mayor fuerza una transformación de las actitudes y formas personales. Se suele para ello coger como símbolo una sardina, para pasearla a modo de deidad para después deshacerse de ella en una hoguera o luminaria, aunque en nuestro pueblo cogió más arraigo la figura del Pelele o Miércoles, donde se mantea un muñeco, a modo de maltrato o castigo, con la finalidad de eliminar simbólicamente los vicios y el desenfreno vivido, para después quemarlo o como es el caso de Puente de Génave tirarlo al río con la finalidad de regeneración y liberación de todo lo pernicioso. Hasta aquí llegó la influencia religiosa pues era común identificar esta figura vestida con ropa vieja o inservible con Judas que sufre de esa forma el castigo por su deslealtad ante Jesús, por lo que en otros lugares este ensañamiento con este muñeco se produce durante las celebraciones de Semana Santa.

En Puente de Génave siempre ha sido una fiesta de celebración obligada, incluso durante los estrictos años de la dictadura franquista, en nuestro pueblo se celebraban de forma asidua bailes en la primera planta del Bar del Pintor como forma festiva carnavalesca, siempre después de haberse reunido en familia para celebrar, con abundante comida a base de componentes de matanza, el llamado Jueves Lardero (en latín lardarius significa tocino); acabando, como ya hemos dicho, con el manteo del llamado Pelele o Miércoles en medio de bailes y música. Siendo este el momento en el que se iniciaban los rituales propios de la preparación de la Semana Santa cristiana, que como fiesta religiosa, ya hemos dicho que tiene una estrecha relación con los días en los que se celebrará el carnaval, siendo la Cuaresma ese periodo que está delimitado por ambas celebraciones, la pagana y la cristiana.

Para la mayoría de personas el término carnaval va asociado, en la actualidad, con el hecho de disfrazarse y pasar unos días de fiesta y jolgorio, pero esta celebración que lleva tantísimos siglos realizándose no siempre estuvo caracterizada con las connotaciones festivas de la música, el disfraz y el exceso; por lo que tenemos que buscar su estructuración en una mezcolanza de fiestas y tradiciones, provenientes de distintas culturas, que en un punto de la Historia fueron unificándose para acabar siendo el festejo que hoy en día conocemos.

Evidentemente, la alta religiosidad vivida durante la Edad Media propició que los festejos relacionados con el desorden se dejarán de realizar públicamente, ante el temor de sufrir represalias por parte de los jerarcas eclesiásticos, por lo que el carnaval cayó en el olvido y derivó, en la mayoría de los casos, a ser una celebración de carácter familiar y religiosa que se hacía en el campo y donde se compartían distintas viandas al son de canciones o bailes. Aquellos que se atrevían a continuar disfrutando del exceso y jolgorio preferían asegurarse que sus identidades quedaban en el anonimato, hecho que propició que los disfraces y máscaras cogieran un significativo protagonismo.

Será a finales de la Edad Media cuando se producen las grandes exploraciones y conquistas que abren Europa al Nuevo Mundo, adquiriendo esta celebración una fuerte expansión, siendo españoles y portugueses quienes difundieron las dinámicas carnavalescas, prácticamente, por todo el planeta, aunque siempre con alto contenido restrictivo religioso que fusionaron con dinámicas y costumbres indígenas para dar particularidad de formas y estructuras al carnaval en los nuevos territorios, dando lugar a la enorme variedad de ritos y celebraciones a los largo de todo el mundo.

Con la llegada del Renacimiento, el carácter lúdico y festivo se recuperó de forma paulatina, siendo en este caso la alta sociedad la que con bailes, fiestas y grandes recepciones los que dieron un fuerte impulso a las celebraciones del carnaval, siendo el disfraz un elemento básico siendo utilizado desde otra perspectiva dentro de relación social. En esta época el carnaval tuvo su momento culminante de eclosión en la ciudad de Venecia, importante centro económico, social y cultural, donde la aristocracia puso de moda, a modo de juego, el hecho de colocarse máscaras y disfraces y poder mezclarse con la gente llana del pueblo, camuflándose entre ella como uno más, sin ser reconocidos, es lo que dio un empuje definitivo a los carnavales siendo rápidamente exportados hacia un gran número de poblaciones de todo el continente, especialmente a partir de principios del S. XVIII, tipología y vestuario que conserva en la actualidad en el tradicional carnaval veneciano.

En los siguientes siglos la celebración del carnaval sufrió varios altibajos, especialmente coincidiendo con épocas de alta religiosidad, ya que la iglesia católica nunca ha reconocido como fiesta religiosa la celebración del carnaval, aunque ya hemos señalado su estrecha relación. Apuntamos que en época de Carlomagno existía la pena de muerte contra los excesos festivos carnavalescos o saltarse la prohibición de comer carne durante la Cuaresma, cuestión que se acentuó en el medievo con la Inquisición. Cuando las prohibiciones eran, especialmente, estrictas el carnaval era festejado mayoritariamente en entornos privados, aumentando este hecho el matiz de preservar la identidad. Debemos considerar que el carnaval significaba un ruptura respecto al orden social, ya que tras la máscara se podía romper los roles y normas sociales dando paso a un travestismo de la identidad, la burla a la jerarquía y la caricatura del vicio y las malas costumbres. Será con el Barroco cuando el carnaval se impregna del refinamiento de las cortes europeas, ligándolo al teatro, la danza y la música, propiciando su consolidación definitiva que tiene su continuidad en la actualidad.


Ciertamente, el carnaval, en estos momentos es la fiesta no religiosa que mayor difusión y celebración tiene en este mundo. Ha superado vetos y prohibiciones políticas y religiosas, y ha sabido perdurar a pesar de las diferentes connotaciones y particularidades que en cada lugar le han aportado, siendo la música, la danza, el baile, la máscara o el disfraz elementos comunes que, durante el paso de los siglos, ha permanecido de forma continuada caracterizando estos festejos. En nuestro pueblo, Puente de Génave, esta tradición adquiere cada año mayor arraigo y presencia social, siendo en un primer momento desde la Asociación de Mujeres El Puente las que comenzaron con la labor de recuperación, participando activamente con sus disfraces y más recientemente con la confección de Peleles o Miércoles. También en el Colegio San Isidro Labrador y la Escuela Infantil Carmen Medina están es la misma dinámica de recuperación, a la que se ha sumado, con notable entusiasmo, recientemente la Asociación Juvenil Puente Joven, quien está desarrollando numerosas iniciativas para potenciar las tradiciones en el mundo juvenil. 
A continuación os dejamos este enlace en el que se puede ver un vídeo  que hace un repaso a la celebración del carnaval 2016 en el colegio San Isidro Labrador de Puente de Génave.
http://primercicloceipsanisidrolabrador.blogspot.com.es/2016/02/carnaval.html?spref=bl

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