viernes, 16 de octubre de 2015

A LOS SEGADORES...GENTE DE OTRO TIEMPO

Cuando buscamos en nuestro pasado, son muchos los recuerdos que se agolpan en nuestra memoria, pero difícilmente en ellos aparecen esos hombres anónimos que se mantuvieron firmes y fieles a sus raíces, prefiriendo una dura e insegura actividad como era, a mediados de siglo pasado, el trabajo del campo. Ser jornalero en aquella época no era garantía de nada, tan sólo de penuria y de certeza que el pan, con el que se alimentaba a los hijos. se conseguía gracias al sudor y el esfuerzo. Así lo quiere reflejar Pedro Ruiz Avilés en este artículo al que hemos tenido acceso, en el que utiliza un vocabulario rico y acertado con sabor a otro tiempo. 


LA MIES ES POCA.

Por Pedro Ruiz Avilés.

Os recuerdo talmente como si fuera hoy y sin embargo han transcurrido casi cuarenta años. Estabais segando trigo, inclinados hacia delante, con el espinazo doblado y encorvado, la zoqueta embutida en la mano zurda y la hoz amarrada por la diestra. Los rayos del sol del tórrido verano caían inmisericordes sobre vuestro sudoroso cuerpo. Vestíais camisa clara de lona, pantalón de pana atado al cinto mediante un vencejo, calzabais unas albarcas y la cabeza envuelta en un pañuelo de poco color que empapaba vuestro sudor y que apenas si se veía al estar cubierto de un sombrero amarillo de paja.

Más allá del rastrojo, junto a un frondoso chaparro, un par de mulas romas, trenzadas sus patas delanteras, triscaban el cabo de unas pequeñas espigas caídas descuidadamente de las gavillas durante la marcha del tajo.

Llegábamos junto al morillero, todavía zagal, a media mañana, transportando el hato a lomos de una borriquilla enana que también cargaba las aguaderas de esparto repletas de avíos. Había que dar de comer a toda la gente que formaban la cuadrilla y las viandas eran abundantes: un par de ollas de potaje, sendas cacerolas de lomo y tajadas con tomate, bacalao crudo, sardinas encubadas, media docena de pepinos y algún tomate, también varios panes de hogaza, una damajuana de vino, una libra de sal y dos cántaros, de los de arroba, llenos de agua para calmar una sed inmensa.

Tras media jornada veraniega de calor abrasador, almorzasteis y, después de una breve cabezada a la sombra del frondoso pino, vuelta a la tarea; y así hasta la puesta de sol, el trabajo solo interrumpido para liar un par de cigarrillos de tabaco picado que sacabais de la petaca, y así un día y otro, y otro, y así por todo un mes… Segadores, erais como los aceituneros, los vendimiadores, los muleros, los pastores…. La representación campesina de una España pobre, de una Andalucía de carencias, triste y desolada, de emigraciones por temporada o, peor aún, definitivas que se llenaban de penurias y escasez. Hombres de los años 50, duros, de tez morena, manos arrugadas y músculos de pedernal, que con su trabajo agrícola hicieron posible nuestro sustento.

Hogaño, no encontramos en nuestros campos cuadrillas de segadores, resulta rarísimo divisar gavillas o haces de mies rodeando la era, en la que un par de caballerías, con el paso monótono y cansino, acarreaban el trillo sobre la parva. Campos donde era frecuente ver segadores, a lo sumo, de vez en cuando, contemplamos un tractorista a bordo de modernas maquinarias que aran y trabajan lugares donde antaño maduraban trigales, cebadas o centenos. Esos campos donde hoy crecen olivas y también muchas retamas, jaras y matojos. Las tierras de pan antaño nacidas de los lentiscares roturados, con el progreso del país y por su propia falta de rentabilidad, se han convertido en un secarral, en un páramo marchito y desolado, sobretodo en estos años de no llover y de pertinaz sequía, término un tanto cursi con el que se intenta denominar la ausencia de lluvia.

Por eso, ahora, no dejamos de mirar al cielo a ver si nos llegan las nubes y la ansiada agua que acabe con carencias indeseables, rellene el río y nuestras fuentes y  que permita reverdecer nuestros campos y olivares; cuando estamos preocupados porque la sequía, y la consecuente baja producción, está haciendo subir los precios de los alimentos; si, ahora, es el momento de recordar y honrar como se merecen a aquellos que fueron el símbolo más auténtico de nuestra tierra.

A aquellos que como Isidro, nuestro Santo Labrador y campesino allá en el S. XII, aún se cuentan entre nuestros vecinos y paisanos sin dejar de confiar en su esfuerzo y en la tierra, a quienes han pasado y pasan muchos sudores y penalidades para ofrecernos el fruto de su sudor al trabajar la tierra para aprovisionarnos de alimentos, dando vida al campo, al pueblo y a sus cortijos. Aquí, humildemente, mi homenaje.

12 comentarios:

  1. Gracias José Antonio y José Miguel por darle vida editándomelo a este artículo, que casi ya no recordaba, y, modestamente, a mi también me gusta...Un abrazo a tod@s.

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  2. Lo bien hecho siempre, aunque pase el tiempo, estará bien hecho. A ti, Pedro, por plasmar con tanto acierto el esfuerzo de tanta gente. Un abrazo

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  3. Una pregunta ¿del programa de qué año es el artículo?:Guardadme, si loo tenéis una copia porque de este no tengo nada...

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  4. Brazos renegridos, Cutí demacrado, Manos endurecidas, De tanto, tanto trabajo, Casa empobrecida, Llena de pobreza, Sandalias por calzado, Olvidado de Fiestas, Camisa corbata de raso, Zapatos de charol, Para quien has trabajado, Tu Hombre del campo

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    1. Preciosa descripción de esa gente que sólo tenía manos para su trabajo, frente para el sudor y dignidad, mucha dignidad, para vivir... Gracias Andrés

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  5. Qué os agrade.Lo redacté con mucho sentimiento y ,por qué no, alguna añoranza.

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  6. Que bien descrito el trabajo de los segadores

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  7. Si no recuerdo mal,la versión primera en el programa de fiestas de Puente de Genave es del año2.004

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  8. Perdón,es del añob1996.

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  9. No me canso de leerlo que hombres más fuertes gracias a ellos somos lo que somos y gracias Pedros lo as narrado como era y como nos acordamos los de nuestra generación

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  10. Yo julio el de Estanislao sege contipadte

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