Presentamos este escrito de Ramón Gallego Martínez publicado en el año 2008 en el que se nos da detallada información de como nuestro río, el Guadalimar, ha sido determinante en la estructuración y formación, a lo largo de la historia, de nuestro pueblo; aunque no haya sido considerado su nombre como elemento en la denominación del mismo, como si lo ha sido en otros pueblos cercanos al nuestro.
EL RIO.
Por Ramón Gallego Martínez.
Si midiéramos la longitud de nuestro
río colorado y la comparásemos con la del gran río de Andalucía, el
Guadalquivir, nos daríamos cuenta de que son casi parejos. El de Villaverde
aparece en numerosos mapas antiguos con el nombre de Guadalquivir; así ocurre
en la cartografía elaborada por G. Rossi en 1692. Ello es debido no solo a su
longitud sino también al mayor caudal debido a la superior superficie de
cuenca. Pero el criterio que predomina es el de la longitud y en eso el de
Quesada es algo más estirado.
Sirva esto para darnos cuenta de que
nuestro río ha tenido gran importancia a lo largo del tiempo, tanto es así que
se ha llegado a confundir con el Guadalquivir en numerosas ocasiones, como
hemos visto, hasta que la cartografía moderna eliminó estos equívocos.
Nuestro pueblo bien podría haberse
llamado Puente de Guadalimar, hubiera sido lógico y quizás lo más fácil, pero
los archivos nos indican claramente la vinculación del puente viejo sobre el
río con el topónimo Génave.
En 1565 el molino junto al río, el de
los hermanos Segura, estaba en pleno funcionamiento, pero no se cita el lugar o
pago. No será hasta 1743, según testimonio del párroco Diego Ximénez de
Figueroa, cuando tengamos la primera referencia escrita a este mismo molino que
textualmente se cita como “el molino que dicen de Génave”, habilitado por
molineros foráneos (de Cazorla y Villanueva del Arzobispo). En el lapso de
tiempo que media hasta 1801 es cuando se fragua definitivamente el nombre de
nuestro pueblo, al citar el párroco de La Puerta de Segura el Cortijo de las
Ánimas, indica claramente que está situado en “la Puente de Génave”, tal cual,
en femenino. Este topónimo deriva claramente del molino.
Por lo tanto si en 1833 el grupo de
cortijos ya se llaman Puente de Génave, tanto el molino como el puente son los
dos elementos que, estrechamente vinculados al río, articulan el desarrollo
ulterior de la localidad.
Poco a poco, el río, como lugar de
paso o de trabajo va atrayendo a gentes de diversos lugares y los cortijos
surgen a su alrededor: Las Ánimas (1801), La Vicaría (1814), Llano de Moya
(1835), La Mina (1870).
Sea cual sea su actividad de las
diversas gentes que pueblan el cortijo de Puente de Génave y los de alrededor,
éstas no se van alejar demasiado del río.
Sabemos que los inicios del
poblamiento fueron a ambos lados del río; en las actuales calles de las Parras
y San Isidro por un lado y en la calle Goya por otro, que se llamó
originariamente del Río.
La construcción a finales del siglo
XIX del Puente Nuevo y la mejora de la carretera de Jaén a Albacete supuso el
espaldarazo definitivo para el desarrollo de la hasta entonces aldea o
cortijada de Puente de Génave.
No todo han sido mimos para nuestro
río. Los auténticos disparates medioambientales que se han realizado hasta
prácticamente la década de los ochenta del pasado siglo nos lo han dejado muy
dañado; cortas abusiva de vegetación de la ribera, sobrepastoreo, vertidos de
alpechín, extracción de áridos aguas arriba, construcción de presas de riego,
alteración irreversible del cauce, vertidos sin depurar, etc…
Mucho se ha hecho y se continúa haciendo para remediarlo, pero el esfuerzo ya es enorme y no todo consiste en que las administraciones lo hagan todo. Los puenteños le debemos muchos a nuestro río, pocas poblaciones pueden presumir de poseer lo que nosotros tenemos; cuidemos el tesoro que nos da vida.
Mucho se ha hecho y se continúa haciendo para remediarlo, pero el esfuerzo ya es enorme y no todo consiste en que las administraciones lo hagan todo. Los puenteños le debemos muchos a nuestro río, pocas poblaciones pueden presumir de poseer lo que nosotros tenemos; cuidemos el tesoro que nos da vida.
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