UNA CITA CON LA HISTORIA DE NUESTRO PUEBLO.
Por José Antonio Molina Real
Cada 28 de febrero los andaluces tenemos una cita señalada en nuestro particular calendario. Ese día para nosotros el sol brilla con una intensidad especial al alumbrar toda una serie de particularidades que aglutinan nuestra identidad como pueblo. No es por ser un día festivo, que también, sino por las connotaciones y particularidades que ese día provocan en cada uno de nosotros. Nuestras calles se llenan de fiesta, nuestros pueblos tienen programaciones de actos diversos, pero la verdadera conmemoración es la que cada uno de nosotros sentimos al desarrollar, como muestra de identidad, un verdadero orgullo de ser y sentirnos hijos de esa nuestra tierra, Andalucía.
Se podía decir que venir a conmemorar el referéndum celebrado
ese día del año 1980, en el que se reafirmó la voluntad mayoritaria de todo el
pueblo andaluz en favor de su autogobierno, podría dar a entender que nuestra
consideración hacia una valoración identificativa como pueblo es bastante
reciente. Pero la realidad está muy lejos de esa errónea consideración.
No me voy a referir aquí al intento secesionista llevado a
cabo por el Duque de Medina Sidonia, apoyado por el Marqués de Ayamonte, en
1641 contra el rey Felipe IV, en que se pretendía establecer un nuevo reino independiente en
tierras andaluzas; ni tan siquiera el establecimiento en Andújar de la Junta
Suprema de Andalucía el 2 de septiembre de 1835, presidida por el Conde de
Donadío y que aglutinaba a las ocho Juntas Provinciales creadas a raíz de la
división provincial española de 1833, y que tenían la intención de frenar el
avance militar de la tropas carlistas en defensa del liberalismo progresista,
consiguiendo no sólo eso, sino también el cese del Conde de Toreno, presidente del
gobierno de marcado carácter conservador y centralista. Esta Junta Suprema de
Andalucía resultó en la práctica un primer intento de gobierno regional, aunque
paulatinamente se fue disolviendo a raíz del decreto de 21 de Septiembre de
1835 por el que el nuevo gobierno de Mendizabal crea las Diputaciones
Provinciales como órgano regulador administrativo.
Podría hacer referencia a las corrientes culturales que se
desarrollaron en el último tercio del siglo XIX, donde diversos intelectuales
andaluces como Antonio Machado Núñez y Antonio Machado Álvarez, abuelo y padre
respectivamente de los reconocidos autores literarios Antonio y Manuel Machado,
junto a Mario Méndez Bejarano e Isidro de las Cagigas, realizaron estudios que
propiciaron cierto resurgir de la identidad cultural andaluza y al desarrollo
de la conciencia regionalista en Andalucía. Incluso se podría señalar que el
proyecto constitucional elaborado durante la I República consideraba que,
dentro de una España federal, se formarían dos estados federales en nuestras
tierras, la Andalucía Alta y la Andalucía Baja, como un intento relativamente
serio de nacionalismo; pero con el fracaso de la I República y la llegada
nuevamente de los Borbones al trono de la mano de Alfonso XII, se vuelve a
instaurar un centralismo político, dejando al margen cualquier intento de
desarrollo político de una identidad andaluza.
Será ya iniciado el siglo XX, cuando llevados de la mano de
las corrientes regeneracionistas, se reiniciará el proceso hacia el autogobierno.
Será ya la figura de Blas Infante la que aglutine y canalice este movimiento.
Será desde su publicación, El Ideal Andaluz, donde lanza continuas reivindicaciones de la
personalidad e identidad andaluza. La creación de una conciencia diferenciadora
era inevitable, llegándose a la celebración, en 1918, de la Asamblea Andalucista de Ronda donde se adoptó la bandera de Andalucía, su escudo y su
himno inspirados por el propio Blas Infante. Esta Asamblea de Ronda tuvo como
referente histórico en sus determinaciones la llamada Constitución de Antequera
elaborada en 1883 por los republicanos federales andaluces, donde se reclamaba
un estado independiente de Andalucía integrado en España como república
cantonal, aunque era evidentemente que su realización suponía un imposible al
estar en vigor la Constitución Española de 1876 donde se reflejaba un
centralismo estatal que caracterizó la Restauración Borbónica de finales del
siglo XIX.
Todo el movimiento andalucista tuvo poca repercusión durante
los años veinte, especialmente durante la dictadura del General Primo de
Rivera, pero será con la proclamación de la II República cuando se le da nuevo
impulso a la idea de conseguir cierta autonomía política a nuestro territorio.
Cataluña sirvió como modelo al ser la que inició el camino fijado por la
Constitución de 1931. Pero el hecho que en Andalucía fuera la Diputación
Provincial de Sevilla la que iniciara el proceso levantó enormes recelos en las
restantes provincias que querían evitar el neocentralismo sevillano, llegando
incluso la Diputación de Huelva a plantearse su integración en Extremadura y la
de Granada, junto a Jaén y Almería a proponer una región diferenciada en la
Andalucía Oriental. A pesar de ello, hubo cierta unión al aprobar las
diferentes diputaciones provinciales el 26 de febrero de 1932 un anteproyecto
de Estatuto de Autonomía, pero fue considerado insuficiente por diversas
fuerzas políticas, provocando que en la Asamblea de Córdoba de finales de enero
de 1933 se aprobaran unas bases para el Estatuto de Autonomía de Andalucía,
similares a las reflejadas en los estatutos catalán y gallego, y que seguían
las directrices fijadas en el Congreso Regionalista de Ronda de 1918, siendo
Blas Infante la cabeza más visible de este movimiento hacia el autogobierno.
El proceso autonomista se paralizó con la llegada, en 1934,
de la derecha conservadora al poder de la República, siendo tras el triunfo del
Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, cuando se retomaron las
gestiones estatutarias con la creación de un colectivo llamado Acción
Pro-Estatuto Andaluz, nuevamente bajo el liderazgo de Blas Infante. Pero la
sublevación militar de julio de 1936 acabó con toda esperanza autonomista,
siendo el propio Blas Infante fusilado el 11 de agosto de 1936.
La dictadura del General Franco relegó cualquier tipo de
nacionalismo hasta su total desaparición, persiguiendo cualquier iniciativa.
Tras su muerte se inició el proceso histórico denominado Transición
Democrática, en el que grupos políticos como el Partido Socialista de Andalucía
liderado por Alejandro Rojas Marcos hicieron del proceso autonómico su
principal campo de acción, llegando a propiciar que el pueblo andaluz saliera
en multitudinaria manifestación el 4 de diciembre de 1977 a las calles de todas
las ciudades andaluzas para reclamar la autonomía. Según la Constitución de
1978 los andaluces teníamos derecho a realizar nuestro proceso autonómico, pero
el problema surgió en la forma de llegar a esa ansiada autonomía. El partido en
el gobierno en aquel momento, la Unión de Centro Democrático (UCD) pretendía
que los andaluces accedieran al proceso autonómico siguiendo la vía del
artículo 143, proceso mucho más lento y que ofrecía menos competencias
autonómicas; por otro lado la Junta Preautonómica Andaluza, en la que
participaban las fuerzas políticas progresistas, pretendía que se siguiera el
artículo 151, destinado sólo a las comunidades históricas y con mayor nivel de
desarrollo autonómico. Pero el acceso a través de este artículo precisaba un
referéndum, que se convocó para el 28 de febrero de 1980, en el que el pueblo
andaluz debería mostrar mayoritariamente su voluntad autonomista. El resultado
fue aplastante, pues de un total de 2,8 mill. de votantes, 2,4 mill. votaron
afirmativamente al proceso autonómico, es decir, del 63'2% de participación total, el 55'8% fue afirmativo al proceso quedando relegada la negativa y los votos en blanco al 3'4% y 4'5% respectivamente. De esta forma mayoritaria el pueblo
andaluz manifestó su voluntad como forma de expresión de su identidad histórica. Puente de Génave no fue una excepción en este proceso hacia el autogobierno pues, si bien es cierto que sus resultados no fueron tan abrumadores como en la totalidad de Andalucía, se registró un 54'8% de participación con un 34'6% de votos afirmativos, 10'2% de votos negativos y en blanco llegaron hasta un 8'5%.
Será un año más tarde, el 20 de octubre de 1981, cuando se aprobó el llamado Estatuto de Carmona; será un nuevo referéndum en el que el 90% de los votantes andaluces aceptaron el Estatuto de Autonomía por el que Andalucía consiguió llevar a la práctica su derecho constitucional al autogobierno.
Será un año más tarde, el 20 de octubre de 1981, cuando se aprobó el llamado Estatuto de Carmona; será un nuevo referéndum en el que el 90% de los votantes andaluces aceptaron el Estatuto de Autonomía por el que Andalucía consiguió llevar a la práctica su derecho constitucional al autogobierno.
Desde entonces todos los andaluces tenemos una cita con todo
aquello que nos sigue identificando como pueblo, y cada 28 de febrero conmemoramos el
reconocimiento de nuestra capacidad de autogobierno, así como también nuestra personalidad
nacional como bien queda reconocida en el artículo 1º de nuestro Estatuto de
Autonomía al entenderla como “expresión de su identidad histórica y en el
ejercicio del derecho al autogobierno que la Constitución Española reconoce a
toda nacionalidad, en el marco de la unidad de la nación española”. Es pues el
28 de febrero, por razones obvias, un día diferente, particular y que, desde
entonces, refleja y aglutina todo lo que nos identifica como pueblo.
Reproducimos a continuación un enlace donde podréis escuchar la primera grabación que se hizo del himno de Andalucía, que se realizó en 1977 e interpretada por Carlos Cano. http://www.youtube.com/watch?v=XxhiwvEsooM
Feliz día para todos los andaluces.
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