Nuevamente queremos reproducir en el blog un artículo de un querido paisano que ha llegado a nuestro poder. Aunque se trata de un artículo publicado hace ya tiempo conserva todos los ingredientes que le permiten considerarlo como de total actualidad. Pues son de total actualidad las inquietudes que todo hombre del campo muestra, año tras año, por la suerte que correrá su futura cosecha. El título hace referencia a una frase muy repetida en nuestro pueblo que muestra claramente que los agricultores también se la juegan, como los toreros, en su trabajo sacrificado y silencioso.
Paisanos y amigos:
Pronto va a comenzar una época en
la que muchos campesinos de la España rural, sacarán a sus santos y patrones en
procesión, entonarán plegarias y vivas para que la climatología acompañe la
cosecha y celebrarán fiestas en su honor.
Nosotros, en el Puente, honramos
a un santo humilde, labrador, un genuino representante de los hombres y mujeres
que viven de la agricultura, la actividad primaria y más noble de todas, la de
aquellos que mantienen una encarnizada lucha con la tierra, la de los que todas
las mañanas, de madrugada, escrutan al cielo esperando la llegada de una nube
que anuncie una benefactora lluvia, la de los que padecen de insomnio hasta que
el sol dora sus espigas, ennegrece sus aceitunas y madura sus frutas y
hortalizas, la de quienes, pasando permanentes penalidades, incontables
fatigas, nos proporcionan los imprescindibles alimentos.
Y no viene mal que así sea una
vez más, pues hay que recordárselo permanentemente a los urbanitas, a los que
tienen prisa por enriquecerse, a los poderosos y sus desplantes, a los
olvidadizos complacientes, a aquellos en definitiva que no valoran la cuna de
sus mayores, casi todos procedentes del campo, labradores, agricultores.
Eugenio D'ORS escribió: “Estreché
su mano de sarmiento”. Unas manos que sin duda serían ásperas, encallecidas del
tacto con la tierra y la hierba, de las quemazones del sol, la dureza del frío
serrano y la humedad compañía del sudor en el estío. Manos que empuñaron azadas
y hoces, arriaron caballerías y arrancaros malezas y espinos. Manos torpes para
manejar papeles y legajos, pero manos que saben plantar árboles, arrimar
piedras para evitar el declive de una ladera, levantar una acequia y hacer un
vergel o criar amorosamente un corderillo. Manos que, por el contrario
acarician con mimo la piel de una guapa mujer o de un precioso y sonrosado
niño...
Nunca estuvo a vuestro lado la
pluma, ni la espada, amigo agricultor. Por eso, nosotros, paisanos y amigos del
Puente, que sí sabemos del sufrimiento y angustias del trabajador del campo,
recordamos y utilizamos con asiduidad la frase de “agricultor, que no torero”,
que repetidamente decía mi padre y que da título a este artículo y pedimos a
San Isidro que siga intercediendo en favor de quienes manejando la hoz y la
azada, la horca y el legón, la vara, la esportilla o el tractor desempeñan una
función hermosa y absolutamente necesaria.
PEDRO RUIZ AVILES
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