jueves, 19 de junio de 2025

UN JUEGO MUY NUESTRO. LOS BOLOS SERRANOS.

 BOLOS SERRANOS.

Por Alejandro F. Idáñez Aguilar.

Sobre el origen de los juegos populares, únicamente recordar que no parece muy acertada la idea que algunos sostienen que los juegos y deportes tradicionales son un neto producto del pasado, que la sociedad ha buscado nuevas formas de entretenimiento y la tecnología ha podido con lo tradicional que ya nada aporta a la formación y desarrollo de la sociedad, teniendo en cuenta que tales juegos permanecen aún vivos y prestan un positivo servicio a la sociedad de hoy, pues incluso algunos de ellos han experimentado en los últimos años un renovado fortalecimiento y su práctica ha proliferado mucho entre los jóvenes de nuestros días.

El juego a través del tiempo ha sido una actividad personal libre que, además, ocupa el tiempo de ocio o recreo para convertirse en complemento o parte esencial de la vida. Atendiendo a sus resultados, produce también alegría y satisfacción a quienes lo practican, reforzando los ideales humanos de expresión y de convivencia, de ahí su progresiva permanencia y vitalidad en la sociedad a lo largo de la historia, pues el juego conecta con las más hondas raíces de los seres vivientes, y es la razón de que haya trascendido a cualquier etapa de la cultura, por lo que puede afirmarse que pertenece a la raíz misma de los seres vivos, personas o animales, ya que ambos sienten la imperiosa necesidad de jugar.

Juego tradicional de bolos en la Sierra de Segura

Por otro lado, el juego es una manifestación autónoma que cuenta con unos límites concretos de tiempo y espacio, y se rige a su vez por unas reglas propias e inmutables que no cabe transgredir. De ahí que el juego cree un orden, y de hecho se convierte en orden en sí mismo, pero al propio tiempo produce incertidumbre, tensión o azar. En resumen, el juego acota espacio y tiempo, o lo que es igual, supone de alguna forma la cancelación temporal del mundo cotidiano, y cumple por tanto unas evidentes funciones, reguladoras sociales como es el reforzamiento y potenciación de la cohesión comunitaria.

LOS BOLOS SERRANOS.

Según es sabido, el juego de los bolos es el deporte tradicional de mayor práctica en el país, existiendo gran número de modalidades, estilos y denominaciones en los diferentes lugares, pues se le conoce también por otros muchos nombres como bochas, petanca, tangos y tornos o pasabolo tablón, o simplemente bolo en tierras castellanas, dándose gran variedad en todo el solar hispano. Su uso está muy extendido, pudiendo decirse que el mapa del juego abarca toda la geografía nacional, aunque su difusión y práctica se va perdiendo a medida que se desciende de la meseta castellana hacia el sur; probablemente sea la zona de la Sierra de Segura la de mayor importancia del juego de bolos en todo el sur peninsular.

Sujeción de las bolas en los bolos serranos

Cabe apuntar que en la comarca de la Sierra de Segura los bolos serranos comparten espacio con otro juego, muy particular también, denominado “bolea” y que se encuentra muy arraigado en nuestros pueblos. No hay datos que permitan aventurar una hipótesis sobre el origen de estos juegos en nuestras sierras, donde han permanecido casi intactos en su ejecución hasta los tiempos actuales, pero si podemos apuntar que la presencia de estos juegos ha seguido una evolución muy diferenciada, y en algunos lugares su práctica ha sufrido altibajos y alternancias que se han ido resolviendo con el predominio de uno u otro en algunas localidades, como por ejemplo Génave donde hay una calle denominada de “los bolos” cuando es un municipio asiduo cultivador de la bolea. De forma muy genérica, el mapa segureño podría delimitarse diciendo que, así como los bolos han tenido y mantienen su mayor arraigo en la zona de montaña y pueblos próximos, es decir en tierras forestales y pastoriles, la bolea tuvo sus bases más fuertes en los pueblos situados más al norte comarcal, más agrícolas y cerealistas, que se abren ya a las amplias llanuras de La Mancha cercana. En este aspecto, los pueblos de La Puerta de Segura y Orcera pueden considerarse como el punto neutro que sirve de enlace a ambas áreas. En el mapa que se inserta, pueden apreciarse los lugares donde cada uno de estos deportes o juegos tradicionales han tenido mayor arraigo en la última época. Pasamos ya a examinar cada uno de los factores que intervienen en estos juegos, empezando por los bolos serranos, que de esta forma son conocidos por todos. (mapa practica). En el presente artículo nos vamos a centrar en la descripción del juego de los bolos serranos, dejando para un próximo artículo las particularidades del juego serrano de “la bolea”.

-Elementos materiales de los bolos serranos.

1.-Campo o bolera.- Espacio de tierra alisada, compactada y sin piedras con unas dimensiones aproximadas de 7 metros de largo y anchura variable en función del lugar, que no suele delimitarse, y un tablón de madera o losa para colocar encima el primer mingo o bolo, en la comarca segureña. No obstante, en caso necesario se juega en cualquier lugar que lo permita, caminos, eras, etc., adaptándose al sitio disponible. En la parte cazorleña la bolera es más larga, entre 65 a 125 metros, y unos 8 a 20 metros de ancha.

Diferentes campos de juego

La bolera se delimita por el lado del saque con la línea de mano o mano en la zona de Segura, y línea de tira en Cazorla, y al final con la línea de borre, existiendo otras líneas intermedias en la versión de la alta Sierra de Segura y en Cazorla.

En resumen, puede decirse que las boleras de hoy —boleas en la dicción popular—, son más fáciles para el jugador al tener más cerca la línea de borre, utilizar cemento en el piso, etc.

2.2.- Bolas. De madera de cepa de enebro, ácer o carrasca, que suelen hacer los mismos boleros. Estas últimas, requieren unas especiales condiciones de conservación para que se endurezcan y evitar que se abran rajas o grietas en la madera, a cuyo fin se mantienen metidas en agua o cubiertas bajo una capa de basura o tierra húmeda, siendo menos aconsejable el agua a largo plazo; en la zona cazorleña las sumergían en gas­oil. Las de madera de enebro no abren raja. Hoy existen también de material plástico o fibra de vidrio que mejoran las anteriores porque rulan más, sufren menos roturas, son de mayor duración y no precisan cuidados de conservación. Su forma es circular y algunas algo achatadas por sus bases opuestas, y su diámetro es de 15 a 25­30 cms. y disponen de dos orificios para asirlas introduciendo los dedos de la mano en ellos para impulsarla con fuerza, uno redondo de 2­3 cms. para meter el dedo pulgar y otro de mayor tamaño, plano y alargado o redondo para los demás dedos, y que a veces suelen comunicarse interiormente, que llaman alambraura en la comarca segureña y alambraera en la cazorlana. Estos orificios llevan a veces unos refuerzos de chapa para que no se quebranten a los golpes. Su peso varía de 2 a 3 kgrs., lo que unido a su tamaño influye bastante en la manera de hacer el juego, ya que las bolas más chicas sacan más mingos de la bolera, y las más gordas derriban mayor número, pero en cambio sacan menos del campo de juego, requiriendo por tanto técnicas distintas de juego en el bolero, sobre todo cuando se emplean varios mingos.

Tanto las bolas como los mingos se hacen artesanalmente por muchos jugadores, algunos de los cuales son muy diestros y verdaderos expertos en su elaboración, como Eugenio Chacón, de la aldea segureña de El Robledo, al pie mismo del Yelmo, y otros muchos.

2.3.-Mingos.- Son hitos más finos por la punta y de «culo» o base más ancha, que se hacen de madera de carrasca, pino u oliva, y fabricación artesanal, aunque hoy existen mingos de otros materiales. Su altura oscila entre los 15 a 20 cms. y su diámetro entre 8­12 cms., y el peso entre 500­1.000 grs. Su número depende de la modalidad del juego que se aplique, y oscila de uno a cinco, cambiando igualmente su valor.

Los mingos se colocan en fila en el centro de la bolera a la distancia de un metro uno de otro o un paso entre viejos boleros, a partir del primero de ellos de mayor tamaño, o «mingo gordo», que se sitúa a 7 metros de la línea de mano apoyado sobre un tablón, losa o base a propósito de pequeñas dimensiones, ligeramente inclinada hacia la mano.

3.- El juego y sus modalidades

El partido es la unidad del juego de los bolos, y consta de dos puntas, independientemente del número de jugadores o equipos y modalidades en que se ejecute. El tanteo del juego se fija o acuerda por los mismos jugadores por lo general, y depende de su número y otros factores. En los bolos serranos existen en la actualidad dos sistemas de juego, que se corresponden con las dos formas de practicarlo más utilizadas: la versión tradicional, y la que podría denominarse versión moderna.

3.1.-Las modalidades tradicionales más antiguas son varias y tienen aplicación en distintas partes del territorio estudiado: la primera es la de la alta montaña o más propiamente de la Sierra, pues así es por todos conocida, que se juega por las zonas altas de Río Madera: Los Anchos, La Toba, El Parralejo, Los Huecos de Bañares, La Peguera del Madroño, Miller y, en general, en los núcleos de población de las cuencas y elevados valles de los ríos Segura, y todo el recorrido del río Madera y algunos puntos del valle alto del Guadalquivir, como Coto­Ríos, Bujaraiza, Pontones, Santiago de la Espada, Villanueva del Arzobispo, etc.; esta variedad se juega también en toda la zona cazorleña desde la aldea irueleña de Arroyo Frío, Vadillo, Burunchel, Cazorla, etc.

Otra modalidad que difiere algo de esta es la propia del pueblo de Segura, que tiene algunas variantes con las demás que se dirán, y la tercera versión o modalidad es la que se practica en las aldeas y cortijadas de toda la zona que se conoce como el Valle en el término de Segura como Rihornos, Valdemarín, Robledo, El Ojuelo, Carrasco, Cortijos Nuevos, Hornos, Cañada Catena, Beas de Segura, Pontones, etc…, y que cambia ostensiblemente de las anteriores. Cada una de las versiones expuestas tienen ciertas normas específicas que las diferencia de las otras.

Una de las variaciones más apreciables entre las distintas versiones del juego de los bolos serranos, es el número de mingos utilizados en cada una de ellas, que varía de uno a cinco, así como su valor. La modalidad de tres mingos es por otra parte más variada y vistosa, mientras que la de uno solo es más espectacular, y la versión de cinco mingos resulta algo pesada para poner en pie todos los que se derriban.

Práctica de bolos del valle

3.2.-El otro sistema o modalidad de juego, es el que hoy se practica con motivo de los modernos campeonatos, y que viene a ser una refundición de reglas de las distintas modalidades tradicionales, y tiende a unificarlos diversos criterios preexistentes, estableciendo un cuadro de normas únicas que rigen en la celebración de tales pruebas, predominando en la nueva normativa los usos y criterios de la versión del Valle en general. Sin embargo, otros sistemas intermedios se juegan a veces, como en Pontones, donde han pasado de 3 a 2 bolos, con valores de 2 y 3 puntos, desapareciendo el «bilre».

3.3.-Versión de la sierra.

Las principales notas de la versión de montaña, son:

a) Se juega con un solo mingo en lugar de los tres o más del valle.

b) No existe bilre de la bola, que por tanto no se birla en la montaña.

c) La línea de tirada o mano está más próxima del mingo (2,5 metros, aproximadamente).

d) Al final de la bolera existen otras rayas marcadas que aumentan la puntuación y valor del mingo, de 10 en 10 metros, hasta unos 200 metros, o la longitud que permita el lugar.

Con ligeras variantes esta es la modalidad que rige en el valle del Guadalquivir y tierras de La Iruela, Cazorla y campiña próxima, El Molar, Santo Tomé, etc.

Campo de juego versión Sierra.

3.4.-Versión Segura.

Hoy en trance de desaparición, se caracteriza por emplear 5 mingos, con valores de 3, 2, 1, 1 y 1 puntos y colocar más lejos los mingos de la línea de mano, a unos 8 metros, y de 20 a 30 metros la de borre.

3.5. Versión del Valle.

a) Se juega con tres mingos, cuyo valor es de 4, 2 y 1punto en la tirada inicial.

b) El valor de los mingos en caso de bilre es de 2, 2, 2 puntos.

c) La línea de mano puede estar más cerca, a veces se coloca junto al primer mingo.

d) No existen líneas intermedias entre la mano y el borre de la bolera.

De todas estas modalidades, la de mayor vigencia es la del Valle, que se emplea en torneos y campeonatos, en lo que puede considerarse como una etapa de renacimiento de este deporte en toda la zona serrano­segureña, en cuya restauración tiene mucho que ver la celebración de competiciones y concursos comarcales, en que participan gran número de boleros de pueblos y aldeas, que impulsa con encomio el orcereño Santiago González Santoro, verdadero mentor de este deporte.

Campo de juego versión Valle.

4.-Reglas del juego

Los usos y normas que rigen el juego de los bolos serranos son consuetudinarias y las actuales una recopilación de las tradicionalmente aplicadas, aunque se observa una tendencia a uniformar su contenido, al extenderse el juego o variedad del Valle a través de la creación de unas normas únicas que rigen en las competiciones y campeonatos que se organizan ahora por toda la comarca segureña, aunque hay que resaltar la gran libertad que de siempre ha existido para que los propios boleros acuerden antes de comenzar el desarrollo del juego gran variedad de reglas o puntos que estimen convenientes, todo ello con independencia de las facultades que tiene el jugador que saca primero de elegir o usar sus prerrogativas en determinados aspectos del juego que se verán en sus apartados, si bien existen asimismo algunos principios y reglas que son invariables, y, en consecuencia, no pueden ser modificadas por los contendientes.

4.1.-Según lo más normal, se juega por parejas y a dos tiradas, y cada jugador tirará con una bola que puede cambiar durante la competición o partido, o cada jugada. También se juega «por desafío», es decir, uno contra uno en una mano a mano de carácter individual, y por equipos formados por varios jugadores, sin límite de número. Los campeonatos actuales se juegan por parejas.

4.2.-La mano o línea de tirada la señala el jugador o equipo que saca primero; la línea de borre la marca el otro. En la versión moderna de campeonatos, las líneas y sus distancias se fijan por los organizadores.

4.3.-Los mingos o bolos se colocan en fila recta uno tras otro a la distancia establecida. La posición de los mingos en la bolera no puede variarse en todo el partido. Su número es diferente y cambia de 1 en la montaña, 5 en Segura y 3 en el Valle. La primera versión es la vigente en toda la zona cazorleña.

4.4.-Cada bolero usa las bolas que estima más apropiadas a sus características personales, siendo de su libre elección.

4.5.-Los boleros lanzan o tiran la bola desde la línea de mano, sin pisar en ningún caso las rayas de mano o borre, pues de hacerlo sería nulo el tiro efectuado y declarado «borre», sin posibilidad alguna de repetición.

4.6.-La bola ha de traspasar la línea de borre para que sea válido el tiro y puedan contarse los puntos de los mingos derribados.

4.7.-Cuando el primer jugador de un equipo no logra que su bola traspase la línea de borre, se permite que su compañero de equipo haga un intento de sacar la bola con su tirada, en cuyo caso se da validez a los puntos conseguidos por ambos, pudiendo incluso bilrar el primero. De no conseguirlo, se anulan las tiradas de ambos.

4.8.-El bilre consiste en lanzar la bola a la inversa, es decir, desde la línea de borre hacia atrás, y tiene lugar cuando la bola, un mingo, o ambos han traspasado el borre en su lanzamiento, o en este caso se coloca la bola en el sitio del mingo y se tira desde el borre con el mingo derribado contra la bola. Si el mingo da a la bola se cuentan los puntos obtenidos y se bilra a continuación. Si el mingo no da a la bola, se cuenta solamente un punto más del valor de los mingos derribados.

Juego de bolos serranos versión Valle.

4.9.-Tanteo y puntuación:

4.9.1. Lo normal es ajustar la punta a un tanteo de 50­60 puntos, que viene a suponer hacer dos tiradas cada jugador, aunque el tanteo se fija siempre teniendo en cuenta el número de jugadores participantes, combinando las posibilidades de juego de cada uno y la duración del partido. El tanteo más usual para una pareja es de 40 puntos. En los actuales campeonatos cada jugador hace dos tiradas, y el tanteo es variable y no prefijado, ganando el que mayor puntuación obtiene.

En la zona cazorleña la punta equivale a una «raya», y el tanteo normal se fija en 8 ó 10 rayas, permitiéndose tirar a un jugador por otro ausente que falte o haya de menos en un equipo, lo que se conoce como tirar «a bola corría», ya que habrán de lanzar sucesivamente cada uno de ellos.

4.9.2.-Al tirar desde la mano, el primer mingo vale 4 puntos; el segundo vale 2 puntos, y el tercero 1 punto, siempre con la condición de que la bola traspase la línea de borre.

En el «bilre» el valor de cada mingo derribado es de 2 puntos, en la versión moderna o de campeonato. Cuando el primer mingo pase la raya de borre, valdrá 10 puntos. En la versión del Valle, el valor de cada uno de los mingos en el bilre es de puntos.

4.9.3.-En la versión de la Sierra, detrás de la línea de borre se marcan tres líneas que valen respectivamente 10, 20 y 30 puntos que se anotará el jugador que con su tira consiga que el primer mingo pase alguna de estas líneas; si roza o toca la línea, puntúa el valor inmediato anterior.

4.9.4.-En la versión que rige los campeonatos, el valor máximo que un jugador puede conseguir en una tirada es de 19 puntos.

4.9.5.-En los partidos tradicionales no existe la figura de juez o árbitro, llevando la cuenta de puntos y resolviendo cualquier duda o incidente los mismos jugadores. Fuera de los boleros o jugadores, los únicos que intervienen a veces son uno o dos muchachos para colocar de pie los mingos derribados, a los que daban una propina.

4.9.6.-En los juegos de campeonato intervienen un juez de la mano y otro de borre, existiendo además un anotador que lleva el tanteo y resultados resolviendo cualquier litigio del juego.

Lanzamiento en los bolos serranos.

5.-Desarrollo del juego:

5.1.-La composición de los equipos se decide previo sorteo que se hace lanzando al aire un tejo o una moneda, cuyo acertante empieza el primero a elegir los boleros que compondrán su conjunto, alternando con el resto de los equipos.

5.2.-El orden de juego se determina por sorteo, y cada pareja designa el jugador que lanza primero entre ellos. En el caso de campeonato tira primero el jugador que se ha inscrito por cada equipo.

5.3.-El jugador o equipo que es mano o primero, señala la distancia del primer mingo, manera de efectuar el saque como la de «mano en la cepa» o sin mano, haciéndose el lanzamiento de la bola junto al primer mingo, o a «mano delicá», más distante en que no puede pisarse la raya.

5.4.-Cada equipo efectúa su primer lanzamiento por su orden, y en su caso el bilre si procede, y siguen los demás haciendo el primer tiro desde la línea de mano. A continuación, cada equipo hace la segunda tirada, pero alternando el jugador.

5.5.-El equipo ganador será el que mayor número de puntos obtenga; en caso de igualada se realizan los desempates necesarios a un solo tiro entre los equipos afectados.

6.-Otros usos del juego.

El deporte de los bolos serranos es un juego esencialmente varonil, y los jugadores de bolos o boleros, han de reunir ciertas cualidades de agudeza visual, fuerza, tino, pulso, cálculo y precisión, y su rendimiento sufre variaciones, atravesando a veces épocas de crisis en los que les fallan las fuerzas, tino u otras facultades. El bolero o practicante del deporte de los bolos, suele ser campesino, agricultor o ganadero de mediana edad, y no usa indumentaria especial, si bien suele jugarse en mangas de camisa o ligero de ropa.

Juego de bolos serranos versión Sierra.

Aunque el juego puede practicarse ya desde los 10­12 años entre los muchachos, los jugadores que más abundan son los de 30 a 40 años, siendo muy apto este juego asimismo para las personas mayores, que suelen frecuentarlo mucho, y así es habitual ver en cualquier lugar, la clásica estampa de unos viejos jugando a los bolos en los extramuros de pueblos y aldeas, o en cualquier club de ancianos a la caída de la tarde.

La época primaveral es la más apropiada para jugar a los bolos, por ser más favorables las condiciones climáticas al aire libre, no obstante, también se hace en verano u otoño. El horario acostumbrado es de 5 de la tarde en adelante, aunque antes los mozos, tras una noche de fiesta, solían jugar al alba. En los días festivos se juega también por la mañana. Hoy las competiciones y campeonatos se juegan por la mañana, acabando al mediodía. Lo usual era hacer apuestas de consumo de cuerva, cerveza y en ocasiones, hasta se apostaban un borrego, lo que, naturalmente, debía pagar el jugador o equipo perdedor. En los concursos y campeonatos de hoy se entregan trofeos a los ganadores.

El juego termina cuando un jugador o equipo «cierra», pues, cerrar en el argot de los bolos serranos significa alcanzar la puntuación acordada y, por consiguiente, conseguir la victoria o ganar el partido. El público puede asistir a los partidos, siguiendo el juego y comentando los lances que ocurren en su desarrollo, desde ambos lados de la bolera, cuando no desde la pequeña barra de obra hoy existente en algunas boleras, para solaz del personal, pues los campos son privados unos, y otros comunales, sin que los municipios tengan intervención en esta actividad, que se desarrolla al margen del mundo oficial, careciendo asimismo de organización oficial alguna, por lo que conserva este juego sus viejas raíces y reglas que se han ido transmitiendo oralmente de generación en generación, lo que le ha permitido mantener vivas los principios y normas de su orígenes.

El juego de los bolos serranos goza de gran arraigo en toda la parte montañosa de la comarca segureña, desde Miller a Cazorla, en municipios y pueblos como Santiago de la Espada, Hornos, Pontones, Benatae, Orcera, Cortijos Nuevos, Bujaraiza y todos los altos valles de los ríos Segura, Madera, Hornos, Zumeta o Guadalquivir, habiéndose mantenido incólume durante siglos en aldeas y cortijadas, desde donde se ha ido extendiendo el juego a otros pueblos limítrofes, en los que han construido campos o boleras, como en Beas de Segura o Villanueva del Arzobispo, Cazorla y otros pueblos próximos.

En todos los tiempos hubo jugadores que sobresalieron por su clase; boleros que han descollado fueron, entre los antiguos que recuerde, Leovigildo Jiménez (Leo), Bartolomé Ramos, Paco Fernández, Gregorio «El Cartero», Paulino «El Rizao», Francisco Pascual «Lavilla», Nicolás «El Piñón» y Antonio Fernández «El Liebro», ambos del pueblo de Segura de la Sierra; Juan Pedro Robles «El Varillas», o Pepe Martínez Foronda y Rufino Robles «Chimeneas»s, de la zona del Valle, y entre los actuales, Jacinto Sánchez, de Carrasco; Domingo Carriquí, de La Alberquilla; los hermanos Santos y Benito Muñoz, de Cortijos Nuevos; Santiago del Barco, de Arroyo del Ojanco; Camilo Ondoño, de Beas de Segura, y Antonio Bautista y César Quijano, de El Ojuelo. En la zona de Río Madera, gran cuna de boleros, son dignos de mención... Julián Ramos, de El Parralejo; Victorino Castillo, de Los Anchos; Pablo Castillo, de Fuente­Segura. Entre los actuales, Emilio Mañas «Potages», Gregorio Moreno «El Chapas», de Arroyo Canales; Teófilo Fernández «El Mozo» de Prados de la Presa, o «El Chico» de La Tobilla, o Antonio Jiménez «El Taño», de Pontones.

lunes, 2 de junio de 2025

ANÁLISIS DEL CASTILLO DE PEÑOLITE. SU HISTORIA Y ESTRUCTURA

Presentamos este estudio realizado y publicado por el querido y recordado Miguel Mesa Molinos sobre el llamado popularmente "Castillo de Peñolite", aunque quede, por su fisonomía y composición, muy lejos de esa consideración, siendo más bien en un recinto fortificado perteneciente a una alquería musulmana que debió utilizarse como refugio de los aldeanos que trabajaban el campo en sus cercanías y que pertenecería a un señor que administraría estas tierras y sus alrededores. En este estudio queda claramente detallada su composición y estructura al tiempo que aporta documentación gráfica relevante y muy didáctica sobre lo que fue en su tiempo lo que los habitantes de Peñolite denominan "las torres".

LAS TORRES DE PEÑOLITE.

1. Prólogo

 El objetivo de esta publicación es tratar de describir el castillo de Peñolite ubicado en la pedanía del mismo nombre, en concreto en la cortijada de Las Torres de esta pedanía, perteneciente a la población de Puente de Génave en la entrada al territorio de Segura de la Sierra.

2. Territorio de Segura de la Sierra y los valles de los ríos Trujala y Guadalimar.

Pero antes de entrar en materia, y para entender mejor este enclave defensivo, nos situaremos en la entrada natural del territorio de Segura de la Sierra,  en concreto en la población de Segura y los valles de los ríos Trujala y Guadalimar.

-Segura de la Sierra

De Segura de la Sierra y su castillo, Don Alfredo Cazabán, en un artículo publicado en la Revista Don Lope de Sosa (nº 121, enero de 1923), dice: [... La poderosa villa, asilo y centro, primero de los rebeldes caudillos árabes y encomienda, después, de inmenso poderío, de la Orden Militar de Santiago…], continua escribiendo […La importante fortaleza, después, del emirato de Murcia, centro de grandes núcleos militares, en la que, en 1171, se declaró independiente de aquel Emir el caudillo Ibraían, quien a pesar de sus grandes defensas fue derrotado y reducido; la que, testigo de las enconadas sangrientas banderías de los Reyes de Taifa, veíase encendida en los horrores continuos de la guerra, llegando al poder cristiano al empezar la décima tercera centuria; la que en poder de los caballeros del Apóstol, bajo el gigante Yelmo que la domina, fue vigía permanente para la obra de los cristianos...]

-Los valles de los ríos Trújala y Guadalimar.

Desde el castillo de Segura se divisa todo el valle del río Trujala que discurre por los términos de Segura y Orcera hasta su desembocadura en el río Guadalimar, que proviene de la sierra de Alcaraz en la vecina provincia de Albacete, pasando a la de Jaén junto al municipio de Siles, recibiendo en su recorrido aguas de los ríos: Cotillas, Frío, Carrizas y Morles. En su recorrido por el valle del mismo nombre, hasta La Puerta de Segura, se encuentra con las villas de Torres de Albanchez y Benatae, así como varias aldeas de estos municipios.

Si nos fijamos en los esquemas anteriores, observamos que el castillo de Peñolite junto con los castillos de Bujalamé y La Puerta, formarían parte de la línea de protección de la entrada natural al territorio de Segura de la Sierra, defendiendo su vanguardia, además controlaba la Vía de Levante, a la que se unía en La Puerta de Segura, el camino del Collado de los Almendros de Cazorla, que remontaba el curso del río Hornos y cruzaba por el puente sobre el Guadalimar (Cruz Aguilar, 1994). Ya hemos ubicado el castillo en el conjunto defensivo del territorio de Segura de la Sierra, entrando a continuación en el detalle de dicha construcción.

3. Mención de Peñolite en “Las Relaciones Topográficas de Felipe II”

Narra la historia que, en cierta ocasión, el rey Felipe II se interesó por Segura de la Sierra y preguntó a sus súbditos dónde habría de ubicarla. Uno de sus consejeros contestó así: «Majestad, Segura no es de ninguno de los reinos de Murcia, Granada, Andalucía ni Toledo, porque está en mitad de todos los sitios». Las Relaciones topográficas de los pueblos de España ordenadas por Felipe II”, es el nombre que recibe una obra estadística encargada por el monarca con la intención de ofrecer una descripción detallada de todos los pueblos de la Corona de Castilla, y que se efectuó por medio de `interrogatorios´ enviados desde la Corte a las distintas poblaciones. En las Relaciones de los pueblos de Felipe II de 1575, se habla de una población antigua que se llama Peñolite, con una torre fuerte de calicanto, algo caída.

Así se narraba apuntando una descripción de la villa de Segura de la Sierra "fecha por mandado de su majestad siendo gobernador en ella y su jurisdicción y partido el señor licenciado Diego Fernández". En el interrogatorio se realizaban diferentes preguntas sobre el lugar quedando constatada en su pregunta número 56 lo siguiente: "Los sitios de los pueblos y lugares despoblados que hubiese en la tierra, y el nombre que tuvieron, y la causa por qué se despoblaron". a lo que se respondió:“…en el término desta villa de Sigura, ay muchos edefiçios ansy de torres como de casas fuertes, ay sitios de poblaciones antiguas como por ellos parece, que son una población antigua que se llama Peñolite, questá dos leguas de Sigura la parte del poniente. Aqui ay una torre fuerte de calicanto, algo cayda. Parece aver seydo grande edefiçio e población. La causa porque se despobló no se sabe, más de que por ser esta tierra estrecha de toda cosecha, no sufre tantas poblaciones.”

4. El castillo de Peñolite, identificación y descripción.

 Este monumento, fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 1985 (BOE 29/06/1985), con el número 155.  Atendiendo a la ficha del inmueble del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH), tenemos:

-Identificación:

       Denominaciones: Castillo de Peñolite y Torres de Peñolite

       Código: 01230710007

       Caracterización: Arqueológica.

       Provincia: Jaén

       Municipio: Puente de Génave

-Clasificación:

       Tipologías: Torres

       Actividades:

       P. Históricos/Etnias: Baja Edad Media/ Almohades

       Cronología: S. XII

Descripción:  Se localiza en un promontorio situado en la margen derecha del arroyo de Peñolite, tributario del Guadalimar en Puente de Génave. Las estructuras están emplazadas en la Cortijada del Castillo, entre Jamileros y el Prado del Peñón, a 740 metros sobre el nivel del mar y a unos 600 metros al noreste de la localidad de Peñolite. En la actualidad se mantienen en pie los restos de tres torres situadas en las esquinas de los lados sur y oeste de un perímetro de planta rectangular, hoy muy deteriorado. También se observan restos de construcciones interiores. El castillo está construido en tapial de calicanto.

Las torres son troncopiramidales de planta cuadrada, de 4 metros de lado, mientras que el recinto tiene unas medidas de 30 por 15,60 metros. Solamente una de ellas, que cuenta con una saetera en cada lado por planta, se conserva más o menos completa.

Los torreones, situados en la esquina del lado sur, se dividen en cuatro cuerpos, de los que el inferior era macizo, mientras que los tres restantes formaban cámaras adinteladas con vigas de madera que apoyaban en los zócalos producto del estrechamiento en altura. Recibía la luz a través de saeteras vaciadas hacia el interior.

Restos del muro de la torre norte embutidos en un caserío anexo

El recinto pudo contar con cuatro torres esquineras, según Eslava Galán y de la Cruz Aguilar, pero actualmente no puede asegurarse tan sólo con los restos observables en superficie.

Tampoco se observan restos de la existencia de aljibes, por lo que su capacidad defensiva no parece haber sido de importancia. Su funcionalidad se reduce así a la de un refugio temporal, de época almohade, para la población campesina concentrada en las aldeas de su entorno.

Las Torres Sur

Torre Sur (B)
Vista de los restos de la Torre Sur (A)

Probablemente, esta fortificación fuera uno de los castillos-refugio edificado por los almohades, como refugio para los habitantes de las alquerías donde estaban situados, y para la población esparcida en una zona que contaba con tierras fértiles regadas por abundantes arroyos y manantiales.

El pintor Francisco Cerezo en el 1985 dibujó `in situ´ los restos de la torre sur del castillo de Peñolite, donde se puede observar la existencia de construcciones anexas a la torre en el interior de la plaza de armas del castillo.

jueves, 15 de mayo de 2025

EL PATRÓN DE LOS CAMPOS DE JAÉN

SAN ISIDRO LABRADOR. SU VIDA 

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        Estamos a las puertas de la celebración en nuestro santoral de la festividad en honor de San Isidro Labrador. Son muchas las poblaciones de España, hispano américa y otros lugares repartidos por todo el mundo donde el Santo labrador es venerado y homenajeado todos los 15 de mayo, porque si hay un santo en el calendario cristiano que destaque en el mes de mayo es San Isidro Labrador, especialmente en el entorno rural debido a su advocación que lo convierte en patrono de los que se dedican a las tareas agrarias. Es ese el motivo por el cual es festejado también en numerosos pueblos de la provincia de Jaén, destacando las celebraciones en Puente de Génave, pero también en Santo Tomé, en la aldea alcalaína de Caserías de San Isidro, en Albánche, Arjona, Benatae, Jamilena, Jódar, Solera, Guarromán, Cortijos Nuevos, Torredelcampo, Santiago de Calatrava, Higuera de Calatrava, Villardompardo, Lopera, Gaudalén, la aldea de Cortijuelo en Quesada, en la pedanía de La Quintería de Villanueva de la Reina, así como los festejos organizados por la cofradía de San Isidro Labrador de Baeza, entre muchos otras celebraciones más puntuales. Pero pocas veces nos hemos llegado a preguntar quién era este Santo Patrón, cómo fue su vida, de dónde recibió su vinculación con Dios, sus milagros, cómo llegó a la santidad… pues estas y otras muchas particularidades trataremos de describirlas para profundizar más en su figura y personal relación de santidad.

Procesión de San Isidro. Puente de Génave.

Decir que San Isidro es más conocido por la tradición popular que por los datos auténticamente históricos que se poseen sobre su vida. A pesar de todo, es uno de los pocos santos medievales cuyos milagros fueron recogidos en un códice, hoy guardado en el museo de la Catedral de la Almudena de Madrid, redactado en la segunda mitad del siglo XIII y en latín, por orden del rey Alfonso X “El Sabio” para la Capilla Real ubicada junto al altar mayor de la parroquia de San Andrés de Madrid, en donde, desde hacía varias décadas, era venerado su cuerpo incorrupto, generando uno de los lugares de peregrinación más importantes de Castilla en aquel momento. El autor del códice fue Juan Gil de Zamora, un cortesano, teólogo, franciscano, sabio escritor, erudito y humanista, colaborador de Alfonso X en su obra hagiográfica, conocida, sobre todo, por Las Cantigas de Santa María. De la primera parte de dicho códice es de donde se extraen los escasos datos biográficos que se tienen, luego confirmados, en unos casos, y aumentados, en otros, por la tradición popular, bien intencionada, aunque, desafortunadamente, falta, en algunos casos, de criterio histórico. Se trata de cinco milagros realizados en vida del personaje, todos ellos contextualizados en la realidad social y económica de su tiempo, por lo que, prescindiendo del hecho extraordinario en sí que supone cualquier tipo de milagro, se pueden rastrear conceptos e ideas que ayudan, bien de manera incompleta, a reconstruir su vida.

Códice de los milagros de San Isidro.

Al no tratarse de una biografía al uso, ni pretender su autor que lo fuera, el códice no señala lugar y fecha de nacimiento, ni filiación ni otros datos que ilustren realmente sobre el ciclo vital del personaje. La tradición señala que nació en Madrid, allá por finales del siglo XI, coincidiendo con la nueva coyuntura histórica que supuso el paso del reino de Toledo a manos cristianas en el año 1085 por obra del rey Alfonso VI. Madrid y otros lugares pertenecientes a este reino se convierten, así, en zonas fronterizas con la España islámica, todo lo cual determinó el carácter y hasta la vida política, institucional y religiosa de sus gentes. Es muy probable que fuese de familia mozárabe, es decir, converso al cristianismo para así poder permanecer en su lugar de residencia tras la conquista cristiana, ya que este grupo social fue numeroso en tierras toledanas situadas al norte del río Tajo, es decir, la zona central peninsular donde predominaban los fértiles valles fluviales del Jarama, Guadarrama, Alberche y el propio Tajo, dedicándose a la agricultura y sus miembros repartidos en alquerías, aldeas y villas; la mayor parte lo hizo como campesinos independientes o collazos adscritos a la tierra y vinculados a algún señor, caso de los padres de Isidro que lo fueron a D. Juan de Vargas, un caballero villano, es decir, de zona rural, que pudo beneficiarse de los repartimientos de tierras de Alfonso VI gracias a los servicios prestados al Rey cuando la toma de Toledo. Pronto Isidro quedó huérfano y solo en el mundo cuando llegó a la edad de diez años siguiendo en su cometido diario como peón de campo, ayudando en las tareas agrarias al servicio de ese mismo señor.

Grabado representativo de Alfonso VI

El códice no señala más datos de su infancia y juventud pasando a señalar que San Isidro estaba casado y era padre de un hijo. Es la tradición la que pone nombre a la esposa que también adquirió la santidad, María de la Cabeza, y al hijo, llamado Juan o Illán, del cual dice el códice que de niño cayó a un pozo profundo y ante la imposibilidad de rescate, fueron las oraciones de sus padres las que hicieron que sus aguas subieran en nivel y pudieran así rescatarlo. El códice señala que San Isidro era un humilde arrendatario que trabajaba a cambio de un sueldo anual, lo cual encaja perfectamente con la consideración de ser criado que estuvo la mayor parte de su vida vinculado a los Vargas. Asimismo, el códice lo presenta trabajando en Madrid y establecido en un campo próximo a la villa, que la tradición, de nuevo, identifica con la heredad de Juan de Vargas en Carabanchel, junto a la ribera derecha del río Manzanares, en una casa de labor situada en medio de tierras fértiles dedicadas al cultivo de cereales. Recuérdese que dichas tierras ocupan una buena parte de las terrazas fluviales de dicho río y que sobre la casa de labor que ocupó la familia se levantaría, ya en el siglo XV, una ermita, aprovechando el manantial y la fuente construidos por el mismo santo, cuyas aguas tienen propiedades curativas, según fue reconocido por Roma en el propio proceso de canonización.

Representación de San Isidro junto a su esposa 
Santa María de la Cabeza y su hijo. 

Los cinco milagros, que se pueden denominar biográficos, muestran a un campesino madrileño que realizaba las labores propias de su oficio, que según los datos históricos que se tienen sobre la vida campesina de la época, sería una agricultura de arado tirado de bueyes y la práctica de la molienda durante el invierno, después de la siega del verano, cuando el grano, que había permanecido recogido en silos, era transportado a alguno de los molinos hidráulicos madrileños que funcionaban a pleno rendimiento, porque el Manzanares venía muy crecido de agua, cuya energía hacía funcionar la rueda de moler. En este contexto se sitúan los dos primeros milagros: el del molino y el de los bueyes. En el primer caso, el santo se dirigía a un molino, que la tradición identifica con el de La Arganzuela, junto al puente de Toledo, en compañía de un mozo o ayudante, para moler trigo, y en mitad del camino ofreció parte de sus sacos de trigo para dar de comer a unas hambrientas palomas, ateridas por el frío y la nieve, siendo objeto de la burla de su acompañante por derrochar de esa manera el preciado trigo. El milagro se produjo cuando, al llegar al molino, los costales de trigo ofrecieron mayor cantidad de harina que de sacos de trigo que se habían molido. La moraleja refleja una idea muy propia de la mentalidad religiosa de la época: la caridad hacia los animales, obra de Dios y seres de la Creación, y la Providencia Divina para quien la practica. El segundo milagro muestra cómo el tiempo dedicado a la oración no merma el rendimiento laboral, más al contrario, lo hace fructificar y multiplica sus beneficios, poniendo de manifiesto que la vida del cristiano no se fundamenta exclusivamente en el trabajo, sino también en la oración. Según el códice, los compañeros se quejaban al amo de que San Isidro se incorporaba tarde a la labranza en una jornada que iba de sol a sol, porque desde el amanecer se pasaba la mayor parte del día rezando por las iglesias que había a su alrededor. El amo, queriendo comprobar personalmente las acusaciones, espió una mañana a Isidro y observó atónito cómo un yugo celestial de bueyes blancos, a la par que su propio yugo, ayudaba al santo a realizar la labranza, aumentando, de esta manera, los rendimientos y los esfuerzos de su trabajo, supuestamente disminuidos por el tiempo dedicado a la oración.

Grabado representativo del milagro del molino.

El resto de los milagros se contextualizan no en el trabajo rural, sino en el marco de las prácticas religiosas de la época: el milagro del lobo, el de la olla y el de los pobres. El primero presenta a un Isidro espiritual que no abandonaba la oración ni la posponía ante ningún contratiempo. Unos chiquillos, mientras estaba rezando un día de verano en la iglesia de Santa María Magdalena, identificada con la actual ermita del cementerio parroquial de Carabanchel Bajo, le alertaron de que había un lobo feroz que persiguió a su borriquillo, ocasionándole heridas de muerte. Sin embargo, el santo, pacientemente, terminó de hacer su oración y cuando salió de la iglesia se encontró al lobo muerto y al burro en perfecto estado. El nombre de la iglesia, uno de los pocos topónimos que aparecen en el códice, y la idea del borriquillo, trasladan al ambiente histórico de una época en que los campesinos se valían de estos animales para sus desplazamientos y como bestias de carga y sin los que no se entiende la gran movilidad de estas gentes de unos lugares a otros, recorriendo, a veces, grandes distancias. Los dos últimos milagros se refieren a la práctica de la caridad. En el de la olla, la comida se multiplicó repentinamente cuando un pobre acudió un sábado a su puerta demandando limosna. Parece ser que había costumbre de que este día se repartiesen alimentos entre los más necesitados. El pobre del relato llegó el último y, al parecer, la comida se había terminado; sin embargo, San Isidro interpeló a su esposa y le rogó que mirase si aún quedaba algo en la olla. Ésta acudió, llena de incredulidad, y comprobó sorprendentemente que estaba llena. El último de los milagros presenta la existencia de cofradías seglares, que durante los siglos XII y XIII fueron muy dinámicas, y se manifestaron como el medio más ideal de la participación de los laicos en la vida de la Iglesia, así como la recuperación de un estilo de vida cuyas raíces se hunden en la espiritualidad de las primeras comunidades cristianas. San Isidro perteneció a una de estas cofradías y, durante una de las comidas de hermandad, llegó tarde, debido a que había estado rezando en las iglesias, introduciendo consigo a unos pobres que había encontrado en la puerta pidiendo limosna. La comida se había acabado, quedando sólo la ración que los comensales habían reservado al santo. El milagro quiso que la olla estuviese, de repente, repleta de comida, con lo que se pudo dar de comer a los pobres y aún sobraron alimentos para muchos más. Este milagro se sitúa junto a la iglesia de Santa María Magdalena, a donde los cofrades, que habían presenciado el milagro, acudieron a dar gracias a Dios. Ello provocó que la tradición identificara esta cofradía con la que desde muy antiguo existió en Carabanchel Bajo, bajo la advocación del apóstol Santiago.

Placa indicativa del lugar donde estaba situada
la Iglesia de Santa Magdalena.

El último relato biográfico representa la muerte de San Isidro y su enterramiento. Se trata de un reflejo del ideal de la perfecta muerte cristiana, acompañada de unos gestos y símbolos concretos que reflejan y se enmarcan, de nuevo, en la realidad histórica. El santo hizo testamento de sus escasos bienes, considerado por la Iglesia como un acto de piedad y de fe. Después, ya enfermo, y en el lecho de muerte, recibió el viático, mostró arrepentimiento, realizó la señal de la cruz y cerró sus ojos entregando su espíritu. Esto sucedía hacia mediados del siglo XII, en una fecha imprecisa que varía, según los biógrafos, entre la década de 1130 y la de 1150. La tradición asegura que pudo morir un 30 de noviembre, festividad del apóstol San Andrés, ya nonagenario y en la casa que Juan de Vargas tenía en la vecindad de San Andrés, que no sería la casa principal del caballero, sino una de sus propiedades para sirvientes y demás, siendo un lugar donde predominaban los campesinos mozárabes vinculados a su familia y en la que habría cuadras, silos, graneros, establos y otros habitáculos en un ambiente muy rural, de ahí la llamada cuadra de San Isidro, donde, según la tradición, el santo guardaba el ganado.

Actual Capilla de San Andrés. Madrid

Fue enterrado en el cementerio junto a la parroquia de San Andrés, la última que, durante su vida laboral, visitaba antes de proseguir su camino hacia sus tareas en el campo. Allí, en una sencilla fosa, sin lápida, ni nombre, ni ninguna otra señal, permanece casi olvidado de todos. Será después, a los 43 años de haber sido sepultado, en 1163, su cuerpo fue localizado milagrosamente, según creencia popular, por revelación divina, encontrándose incorrupto y siendo trasladado al interior de la iglesia al considerar las gentes este hecho como milagroso. A partir de este momento comenzó la veneración popular llegando incluso el propio rey Alfonso VIII a considerarlo como parte de la ayuda divina que tuvieron las huestes cristianas para vencer a los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa de 1212.  Su culto se desarrolló enormemente, construyéndose una capilla y un arca para contener su cuerpo, todo lo cual quedó bajo el patronato de la Corona, permaneciendo, de este modo, el santo y todo lo referente a su tradición vinculado secularmente a la Casa Real.

Arca del S.XIII donada por Alfonso VIII para contener
los restos de S. Isidro. Catedral de la Almudena. Madrid

A finales del siglo XVI, se dieron los primeros pasos para su canonización, que no concluyó hasta el siglo siguiente a raíz de un hecho considerado también milagroso pues el rey Felipe III se hallaba gravísimamente enfermo y los médicos no encontraban remedio a su enfermedad, siendo entonces cuando sacaron los restos de San Isidro en procesión sanando el rey de sus fiebres al instante y de forma inexplicable cuando esa procesión pasó junto al palacio real. A causa de esto el rey intercedió ante el Sumo Pontífice para que declarara santo al humilde labrador, por lo que, en 1619, el papa Pablo V le declaró beato y el 12 de marzo de 1622 Gregorio XV le canonizó, junto a otros españoles como Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Teresa de Jesús y el italiano Felipe Neri. Sin embargo, su bula de canonización no fue emitida por Roma hasta el 4 de junio de 1724, bajo el pontificado de Benedicto XIII. El 16 de diciembre de 1960 Juan XXIII le declaró patrón de los agricultores españoles.

Bula de canonización de San Isidro
del Papa Benedicto XIII

San Isidro es considerado un intercesor para aquellos que trabajan en la agricultura y el campo, y se le pide protección y guía en todas las áreas de su vida laboral. También se le solicita ayuda para fomentar una mayor devoción y amor por la naturaleza, el trabajo y la vida en el campo.


miércoles, 30 de abril de 2025

PANETES DE JAÉN.

 POSTRE TRADICIONAL DE SEMANA SANTA.

Convencidos estamos que, en muchos de los hogares, en estos días pasados de las celebraciones de Semana Santa, se ha disfrutado con la degustación de un postre típico de Jaén. Nos referimos a los tradicionales “panetes” que con tanto esmero y cuidado elaboran por estas fechas nuestras madres y abuelas para seguir una tradición que endulza los paladares de grandes y pequeños. Para ello reproducimos un artículo de Alfonso López Alonso publicado por el periódico ABC.

La receta de panetes, nunca falta en la Semana Santa de poblaciones de Albacete y Jaén, en especial en los pueblos de la Sierra de Segura (Puente de Génave, Beas de Segura, Siles, Bienservida, Villapalacios y alrededores). Los panetes o panecillos, como los llaman en algunas localidades, son un dulce perteneciente a la repostería tradicional popular.

Quienes viven en estas zonas y los conocen bien y saben que es difícil encontrarlos en las pastelerías o panaderías, ni se encuentran en las cartas de postre de restaurantes. Los panetes suelen elaborarse en las casas y para elaborarlos, cada persona guarda su particular secreto para conseguir la mejor elaboración.


Rivalizan en Jaén directamente con otros dulces maravillosos de estas fechas, los cuáles podéis encontrarlos en todas las pastelerías destacando los tradicionales papajotes dulces, el hornazo de Jaén o los ochíos dulces. Con esta variedad resulta difícil una recomendación por lo que seleccionamos los panetes de elaboración casera.

Es un dulce muy fácil de hacer. Sus ingredientes son humildes, económicos y básicos: miga de pan, huevo, azúcar, naranja, anís y aceite. Seguro que los tenéis en casa, así que os recomendamos que leáis la receta y os pongáis a hacerlos ya. En apenas una hora los tendréis listos y los podréis servir como postre de la comida. Los vuestros os lo agradecerán porque son deliciosos y están ¡de rechupete. Detallamos más sus ingredientes.


Para la masa del panete:

-3 rebanadas de pan de molde sin corteza o 90 g. de miga de pan seco, de un par de días.

-2 huevos.

-45 ml. de agua.

-1 cucharada sopera de azúcar.

-1 cucharadita de anís en grano.

-1 naranja grande.

-Aceite de oliva virgen extra suave en abundancia.

Para el almíbar:

-1 rama de canela.

-600 ml de agua.

-180 g de azúcar.

-1 naranja.

Si tenemos que entrar a detallar los pasos a seguir para su elaboración debemos diferenciar sus dos ámbitos, pues por un lado estar la elaboración del panete en sí y después cómo se elabora ese jugo o jarabe que denominaremos almíbar en el que después sumergiremos el panete para que se vaya empapando y así conseguir la perfecta unión de sabores.



Para confeccionar los panetes primero debemos rallar el pan con un rallador grueso o, en caso de contar con un robot de cocina, lo utilizaremos para picar el pan, pero teniendo en cuenta que tiene que quedar una picadura algo gruesa, no muy molido, pues en la textura se deben notar las migas. Añadiremos el azúcar, el anís en grano y la ralladura de media naranja a esa picadura de migas de pan y lo removemos bien. A continuación, añadimos los huevos y el agua y removemos de nuevo hasta obtener una masa espesa o papilla uniforme. Calentamos abundante aceite en una sartén y, con ayuda de una cucharita, dejamos caer porciones en forma de bola de esa masa resultante en su interior. Volteamos cuando estén doradas por la parte inferior para que se hagan por el otro lado, y así, cuando estén doradas por todos los lados las extraeremos.

Procuramos que todas las porciones sean de igual tamaño y que queden con igual color. Cuando estén listos, retiramos los panetes con una espumadera, dejando escurrir el aceite de la fritura. Los colocamos sobre un plato con papel absorbente y continuamos el proceso hasta terminar con la masa. Con las cantidades sugeridas nos ha salido un poco más de una docena de panetes, suficiente para cuatro raciones, aunque el número exacto dependerá del tamaño de los mismos.



Para elaborar el almíbar hay que tener en cuenta que lo debemos de preparar antes que los panetes y tenerlo listo para sumergirlos en él una vez fritos. Con esto nos ahorraremos un poco de tiempo. Ponemos el azúcar en una sartén honda y lo calentamos a fuego suave sin necesidad de mover la sartén ni remover el azúcar. Cuando la parte de abajo comience a caramelizar, añadimos el agua con sumo cuidado, muy poco a poco para que no salpique. Pelaremos la naranja, procurando no coger nada de la parte blanca pues le dará demasiada amargura al jarabe, y la introducimos en la sartén junto con la rama de canela. En este momento hay quienes le añaden piel de naranja seca de un par de días, pero si no lo tenéis previsto podéis usar la piel fresca pues el resultado será bastante similar. Llevaremos a ebullición y coceremos a fuego fuerte 10 minutos, para después bajar el fuego y cocer 30 minutos más.

Con el jarabe acabado y los panetes ya listos y escurridos debemos proceder a la terminación del proceso para su posterior presentación y degustación, para ello pincharemos los panetes con un tenedor por dos lados y los introduciremos en la sartén con el almíbar. Los agujeros del tenedor permitirán que el almíbar penetre en el interior y queden jugosos. Coceremos los panetes en el almíbar durante 10 minutos antes de retirar del fuego y dejar enfriar. Una vez finalizado este paso, debemos guardar los panetes sumergidos en el almíbar en la nevera hasta el momento de consumir, porque este es un dulce que se toma frío. Aunque también puede degustarse algo tibio pues le realza el sabor.

Está claro que este sencillo y rico postre, aunque es tradicional para la Semana Santa, se puede elaborar durante todo el año, especialmente en verano al servirse frío. Es un postre que entra dentro de lo tradicional, con unos ingredientes simples y que estaban y están al alcance de todos los bolsillos y que, sin duda, harán las delicias de mayores y pequeños; en definitiva, un postre que mantiene una tradición que refleja la esencia de nuestros pueblos.