lunes, 2 de junio de 2025

ANÁLISIS DEL CASTILLO DE PEÑOLITE. SU HISTORIA Y ESTRUCTURA

Presentamos este estudio realizado y publicado por el querido y recordado Miguel Mesa Molinos sobre el llamado popularmente "Castillo de Peñolite", aunque quede, por su fisonomía y composición, muy lejos de esa consideración, siendo más bien en un recinto fortificado perteneciente a una alquería musulmana que debió utilizarse como refugio de los aldeanos que trabajaban el campo en sus cercanías y que pertenecería a un señor que administraría estas tierras y sus alrededores. En este estudio queda claramente detallada su composición y estructura al tiempo que aporta documentación gráfica relevante y muy didáctica sobre lo que fue en su tiempo lo que los habitantes de Peñolite denominan "las torres".

LAS TORRES DE PEÑOLITE.

1. Prólogo

 El objetivo de esta publicación es tratar de describir el castillo de Peñolite ubicado en la pedanía del mismo nombre, en concreto en la cortijada de Las Torres de esta pedanía, perteneciente a la población de Puente de Génave en la entrada al territorio de Segura de la Sierra.

2. Territorio de Segura de la Sierra y los valles de los ríos Trujala y Guadalimar.

Pero antes de entrar en materia, y para entender mejor este enclave defensivo, nos situaremos en la entrada natural del territorio de Segura de la Sierra,  en concreto en la población de Segura y los valles de los ríos Trujala y Guadalimar.

-Segura de la Sierra

De Segura de la Sierra y su castillo, Don Alfredo Cazabán, en un artículo publicado en la Revista Don Lope de Sosa (nº 121, enero de 1923), dice: [... La poderosa villa, asilo y centro, primero de los rebeldes caudillos árabes y encomienda, después, de inmenso poderío, de la Orden Militar de Santiago…], continua escribiendo […La importante fortaleza, después, del emirato de Murcia, centro de grandes núcleos militares, en la que, en 1171, se declaró independiente de aquel Emir el caudillo Ibraían, quien a pesar de sus grandes defensas fue derrotado y reducido; la que, testigo de las enconadas sangrientas banderías de los Reyes de Taifa, veíase encendida en los horrores continuos de la guerra, llegando al poder cristiano al empezar la décima tercera centuria; la que en poder de los caballeros del Apóstol, bajo el gigante Yelmo que la domina, fue vigía permanente para la obra de los cristianos...]

-Los valles de los ríos Trújala y Guadalimar.

Desde el castillo de Segura se divisa todo el valle del río Trujala que discurre por los términos de Segura y Orcera hasta su desembocadura en el río Guadalimar, que proviene de la sierra de Alcaraz en la vecina provincia de Albacete, pasando a la de Jaén junto al municipio de Siles, recibiendo en su recorrido aguas de los ríos: Cotillas, Frío, Carrizas y Morles. En su recorrido por el valle del mismo nombre, hasta La Puerta de Segura, se encuentra con las villas de Torres de Albanchez y Benatae, así como varias aldeas de estos municipios.

Si nos fijamos en los esquemas anteriores, observamos que el castillo de Peñolite junto con los castillos de Bujalamé y La Puerta, formarían parte de la línea de protección de la entrada natural al territorio de Segura de la Sierra, defendiendo su vanguardia, además controlaba la Vía de Levante, a la que se unía en La Puerta de Segura, el camino del Collado de los Almendros de Cazorla, que remontaba el curso del río Hornos y cruzaba por el puente sobre el Guadalimar (Cruz Aguilar, 1994). Ya hemos ubicado el castillo en el conjunto defensivo del territorio de Segura de la Sierra, entrando a continuación en el detalle de dicha construcción.

3. Mención de Peñolite en “Las Relaciones Topográficas de Felipe II”

Narra la historia que, en cierta ocasión, el rey Felipe II se interesó por Segura de la Sierra y preguntó a sus súbditos dónde habría de ubicarla. Uno de sus consejeros contestó así: «Majestad, Segura no es de ninguno de los reinos de Murcia, Granada, Andalucía ni Toledo, porque está en mitad de todos los sitios». Las Relaciones topográficas de los pueblos de España ordenadas por Felipe II”, es el nombre que recibe una obra estadística encargada por el monarca con la intención de ofrecer una descripción detallada de todos los pueblos de la Corona de Castilla, y que se efectuó por medio de `interrogatorios´ enviados desde la Corte a las distintas poblaciones. En las Relaciones de los pueblos de Felipe II de 1575, se habla de una población antigua que se llama Peñolite, con una torre fuerte de calicanto, algo caída.

Así se narraba apuntando una descripción de la villa de Segura de la Sierra "fecha por mandado de su majestad siendo gobernador en ella y su jurisdicción y partido el señor licenciado Diego Fernández". En el interrogatorio se realizaban diferentes preguntas sobre el lugar quedando constatada en su pregunta número 56 lo siguiente: "Los sitios de los pueblos y lugares despoblados que hubiese en la tierra, y el nombre que tuvieron, y la causa por qué se despoblaron". a lo que se respondió:“…en el término desta villa de Sigura, ay muchos edefiçios ansy de torres como de casas fuertes, ay sitios de poblaciones antiguas como por ellos parece, que son una población antigua que se llama Peñolite, questá dos leguas de Sigura la parte del poniente. Aqui ay una torre fuerte de calicanto, algo cayda. Parece aver seydo grande edefiçio e población. La causa porque se despobló no se sabe, más de que por ser esta tierra estrecha de toda cosecha, no sufre tantas poblaciones.”

4. El castillo de Peñolite, identificación y descripción.

 Este monumento, fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 1985 (BOE 29/06/1985), con el número 155.  Atendiendo a la ficha del inmueble del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH), tenemos:

-Identificación:

       Denominaciones: Castillo de Peñolite y Torres de Peñolite

       Código: 01230710007

       Caracterización: Arqueológica.

       Provincia: Jaén

       Municipio: Puente de Génave

-Clasificación:

       Tipologías: Torres

       Actividades:

       P. Históricos/Etnias: Baja Edad Media/ Almohades

       Cronología: S. XII

Descripción:  Se localiza en un promontorio situado en la margen derecha del arroyo de Peñolite, tributario del Guadalimar en Puente de Génave. Las estructuras están emplazadas en la Cortijada del Castillo, entre Jamileros y el Prado del Peñón, a 740 metros sobre el nivel del mar y a unos 600 metros al noreste de la localidad de Peñolite. En la actualidad se mantienen en pie los restos de tres torres situadas en las esquinas de los lados sur y oeste de un perímetro de planta rectangular, hoy muy deteriorado. También se observan restos de construcciones interiores. El castillo está construido en tapial de calicanto.

Las torres son troncopiramidales de planta cuadrada, de 4 metros de lado, mientras que el recinto tiene unas medidas de 30 por 15,60 metros. Solamente una de ellas, que cuenta con una saetera en cada lado por planta, se conserva más o menos completa.

Los torreones, situados en la esquina del lado sur, se dividen en cuatro cuerpos, de los que el inferior era macizo, mientras que los tres restantes formaban cámaras adinteladas con vigas de madera que apoyaban en los zócalos producto del estrechamiento en altura. Recibía la luz a través de saeteras vaciadas hacia el interior.

Restos del muro de la torre norte embutidos en un caserío anexo

El recinto pudo contar con cuatro torres esquineras, según Eslava Galán y de la Cruz Aguilar, pero actualmente no puede asegurarse tan sólo con los restos observables en superficie.

Tampoco se observan restos de la existencia de aljibes, por lo que su capacidad defensiva no parece haber sido de importancia. Su funcionalidad se reduce así a la de un refugio temporal, de época almohade, para la población campesina concentrada en las aldeas de su entorno.

Las Torres Sur

Torre Sur (B)
Vista de los restos de la Torre Sur (A)

Probablemente, esta fortificación fuera uno de los castillos-refugio edificado por los almohades, como refugio para los habitantes de las alquerías donde estaban situados, y para la población esparcida en una zona que contaba con tierras fértiles regadas por abundantes arroyos y manantiales.

El pintor Francisco Cerezo en el 1985 dibujó `in situ´ los restos de la torre sur del castillo de Peñolite, donde se puede observar la existencia de construcciones anexas a la torre en el interior de la plaza de armas del castillo.

jueves, 15 de mayo de 2025

EL PATRÓN DE LOS CAMPOS DE JAÉN

SAN ISIDRO LABRADOR. SU VIDA 

( j t )

        Estamos a las puertas de la celebración en nuestro santoral de la festividad en honor de San Isidro Labrador. Son muchas las poblaciones de España, hispano américa y otros lugares repartidos por todo el mundo donde el Santo labrador es venerado y homenajeado todos los 15 de mayo, porque si hay un santo en el calendario cristiano que destaque en el mes de mayo es San Isidro Labrador, especialmente en el entorno rural debido a su advocación que lo convierte en patrono de los que se dedican a las tareas agrarias. Es ese el motivo por el cual es festejado también en numerosos pueblos de la provincia de Jaén, destacando las celebraciones en Puente de Génave, pero también en Santo Tomé, en la aldea alcalaína de Caserías de San Isidro, en Albánche, Arjona, Benatae, Jamilena, Jódar, Solera, Guarromán, Cortijos Nuevos, Torredelcampo, Santiago de Calatrava, Higuera de Calatrava, Villardompardo, Lopera, Gaudalén, la aldea de Cortijuelo en Quesada, en la pedanía de La Quintería de Villanueva de la Reina, así como los festejos organizados por la cofradía de San Isidro Labrador de Baeza, entre muchos otras celebraciones más puntuales. Pero pocas veces nos hemos llegado a preguntar quién era este Santo Patrón, cómo fue su vida, de dónde recibió su vinculación con Dios, sus milagros, cómo llegó a la santidad… pues estas y otras muchas particularidades trataremos de describirlas para profundizar más en su figura y personal relación de santidad.

Procesión de San Isidro. Puente de Génave.

Decir que San Isidro es más conocido por la tradición popular que por los datos auténticamente históricos que se poseen sobre su vida. A pesar de todo, es uno de los pocos santos medievales cuyos milagros fueron recogidos en un códice, hoy guardado en el museo de la Catedral de la Almudena de Madrid, redactado en la segunda mitad del siglo XIII y en latín, por orden del rey Alfonso X “El Sabio” para la Capilla Real ubicada junto al altar mayor de la parroquia de San Andrés de Madrid, en donde, desde hacía varias décadas, era venerado su cuerpo incorrupto, generando uno de los lugares de peregrinación más importantes de Castilla en aquel momento. El autor del códice fue Juan Gil de Zamora, un cortesano, teólogo, franciscano, sabio escritor, erudito y humanista, colaborador de Alfonso X en su obra hagiográfica, conocida, sobre todo, por Las Cantigas de Santa María. De la primera parte de dicho códice es de donde se extraen los escasos datos biográficos que se tienen, luego confirmados, en unos casos, y aumentados, en otros, por la tradición popular, bien intencionada, aunque, desafortunadamente, falta, en algunos casos, de criterio histórico. Se trata de cinco milagros realizados en vida del personaje, todos ellos contextualizados en la realidad social y económica de su tiempo, por lo que, prescindiendo del hecho extraordinario en sí que supone cualquier tipo de milagro, se pueden rastrear conceptos e ideas que ayudan, bien de manera incompleta, a reconstruir su vida.

Códice de los milagros de San Isidro.

Al no tratarse de una biografía al uso, ni pretender su autor que lo fuera, el códice no señala lugar y fecha de nacimiento, ni filiación ni otros datos que ilustren realmente sobre el ciclo vital del personaje. La tradición señala que nació en Madrid, allá por finales del siglo XI, coincidiendo con la nueva coyuntura histórica que supuso el paso del reino de Toledo a manos cristianas en el año 1085 por obra del rey Alfonso VI. Madrid y otros lugares pertenecientes a este reino se convierten, así, en zonas fronterizas con la España islámica, todo lo cual determinó el carácter y hasta la vida política, institucional y religiosa de sus gentes. Es muy probable que fuese de familia mozárabe, es decir, converso al cristianismo para así poder permanecer en su lugar de residencia tras la conquista cristiana, ya que este grupo social fue numeroso en tierras toledanas situadas al norte del río Tajo, es decir, la zona central peninsular donde predominaban los fértiles valles fluviales del Jarama, Guadarrama, Alberche y el propio Tajo, dedicándose a la agricultura y sus miembros repartidos en alquerías, aldeas y villas; la mayor parte lo hizo como campesinos independientes o collazos adscritos a la tierra y vinculados a algún señor, caso de los padres de Isidro que lo fueron a D. Juan de Vargas, un caballero villano, es decir, de zona rural, que pudo beneficiarse de los repartimientos de tierras de Alfonso VI gracias a los servicios prestados al Rey cuando la toma de Toledo. Pronto Isidro quedó huérfano y solo en el mundo cuando llegó a la edad de diez años siguiendo en su cometido diario como peón de campo, ayudando en las tareas agrarias al servicio de ese mismo señor.

Grabado representativo de Alfonso VI

El códice no señala más datos de su infancia y juventud pasando a señalar que San Isidro estaba casado y era padre de un hijo. Es la tradición la que pone nombre a la esposa que también adquirió la santidad, María de la Cabeza, y al hijo, llamado Juan o Illán, del cual dice el códice que de niño cayó a un pozo profundo y ante la imposibilidad de rescate, fueron las oraciones de sus padres las que hicieron que sus aguas subieran en nivel y pudieran así rescatarlo. El códice señala que San Isidro era un humilde arrendatario que trabajaba a cambio de un sueldo anual, lo cual encaja perfectamente con la consideración de ser criado que estuvo la mayor parte de su vida vinculado a los Vargas. Asimismo, el códice lo presenta trabajando en Madrid y establecido en un campo próximo a la villa, que la tradición, de nuevo, identifica con la heredad de Juan de Vargas en Carabanchel, junto a la ribera derecha del río Manzanares, en una casa de labor situada en medio de tierras fértiles dedicadas al cultivo de cereales. Recuérdese que dichas tierras ocupan una buena parte de las terrazas fluviales de dicho río y que sobre la casa de labor que ocupó la familia se levantaría, ya en el siglo XV, una ermita, aprovechando el manantial y la fuente construidos por el mismo santo, cuyas aguas tienen propiedades curativas, según fue reconocido por Roma en el propio proceso de canonización.

Representación de San Isidro junto a su esposa 
Santa María de la Cabeza y su hijo. 

Los cinco milagros, que se pueden denominar biográficos, muestran a un campesino madrileño que realizaba las labores propias de su oficio, que según los datos históricos que se tienen sobre la vida campesina de la época, sería una agricultura de arado tirado de bueyes y la práctica de la molienda durante el invierno, después de la siega del verano, cuando el grano, que había permanecido recogido en silos, era transportado a alguno de los molinos hidráulicos madrileños que funcionaban a pleno rendimiento, porque el Manzanares venía muy crecido de agua, cuya energía hacía funcionar la rueda de moler. En este contexto se sitúan los dos primeros milagros: el del molino y el de los bueyes. En el primer caso, el santo se dirigía a un molino, que la tradición identifica con el de La Arganzuela, junto al puente de Toledo, en compañía de un mozo o ayudante, para moler trigo, y en mitad del camino ofreció parte de sus sacos de trigo para dar de comer a unas hambrientas palomas, ateridas por el frío y la nieve, siendo objeto de la burla de su acompañante por derrochar de esa manera el preciado trigo. El milagro se produjo cuando, al llegar al molino, los costales de trigo ofrecieron mayor cantidad de harina que de sacos de trigo que se habían molido. La moraleja refleja una idea muy propia de la mentalidad religiosa de la época: la caridad hacia los animales, obra de Dios y seres de la Creación, y la Providencia Divina para quien la practica. El segundo milagro muestra cómo el tiempo dedicado a la oración no merma el rendimiento laboral, más al contrario, lo hace fructificar y multiplica sus beneficios, poniendo de manifiesto que la vida del cristiano no se fundamenta exclusivamente en el trabajo, sino también en la oración. Según el códice, los compañeros se quejaban al amo de que San Isidro se incorporaba tarde a la labranza en una jornada que iba de sol a sol, porque desde el amanecer se pasaba la mayor parte del día rezando por las iglesias que había a su alrededor. El amo, queriendo comprobar personalmente las acusaciones, espió una mañana a Isidro y observó atónito cómo un yugo celestial de bueyes blancos, a la par que su propio yugo, ayudaba al santo a realizar la labranza, aumentando, de esta manera, los rendimientos y los esfuerzos de su trabajo, supuestamente disminuidos por el tiempo dedicado a la oración.

Grabado representativo del milagro del molino.

El resto de los milagros se contextualizan no en el trabajo rural, sino en el marco de las prácticas religiosas de la época: el milagro del lobo, el de la olla y el de los pobres. El primero presenta a un Isidro espiritual que no abandonaba la oración ni la posponía ante ningún contratiempo. Unos chiquillos, mientras estaba rezando un día de verano en la iglesia de Santa María Magdalena, identificada con la actual ermita del cementerio parroquial de Carabanchel Bajo, le alertaron de que había un lobo feroz que persiguió a su borriquillo, ocasionándole heridas de muerte. Sin embargo, el santo, pacientemente, terminó de hacer su oración y cuando salió de la iglesia se encontró al lobo muerto y al burro en perfecto estado. El nombre de la iglesia, uno de los pocos topónimos que aparecen en el códice, y la idea del borriquillo, trasladan al ambiente histórico de una época en que los campesinos se valían de estos animales para sus desplazamientos y como bestias de carga y sin los que no se entiende la gran movilidad de estas gentes de unos lugares a otros, recorriendo, a veces, grandes distancias. Los dos últimos milagros se refieren a la práctica de la caridad. En el de la olla, la comida se multiplicó repentinamente cuando un pobre acudió un sábado a su puerta demandando limosna. Parece ser que había costumbre de que este día se repartiesen alimentos entre los más necesitados. El pobre del relato llegó el último y, al parecer, la comida se había terminado; sin embargo, San Isidro interpeló a su esposa y le rogó que mirase si aún quedaba algo en la olla. Ésta acudió, llena de incredulidad, y comprobó sorprendentemente que estaba llena. El último de los milagros presenta la existencia de cofradías seglares, que durante los siglos XII y XIII fueron muy dinámicas, y se manifestaron como el medio más ideal de la participación de los laicos en la vida de la Iglesia, así como la recuperación de un estilo de vida cuyas raíces se hunden en la espiritualidad de las primeras comunidades cristianas. San Isidro perteneció a una de estas cofradías y, durante una de las comidas de hermandad, llegó tarde, debido a que había estado rezando en las iglesias, introduciendo consigo a unos pobres que había encontrado en la puerta pidiendo limosna. La comida se había acabado, quedando sólo la ración que los comensales habían reservado al santo. El milagro quiso que la olla estuviese, de repente, repleta de comida, con lo que se pudo dar de comer a los pobres y aún sobraron alimentos para muchos más. Este milagro se sitúa junto a la iglesia de Santa María Magdalena, a donde los cofrades, que habían presenciado el milagro, acudieron a dar gracias a Dios. Ello provocó que la tradición identificara esta cofradía con la que desde muy antiguo existió en Carabanchel Bajo, bajo la advocación del apóstol Santiago.

Placa indicativa del lugar donde estaba situada
la Iglesia de Santa Magdalena.

El último relato biográfico representa la muerte de San Isidro y su enterramiento. Se trata de un reflejo del ideal de la perfecta muerte cristiana, acompañada de unos gestos y símbolos concretos que reflejan y se enmarcan, de nuevo, en la realidad histórica. El santo hizo testamento de sus escasos bienes, considerado por la Iglesia como un acto de piedad y de fe. Después, ya enfermo, y en el lecho de muerte, recibió el viático, mostró arrepentimiento, realizó la señal de la cruz y cerró sus ojos entregando su espíritu. Esto sucedía hacia mediados del siglo XII, en una fecha imprecisa que varía, según los biógrafos, entre la década de 1130 y la de 1150. La tradición asegura que pudo morir un 30 de noviembre, festividad del apóstol San Andrés, ya nonagenario y en la casa que Juan de Vargas tenía en la vecindad de San Andrés, que no sería la casa principal del caballero, sino una de sus propiedades para sirvientes y demás, siendo un lugar donde predominaban los campesinos mozárabes vinculados a su familia y en la que habría cuadras, silos, graneros, establos y otros habitáculos en un ambiente muy rural, de ahí la llamada cuadra de San Isidro, donde, según la tradición, el santo guardaba el ganado.

Actual Capilla de San Andrés. Madrid

Fue enterrado en el cementerio junto a la parroquia de San Andrés, la última que, durante su vida laboral, visitaba antes de proseguir su camino hacia sus tareas en el campo. Allí, en una sencilla fosa, sin lápida, ni nombre, ni ninguna otra señal, permanece casi olvidado de todos. Será después, a los 43 años de haber sido sepultado, en 1163, su cuerpo fue localizado milagrosamente, según creencia popular, por revelación divina, encontrándose incorrupto y siendo trasladado al interior de la iglesia al considerar las gentes este hecho como milagroso. A partir de este momento comenzó la veneración popular llegando incluso el propio rey Alfonso VIII a considerarlo como parte de la ayuda divina que tuvieron las huestes cristianas para vencer a los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa de 1212.  Su culto se desarrolló enormemente, construyéndose una capilla y un arca para contener su cuerpo, todo lo cual quedó bajo el patronato de la Corona, permaneciendo, de este modo, el santo y todo lo referente a su tradición vinculado secularmente a la Casa Real.

Arca del S.XIII donada por Alfonso VIII para contener
los restos de S. Isidro. Catedral de la Almudena. Madrid

A finales del siglo XVI, se dieron los primeros pasos para su canonización, que no concluyó hasta el siglo siguiente a raíz de un hecho considerado también milagroso pues el rey Felipe III se hallaba gravísimamente enfermo y los médicos no encontraban remedio a su enfermedad, siendo entonces cuando sacaron los restos de San Isidro en procesión sanando el rey de sus fiebres al instante y de forma inexplicable cuando esa procesión pasó junto al palacio real. A causa de esto el rey intercedió ante el Sumo Pontífice para que declarara santo al humilde labrador, por lo que, en 1619, el papa Pablo V le declaró beato y el 12 de marzo de 1622 Gregorio XV le canonizó, junto a otros españoles como Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Teresa de Jesús y el italiano Felipe Neri. Sin embargo, su bula de canonización no fue emitida por Roma hasta el 4 de junio de 1724, bajo el pontificado de Benedicto XIII. El 16 de diciembre de 1960 Juan XXIII le declaró patrón de los agricultores españoles.

Bula de canonización de San Isidro
del Papa Benedicto XIII

San Isidro es considerado un intercesor para aquellos que trabajan en la agricultura y el campo, y se le pide protección y guía en todas las áreas de su vida laboral. También se le solicita ayuda para fomentar una mayor devoción y amor por la naturaleza, el trabajo y la vida en el campo.


miércoles, 30 de abril de 2025

PANETES DE JAÉN.

 POSTRE TRADICIONAL DE SEMANA SANTA.

Convencidos estamos que, en muchos de los hogares, en estos días pasados de las celebraciones de Semana Santa, se ha disfrutado con la degustación de un postre típico de Jaén. Nos referimos a los tradicionales “panetes” que con tanto esmero y cuidado elaboran por estas fechas nuestras madres y abuelas para seguir una tradición que endulza los paladares de grandes y pequeños. Para ello reproducimos un artículo de Alfonso López Alonso publicado por el periódico ABC.

La receta de panetes, nunca falta en la Semana Santa de poblaciones de Albacete y Jaén, en especial en los pueblos de la Sierra de Segura (Puente de Génave, Beas de Segura, Siles, Bienservida, Villapalacios y alrededores). Los panetes o panecillos, como los llaman en algunas localidades, son un dulce perteneciente a la repostería tradicional popular.

Quienes viven en estas zonas y los conocen bien y saben que es difícil encontrarlos en las pastelerías o panaderías, ni se encuentran en las cartas de postre de restaurantes. Los panetes suelen elaborarse en las casas y para elaborarlos, cada persona guarda su particular secreto para conseguir la mejor elaboración.


Rivalizan en Jaén directamente con otros dulces maravillosos de estas fechas, los cuáles podéis encontrarlos en todas las pastelerías destacando los tradicionales papajotes dulces, el hornazo de Jaén o los ochíos dulces. Con esta variedad resulta difícil una recomendación por lo que seleccionamos los panetes de elaboración casera.

Es un dulce muy fácil de hacer. Sus ingredientes son humildes, económicos y básicos: miga de pan, huevo, azúcar, naranja, anís y aceite. Seguro que los tenéis en casa, así que os recomendamos que leáis la receta y os pongáis a hacerlos ya. En apenas una hora los tendréis listos y los podréis servir como postre de la comida. Los vuestros os lo agradecerán porque son deliciosos y están ¡de rechupete. Detallamos más sus ingredientes.


Para la masa del panete:

-3 rebanadas de pan de molde sin corteza o 90 g. de miga de pan seco, de un par de días.

-2 huevos.

-45 ml. de agua.

-1 cucharada sopera de azúcar.

-1 cucharadita de anís en grano.

-1 naranja grande.

-Aceite de oliva virgen extra suave en abundancia.

Para el almíbar:

-1 rama de canela.

-600 ml de agua.

-180 g de azúcar.

-1 naranja.

Si tenemos que entrar a detallar los pasos a seguir para su elaboración debemos diferenciar sus dos ámbitos, pues por un lado estar la elaboración del panete en sí y después cómo se elabora ese jugo o jarabe que denominaremos almíbar en el que después sumergiremos el panete para que se vaya empapando y así conseguir la perfecta unión de sabores.



Para confeccionar los panetes primero debemos rallar el pan con un rallador grueso o, en caso de contar con un robot de cocina, lo utilizaremos para picar el pan, pero teniendo en cuenta que tiene que quedar una picadura algo gruesa, no muy molido, pues en la textura se deben notar las migas. Añadiremos el azúcar, el anís en grano y la ralladura de media naranja a esa picadura de migas de pan y lo removemos bien. A continuación, añadimos los huevos y el agua y removemos de nuevo hasta obtener una masa espesa o papilla uniforme. Calentamos abundante aceite en una sartén y, con ayuda de una cucharita, dejamos caer porciones en forma de bola de esa masa resultante en su interior. Volteamos cuando estén doradas por la parte inferior para que se hagan por el otro lado, y así, cuando estén doradas por todos los lados las extraeremos.

Procuramos que todas las porciones sean de igual tamaño y que queden con igual color. Cuando estén listos, retiramos los panetes con una espumadera, dejando escurrir el aceite de la fritura. Los colocamos sobre un plato con papel absorbente y continuamos el proceso hasta terminar con la masa. Con las cantidades sugeridas nos ha salido un poco más de una docena de panetes, suficiente para cuatro raciones, aunque el número exacto dependerá del tamaño de los mismos.



Para elaborar el almíbar hay que tener en cuenta que lo debemos de preparar antes que los panetes y tenerlo listo para sumergirlos en él una vez fritos. Con esto nos ahorraremos un poco de tiempo. Ponemos el azúcar en una sartén honda y lo calentamos a fuego suave sin necesidad de mover la sartén ni remover el azúcar. Cuando la parte de abajo comience a caramelizar, añadimos el agua con sumo cuidado, muy poco a poco para que no salpique. Pelaremos la naranja, procurando no coger nada de la parte blanca pues le dará demasiada amargura al jarabe, y la introducimos en la sartén junto con la rama de canela. En este momento hay quienes le añaden piel de naranja seca de un par de días, pero si no lo tenéis previsto podéis usar la piel fresca pues el resultado será bastante similar. Llevaremos a ebullición y coceremos a fuego fuerte 10 minutos, para después bajar el fuego y cocer 30 minutos más.

Con el jarabe acabado y los panetes ya listos y escurridos debemos proceder a la terminación del proceso para su posterior presentación y degustación, para ello pincharemos los panetes con un tenedor por dos lados y los introduciremos en la sartén con el almíbar. Los agujeros del tenedor permitirán que el almíbar penetre en el interior y queden jugosos. Coceremos los panetes en el almíbar durante 10 minutos antes de retirar del fuego y dejar enfriar. Una vez finalizado este paso, debemos guardar los panetes sumergidos en el almíbar en la nevera hasta el momento de consumir, porque este es un dulce que se toma frío. Aunque también puede degustarse algo tibio pues le realza el sabor.

Está claro que este sencillo y rico postre, aunque es tradicional para la Semana Santa, se puede elaborar durante todo el año, especialmente en verano al servirse frío. Es un postre que entra dentro de lo tradicional, con unos ingredientes simples y que estaban y están al alcance de todos los bolsillos y que, sin duda, harán las delicias de mayores y pequeños; en definitiva, un postre que mantiene una tradición que refleja la esencia de nuestros pueblos.

martes, 15 de abril de 2025

SANTA TERESA DE JESÚS EN LA SIERRA DE SEGURA

LA FUNDACIÓN DEL CONVENTO DE BEAS DE SEGURA.

Por Adela Tarifa Fernández. (adaptación).

En 1515, cuando nace Santa Teresa, España no existía. Castilla y Aragón eran los dos reinos más poderosos, mientras Portugal se mantenía independiente. Aunque gobernados por el mismo monarca, aragoneses y castellanos se sentían extranjeros fuera de sus fronteras. Eso explica que para la Santa Teresa de Ávila la corona aragonesa quedara fuera de su proyecto reformador. Unos reinos, en pleno Renacimiento español, que en el S.XVI, estaba en plena crisis económica, porque los monarcas gastaban más que lo que suponían las riquezas que venían de América, provocando tremendos desequilibrios sociales entre los menos de 6 millones de habitantes contaba entonces España, 4 de ellos en Castilla, el reino más extenso, poblado y rico; dueño y administrador de los tesoros americanos. Los gobernantes gastaron sus recursos al servicio de una política exterior ambiciosa y con la idea imperialista de Carlos V, heredada por su hijo Felipe II. Una época con crisis religiosa marcada por la escisión luterana, el Concilio de Trento y la Contrarreforma católica. Se gesta entonces una nueva espiritualidad y preocupación por moralizar la vida del clero, surgiendo, en este Siglo de Oro español, ejemplos de vida edificantes, destacando junto a Santa Teresa y San Juan de la Cruz y, los de San Pedro de Alcántara, San Francisco de Borja, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, o Santo Tomás de Villanueva, por citar algunos.

Santa Teresa de Jesús

Fue el siglo XVI un tiempo de más guerra que paz, a causa de la política imperialista de Carlos V. Enfrentamientos en el Mediterráneo contra los turcos y en Europa contra Francia marcaron este S. XVI. Siendo fundamental la derrota contra los alemanes que, con la paz de Augsburgo en 1555, reafirman la escisión protestante en Europa. Es el tiempo en el que Santa Teresa redacta “las constituciones de la Orden Descalza” aprobadas por el Papa Pio VI en 1565. Entre la década 1567-78 Santa Teresa realiza nuevas fundaciones, y escribe algunas de sus grandes obras, como Camino de Perfección (1562-64) y Las Morada (1578); así como San Juan de la Cruz trabaja codo a codo con ella, como iniciador de la rama descalza masculina. Siendo el año 1575 en que el nuevo monarca, Felipe II, declara la bancarrota del estado, justo cuando llega a España el padre Tostado, con facultades de General de la Orden Carmelita, que no acepta las bases reformistas de la orden realizadas por Santa Teresa y decretará la persecución y encarcelamiento de sus seguidores, cuestión que sufrió San Juan de la Cruz y de la que pudo librarse Santa Teresa por su influencia en la misma Corte. Pero a pesar de todo este es el momento en el que el Carmelo Descalzo vive una etapa de intensidad y fundaciones creciente, aunque ya las fuerzas de la Santa de Ávila se acaban, muriendo en 1582, no sin antes conocer que el Papa Gregorio XIII publica la aceptación de separación entre los Carmelitas Calzados y Descalzos.

Reglas y normas en las fundaciones
de la Orden de los Carmelitas Descalzos

En esta época, donde las mujeres se sometían a las leyes de la tradición que las mantenían en un segundo plano social, donde el papel de sumisión también era asumido por la Iglesia, no iba a ser detalle menor el hecho que sea una mujer la que lidere la reforma.  Sabemos que todavía en la época que nos ocupa había padres que llevaban a sus hijas al convento sin pedirles su conformidad o también que algunas mujeres buscaban refugio en el convento huyendo de matrimonios impuestos, por lo que es posible que la vida conventual fuera la que más liberó a la mujer de una sociedad que la marginaba, elevada la monja a categoría social superior a la doncella y equiparable a la casada, porque los conventos permitía muchos contactos con el exterior a las monjas, prácticas prohibidas  por el papa Sixto V en 1589, así como garantizar la libre voluntad de ingreso. En todo caso el convento reflejaba los esquemas sociales de la época, y, aunque se hicieran votos de obediencia, castidad y pobreza, en este último punto surgían conflictos por las grandes diferencias sociales de las monjas que profesaban, cuestión que Santa Teresa contempló en su reforma, convirtiéndose en un movimiento claramente reivindicativo de la igualdad y de la dignidad espiritual de la mujer que debía ser integrada en derechos en la Iglesia, escapando de la marginación tradicional social y religiosa. En el caso que nos ocupa, la reforma carmelitana, fruto de las ideas de Santa Teresa, pretenden eliminar los obstáculos que impedían al alma la unión con Dios. Ideas que asumió San Juan de la Cruz, bastión fundamental de la reforma teresiana. Pero no fue tarea fácil pues las masas poco cultas protagonizan exaltaciones piadosas que molestan a la jerarquía eclesiástica, proliferando videntes o beatas a los que se persigue si se desvían por caminos no oficiales. También en ambientes cultos se sospechó de alumbrados y erasmistas, y de toda manifestación piadosa que se saliese de vías acordadas en Trento; y ahí entraba de pleno la Inquisición para infringir castigos por herejía.

Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz
fundadores de la orden del Carmelo Descalzo.

Para reconstruir el relato central de la fundación del Convento de San José en Beas de Segura, nos basamos en el “Libro de la Fundaciones” que Santa Teresa empezó a escribir en Salamanca en 1573, por mandato del confesor Jerónimo Ripalda, obra que acabó en Burgos en 1582, poco antes de su muerte, aunque esperó a ser editada hasta 1610; y en el escrito por el Padre Efrén Montalva titulado “Beas y Santa Teresa” basado en un manuscrito encontrado en la Real Biblioteca de El Escorial tras más de 400 años en el olvido, en el que se relata la fundación del Convento de Beas, uno de los conventos que más disgustos le dieron a la Santa de Ávila, y en el que mostró poco empeño inicial. Su fundación se realizó el día de San Matías, 24 de febrero, del 1574 gracias al mecenazgo de dos hijas del matrimonio formado por Sancho Rodríguez de Sandoval y Catalina Godínez, llamadas Catalina y María. La primera ya quería ser monja a los catorce años, cuando, según este relato, tuvo una revelación al mirar un Crucifijo. La chica, que “no era inclinada a casarse, que le parecía cosa baja estar sujeta a nadie”, con unos escrúpulos que la indujeron a hacer mucha penitencia, prometiendo a Dios ser siempre pobre y casta, entregada a Dios hasta que tomó el hábito a los diecisiete años, llegando a tener actuaciones propias de enajenaciones como el llegar a autolesionarse para desfigurarse el rostro con el fin de no atraer a pretendientes. Tampoco las duras disciplinas a que se sometía esta criatura, que no dormía para no parar de rezar, nos pueden apartar de la idea de que sufriera ciertos desequilibrios emocionales o mentales.

Portada del libro del Padre Efrén sobre
la fundación del Convento de Beas.

Al fallecer el padre, que se oponía a que Catalina fuese monja, ella y su hermana, apoyadas por la madre, ingresaron en el convento de Beas. Fue difícil conseguirlo porque la enfermedad crónica que padecía la joven era un impedimento: “havia casi ocho años que no se movía de la cama. Tenía acalentura continua... thifica, hidropesía, con un fuego en el higado, que le abrasaba... de suerte en aún sobre la ropa... le quemaba la camisa... tenía también gota artetica y ceatica...”. Luego llegó el milagro, que la hizo sanar de golpe, según testimonio de los médicos que la atendieron durante ocho años, teniéndola por incurable, porque “echaba sangre por la boca tan podrida que decían eran ya los pulmones”. Estos hechos “milagrosos” los recibió Santa Teresa por vía indirecta, pues pasó poco tiempo en Beas, no dándole excesivo eco pues consideraba muchas de estas actuaciones de determinadas monjas apartadas del sentido común y propias del fanatismo religioso.

Testimonio de las reliquias de la
Madre Catalina de Jesús Sandoval y Godínez

Tenemos que constatar que Santa Teresa nunca tuvo mucho interés por la fundación en Beas de Segura, feudo y señorío de la Orden de Santiago, pero en otoño de 1574, en un viaje a Salamanca para solucionar un asunto inmobiliario, recibió una carta de Dña. Catalina Godínez contándole que tenían una casa preparada en Beas de Segura (Jaén) para una fundación y que el propio rey, tras una audiencia con Dña. Catalina Godínez y el Consejo de las Órdenes Militares dieron su aprobación por lo que no tuvo más remedio que aceptar los mandatos reales trasmitidos por el visitador apostólico D. Pedro Fernández que le indicó a Teresa la obligación de ir a Beas. En ese momento Beas era una localidad próspera, con muchos molinos de aceite y harina, productos agropecuarios, e industria de paños. Dice que el lugar tenía hasta 45 casas con escudo de armas y título de hidalguía por sus relevantes servicios a la Corona de Castilla, lo que explica los fueros se disfrutaban, teniendo su iglesia parroquial advocación a su patrona “Nuestra Señora de Gracia”, hoy “de la Paz”.

Escudo Carmelita en la fachada de la iglesia
del Convento de San José en Beas

Cuando Santa Teresa tenía ya 60 años, y fruto de las presiones para realizar esta fundación en el corazón de la Sierra de Segura, partieron, en comitiva, el 14 de febrero de 1575 a las siete de la mañana, por el camino de Toledo, las nueve religiosas y los sacerdotes Julián de Ávila y Antonio Gaitán pasando por Malagón, donde Santa Teresa enfermó teniendo altas fiebres, para seguir a Daimiel, Manzanares y Membrilla, donde empezaban los dominios de la encomienda de Santiago, cuyo gobernador residía en Infantes, cabeza del Campo de Montiel. El estado de salud de la Santa en ese frío febrero, hizo necesario algún auxilio y reposo en los infernales mesones que se encontraban al paso, siendo el recorrido muy penoso por La Solana, hasta llegar a Torre de Juan Abad, donde se realizó una parada en la comitiva, el día 16 de febrero, miércoles de Cuaresma, en la iglesia parroquial de Santa María de los Olmos, para recibir la ceniza, al tiempo precisaron el socorro de guías pues llegaron a perderse al desconocer el terreno en sus pasos por la inmediaciones de Sierra Morena, ya con la esperanza puesta en la proximidad de Beas, de la que distaban siete leguas. Está constatado también una parada forzosa para descansar en la venta de Sancho Rodríguez de Sandoval, la llamada hoy “Ventilla”, que era hermano de las Godínez, principales mecenas de la fundación de Beas.

Iglesia de Santa María de los Olmos en la Torre de Juan Abad

Las monjas entraban en Beas el 16 de febrero, donde “recibiolas todo el pueblo con gran solemnidad y alegría y procesión…”. Así acompañada la comitiva por una multitud, en la que estaba la nobleza local, el clero y todos los habitantes, entraron en la iglesia parroquial, para después acudir en procesión hasta el edificio donde fundaron el convento. De esta forma tan particular​ fundaron el Convento de San José de este municipio el 24 de febrero de 1575, siendo momento en el que Dña. Catalina Godínez y su hermana María de Sandoval, benefactoras de esta fundación, tomaron los hábitos como Catalina de Jesús y María de Jesús​. Estamos en 1575 y serán nueve las monjas las que inicien su actividad tras la fundación, “e llevan dote las monjas que ha recibido, a cuatrocientos y quinientos ducados…tienen congrua sustentación, porque tienen un cortijo que les renta cien fanegas de trigo e ducientos ducados, o tres, de renta. Y ten, la casa e iglesia, en alguna manera bastante, aunque se va edificando para más ennoblecimiento de dicha iglesia. Está conjunto o cercano dicho monasterio de la dicha iglesia, donde tienen abiertas ventanas, con rejas e velos, que gozan de las misas e sacrificios e sermones que en la iglesia parroquial se hacen…”. Dato éste último más que relevante para constatar el poder que tenía la familia de las fundadoras porque estas ventanas a la iglesia provocaron ciertos pleitos; pero acabó por imponerse su voluntad, para que las dos hermanas profesas de esa familia tan poderosa pudieran estar cerca de la tumba de sus padres, que tenían capilla funeraria del linaje en dicha parroquia.

Fachada del Convento de San José en Beas de Segura.

Como se sabe, las fundaciones que realizó Santa Teresas centraron en la Castilla interior, con la excepción de dos andaluzas: Sevilla y Beas de Segura. En ello pesaron factores económicos y evitar conflictos con otras órdenes. Comenzaron en Ávila y Medina del Campo, en 1567, y finalizaron en Valladolid en 1568, con nuevos conventos femeninos reformados en vida de esta monja en Toledo, Segovia, Sevilla, Salamanca, Palencia, Soria, Malagón, Pastrana, Alba de Tormes, Beas de Segura, Villanueva de la Jara y Caravaca; básicamente gracias a benefactoras pertenecientes a familias nobles, ricas e influyentes. aunque en el día a día estos conventos padecieron precariedad. La vida de las monjas se basaba en la obediencia ciega, así como el aislamiento y la soledad, considerada camino hacia el recogimiento interior que evita la visita de los familiares, siendo la única visita aceptada la de los confesores, que influían mucho en ellas. Son muchas las advertencias a las monjas, particularmente a las prioras, para caminar hacia la perfección evitando los excesos en cuanto al refugio en la soledad o en ayunos y disciplinas excesivas, recomendando la Santa el refugio en el trabajo y la oración, cuidando el cuerpo y la mente para servir a Dios.

Retablo Mayor con las imágenes de San José, Santa Teresa
y la Virgen del Carmen en la iglesia del convento de Beas.


lunes, 31 de marzo de 2025

EL CINE EN NUESTROS PUEBLOS.

PUENTE DE GÉNAVE. DEL CINE MARI PAZ AL CINE LUMBRERAS.

Por José Antonio Molina Real ( jt )

Hubo una vez un país llamado España que, a mediados de los años 60 del siglo pasado, tuvo más de 8000 salas de cine, concretamente en 1965 estaban registradas 8193 salas donde se proyectaban de forma continuada películas, siendo, además, uno de los países europeos con cifras más elevadas. De las grandes ciudades a los pueblos, de las potentes cadenas exhibidoras a los empresarios que gestionaban su única sala como un negocio familiar en un pueblo, de los recintos con grandes aforos por encima de las 1500 localidades emplazados en Madrid, Barcelona y capitales de provincia, a los estacionales que solo funcionaban en verano en solares cerrados por tapias y con sillas de enea o en las plazas de los pueblos donde cada espectador se llevaba su silla. El negocio del cine había conseguido desplegar un variado abanico de locales que mostraban, sin género de dudas, la preponderante e indiscutible posición que todavía disfrutaba entre las manifestaciones de ocio colectivo.

Cine Mari Paz. Fachada.
Al fondo se observa la pared de proyección del cine de verano.

Así es, el cine llegó a nuestro país de forma masiva a todos los rincones con la apertura política, en medio de la Guerra Fría, después de la Segunda Guerra Mundial, en la que la Dictadura Franquista fue acogida en brazos por los Estados Unidos y aceptada, aunque fuera a regañadientes, por el resto de Europa. El Régimen Franquista entendió que sería una forma de ofrecer a sus ciudadanos un medio de distracción que, junto a los toros y el fútbol, podría servir como medio de distracción o de adoctrinamiento en valores, pues todas las películas debían cumplir con las normas de la censura política. Desde su nacimiento nadie puso en duda que el cine se convertiría en una herramienta potentísima destinada al entretenimiento y el ocio colectivo; todo ello unido a las posibilidades económicas de una industria y sus posibilidades de negocio, posibilitó y facilitó la idea de poner en marcha salas de cine que cubrieran las pocas opciones de distracción y esparcimiento de sus habitantes, cuajando esa idea pronto entre los empresarios dispuestos a aprovechar el tirón del cine en todos los medios sociales. Hay que tener en cuenta que hacia la mitad del siglo XX en pueblos apartados como los de la Sierra de Segura, y concretamente Puente de Génave, cuando aún no había televisión, las radios escaseaban y la prensa era casi inexistente, la llegada del cine supuso todo un acontecimiento que empezó a llenar de manera mayoritaria los ratos de ocio de los ciudadanos, junto con los bailes y verbenas, de la época.

Fachada cine Mari Paz con el cartel que así lo indica.1950

Con esa intención será Longino Carrasco Castillo quien, movido por este espíritu, convertirá en realidad la ilusión de todo un pueblo de tener una sala adecuada donde realizar proyecciones. Será así como rehabilitará el local utilizado para realizar representaciones teatrales y artísticas, básicamente organizadas desde la parroquia, llamado Teatro de Maceo situado en la margen izquierda de la Ramblilla, junto a la carretera, en una zona cercana al antiguo cementerio del pueblo que quedaba algo más alejado de la carretera frente al barrio de la Ánimas al otro lado de la Ramblilla. Por aquel entonces la única posibilidad de ocio eran los bailes que se realizaban en la parte superior del Bar Iberia (después de El Pintor) o los espectáculos que se realizaban en el mencionado Teatro de Maceo, por lo que la sola idea de contar con una sala de proyecciones fue recibida con entusiasmo por todo el pueblo. Y así, en mayo de 1949, se inauguró el llamado Cine Mari Paz, que contaba con una máquina de proyección adquirida por Longino de segunda mano en Albacete, aunque, en un primer momento, no contó con continuidad en sus proyecciones debido a las dificultades de transporte de los rollos de películas desde la capital y especialmente por la falta de continuidad en el suministro eléctrico, cuestión que llevó al propietario a realizar diversos requerimientos al ayuntamiento de Puente de Génave para que regularan este servicio, y a pesar de los esfuerzos de la empresa Electra San Juan para restablecer proporcionar ese suministro, queda constatado en el registro de entrada diversos momentos durante los primeros años de la década de los 50, en los que Longino Carrasco solicitó la suspensión del pago de impuestos municipales debido a esa circunstancia que le impedía desarrollar su actividad.

Proyector de cine.

El local contaba con una pequeña entrada cubierta a la que se accedía a través de dos grandes arcadas que daban paso al hall una vez atravesada la puerta de entrada, lugar donde se encontraba la escalera para acceder al anfiteatro o “gallinero” donde, con entradas más económicas se accedía a unas pocas filas de bancos sin respaldo situados en la parte alta, también unos rudimentarios urinarios y las puertas de la sala con su patio de butacas, espacio más amplio distribuido con un pasillo central que tenía como particularidad la enorme puerta lateral en su parte izquierda que se abría para facilitar el desalojo hacia el camino de la Ramblilla, una vez acabada la proyección. También resultaba característica la estufa de leña que se colocaba en la parte delantera derecha que intentaba, con su enorme tubo de latón, calentar un poco el ambiente en la época invernal, cosa que no conseguía porque si algo tenía el Cine Mari Paz es su “adaptación ambiental”, pues en verano te asabas de calor y en invierno te morías de frío.

Butacas de madera

A pesar de ser estrictamente un local básico, no podemos decir que para la época no contara con todos los requerimientos necesarios que una sala pudiera requerir acercándose a una capacidad de unos 500 espectadores aproximadamente, que para un pueblo que en aquel entonces superaba los 3000 hb. estaba bastante bien. Los bancos del “gallinero” y las butacas eran de madera, no muy cómodas pero suficiente para aquella época. El personal siempre estaba cumpliendo con sus menesteres de forma adecuada, desde la persona que se colocaba en la taquilla para vender las papeletas a modo de entradas desde esa minúscula ventanilla y que no resultaban muy caras para aquel tiempo, pues rondaban las dos pesetas en sus inicios aunque después fueran aumentando progresivamente su precio y por supuesto, siempre eran algo más baratas las del “gallinero”; también el portero, que rompía el papelillo de la entrada para entregar a modo de justificante el otro extremo del papel, y el acomodador o aposentador quien se encargaba de llevar a la gente hasta el lugar que debía ocupar o después, linterna en mano, se encargaba de aposentar a los espectadores que llegaban tarde, iluminar a los que hablaban y armaban jaleo bajo amenaza de expulsión o a las parejas que en las últimas filas se contaban sus fogosos secretos, cuestión poco decorosa en aquella época. Tampoco podía faltar la presencia del municipal, José Antonio bastante menos que Fernando “el Porra” a quien le gustaba más el cine, que a cambio del consiguiente regalo de entradas hacía de su presencia garantía de orden.

Rótulo del NO.DO obligatorio en todas las sesiones.

Logino se tenía que desplazar una vez por semana hasta la capital para alquilar las películas, que normalmente eran dos a la semana. Allí tenía que negociar con la distribuidora y anticiparse a los empresarios de otros pueblos para conseguir las mejores y más actuales películas al mejor precio, que solía rondar alrededor de las 50 pesetas, todo dependiendo de lo solicitada que estuviera la película, rollos enlatados que se traía al pueblo junto a la cartelería que consistía en grandes carteles de dibujos coloreados con el título y los principales actores rotulados con grandes caracteres y una pequeña colección de fotogramas de las películas que pronto se colocaban, con dos o tres días de antelación, en los expositores que se situaban en las puertas del propio cine y en la esquina del callejón que conectaba la carretera con la calle San Isidro. Allí, unos paneles de madera servían para pegar los carteles y un alargado expositor de madera protegido y cerrado con tela metálica era utilizado para mostrar los fotogramas de la película y así evitar que nadie los pudiera sustraer. Las sesiones eran normalmente los domingos a primera hora de la tarde, para aquellas películas con claro atractivo para los más pequeños, y a media tarde para otras películas destinadas a público más adulto. Extraordinariamente y siempre coincidiendo con días de fiesta o periodos festivos, se realizaban sesiones extraordinarias que incluso podían abarcar excepcionalmente a horario nocturno.

Actuación del grupo de Coros y Danzas de la Sección Femenina. 1957

En 1956, Longino Carrasco deja la gerencia del cine Mari Paz haciéndose cargo su hijo Pedro Carrasco Campayo, quien siguió con la actividad dándole continuidad al negocio familiar y ampliando el abanico de actividades artísticas que tuvieron lugar en el local. Fueron necesarias unas pequeñas obras y la reducción de unas pocas filas de asientos para crear un pequeño escenario que permitió que allí se realizaran diversas actuaciones como las llevadas a cabo por los Coros y Danzas de la Sección Femenina, festivales, actuaciones musicales de grupos locales y de cantantes de cierto renombre, especialmente para las fiestas de San Isidro, que en aquella época solían atraer a muchísimo público, no solo del pueblo sino también de localidades colindantes.

Actuación del cantante Antonio Molina

La empresa quiso dar un paso adelante y convertirse en referente artístico en la comarca y con mucho esfuerzo se consiguieron traer a artistias y cantantes de copla, que era lo que más atraía al público serranosegureño, como Antonio Molina, la Paquera de Jerez, Rosa Morena, Gracia Montes, la Niña de la Puebla, Imperio de Triana, Rafael Farina, Juanito Valderrama, Antoñita Moreno o Pepe Blanco pisaron ese escenario con un gran éxito de público, siendo la última gran actuación la del grupo músico-vocal Jarcha en las fiestas de San Isidro de 1976, que cantó en nuestro cine su extenso repertorio con base en la tradición andaluza incluyendo su famoso en la transición española “Libertad sin ira” o su tema “Andaluces de Jaén”.

Cartel anunciador de la posible primera película
proyectada en el cine Mari Paz.

En cuanto a la filmografía mostrada hay que pensar que, desde sus inicios, con películas en blanco y negro, hasta que dejó su actividad, el cine en Puente de Génave pudo contar con toda una selección de buenas películas, que más bien tarde que pronto, llegaban a su pantalla. Títulos como “Raza” o “Sin novedad en el Alcázar” de carácter épico rememorando la Guerra Civil, o títulos de cine musical con Amparo Rivelles o Estrellita Castro, o cine clásico como “Fuenteovejuna” o “D. Juan Tenorio” y otras que solían contar como galán al actor Alfredo Mayo o como actriz estelar a Sara Montiel que despuntó con su película “El último cuplé”. Otras películas españolas que han entrado en la historia como “Bienvenido Mr. Marshall” con José Isbert, “Marcelino pan y vino” con Pablito Calvo, “El pescador de coplas” con Antonio Molina, “La Faraona” con Lola Flores, “La hermana San Suplicio” con Carmen Sevilla o Joselito con “El pequeño ruiseñor” fueron títulos de gran aceptación y que algunas de ellas permanecieron en cartel más de una semana. La comedia también tuvo su éxito de público y títulos como “Recluta con niño” de José Luis Ozores o “Viaje de novios” y “Sólo para hombres” con la pareja de Analía Gadé y Fernando Fernán-Gómez, o películas protagonizadas por Toni Leblanc como fueron “Las chicas de la Cruz Roja” o “El día de los enamorados” que contó en su reparto con Concha Velasco que protagonizaría una buena colección de películas junto con Manolo Escobar; o la pareja de Gracita Morales y Jose Luis López Vázquez con títulos como “Sor Citroen” o “Cómo está el servicio”; sin faltar toda una colección de películas de los llamados “niños prodigio”  que predominaron en los años 60 como fueron Joselito, Marisol y Rocío Dúrcal. También destacaremos el cine dedicado a la fiesta nacional protagonizado por figuras del toreo como Pepín Martín Vázquez en “Currito de la Cruz”, Manuel Benítez “El Cordobés” en “Aprendiendo a morir” y Sebastián Palomo Linares en “Nuevo en esta plaza”.

Cartel de El Cid, un gran éxito
en el cine Mari Paz

En lo referente al cine extranjero hay que decir que era mayoritariamente era de producción americana y mucho del mismo rodado en nuestro país, todo ello en medio de los acuerdos entre Estados Unidos y la dictadura Franquista fruto de la llamada “Guerra Fría” que posibilitó el posicionamiento de España y la cesión de 4 bases militares a cambio del reconocimiento internacional del Régimen de Franco y gran cantidad de ayuda económica americana, cuestión que hizo que el productor Samuel Bronston rodara aquí superproducciones como “Rey de Reyes” con Robert Ryan y Carmen Sevilla, “El Cid” con Charlton Heston y Sofía Loren o “55 días en Pekín” con Ava Gardner y David Niven. La industria de Hollywood desembarcó en España y sus títulos más destacados protagonizaron la cartelera del cine Mari Paz y en el Puente de Génave pudimos ver “Con faldas y a lo loco” con Marilyn Monroe, “Con la muerte en los talones” de Hitchcock con Gary Grant, “La ventana indiscreta” con James Stewart, “Cantando bajo la lluvia” con Gene Kelly, “Sólo ante el peligro” con Gary Cooper, “La gata sobre el tejado de zinc” con Elizabeth Taylor y Paul Newman o “La caída del Imperio Romano” con James Mason y Sofía Loren entre otras grandes producciones, entre las que no podían faltar las películas de “indios y vaqueros” como “Por un puñado de dólares”, “La muerte tenía un precio” o “El bueno, el feo y el malo”.

Talonarios de entradas del Cine Lumbreras.

Todas estas proyecciones tenían siempre dos condicionantes, la primera que siempre debían ir precedidas por el llamado “noticiario NO-DO” que fue utilizado por el “Régimen” como medio propagandístico que se proyectaba en todas las salas de forma obligatoria y que pretendía ensalzar los logros de la dictadura Franquista; y en segundo lugar el llamado “descanso” que se producía cuando la proyección se interrumpía pues se debía de cambiar el rollo de la película en el proyector y que era aprovechado para ir al baño o para intentar colarse desde el “gallinero” al patio de butacas, cuestión que ponía muy nervioso al aposentador que no paraba de vigilar para que tal circunstancia no se produjera; pero también se producían los llamados “cortes” que dejaban todo el recinto a oscuras cuando faltaba fuente de energía o se enganchaba la cinta cinematográfica en el proyector, momento de gran griterío, risas y nervios entre el personal de la sala.

Obreros en la construcción del cine de verano.
Primeros años de la década de los 60.

Pedro Carrasco emprendió con mucho sacrificio y con mucho riesgo pues la población de la comarca decrecía a causa de la emigración a pasos agigantados, el proyecto de la construcción de un cine de verano en un solar anexo al cine Mari Paz. La inversión sería poca al consistir en un vallado rudimentario del recinto, la construcción de una pantalla y de un lugar de proyección cuya parte inferior sería aprovechada como rudimentario bar; de esa forma podría beneficiarse de la afluencia de gente emigrante que regresaba en verano al pueblo y paliar con proyecciones nocturnas sus posibilidades de negocio. Pero todo intento es nulo y el negocio no genera lo requerido por lo que, a finales de los años 60, el cine Mari Paz es traspasado siendo sus nuevos propietarios los Hermanos Lumbreras que ya regentaban una sala de proyecciones cinematográficas de verano en el Arroyo del Ojanco.

En la parte inferior izquierda los recintos, el cubierto y el de verano, para
proyecciones gestionados por los Hermanos Lumbreras en Puente de Génave

Las proyecciones en verano tenían otro sabor, pues no existía patio de butacas ni lugares asignados fijos y cada cuadrilla se sentaba como y donde quería sobre una superficie, generalmente de tierra mezclada con gravilla, que había que regar previamente a la función para evitar la consiguiente polvareda. Cuando se accedía al recinto había que recoger la silla, de madera y enea, del lugar donde se guardaban para ir después a ocupar los sitios más preferentes, no sin antes pasar por el pequeño bar para comprar los refrescos, gaseosas o las pipas, cuyas cáscaras solían tapizar el suelo después de haber sido un buen complemento para contemplar la correspondiente película que solía captar la atención de un público entusiasta, llegando a acompañar con sus aplausos cada vez que el bueno alcanzaba al malo, cuyo caballo siempre era muy lento.

Desmantelamiento del patio de butacas.

Pero todo este esfuerzo no resultó fructífero y por mucho empeño que le pusieron los propietarios del cine Lumbreras, que así pasó a llamarse el cine Mari Paz, la realidad era bien distinta y el negocio no resultaba rentable por lo que a primeros de los años 80 el cine dejó de ser una actividad más que cubría el ocio de la población, ya muy mermada, de Puente de Génave. El edificio adquirió otros usos, se eliminaron las butacas y pasó a ser almacén de cereales, después salón de banquetes e incluso la cooperativa UTECO pensó en instalar una envasadora de aceite; tan sólo el piso de la parte alta, junto a la sala de proyecciones, fue utilizada como vivienda por Juanjo Carrasco y su esposa primero y por Julianete “Botanas” después. Pero el edificio, poco a poco, fue adquiriendo características ruinosas siendo vendido a los hermanos Salvadora y Sebastián Rodríguez Villalba “el del estanco”, quienes después llegaron a un acuerdo de cesión con el Ayuntamiento para su destino a fines sociales, procediéndose a su derribó para que allí, se construyera un edificio totalmente nuevo para la instalación de un moderno ambulatorio de la Seguridad Social, y ahí sigue en la actualidad.

Obras y edificio definitivo del Ambulatorio
de la Seg. Social en el solar del cine.