jueves, 30 de noviembre de 2023

EL RECOVERO. UN OFICIO DE OTRO TIEMPO

 

En nuestra sierra, las economías familiares estaban basadas en el autoconsumo, se intentaba producir todo aquello que se necesitaba y los ingresos monetarios eran escasos, se limitaban a los esporádicos jornales que se prestaban al señorito o terrateniente local, a la propia administración o a una eventual venta de un pedazo de tierra o vivienda. Por otro lado, los salarios eran muy bajos, y el trabajo no estaba valorado; en algunos casos no cubrían las necesidades básicas de las familias. Como ejemplo nos cuentan que en estos pueblos había familias que, tras la temporada de recolección de la aceituna en las zonas bajas de la sierra, en los profundos valles, volvían a sus casas debiéndole aun dinero al llamado “recovero”.

Los recoveros eran personas que, desde la época de la posguerra española se dedicaban a recabar artículos y hacer mandados de pueblo en pueblo, así como revender en el vecindario todo aquello que la tierra ofrecía a los aldeanos, ya que se utilizaba, con bastante frecuencia, el trueque para pagar sus compras, siendo los huevos de ave y productos de temporada los más utilizados. Se dedicaban a la venta ambulante generalmente comerciando con paños, telas, menaje o pescado en salazón. Para muchas familias que vivían en zonas rurales aisladas era casi el único contacto con un mundo exterior que no dejaba de crecer y desarrollarse. No sólo se dedicaban a vender o intercambiar productos, ya que hacían también las veces de recaderos llevando encargos, cartas o productos a determinadas personas de los pueblos cercanos; y todo ellos por caminos, a veces, intransitables.

Existían algunos artículos que las unidades familiares no producían directamente como tejidos, calzado, alimentos especiales…, y tenían que adquirirlo de otros vecinos o desplazarse a los comercios de las poblaciones cercanas. La única posibilidad de obtenerlos era mediante el trueque con sus excedentes. Cualquier producto era bueno para la transacción: huevos, trigo, lana, gallinas y pollos, pellejos de animales (pieles), productos de la huerta, etc.

Para facilitar el intercambio los productos que intervenían siempre se valoraban en la moneda en curso legal, la peseta o el real, aunque esta no interviniera físicamente. Hubo algunos productos que debido a su oferta y a su demanda llegaron a convertirse en verdadera moneda de cambio. En torno al intercambio de huevos se llegó a crear todo un negocio. Bien los recoveros o bien los comercios iban recogiendo los huevos, los embalaban cuidadosamente en jaulas o cajas de madera envueltos en paja o virutas, y los almacenaban hasta la llegada de los camiones que semanalmente los transportaban hasta las grandes ciudades para su posterior venta.

Fue tan grande la demanda que algunos vecinos de la parte alta de la Sierra de Segura vieron la oportunidad de negocio e intentaron en cierto modo industrializar el proceso, construyendo algunas modestas granjas, quedando todavía algunas en Santiago-Pontones como vestigios de aquellas primarias explotaciones. A finales de los años 60 empezó el declive, ya que se construyeron explotaciones cerca de las ciudades, consiguiendo un producto más barato al reducir los costes, entre otros el del transporte, y estas granjas se transformaron o acabaron por desaparecer.

También era muy común en las transacciones las pieles de animal, y se hacía a través del pellejero, que valoraba y controlaba la calidad de las pieles. Por esta comarca comerciaban pellejeros que remanecían principalmente de las poblaciones cercanas a nuestra sierra de la provincia de Murcia, donde destacaba especialmente el municipio de Archivel, de Albacete y algunos incluso de tierras levantinas.

Otro producto que se utilizaba para trocar era la leña, único combustible de la época, destacando en esta actividad los habitantes de la aldea de Los Pinares eran los que más intercambiaban usando la madera como moneda de cambio.

La escasez y el trueque, aunque de forma obligada, también contribuía, al ahora tan de moda, reciclaje y al aprovechamiento de los recursos. Las alpargatas y ropa vieja se intercambiaban por otros productos y prendas nuevas. Esta mercancía era transportada a las fábricas de Alcoy, donde se transformaba en nuevas.

Localidad de Archivel

Servicios como la cocción del pan en hornos privados, o la molienda del trigo, se pagaban en especie, es decir con los propios panes o la propia harina. La cantidad de harina que se le entregaba al molinero se le denominaba maquila y era descontada de la molida total. Los molineros más pícaros vestían prendas de puños anchos de modo que al recoger la harina que les correspondía por sus servicios, obtenían el extra del producto que se quedaba en sus mangas; de aquí la expresión: tener la manga ancha.

Estamos ante una figura clave en el comercio de este tiempo. El recovero eran meros intermediarios, que a cambio de un pequeño margen recorrían la sierra a lomos de sus caballerías, más tarde pequeñas furgonetas con la mejora de caminos y carreteras, vendiendo el género en pequeñas aldeas, cortijadas y lugares recónditos. Adquirían las mercancías en los comercios de las poblaciones más grandes, como Puente de Génave, Orcera o Santiago de la Espada. Sus rutas duraban varios días y después de vender todos sus artículos volvían cargados con los productos que les habían entregado sus compradores, que les servían de medio de pago en los comercios. Los huevos era una mercancía delicada para su transporte por descuidados caminos, y siempre se corría el riesgo de perder lo ganado.

Fueron muchos los recoveros que comerciaron por nuestras aldeas, destacando José Flores, de Promaguillo; Máximo Rodríguez, de las Casas de las Tablas; su hermano Bautista, de Los Anchos; Serafín Carrillo, de Las Espumaredas; Ángel Fernández de Las Canalejas; José el Chotero de Los Goldines o Florencio de Fuente Segura. En Pontones hubo una recovera, Presentación Molina “la Gorda” que además de la dureza del oficio tenía que añadir la condición de ser mujer. Junto con su madre recorrieron durante 25 años las aldeas más próximas a Pontones vendiendo telas. Cuando llegaban a algún cortijo exponían su mercancía en la casa de alguna vecina, y allí mismo realizaban la venta, siendo su beneficio determinado por la compra de tela en metros y la venta al mismo precio en varas, ya que una vara era igual a 0,8 metros.

Los medios de comunicación fueron mejorando y las infraestructuras fueron permitiendo que los vecinos de las aldeas pudieran acceder a las poblaciones más grandes. De esta manera el recovero, poco a poco, fue perdiendo su función de intermediario y acabó por desaparecer o se convirtió en lo que en la actualidad llamamos vendedor ambulante.

Aldeas de Los Anchos

Fue una época difícil y dura, en la cual vivir en las aldeas serranas suponía un gran sacrificio, siendo los recoveros los únicos que podían aportar esa pequeña dosis de bienestar a sus habitantes, siendo el nexo de unión con poblaciones cercanas. Un reconocimiento y homenaje a todas las personas que hicieron la vida más fácil y llevadera gracias a su esfuerzo y entrega, especialmente un reconocimiento a los últimos vendedores, carteros, peones camineros… y todos aquellos que llegaban a las aldeas de nuestra Sierra de Segura para aportar ese bienestar a sus habitantes, en muchas ocasiones, olvidados.


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