martes, 16 de noviembre de 2021

ELOY MOYA, GENIO Y FIGURA.....


Existen ocasiones en las que un pueblo manifiesta su carácter a través de las dinámicas de vida de sus habitantes, alguno de los cuales alcanzan cierta notoriedad por su implicación y empatía social. Este es el caso de un hijo de adopción de Puente de Génave, el recordado D. Eloy Moya, al que se le dedica este escrito salpicado de vivencias y anécdotas de un personaje que recogió siempre el aprecio y cariño de todo un pueblo allá por donde iba. Así lo recoge Pedro Ruiz Avilés en este merecido reconocimiento a su persona.

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EL DISTINGUIDO PROFESOR

“Sonreír con la alegre tristeza del olivo,

esperar, no cansarse de esperar la alegría.

Sonriamos. Doremos la luz de cada día.

en esta alegre y triste vanidad del ser vivo”.

(Miguel Hernández: Sonreír con la alegre

tristeza del olivo).

Hay hombres y mujeres cuyo propósito es transitar por el mundo desapercibidos, sin apenas colaborar con la sociedad a la que pertenecen si no sacan algún beneficio directo. Pero hay otras personas que intentan ayudar, y, a menudo, logran hacer la vida más agradable a sus semejantes, particularmente los próximos. Estos son los mejores, los más grandes.

Vista panorámica de Puente de Génave

Afortunadamente en Puente de Génave tenemos abundantes ejemplos de estos últimos y uno de ellos fue el recordado “Profesor Moya”. El título de profesor se lo atribuyó el mismo Eloy Moya cuando, “en un pueblo de la Mancha de cuyo nombre no quisiera acordarme”, un paisano suyo (él era de la Puebla del Príncipe, tierra de Quevedo, y algún gen al parecer le legó), tras una larga operación de transacción comercial, admirado de sus dotes de vendedor, le preguntó por su profesión y él, sin cortarse uno de sus pocos pelos, le respondió: “Yo soy profesor de Matemáticas”. Y con este alias ya se quedó.

Municipio de Puebla del Principe

Yo he tenido la suerte de escuchar gran cantidad de “hazañas”, travesuras y anécdotas, protagonizadas por el Profesor Moya desde que se instaló en nuestro pueblo, “casándose con una bella mocica”, ejerciendo primero como cosario (recovero) arreando una pareja de borricos en tiempos del estraperlo e intercambiando vino “garrafal, garrafal” y queso manchegos por aceite de oliva y trigo de nuestra tierra, pasando luego a representante y “Agente Comercial Titulado”, título que según decía obtuvo tras “examinarme en trance de parto”. A saber, lo que quería expresar…

Eloy Moya en la barra del bar El Pintor

Su actividad comercial se extendió por más de media docena de provincias (Alicante, Almería, Murcia, Granada, Ciudad Real, Albacete y Jaén). Usaba para sus viajes, primero “El Terne” - nuestro más genuino autocar de línea- y “La Pava” (Sepulvedana) y, al poco tiempo, una furgoneta Renault 4L, de la que tuvo varios modelos y a la que bautizó como “La Paquera”. Nadie me supo decir si en honor de la cantante ciega de flamenco, al que era aficionado, o por usarla de transporte de los paquetes con muestras de los productos comerciales, para los que se inventaba unos ripiosos eslóganes publicitarios, como estos tres:

-Cafés Legorburo, “un kilo por un duro”.

-Chocolates Los Muñecos, “para los chiquillos y los viejos”.

-Ponche Caballero, “por su gusto y precio, el primero”.

La Sepulvedana. Línea Siles-Madrid

Pero la huella del Profesor Moya en nuestro pueblo es más recordada por su activa participación en los acontecimientos festivos: paje en la cabalgata de los Reyes Magos, vendedor anfitrión en un tenderete en San Isidro, director de rondalla en los carnavales (prohibidos, pero en El Puente se hacían entre otros actos un pasacalles y el manteo del “Pelele”), intérprete de algún papel en las originales representaciones procesionales (Judas Iscariote, Herodes, Pilatos, Satanás, Pedro el Perjuro…) .Su gracejo y “sal gorda” eran capaces de provocar carcajadas, crear ambiente y ganas de compartir unos ratos alegres.

Manteo en la fiesta de El Pelele

En su tarraque de San Isidro, instalado con sus inseparables Luis y Nino Real “los Zapateros” y Paco García “el de La Fonda” (La Manuela, claro está), y subido sobre unas tablas, en un equilibrio más bien inestable, voceaba por encima del mostrador al “respetable público”: “Pinchitos argelinos”, “chuletas grandes, pero feas de grandes”, “pollo a la ambrosía” (a saber…), Hoy, a lo mejor sería un conspicuo representante de esa “nueva cocina “ con la que nos atosigan por las teles.

El Profesor Moya junto a Nino "El Zapatero"

Y, a propósito de pollos, un año, en Navidad, los jóvenes alistados para la quinta de la mili quisieron celebrar a lo grande su fiesta, y, como no estaban sobrados de cuartos, varios decidieron saltar las paredes del corral de Alfonso Sánchez, pegado al antiguo campo de futbol, coger el mejor gallo y prepararse con él una suculenta paella. Tardaron poco en pillarlos, los llevaron al cuartelillo y, como no cabían en la “perrera municipal”, el juez y parte, les impusieron una multa que, como pasa con estas chiquilladas, al final pagaron los padres...Pero lo que más impacto tuvo entre el vecindario fue la coplilla que, al amo y a los quintos, dedicó el Profesor, y cuya letra versaba así:

A los “mozos del Avecrem “

“Aquel gallo tan flamenco

que cantaba en tu corral,

ahora canta en mi barriga.

Y mañana ya lo verás”.

Pedro Ruiz Avilés

Estas pocas anécdotas, de las numerosas que se atribuyen al profesor Moya, sirvan para arrancaros sonrisas al tiempo que también evocan otra época en la que la vida resultaba un poco más difícil, pero en la que no era, con poco, en ocasiones con muy poco, ser feliz.

PEDRO RUIZ AVILÉS

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