Si hay algo que los puenteñ@s, especialmente los que vivimos en otros lugares, no nos cansamos de fotografiar, y mucho más ahora que con nuestro aparato de telefonía móvil podemos captar todo tipo de imágenes, es nuestro río. Efectivamente, el Guadalimar, el que en otro tiempo los árabes denominaron río rojo, conserva un especial significado para todo aquel nacido en esta tierra porque este río ha formado y forma parte de la vida de todos nosotros. En este artículo que presentamos de Ramón Gallego, que apareció en el programa de fiestas de San Isidro de 2008, se quiere realzar como elemento vertebrador del pasado y del presente de nuestro pueblo a ese río que nos ha dado y seguirá dándonos vida.
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Visualización longitudinal entre el Río Guadalimar y el Guadalquivir |
EL RÍO. NUESTRO RÍO.
Si midiéramos la longitud de nuestro
río colorado y la comparásemos con la del gran río de Andalucía, el
Guadalquivir, nos daríamos cuenta de que son casi parejos. El que nace en
Villaverde, nuestro Guadalimar, aparece
en numerosos mapas antiguos con el nombre de Guadalquivir; así ocurre en la
cartografía elaborada por G. Rossi en 1692. Está claro que es una confusión
debida no sólo a su longitud sino también al mayor caudal que nuestro río rojo
en el momento de unirse al gran Guadalquivir tiene mayor volumen de agua
propiciado por poseer una superior superficie de cuenca. Pero geográficamente
el criterio predominante es el de la longitud y en eso el que nace en el
término de Quesada es algo más estirado que el nuestro.
Sirva esto para darnos cuenta de que nuestro río, al que los romanos llamaron Tago, Tagus o Tugio pues nacía en las montañas que ellos denominaban Tugia y que después adquirió el nombre de Guadalimar ya que los árabes le llamaron "wad al-ihmar" o río colorado por el color bermejo de sus aguas, ha tenido gran importancia a lo largo del tiempo, tanto es así que se ha
llegado a confundir con el Guadalquivir en numerosas ocasiones, como ya hemos
visto, hasta que la cartografía moderna eliminó estos equívocos.
Villaverde del Guadalimar |
Nuestro pueblo bien podía haber
asumido su nombre como topónimo y llamarse Puente de Guadalimar. Quizás hubiera
sido lo lógico y lo más asumible, pero los archivos nos indican claramente la
vinculación del puente viejo sobre el río con el topónimo Génave.
En 1565 el molino junto al río, el de
los hermanos Segura, estaba en pleno funcionamiento pero no se cita el lugar o
pago. No será hasta 1743, según testimonio del párroco D. Diego Ximénez de
Figueroa, cuando tengamos la primera referencia escrita a este mismo molino que
textualmente se cita como “el molino que dicen de Génave”, habitado por
molineros foráneos, concretamente de Cazorla y Villanueva del Arzobispo. En el
lapso de tiempo que media hasta 1801 es cuando se fragua definitivamente el
nombre de nuestro pueblo, al citar el párroco de La Puerta de Segura el llamado
Cortijo de las Ánimas del que indica claramente que está situado en “la puente
de Génave”, tal cual, aunque parezca una incorrección es nombrado en femenino.
Este topónimo deriva claramente del nombre asignado tradicionalmente al molino.
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Río Guadalimar en Puente de Génave |
Por lo tanto si en 1833 el grupo de
cortijos ya se llaman Puente de Génave, tanto el molino como el puente son los
dos elementos que, estrechamente vinculados al río, articulan el desarrollo
ulterior de la localidad.
Poco a poco, el río, como lugar de
paso o de trabajo va atrayendo a gentes de diversos lugares y los cortijos
surgen a su alrededor. Se sitúa uno muy destacado que es llamado de Las Ánimas
(1801), otro el denominado La Vicaría (1814), el del Llano de Moya (1835) y por
último el de La Mina (1870).
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Puente Romano. Puente de Génave |
Sea cual sea la actividad -cabe
suponer que no muy alejada de la relacionada con las tareas del campo- de las
diversas gentes que pueblan estos cortijos de Puente de Génave, a los que
añadiremos también el de Pedro Nares y otros más de su alrededor como el de
Paules, Los Avileses o los llamados Cortijos Nuevos de factura y estructura
posterior, señalaremos que no se van a alejar demasiado de las posibilidades
que ofrece el río. Es conocido que, al margen de estos cortijos, el poblamiento
se produjo a ambos lados del cauce en torno al Puente Viejo, en las actuales
calles de las Parras y de San Isidro por un lado y en la calle Goya, que
recibió originariamente el nombre de calle del Río, por otro.
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Calle Goya. Puente de Génave |
La construcción a finales del S. XIX
del Puente Nuevo con la mejora de la carretera de Jaén a Albacete, supuso un
espaldarazo definitiva para el desarrollo de la hasta entonces aldea o agrupamiento
de cortijos de Puente de Génave, y a partir de aquí su evolución para
constituirse como núcleo municipal independiente en 1933.
No todo han sido mimos para nuestro
río. Los auténticos disparates medioambientales que se han realizado hasta
prácticamente la década de los ochenta del pasado siglo nos lo han dejado muy
dañado. Talas abusivas de arbolado y vegetación de ribera, sobrepastoreo,
vertidos de alpechín, extracción de áridos aguas arriba, construcción de
represas de riego, alteraciones irreversibles del cauce, vertidos de aguas sin
depurar, etc… han mermado su ecosistema, en ocasiones de forma irreversible.
Mucho se ha hecho y se continúa haciendo para remediarlo, pero el esfuerzo ya es enorme y las administraciones, especialmente las locales, se muestran muy limitadas por entes como la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir y no pueden asumir las tareas de recuperación. Los puenteños le debemos mucho a nuestro río, pocas poblaciones pueden presumir de poseer el tesoro que la naturaleza nos ha dado por lo que debemos cuidar el tesoro que nos ha dado y nos da vida.
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Riada en la Central. La Vicaría. |
Mucho se ha hecho y se continúa haciendo para remediarlo, pero el esfuerzo ya es enorme y las administraciones, especialmente las locales, se muestran muy limitadas por entes como la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir y no pueden asumir las tareas de recuperación. Los puenteños le debemos mucho a nuestro río, pocas poblaciones pueden presumir de poseer el tesoro que la naturaleza nos ha dado por lo que debemos cuidar el tesoro que nos ha dado y nos da vida.
Ramón Gallego Martínez
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