viernes, 27 de enero de 2017

EL ACEITE DE OLIVA. NUESTRO ORO VERDE.

Han pasado ya los 20 años a los cuales nos emplazaba Pedro Ruiz Avilés en su artículo publicado en el libro de fiestas de San Isidro 1997. Evidentemente nuestro buen amigo vaticinaba un futuro lleno de sacrificio y lucha por sacar nuestro olivar adelante. Multinacionales del aceite y las escasas ayudas europeas convertían en difícil la situación de nuestros agricultores a finales del pasado siglo. Ahora, los retos planteados continúan y sigue siendo el esfuerzo de nuestros olivareros la garantía más valiosa que presenta nuestro futuro. Un futuro incierto, marcado en este momento por el aprovechamiento del agua de la Presa de Siles, para nuestros agricultores que no han dudado, ni un solo instante, en proseguir con ahínco la lucha hace más de 20 años iniciada para defender sus intereses, su olivar y su futuro.



NUESTRO ACEITE

 

Olivar  y olivareros

bosque y raza

campo y plaza

de los fieles al terruño

y al arado y al molino,

de los que muestran el puño

al destino

los benditos labradores……

        Este fragmento de una bella poesía que el insigne poeta sevillano, Antonio Machado, dedicó siendo profesor en Baeza a nuestro paisano de Beas, y también olivarero,  Manuel Ayuso, contemplando en lontananza nuestra hermosa Sierra de Segura, sintetizaba a setenta años de distancia, los sentimientos de hoy mismo, además el olivar, el aceite de oliva y de paso nuestro campo y nuestro paisaje, orgullo, patrimonio y seña de identidad de Puente de Génave y de muchos naturales de la Sierra de Segura.


Pedro Ruiz Avilés

El aceite se halla amenazado si no hacemos frente de manera decidida a las maniobras arteras que sobre él se ciernen. Maniobras sin duda diseñadas por las grandes multinacionales de la grasa y propuestas por unos burócratas ineptos e ignorantes de las inmensas virtudes y cualidades de nuestro excelente Aceite de Oliva y, particularmente, del Virgen Extra de la Sierra de Segura. 

Desde las civilizaciones más antiguas en los relatos bíblicos se dice como Adán fue sepultado con un hueso de aceituna, y que la paloma apareció anunciando el fin del diluvio con una rama de olivo, el árbol de tronco añejo y retorcido ha servido para dar el fruto de la vida y un deleite de la mirada, del paladar y del olfato. Las imágenes de la oliva y de su generoso fruto, el “oro líquido” como lo denominó Homero, van también asociadas al bienestar, a la paz, a la tierra de promisión, al Mediterráneo como cuna de calidez de las relaciones humanas y la alegría de vivir. Andalucía, tierra de olivos, nuestros hermosos campos y nuestros bellos pueblos, no pueden renunciar a un sistema de vida y a sus símbolos más queridos como bien están reflejados en su bandera, el verde de sus olivas y a la blancura de unos pueblos vivos; y, estoy seguro, los vamos a defender con fuerza, con uñas y dientes en estos tiempos difíciles. En torno al olivar y al aceite de oliva aún giran hoy la vida de más de la mitad de los municipios andaluces, sea directa o indirectamente.

Porque además de la tierra callada, el trabajo y el sudor, que dijera Miguel Hernández, necesaria para que las olivas den fruto abundante, también se precisa invertir en curas y podas, en comprar maquinaria, en recoger las aceitunas, y en hacer cuantiosos gastos para producir aceite de calidad, comercializarlo y venderlo, a ser posible, en botella y con su denominación de origen. En definitiva, invertir elevadas sumas de dinero, que ahora se nos pretenden negar o regatear cicateramente por quienes ignoran lo que la cultura del aceite representa en nuestra salud, en nuestra vida, en nuestros ingresos y en nuestros valores más sentidos.

Dice García Márquez que uno es de donde tiene enterrados a sus muertos, y los míos se hallan en el Puente. Ellos, y otros muchos paisanos, fueron quiénes me inculcaron el valor de las tareas y las cosas del campo, de lo que representa la tierra y la lluvia para los agricultores, a respetar a las personas y los animales, y a contemplar la belleza de un paisaje esplendoroso y cubierto de vegetación con la llegada de la primavera. Y en el centro, en el corazón de todo, siempre aparecía recurrente el olivar, de cuyo aspecto vegetativo, de lo buena o mala que hubiera sido la cosecha durante el invierno, desprendía la alegría o la tristeza que marcaba el semblante, más o menos festivo, de los puenteños en las celebraciones primaverales en honor a San Isidro.

Cuando en esas fiestas demos rienda suelta a la algarabía y al jolgorio habitual y característico a cada fiesta; cuando procesionemos al santo por las calles y lo aproximemos a los campos de olivos, ahora con esperanzador aspecto de cara a la próxima cosecha; cuando escuchemos o bailemos pasodobles de nuestra banda y las rumbas de la verbena; cuando saboreemos la ligereza de una ensalada, de un exquisito frito de pescado; cuando nos deleitemos con unas estupendas chuletas de cordero segureño o repongamos fuerzas con unos churros de madrugada, bendecidos todos con aceite de oliva virgen de nuestra tierra, acordémonos que éste es fruto del trabajo y del sudor en producirlo, pero también que el futuro del aceite de oliva dependerá del empeño que pongamos en promocionarlo en los mercados y, muy importante, en defenderlo en los órganos que quieren planificar el desarrollo de nuestro producto, más allá incluso de lo que sería lógico, conveniente y deseable.

Nos encontramos, insisto, en unos momentos cruciales para el aceite de oliva, que marcarán su porvenir al menos para los próximos 20 años. Por ello es importante no escurrir el bulto, plantar cara al desafío y arrimar el hombro de manera solidaria en defensa del olivar y lo que representa para todos nosotros. Cada uno en su lugar y en función de sus posibilidades, sin duda más de las que pensamos, tiene alguna forma o recurso con que mostrar su adhesión en esta dura lucha. Yo, al igual que afirma el escritor ubetense Muñoz Molina, el peor destierro que podría soportar sería sufrir el destierro del aceite de oliva. Pongamos lo mejor de nuestra parte para que, mal que les pese a algunos, esto no nos llegue nunca, y pidamos a nuestro patrón, el Santo agricultor, su intercesión e influencia para que eso así sea. Por todo ello, tengamos la fiesta en paz.

 

                                                                                                                                                                                     Pedro Ruiz Avilés.

1 comentario:

  1. Hablando del aceite de oliva de la sierra, me faltaría la mención al precursor de la Denominación de Origen Sierra de Segura, el gran José Bautista de la Torre, del municipio vecino La Puerta de Segura.

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