jueves, 29 de enero de 2015

TIEMPOS DE OLOR A PAN RECIEN HORNEADO


Son muchas las ocasiones en las que miramos el pasado con nostalgia, en las que los recuerdos vuelven a nuestro presente épocas pasadas. Son estos momentos los que sirven para percatarnos de lo complicada y difícil que resultaba la vida cotidiana para nuestros mayores, vida alejada de comodidades donde el esfuerzo y el sacrificio apenas tenía valor pues era inconcebible poder desarrollar cualquier actividad sin esos componentes.
Solemos decir que, en aquella época, las personas estaban “hechas de otra pasta” sin percibir que su adaptación a las posibilidades que ofrecía el entorno era la única posibilidad de subsistencia. Ese es el espíritu que ha impulsado a Manolo Villar a escribir este relato en el que se nos describe una de las diversas tareas que la rutina imponía, la de hornear el pan recién amasado. Es evidente que puede perfectamente servir este escrito para rendir un modesto homenaje, personificado en su madre Paca y su amiga Pepa, a aquellas mujeres que, como verdaderas heroínas, mantenían su actividad de ayuda en los trabajos agrarios compaginada con las tareas propias del mantenimiento de la casa y el cuidado de los hijos.

 “ESTAMOS de AMASIJO”
Por Manuel Villar Teruel.

Cuando yo era niño, hace ya más de medio siglo, en mi querido Paules, cada dos o tres semanas era normal escuchar la expresión “estamos de amasijo”, es decir, estamos haciendo pan generalmente para 10 o 15 días.

Recuerdo que este día se rompía la monotonía de las actividades con un protocolo muy definido en los diferentes estadios que constituían tan importante acontecimiento.

El día anterior, por la tarde-noche había que ir a pedir la “ensancha” (levadura) a la última vecina del cortijo que había “amasado”. Ya en tu casa, se deshace con una poquita agua caliente y se deja descansar para el día siguiente.
Amasando en la artesa

PAN

El día siguiente de madrugá, se pone agua a calentar con un poquito de sal,  añades la ensancha que has “activado” la noche anterior y la deshaces. No se te puede olvidar retirar un puñao, envolverlo en harina y reservarlo en una taza para no romper la cadena y que sirva de “ensancha” a la próxima vecina que vaya a amasar.

Según los miembros de la familia, en una “artesa” se añade la harina, agua y la ensancha que ya tienes preparada,  “envuelves la masa” (amasas), la tapas con una parella y la dejas reposar hasta que esté “venía”, es decir, hasta que haya crecido. En la mayoría de las familias había la costumbre de retirar “un pegullón” de masa para hacer tortitas fritas con azúcar por encima que daría lugar a un desayuno especial esa mañana de amasijo.

Cuando la masa está “venía” es el momento de ponerse a hacer los panes, bollos,    galianeras, tortas… Conforme se van haciendo se colocan sobre unas tablas cubiertas con el “tendío” (una paño blanco destinado exclusivamente para este menester). Sobre la superficie de cada pieza de pan, con una navaja, se hacen unos cortes de forma fija aunque para un observador novato parecieran hechos de forma aleatoria.


HORNO  

Mientras el pan acaba de crecer, el horno se llena de ramas de olivo y se les “pega fuego”, manteniendo la boca del horno abierta. Cuando han desaparecido las llamas y solo hay ascuas se “barre” el horno, es decir, se amontonan las ascuas a los lados del horno y se tapa la puerta para conservar el calor.
Horno semiderruido en Los Avileses

Mientras ardían las ramas se llevaban las tablas con el pan a la boca del horno para tenerlo todo preparado. Antes de meter el pan se cocía la “torta de flama”, era una torta que se echaba al horno al acabar de barrerlo y cuando estaba cocida se sacaba y se echaba el pan. Era el pan para comer a medio día. (En mi casa, este día, siempre se comía huevos fritos). Ahora es el momento de “echar” el pan al horno con una pala de madera de rabo largo para poder llegar a toda la superficie del horno.

Me dice Pepa que era corriente espolvorear unos “puñaos” de harina sobre la superficie del horno. Si se quemaba enseguida es que estaba muy caliente y había que esperar un poquillo para empezar a echar el pan.
Detalle horno en Los Avileses

Con la mano menos hábil se levanta el “tendío” un poquito, para no dejar huellas en el pan al cogerlo, y con la mano hábil se coge el pan, se coloca sobre la pala y como si de un “tetris” se tratara se van colocando las piezas de pan sobre la superficie del horno. Hay que tener mucho cuidado de que no “se besen”, advierte Pepa con mucho énfasis. Quiere decir que no se junte una pieza con otra porque, si esto ocurre, la superficie de contacto no se cuece bien e incluso pueden salir “enganchaos”.

Cuando el pan toma un poquito de color se destapa la puerta del horno para que no se cueza “arrebatao”. Para saber si el pan está cocido por dentro se saca un pan y si, al golpearlo con los nudillos, suena a hueco es que está en su punto. Cuando estaba cocido se sacaba y se colocaba en un escriño para llevarlo a la despensa o alacena donde se guardaba en orzas tapadas para que se mantuviera tierno más tiempo, pues hemos de tener en cuenta que se amasaba cada 15 - 20 días.

El pan, ya empezado en las comidas, se guardaba envuelto en una parella en la cesta del pan (de mimbre blanco, pelao) y que, en muchas casas, se colgaba en un clavo que había en un palo del techo de la despensa.
La Pepa de la Flor, 86 años y las ideas muy claras

He de agradecer a “la Pepa de la Flor” el buen rato que pasamos mientras me  contaba y, yo diría, que volvía a realizar mentalmente tan preciada actividad. Le brillaban los ojos y con una sonrisa, esa sonrisa inconfundiblemente suya, me hacía recordar a las mujeres de Paúles de los años cincuenta, especialmente a su amiga Paca, mi madre, liadas, con el pañuelo en la cabeza, en la agradable tarea del amasijo.
                                                                                      

                                                                   Manuel Villar Teruel
                                                                  Hospitalet, enero 2015
 




5 comentarios:

  1. Me ha encantado, he tenido que tomar 3 cafés para regresar al presente.

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  2. Huele a pan ;-)

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  3. Qué descripción más vívida! !! Parece que haya estado ahí amasando con la chacha Paca.

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  4. Enhorabuena Manuel por tu escrito, didáctico, ameno, sentido. Que suerte la mía por haber vuelto a mis orígenes y poder disfrutar de mis paisanos.

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  5. Como administrador del Blog, agradecer, en nombre de Manolo Villar vuestros acertados comentarios. Saber que, como en este caso, la publicación de todas las particularidades que atañen a nuestra historia y nustras gentes, tiene la aceptación de muchos de vosotros nos motiva y ayuda a seguir en esta tarea de difusión, al tiempo que animamos a todos vosotros a comunicar todas esas vivencias que, de una forma u otra, forman parte de la historia de nuestro pueblo. Gracias a todos

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