LA FUNDACIÓN DEL CONVENTO
DE BEAS DE SEGURA.
Por Adela Tarifa
Fernández. (adaptación).
En
1515, cuando nace Santa Teresa, España no existía. Castilla y Aragón eran los
dos reinos más poderosos, mientras Portugal se mantenía independiente. Aunque
gobernados por el mismo monarca, aragoneses y castellanos se sentían
extranjeros fuera de sus fronteras. Eso explica que para la Santa Teresa de
Ávila la corona aragonesa quedara fuera de su proyecto reformador. Unos reinos,
en pleno Renacimiento español, que en el S.XVI, estaba en plena crisis
económica, porque los monarcas gastaban más que lo que suponían las riquezas
que venían de América, provocando tremendos desequilibrios sociales entre los menos
de 6 millones de habitantes contaba entonces España, 4 de ellos en Castilla, el
reino más extenso, poblado y rico; dueño y administrador de los tesoros
americanos. Los gobernantes gastaron sus recursos al servicio de una política
exterior ambiciosa y con la idea imperialista de Carlos V, heredada por su hijo
Felipe II. Una época con crisis religiosa marcada por la escisión luterana, el
Concilio de Trento y la Contrarreforma católica. Se gesta entonces una nueva
espiritualidad y preocupación por moralizar la vida del clero, surgiendo, en
este Siglo de Oro español, ejemplos de vida edificantes, destacando junto a
Santa Teresa y San Juan de la Cruz y, los de San Pedro de Alcántara, San
Francisco de Borja, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, o Santo Tomás
de Villanueva, por citar algunos.
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Santa Teresa de Jesús |
Fue
el siglo XVI un tiempo de más guerra que paz, a causa de la política imperialista
de Carlos V. Enfrentamientos en el Mediterráneo contra los turcos y en Europa
contra Francia marcaron este S. XVI. Siendo fundamental la derrota contra los
alemanes que, con la paz de Augsburgo en 1555, reafirman la escisión
protestante en Europa. Es el tiempo en el que Santa Teresa redacta “las
constituciones de la Orden Descalza” aprobadas por el Papa Pio VI en 1565. Entre
la década 1567-78 Santa Teresa realiza nuevas fundaciones, y escribe algunas de
sus grandes obras, como Camino de Perfección (1562-64) y Las Morada (1578); así
como San Juan de la Cruz trabaja codo a codo con ella, como iniciador de la
rama descalza masculina. Siendo el año 1575 en que el nuevo monarca, Felipe II,
declara la bancarrota del estado, justo cuando llega a España el padre Tostado,
con facultades de General de la Orden Carmelita, que no acepta las bases
reformistas de la orden realizadas por Santa Teresa y decretará la persecución
y encarcelamiento de sus seguidores, cuestión que sufrió San Juan de la Cruz y
de la que pudo librarse Santa Teresa por su influencia en la misma Corte. Pero
a pesar de todo este es el momento en el que el Carmelo Descalzo vive una etapa
de intensidad y fundaciones creciente, aunque ya las fuerzas de la Santa de
Ávila se acaban, muriendo en 1582, no sin antes conocer que el Papa Gregorio
XIII publica la aceptación de separación entre los Carmelitas Calzados y
Descalzos.
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Reglas y normas en las fundaciones de la Orden de los Carmelitas Descalzos |
En
esta época, donde las mujeres se sometían a las leyes de la tradición que las
mantenían en un segundo plano social, donde el papel de sumisión también era
asumido por la Iglesia, no iba a ser detalle menor el hecho que sea una mujer
la que lidere la reforma. Sabemos que
todavía en la época que nos ocupa había padres que llevaban a sus hijas al
convento sin pedirles su conformidad o también que algunas mujeres buscaban
refugio en el convento huyendo de matrimonios impuestos, por lo que es posible
que la vida conventual fuera la que más liberó a la mujer de una sociedad que
la marginaba, elevada la monja a categoría social superior a la doncella y
equiparable a la casada, porque los conventos permitía muchos contactos con el
exterior a las monjas, prácticas prohibidas por el papa Sixto V en 1589, así como
garantizar la libre voluntad de ingreso. En todo caso el convento reflejaba los
esquemas sociales de la época, y, aunque se hicieran votos de obediencia,
castidad y pobreza, en este último punto surgían conflictos por las grandes
diferencias sociales de las monjas que profesaban, cuestión que Santa Teresa
contempló en su reforma, convirtiéndose en un movimiento claramente
reivindicativo de la igualdad y de la dignidad espiritual de la mujer que debía
ser integrada en derechos en la Iglesia, escapando de la marginación
tradicional social y religiosa. En el caso que nos ocupa, la reforma
carmelitana, fruto de las ideas de Santa Teresa, pretenden eliminar los
obstáculos que impedían al alma la unión con Dios. Ideas que asumió San Juan de
la Cruz, bastión fundamental de la reforma teresiana. Pero no fue tarea fácil
pues las masas poco cultas protagonizan exaltaciones piadosas que molestan a la
jerarquía eclesiástica, proliferando videntes o beatas a los que se persigue si
se desvían por caminos no oficiales. También en ambientes cultos se sospechó de
alumbrados y erasmistas, y de toda manifestación piadosa que se saliese de vías
acordadas en Trento; y ahí entraba de pleno la Inquisición para infringir
castigos por herejía.
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Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz fundadores de la orden del Carmelo Descalzo. |
Para
reconstruir el relato central de la fundación del Convento de San José en Beas
de Segura, nos basamos en el “Libro de la Fundaciones” que Santa Teresa empezó
a escribir en Salamanca en 1573, por mandato del confesor Jerónimo Ripalda,
obra que acabó en Burgos en 1582, poco antes de su muerte, aunque esperó a ser
editada hasta 1610; y en el escrito por el Padre Efrén Montalva titulado “Beas
y Santa Teresa” basado en un manuscrito encontrado en la Real Biblioteca de El
Escorial tras más de 400 años en el olvido, en el que se relata la fundación
del Convento de Beas, uno de los conventos que más disgustos le dieron a la
Santa de Ávila, y en el que mostró poco empeño inicial. Su fundación se realizó
el día de San Matías, 24 de febrero, del 1574 gracias al mecenazgo de dos hijas
del matrimonio formado por Sancho Rodríguez de Sandoval y Catalina Godínez,
llamadas Catalina y María. La primera ya quería ser monja a los catorce años,
cuando, según este relato, tuvo una revelación al mirar un Crucifijo. La chica,
que “no era inclinada a casarse, que le parecía cosa baja estar sujeta a
nadie”, con unos escrúpulos que la indujeron a hacer mucha penitencia,
prometiendo a Dios ser siempre pobre y casta, entregada a Dios hasta que tomó
el hábito a los diecisiete años, llegando a tener actuaciones propias de
enajenaciones como el llegar a autolesionarse para desfigurarse el rostro con
el fin de no atraer a pretendientes. Tampoco las duras disciplinas a que se
sometía esta criatura, que no dormía para no parar de rezar, nos pueden apartar
de la idea de que sufriera ciertos desequilibrios emocionales o mentales.
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Portada del libro del Padre Efrén sobre la fundación del Convento de Beas. |
Al
fallecer el padre, que se oponía a que Catalina fuese monja, ella y su hermana,
apoyadas por la madre, ingresaron en el convento de Beas. Fue difícil
conseguirlo porque la enfermedad crónica que padecía la joven era un
impedimento: “havia casi ocho años que no se movía de la cama. Tenía acalentura
continua... thifica, hidropesía, con un fuego en el higado, que le abrasaba...
de suerte en aún sobre la ropa... le quemaba la camisa... tenía también gota
artetica y ceatica...”. Luego llegó el milagro, que la hizo sanar de golpe,
según testimonio de los médicos que la atendieron durante ocho años, teniéndola
por incurable, porque “echaba sangre por la boca tan podrida que decían eran ya
los pulmones”. Estos hechos “milagrosos” los recibió Santa Teresa por vía
indirecta, pues pasó poco tiempo en Beas, no dándole excesivo eco pues
consideraba muchas de estas actuaciones de determinadas monjas apartadas del sentido
común y propias del fanatismo religioso.
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Testimonio de las reliquias de la Madre Catalina de Jesús Sandoval y Godínez |
Tenemos
que constatar que Santa Teresa nunca tuvo mucho interés por la fundación en
Beas de Segura, feudo y señorío de la Orden de Santiago, pero en otoño de 1574,
en un viaje a Salamanca para solucionar un asunto inmobiliario, recibió una
carta de Dña. Catalina Godínez contándole que tenían una casa preparada en Beas
de Segura (Jaén) para una fundación y que el propio rey, tras una audiencia con
Dña. Catalina Godínez y el Consejo de las Órdenes Militares dieron su
aprobación por lo que no tuvo más remedio que aceptar los mandatos reales
trasmitidos por el visitador apostólico D. Pedro Fernández que le indicó a
Teresa la obligación de ir a Beas. En ese momento Beas era una localidad
próspera, con muchos molinos de aceite y harina, productos agropecuarios, e
industria de paños. Dice que el lugar tenía hasta 45 casas con escudo de armas
y título de hidalguía por sus relevantes servicios a la Corona de Castilla, lo
que explica los fueros se disfrutaban, teniendo su iglesia parroquial
advocación a su patrona “Nuestra Señora de Gracia”, hoy “de la Paz”.
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Escudo Carmelita en la fachada de la iglesia del Convento de San José en Beas |
Cuando
Santa Teresa tenía ya 60 años, y fruto de las presiones para realizar esta
fundación en el corazón de la Sierra de Segura, partieron, en
comitiva, el 14 de febrero de 1575 a las siete de la mañana, por el camino de
Toledo, las nueve religiosas y los sacerdotes Julián de Ávila y Antonio Gaitán
pasando por Malagón, donde Santa Teresa enfermó teniendo altas fiebres, para
seguir a Daimiel, Manzanares y Membrilla, donde empezaban los dominios de la
encomienda de Santiago, cuyo gobernador residía en Infantes, cabeza del Campo
de Montiel. El estado de salud de la Santa en ese frío febrero, hizo necesario
algún auxilio y reposo en los infernales mesones que se encontraban al paso,
siendo el recorrido muy penoso por La Solana, hasta llegar a Torre de Juan
Abad, donde se realizó una parada en la comitiva, el día 16 de febrero,
miércoles de Cuaresma, en la iglesia parroquial de Santa María de los Olmos,
para recibir la ceniza, al tiempo precisaron el socorro de guías pues llegaron
a perderse al desconocer el terreno en sus pasos por la inmediaciones de Sierra
Morena, ya con la esperanza puesta en la proximidad de Beas, de la que distaban
siete leguas. Está constatado también una parada forzosa para descansar en la
venta de Sancho Rodríguez de Sandoval, la llamada hoy “Ventilla”, que era
hermano de las Godínez, principales mecenas de la fundación de Beas.
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Iglesia de Santa María de los Olmos en la Torre de Juan Abad |
Las
monjas entraban en Beas el 16 de febrero, donde “recibiolas todo el pueblo con
gran solemnidad y alegría y procesión…”. Así acompañada la comitiva por una
multitud, en la que estaba la nobleza local, el clero y todos los habitantes,
entraron en la iglesia parroquial, para después acudir en procesión hasta el
edificio donde fundaron el convento. De esta forma tan particular fundaron el
Convento de San José de este municipio el 24 de febrero de 1575, siendo momento
en el que Dña. Catalina Godínez y su hermana María de Sandoval, benefactoras de
esta fundación, tomaron los hábitos como Catalina de Jesús y María de Jesús. Estamos
en 1575 y serán nueve las monjas las que inicien su actividad tras la
fundación, “e llevan dote las monjas que ha recibido, a cuatrocientos y
quinientos ducados…tienen congrua sustentación, porque tienen un cortijo que
les renta cien fanegas de trigo e ducientos ducados, o tres, de renta. Y ten,
la casa e iglesia, en alguna manera bastante, aunque se va edificando para más
ennoblecimiento de dicha iglesia. Está conjunto o cercano dicho monasterio de
la dicha iglesia, donde tienen abiertas ventanas, con rejas e velos, que gozan
de las misas e sacrificios e sermones que en la iglesia parroquial se hacen…”.
Dato éste último más que relevante para constatar el poder que tenía la familia
de las fundadoras porque estas ventanas a la iglesia provocaron ciertos
pleitos; pero acabó por imponerse su voluntad, para que las dos hermanas
profesas de esa familia tan poderosa pudieran estar cerca de la tumba de sus
padres, que tenían capilla funeraria del linaje en dicha parroquia.
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Fachada del Convento de San José en Beas de Segura. |
Como
se sabe, las fundaciones que realizó Santa Teresas centraron en la Castilla
interior, con la excepción de dos andaluzas: Sevilla y Beas de Segura. En ello
pesaron factores económicos y evitar conflictos con otras órdenes. Comenzaron
en Ávila y Medina del Campo, en 1567, y finalizaron en Valladolid en 1568, con
nuevos conventos femeninos reformados en vida de esta monja en Toledo, Segovia,
Sevilla, Salamanca, Palencia, Soria, Malagón, Pastrana, Alba de Tormes, Beas de
Segura, Villanueva de la Jara y Caravaca; básicamente gracias a benefactoras
pertenecientes a familias nobles, ricas e influyentes. aunque en el día a día
estos conventos padecieron precariedad. La vida de las monjas se basaba en la
obediencia ciega, así como el aislamiento y la soledad, considerada camino
hacia el recogimiento interior que evita la visita de los familiares, siendo la
única visita aceptada la de los confesores, que influían mucho en ellas. Son
muchas las advertencias a las monjas, particularmente a las prioras, para
caminar hacia la perfección evitando los excesos en cuanto al refugio en la
soledad o en ayunos y disciplinas excesivas, recomendando la Santa el refugio
en el trabajo y la oración, cuidando el cuerpo y la mente para servir a Dios.
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Retablo Mayor con las imágenes de San José, Santa Teresa y la Virgen del Carmen en la iglesia del convento de Beas. |