Son muchas las ocasiones en las que el regreso al pueblo de aquellos que un día lo tuvieron que dejar, lleva aparejada la aparición en nuestra memoria de muchos recuerdos de otro tiempo que, de una forma u otra, marcaron nuestra vida. Son vivencias que se mantienen frescas al recorrer calles y lugares, al saludar a gente amiga que, aún con el paso de los años, guarda todas esas vivencias en común y hacen que volver a sentir emociones llenas de añoranza se convierta en algo fácil y a la vez necesario para mantener vivo nuestro recuerdo, como vínculo que nos une de forma continúa a nuestro pueblo.
CON OJOS DE NIÑEZ.
CON OJOS DE NIÑEZ.
Por Pilar Pérez Sánchez.
La niñez te lleva como un
torrente, nos llena de imágenes, olores, gentes y sonidos, se impregna tan
fuertemente en la memoria como en el alma.
Mis imágenes son las de una casa
grande, un patio repleto de flores, alegría, gente variopinta, con mucha vida,
maletillas, toreros, veladores al fresco, churros en el desayuno, turistas, por
aquellos años muchos extranjeros y algunos nacionales.
Historia de mayores; que si las
brujas de Orcera traían naranjas de Valencia, en un abrir y cerrar de ojos, que
“el Lute”, según la Guardia Civil anda escondido por estas sierras, que Antonio
Molina viene a actuar al cine “Los Lumbreras” y dormirá aquí con su compañía,
que el Pequeño Ruiseñor estuvo en el bar del Pintor con su representante de paso a su
pueblo natal, Beas de Segura, ¡qué voz!.
Era muy chica cuando cerró el bar
de la Mercedes, antes bar Nacional y después bar El Retiro. Todos los años
ponían una gran lona que cubría la acera, entonces el doble de ancha que ahora. En el barrio teníamos unos árboles enormes que daban sombra y en primavera un
intenso olor, sus flores lilas estaban en plena floración, el árbol servía de
soporte para la lona que a modo de carpa dejaba los veladores a cubierto.
Fuera asaban con una parrilla, chuletas de cordero, pinchos morunos y otras tapas típicas de nuestra tierra. Nos visitaban pueblos cercanos, gentes de La Puerta de Segura, del Arroyo, Orcera, Siles, Beas, Génave, etc…; era un momento de encuentro entre familiares y amigos, como son las fiestas, algo que nos cambia lo cotidiano y su paisaje; las casetas de turrón, vendedores ambulantes, los caballitos, los cabezudos, los coches locos, un delirio para algunos que estábamos deseando gastar nuestros ahorros en ellos.
Fuera asaban con una parrilla, chuletas de cordero, pinchos morunos y otras tapas típicas de nuestra tierra. Nos visitaban pueblos cercanos, gentes de La Puerta de Segura, del Arroyo, Orcera, Siles, Beas, Génave, etc…; era un momento de encuentro entre familiares y amigos, como son las fiestas, algo que nos cambia lo cotidiano y su paisaje; las casetas de turrón, vendedores ambulantes, los caballitos, los cabezudos, los coches locos, un delirio para algunos que estábamos deseando gastar nuestros ahorros en ellos.
En los 70, los paseos por “aquel
lao” hasta los sifones como límite, con Manoli, Rosi,Mª Carmen, Tere, etc…
agarradas del brazo, era el no va más, dale que te pego de arriba a abajo, y de
vez en cuando una parada para entrar en el estanco que Sebastián que tenía de todo,
y lo enredábamos todas a la vez.
Las cucañas, los baños en La
Vicaría y en La Terrera, los San Marcos en el “Cortijo Esteban”, Don Carlos el
practicante, muy amigo de mi padre, Don Ernesto, Doña Ramona, Doña Sagrario,
Don Julio y muchos más.
Mis vecinos, la María del
“Señorito”, la fonda de “La Manuela”, los del Moreno, la Justa, La Rosalía, la
Manuela y Rufino, Doña Carmen y mis amigos, sus hijos, la Lorenza, que ayudó a
cortar mi cordón umbilical, Pepe Moya Alguacil, los roscos de Bartolo, las
matanzas, las de casa y las de fuera.
Gentes, momentos e imágenes que
conforman el puzle de la memoria colectiva, de una generación que comenzó a
vivir un cambio en las costumbres que los mayores miraban con cierto recelo. Los primeros
guateques, algunos visitábamos el Serafino, otros algo mayores recordarán el
“refugio”, pasamos de los bailes de las bodas –casi los únicos para mover el
esqueleto- a poder ir de vez en cuando (no sin tensión por las riñas de
nuestros padres) a bailar con nuestros amigos, Jose Carlos, Mariano, Gabriel,
Luis, Mario, Isidro, etc… música del momento, como la de Adamo en paredes
forradas con hueveras, ilusión y confidencias, nos llenaban las tarde del
domingo.
El Puente no ha sido ajeno a las
modas, y a la música, que siempre se cuela en todas partes; Beatles, Rollings,
Brincos, Miguel Ríos,… estaban en nuestras bocas a cada momento.
De esto hace nada más que 40
años, cada vez que visito nuestro pueblo me quedo con el sabor al Puente que
crece y sigue vivo, dejando como único legado, mi enorme cariño por las gentes que lo pueblan.
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