Pregón de las Fiestas de Puente de Génave. San Isidro 1985
Pregonero Ramón Carrasco.
Queridos amigos y
paisanos: Doña Rosario Jiménez, que rige en la actualidad los destinos de este
Municipio, me pidió que pronunciara unas palabras que, a modo de pregón,
sirvieran en este día de prólogo o pórtico a las fiestas de San Isidro.
D. Ramón Carrasco |
Justificaba su
elección en el deseo en que este noble encargo siguiera siendo ejecutado por
personas vinculadas a Puente de Génave. Y ahí sí que tengo yo algunos títulos,
que para mi son como cartas de nobleza. Nací en Orcera, pero todavía no tenía
tres años cuando mis padres fijaron su residencia en Puente de Génave. Aquí
transcurrió mi infancia, mi adolescencia
y mi juventud, con las ausencias propias de los periodos de estudios. Aquí se
grabaron en mi alma mis primeros gozos, mis primeras penas, mi primer amor...
Por esta carretera, menos transitada y
peligrosa que hoy, y por estas calles, aún sin urbanizar, transcurrieron
mis primeros juegos infantiles. El Oued-el-Hanra de los árabes, el río
Guadalimar, nuestro río Colorado, fue el primero en que me sumergí. El primer
paisaje que se grabó en mi retina de niño fue éste de lomas y olivares que
circunda nuestro pueblo.
Más tarde,
durante muchos años, aunque los azares de la vida me llevaron a residir e tierras
lejanas, muy lejanas, aquí pasaba todas mis vacaciones, aquí seguía empadronado
y aquí tenía, si no mi residencia permanente, sí mi domicilio oficial. Por si
fuera poco, y para terminar, en este cementerio, en esta tierra sagrada reposan
los restos de mis padres, de mis hermanos y de mis abuelos paternos y aquí
viven aún, en el triángulo formado por Siles, Orcera y Puente de Génave, mi
único hermano y algunos de mis familiares y amigos más queridos.
Estos son, en
frase del Cardenal Cisneros, queridos paisanos, mis poderes. Estos son mis
títulos que yo exhibo con orgullo y que me autorizan a estar hoy con vosotros.
Gracias de todo
corazón por la oportunidad que se me brinda de ser hoy de ser vuestro vocero y
de traer aquí, desde la emoción y la nostalgia, la evocación de unas fiestas
que fueron y deben ser famosas y que sirvieron y sirven para reanudar y
estrechar lazos, para consagrar familias y amigos y para dar rienda suelta a la
alegría sana de las gentes de este pueblo.
De este pueblo,
como ha dicho alguien, “chiquito y bonito, entre andaluz y manchego, entre
serrano y campero”. Puente de Génave, nuestro Puente, no puede vanagloriarse ni
de su grandeza material (es sencillamente como una bandada de palomas que se
han posado en las orillas del Guadalimar) ni de su raigambre histórica. La vida
de oros pueblos, incluso de nuestro entorno (Segura de la Sierra, Hornos,
Orcera, Siles, etc) se cuenta por centenas de años, la de nuestro pueblo puede
contarse por decenios. El Puente, como pueblo, no tiene antiguos monumentos ni
piedras vetustas, ni posee un historial de siglos. Sus hijos participan por
supuesto en el acervo común de esta tierra milenaria y se sientes herederos de
la historia andaluza y de la historia de España. Pero, como entidad local, nuestro
pueblo es joven y posee las inmensas virtudes de la juventud. Es alegre,
emprendedor, dinámico, afectuoso, extrovertido, acogedor , generoso. Tiene la
gracia andaluza y la cazurría manchega, el salero de Andalucía y la seriedad de
Castilla. Por algo la Naturaleza lo ha colocado en el límite entre Andalucía y
Castilla la Mancha. La tierra andaluza parecía darse aquí la mano con Castilla
y con el antiguo reino de Murcia. Parece como si la providencia hubiera hecho
de nuestro pueblo el pañuelo blanco que exhibe Andalucía para decir adiós a los
viajeros que salen de esta región camino de Levante, o la mano con guante de
seda que la acogedora tierra andaluza tiende generosa a los que a ella vienen
por la carretera de Valencia. Su situación geográfica convierte a nuestro
pueblo en “puente” entre regiones, lazo entre hermanos. Es como el broche que
una regiones diferentes, pero que tienen un pasado y destino comunes.
Tengo fe en el
porvenir de Puente de Génave. Su riqueza y su grandeza no están, como decíamos
en el pasado, pero están en el futuro. Muchos de sus hijos tuvieron (tuvimos)
que emigrar a otras regiones más favorecidas, o a otros países para encontrar
el sustento. Otros hijos se quedaron aquí y con un trabajo tenaz y difícil
hicieron que este pueblo no muriera. La semilla sembrada por unos y por otros,
la ayuda que todos debemos aportar codo con codo, la nueva situación socio
económica que se vislumbra, la posible autovía Sevilla-Levante, el tesón y el
trabajo de todos hará sin duda ninguna que nuestro pueblo siga su marcha
ascendente.
Porque Puente de
Génave, con su juventud, ya ha dado pruebas de fecunda madurez, que se ha
traducido sobre todo en el tesoro de sus hijos. De los que se fueron y lo
añoran y trabajan por él desde lejos y de los que callada y laboriosamente aquí
se esfuerzan. Todos merecen nuestro elogio y nuestro agradecimiento. A todos
brindamos hoy nuestros mejores deseos de alegría y bienestar. Muchos no han
podido venir y nos acompañan, como yo mismo otros años, con la nostalgia y la
añoranza. A ellos va nuestro afectuoso recuerdo. Afectuoso recuerdo que se tiñe de amargura y
de pesar cuando pensamos en los que no están aquí porque tienen ya, como dijo
Machado, “arribada su barca en la otra orilla”.
De izda. a drcha.- D. Antonio Campayo, D. Ernesto, D. Pedro, D. Cándido Samblas, Dª Lucía, Dª Paquita, Dª Ramona |
Tres de estos han
merecido que Puente de Génave les dedique sendas calles. Me refiero a Juan
María Idañez, Ramona Serrano y Don Antonio Campayo.
Al primero lo
conocí muy poco, pues murió en desgraciado accidente cuando yo era niño. Me
consta sin embargo que, con mentalidad de otra época, pero con un espíritu
emprendedor, un tesón y una capacidad de trabajo asombrosos, dio trabajo a
muchos, creó pequeñas industrias, inició la trasformación de nuestro pueblo y
lo condujo a su independencia.
Doña Ramona
Serrano está mucho más cerca en el cariño y en el recuerdo. El 20 de diciembre
de 1972 asistía yo, en representación del Gobernador Civil de la provincia, al
homenaje que aquí se la tributaba. Había dejado su vida a jirones en beneficio
de todos y Puente de Génave se lo agradecía. Muchas generaciones de niñas, hoy
mujeres, conocieron su entrega sin límites, su dulzura exquisita, su inmensa
bondad. Recuerdo que en aquella ocasión dije que la serenidad, la entereza, la
presencia de ánimo y la dulce sonrisa con que sobrellevó su terrible enfermedad
fue la última lección que nos dio, a todos, aquella maestra ejemplar.
D. Antonio Campayo |
Y ahora le toca el turno a otro hijo ilustre de nuestro pueblo a
Don Antonio Campayo. Seré muy breve porque no quiero cansaros con el relato de
cosas que mucho conocéis. Personalmente puedo decir sin hipérbole que, en el
terreno profesional, a Don Antonio es a quien más debo yo en este mundo. Sin
él, sin su apoyo, sin sus enseñanzas, sin su orientación, sin la insistencia
con que convenció a mi padre que nunca fue rico (que atravesaba una situación
económica muy difícil) yo nunca habría estudiado. Luego fue siempre mi amigo,
mi mentor, mi guía.
Pero es que,
vosotros lo sabéis, Don Antonio, fue una institución en Puente de Génave. Su
figura afable, cordial, polifacética, lo llenaba todo. Maestro Nacional,
abogado, procurador de los tribunales, corresponsal de varios bancos..., su
incansable actividad, su tesonero apego al trabajo eran ejemplo para todos.
Durante 36 años generaciones y generaciones de niños de este pueblo pasaron por
su escuela, donde recibieron algo más que una simple instrucción. Don Antonio
Campayo no se conformaba con enseñar,
era un maestro en toda la extensión de esta noble palabra que ahora se ha
querido desgraciadamente relegar. El maestro de verdad no solo instruye o
imparte un saber más o menos provechoso o científico, el maestro de verdad,
además de instruirnos y enseñarnos forma y labra nuestro espíritu y nuestra
mente, educa y transforma nuestra inteligencia y nuestra sensibilidad y nos hace adquirir
buenos hábitos. Así era Don Antonio. Y además no se conformaba con darse por
entero a sus alumnos dentro del aula, sino que seguía sus trayectorias fuera
del aula. Además, siempre, sus alumnos, sus paisanos, su pueblo fueron quizá
las grandes pasiones de este hombre bueno, trabajador, simpático. Lo traté tan
íntimamente desde siempre, nos profesamos mutuamente un afecto tan profundo,
que podría hablar de él durante horas. Terminaré simplemente diciendo que
Puente de Génave puede estar orgulloso de tal hijo y que los hijos de Don
Antonio, aquí felizmente presentes, pueden sentirse orgullosos de tal padre.
Por último
diremos unas palabras sobre las fiestas que ahora empiezan y sobre nuestro
santo.
En nuestro
lenguaje coloquial San Isidro ha venido a designar unas veces al patrón de
nuestro pueblo y otras las fiestas con que se le honra. “Nos veremos en San
Isidro”, “Hasta San Isidro del año que viene”; “voy a San Isidro”; “los toros
de San Isidro”, etc, son frases que hemos oído y pronunciado con frecuencia.
San Isidro y sus fiestas eran, y seguramente siguen siendo, como el eje sobre
el que giraba la vida de este pueblo, el hito más importante de su historia
local. Yo recuerdo con nostalgia aquellos primeros días de Mayo en los que,
mientras los mayores se afanaban en el blanqueo de las fachadas y en la
limpieza y remozado de sus casas, los niños, camino de la escuela, contábamos
con emoción las paredes donde se podía leer “sitio cogido” (“cogido” generalmente
con j), que eran indicio cierto de las casetas que se iban a instalar. En
seguida empezaba la construcción de la plaza de madera para la corrida, en la
plaza de la iglesia, y más tarde el acotado de la calle del Arroyo. Desde hoy
de Don Gil Antonio Campayo, por donde discurrirían los encierros. El día 14 era
el punto culminante de nuestra expectación: llegaba la banda de música (la de
Siles, la de Génave o la de Beas) y en las primeras horas de la tarde, con la
Alsina, llegaban los toreros, se disparaban cohetes y la alegría y el jolgorio
alcanzaba su zenit.
Las fiestas de
San Isidro eran famosas en toda la comarca, sobre todo por sus corridas de
toros. Algunos de los novilleros más famosos de aquella época velaron sus
primeras almas en nuestra plaza o en ella recibieron su espaldarazo. Con
frecuencia el novillero que tenía una brillante actuación aquí era después
contratado para Villanueva y luego pasaba a plazas de más renombre para llegar
algunas veces hasta Madrid. Los mayores recuerdan sin dudas los nombres de
Posadas, de Pedro Barrera, y de otros, algunos de los cuales ya fueron evocados
por Don Antonio en el primer pregón que aquí se dio en 1980.
Y si la comisión
de festejos siempre desarrolla una labor meritoria, las de aquellos tiempos se
enfrentaban con una tarea que a veces rayaba lo heroico. Pensad no solo en la
escasez de medios económicos, sino también en las dificultades técnicas y de
comunicación, que contrastan con las de hoy. A veces algún miembro de la
comisión, en vísperas ya de las fiestas, tenía que desplazarse hasta Beas de
Segura (donde se encontraba la central telefónica más cercana), para poder
concretar por teléfono algún detalle de última hora referente a los toros o a
los toreros.
Todo salía
generalmente bien y todos, niños y mayores, disfrutábamos y nos divertíamos de
lo lindo. Disfrutábamos y nos
divertíamos y honrábamos a nuestro Santo Patrón, de quien diré para terminar
unas palabras.
Palabras innecesarias porque todos conocéis la
vida de nuestro Santo, ya que os ha sido contada muchas veces con mucha más
elocuencia de lo que yo pudiera hacerlo. Pero parece que un pregón de fiestas
no puede terminar sin evocar siquiera la figura del santo a quien se pretende
honrar con estas fiestas. Un santo a imagen y semejanza de estos humildes
campesinos nuestros que se afanan día a día por arrancar a la tierra los frutos
de sus entrañas. A ellos también los honramos al honrar a San Isidro, porque
Isidro fue un sencillo labriego, trabajador y honrado que, allá en el siglo XII,
hizo de la azada y del arado elementos de santificación.
Y ahí está, creo
yo, la gran lección que podemos sacar de nuestro Patrón. Lo demás es
anecdótico; incluso aquello tan bonito de que los ángeles cogieran el arado en
su lugar. Lo importante a mi entender es que Isidro era un hombre bueno que,
como decía Peman, hacía sencillamente lo que tenía que hacer. Luego será
ensalzado y cantado por escritores y poetas de la talla de Calderón de la
Barca, de Espinel, de Guillen de Castro, de Lope de Vega...Reyes como Felipe
III y Felipe IV pedirán y obtendrán
respectivamente su beatificación y la proclamación de su santidad. La capital
de las Españas lo declarará su Patrón, etc, etc. Pero en el origen de todo ello
está, como digo, el trabajo bien hecho y la virtud. Esa es, amigos míos, la
gran verdad y ése es el ejemplo que todos deberíamos seguir.
A este Santo,
repito, humilde, sencillo, trabajador es al que vamos a honrar. Hagámoslo con
alegría y con ilusión. En nombre de las autoridades, en nombre de la comisión
de festejos y en el mío propio deseo a todos júbilo, alegría y bienestar en
estas fiestas de San Isidro de 1985.
RAMON CARRASCO
Nací en ese pueblo en 1954 abandonándolo en 1964 por motivos familiares. Esos años se han guardado en mi memoria muy entrañablemente. Me ha encantado ver en la foto a don Pedro el cura, don Ernesto y demás. Gracias por este recuerdo.
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