Para nadie ha podido pasar
desapercibido que hace unos días se celebró a nivel mundial el Día
Internacional de la Mujer en conmemoración de la lucha por la igualdad que la
mujer ha llevado a cabo a lo largo de la historia. En el blog no queremos
añadir a esta celebración el calificativo de “trabajadora”, y lo hacemos de
forma intencionada, al considerar que la mujer desarrolla con su actividad, la
haga donde la haga, un papel esencial en cuanto a participación en una sociedad
que ha puesto tradicionalmente muy difícil su desarrollo integro como persona.
Este mismo espíritu es el que ha desarrollado con su artículo Aurelia Calzada
Muñoz, que en la actualidad desempeña el cargo de directora general de la
Agencia Andaluza de Evaluación Educativa y desde siempre muy vinculada a
nuestro pueblo y a sus mujeres a las que dedicó las palabras que reproducimos a continuación.
LA MUJER. CARÁCTER Y DESTINO.
Hace unos años, Sánchez Ferlosio
hablaba del carácter y el destino de las personas al recibir su premio
Cervantes. Retomo hoy para nosotros este adagio antiguo para recordar una época
cercana y determinante en nuestra cultura serrana.
En la segunda mitad del siglo pasado
buena parte de los hombres de nuestro pueblo se vieron obligados al exilio
voluntario empujados por la penuria económica de la región. En ese momento el
destino de Puente de Génave no podía ser otro que vivir divididos. El hombre
lejos en una búsqueda desesperada de un futuro mejor y la mujer, que se quedaba
con los hijos en el pueblo, intentando levantar su propia vida y la de sus
hijos al tiempo que la del pueblo. Y eso era así porque nuestro carácter de
luchadores tenía que llevarnos a cualquier parte, al extranjero, o
sencillamente más al norte, subiendo en
trenes que nos dejaban en estaciones que no conocíamos, oyendo una lengua que
parecía tan lejana como los parientes que se quedaban atrás.
Se ha alabado extensamente el valor
de estos hombres obligados a padecer la lejanía de sus familias para enviar
divisas al pueblo, por eso en estos días de celebración y quisiera dedicar un recuerdo
entrañable para las mujeres que se quedaron aquí, que entonces, como ahora,
encalaban las casas y engalanaban el pueblo para las fiestas de San Isidro, el
patrón; mujeres que, entonces como ahora, trabajaban de sol a sol. Es cierto
que hoy aún más porque vamos cambiando, si, aunque no lo bastante como para que
la incorporación de la mujer al mundo laboral se haya hecho sin pasar factura.
La jornada sigue siendo la misma que la de nuestras madres, solo que ahora la
dividimos en dos o tres partes pues al trabajo externo le debemos sumar las
tareas de la casa y los hijos. Hoy la mujer del pueblo trabaja fuera, en el
campo si hace falta o no hay otra cosa, y después en nuestras casas, que sigue
siendo ese hogar que alimentamos sin que los hijos noten que por no darles más
tiempo tienen menos nuestro cariño.
Sin olvidar tampoco que hasta el día
de hoy la atención y el cuidado de los familiares dependientes, normalmente
nuestros mayores, es tarea fundamentalmente de la mujer; convertir este trabajo
en empleo contribuirá a aportar ingresos al hogar al tiempo que dignificará las
nunca justamente reconocidas “sus labores”. Pocas veces un nombre en principio
afortunado y entrañable, ha resultado con el tiempo tan mal empleado y tan
lejano de la realidad; paradójicamente era sinónimo de incultura dedicarse al
hogar cuando la complejidad de ese trabajo bien hecho hacía que quien lo
realizaba pasase inadvertida.
Estamos conociendo una mayor
participación de las mujeres en la vida ciudadana, unas veces en asociaciones
que llenan de vida el medio rural, otras con proyectos profesionales que se
emprenden con frecuencia a partir de los 30 ó 40 años de edad cuando los hijos
son menos dependientes. Tampoco es casual el importante número de alcaldesas y
concejalas que se han ido incorporando a la vida política en los pueblos, como
bien es sabido que ha ocurrido en nuestro pueblo. La presencia femenina sigue
imparable aunque a un ritmo extremadamente lento.
El futuro del desarrollo rural
necesita a la mujer incorporada al mundo laboral, del mismo modo que el pasado
reciente de nuestra historia las necesitó para levantar silenciosamente las
familias, las casas y el mismo pueblo, rompiendo su tradicional vinculación al trabajo temporal agrario para lanzarse a empresas y proyectos más innovadores y modernos.
Es tiempo de celebrar que seguimos
juntos, que todos formamos pueblo, los que se fueron a trabajar o a estudiar
fuera y vuelven siempre con ilusión a su pueblo y los que han permanecido aquí.
Todos haciendo que Puente de Génave mire con optimismo hacia el futuro, con
nuevos proyectos de desarrollo económico como el del olivar ecológico, una de
nuestras más certeras apuestas con la Cooperativa que a decir de los expertos
se ha convertido en un referente obligado de calidad en el mercado del aceite.
Paisanos y paisanas, que todo esto
que nos une siga siendo, para los que están aquí y los que están fuera, un reto
de renovados compromisos para que Puente de Génave pueda sentirse tan orgulloso
de su pasado como seguro de su porvenir y su progreso.
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