EL JUEGO TRADICIONAL Y POPULAR. JUEGOS DE AHORA Y SIEMPRE
Por José Antonio Molina Real
Cuando se habla de los niños-as o
muchachos-as de hoy en día es frecuente realizar una fácil comparación con los
de antaño y considerar que no saben entretenerse o jugar como se hacía antes.
Se suele lanzar la acusación de que no saben jugar, que no se entretienen con
nada o que están viciados con la televisión, las videoconsolas o con el móvil.
No quisiera quitarle importancia a esa realidad pero todo debe tener sus
matices y en este caso hay que considerar mucho de ellos como verdaderos
impedimentos y barreras que las propias familias imponen a sus propios
hijos-as, juegos que se deben realizar en el marco del hogar y con normas
propiciadas por adultos lo que viene a limitar la capacidad de inventiva,
espontaneidad e iniciativa natural de todo niño-a.
Todo juego requiere de un espacio, un
lugar y un tiempo determinado, además de compañeros-as para poder realizarlo.
Ese espacio natural es la calle, fuera de las restricciones que imponen las
viviendas, y hoy en día, en la calle, no es fácil encontrar dos piedras y hacer
una portería o resulta complicado hacerse con un pincho para clavarlo en el
suelo, encontrar cuatro esquinas libres de tráfico rodado o incluso hacer un agujero para así jugar a las bolas ya que todo está
asfaltado; también jugar al escondite resulta complicado por cuestiones de
tráfico y si resulta en zonas sin él, la iluminación delata rápidamente al
jugador, por lo que la calle se convierte en espacio hasta ciertamente
peligroso e inadecuado, dejando los parque y jardines como único lugar
utilizable aunque su escasez se convierte en impedimento.
Otro factor es el tiempo, que los
niños-as actuales no tienen en exceso, pues a la actividad escolar se le suman
una serie de actividades extraescolares que limitan, y mucho, esa
disponibilidad, y como el calendario escolar coincide claramente con el horario
de invierno, la noche llega nada más acabar con las clases en colegios. Será
entonces los fines de semana los que aportan tiempo hábil para jugar de forma
libre y espontánea, pero los fines de semana actuales son claramente de
disponibilidad familiar, marcando las circunstancias familiares acontecimientos
diversos como comidas, eventos, asistencia a
diversos actos, encuentros con otros familiares, viajes, etc… que limitan, y también mucho, esta necesidad temporal.
Además en casa se disponen de otros elementos de distracción que desmotivan al
niño-a a ejercer su libertad para jugar, como por ejemplo la televisión que
amplía su oferta infantil y juvenil, precisamente, los fines de semana,
llegándose según estadísticas a una oferta de más de trescientas horas de
programación infantil entre sábado y domingo en las diversas cadenas
televisivas. Y contra la televisión resulta bastante complicado competir, más y
cuando son los propios padres quienes la potencian para de esa forma ejercer un
control directo y fácil, a la par que cómodo, de la actividad de sus hijos que
en casa y viendo la televisión están fuera de riesgos innecesarios que podría
aportar la calle; y si con la televisión no es suficiente, se buscan alternativas
como los videojuegos, ordenadores personales ya a corta edad para acceder a
internet o el propio móvil.
El tercer factor a considerar es el
de los compañeros-as que son necesarios para toda actividad lúdica común. En
las zonas rurales no tanto, pero en las poblaciones medias o ciudades, los
temores a la inseguridad o las denominadas “malas compañías” hacen que la
unidad familiar ejerza mayor protección sobre el menor, lo cual significa
delimitación de espacios y de horas dificultando la libertad de acción que
permita la intercomunicación entre niños-as de la misma edad. Es entonces
cuando los padres consideran que la propia casa o incluso la propia habitación
es un espacio ideal de juego dotándolo de elementos para la realización de actividades en solitario, creando así un individuo aislado que no sabrá compartir
juegos comunitarios. Todo esto aumentado con el factor de la edad, ya que los
padres cuando las edades son tempranas, hasta los ocho o diez años, consideran
que el círculo de libertad de espacio para sus hijos sea mínimo, siendo la
calle o el parque el único útil como espacio de juego siempre bajo la supervisión
paterna, mientras que por las dinámicas sociales los niños-as abandonan ya su
interés por el juego a edades tan cortas como son los trece o catorce años,
prefiriendo asumir actitudes propias de edades más adultas al asociarse la
práctica del juego a inmadurez; eso en la práctica delimita la posible edad de
juego libre y en interrelación con otros miembros de su propia edad a muy pocos
años.
El juego aporta gratificación
personal y satisfacción pues siempre conlleva el factor competitivo, lo cual le
aporta un plus emocional. El juego es necesario para el desarrollo de
habilidades motoras y actitudinales, para facilitar la interrelación, la creatividad,
la espontaneidad e incluso la capacidad de reacción y decisión. La habilidades
sociales se plasman en compartir capacidades verbales como adivinanzas,
canciones, diálogos, etc…; también de ámbito físico como sería lanzar objetos,
correr, saltar, etc…; o incluso habilidades cognitivas o motoras como dibujar,
tener puntería, control del tiempo, etc… Lo realmente importante es concebir
que el juego al tiempo que divierte, entretiene y desarrolla habilidades;
también aumenta el conocimiento de los niños-as y destrezas sociales y
personales, convirtiéndose en un acelerador madurativo del niño, marcado por la
espontaneidad y libertad, porque todos los juegos tienen reglas pero todas
ellas se pueden modificar y adaptar a situaciones y circunstancias, pero sobre
todo por el respeto al contrincante, al que tendrá que vencer en ocasiones,
pero también que cuidar por ser elemento necesario para el desarrollo del
mismo.
Hoy en día el juego ha cambiado de
lugares, de tiempos y de compañeros, se ha vuelto más individual y delimitado,
ha puesto mayores impedimentos a la espontaneidad y libertad de acción; ahora
se ven peligros y miedos insalvables donde antes no lo estaban.
No quisiera convertir este escrito en una crítica comparativa sobre el juego en relación a los de antaño, a los que se realizaban en nuestros pueblos, ni por supuesto hacer consideraciones sobre las familias de antes como indolentes o a las actuales como sobreprotectoras; la intención simplemente es mostrar esa evolución y tratar de rememorar aquellos juegos tradicionales, hoy ya prácticamente desaparecidos, juegos que se hacían en la calle y que han ido diluyéndose ante la comodidad y los avances tecnológicos que han cambiado el concepto del término jugar.
No quisiera convertir este escrito en una crítica comparativa sobre el juego en relación a los de antaño, a los que se realizaban en nuestros pueblos, ni por supuesto hacer consideraciones sobre las familias de antes como indolentes o a las actuales como sobreprotectoras; la intención simplemente es mostrar esa evolución y tratar de rememorar aquellos juegos tradicionales, hoy ya prácticamente desaparecidos, juegos que se hacían en la calle y que han ido diluyéndose ante la comodidad y los avances tecnológicos que han cambiado el concepto del término jugar.
Por eso, y sabiendo que no están
todos, realizaremos una descripción de algunos de ellos que marcaron la
infancia de muchos de vosotros, y que posiblemente no habéis
fomentado en vuestros hijos y nietos prefiriendo una videoconsola, un ordenador, juguetes con automatismos, teléfonos
móviles y otros muchos más, que han desplazado a nuestros modestos y baratos juegos
de bolas, palos, chapas y tantos otros elementos olvidados que unidos a nuestra
creatividad hacían posible nuestro divertimento.
Es, por tanto, de justicia recordarlos al ser, con sus formas y vocabulario, parte de la pequeña historia infantil de
nuestros pueblos, dándoles el mérito formativo de diversas generaciones, a esos
juegos que podríamos nombrar como tradicionales. Estos juegos infantiles
clásicos, que se realizan sin ayuda de
juguetes tecnológicamente complejos, sino con el propio cuerpo o con recursos
fácilmente disponibles en el entorno como puede ser arena, piedrecitas, ciertos
huesos como las tabas, hojas, flores, ramas, etc…; o entre objetos caseros como
cuerdas, papeles, tablas, telas, hilos, botones, dedales, instrumentos
reciclados procedentes de la cocina o de algún taller, etc…; o incluso dando
forma a objetos como simples muñecos, cometas, peonzas, pelotas, canicas,
dados, un simple palo de una escoba, aviones o barcos de papel, disfraces
rudimentarios, herramientas o armas simuladas; así mismo, aunque siendo más complejos, fueron también muy practicados y útiles, los juegos de mesa de sociedad o tablero como
el tres en ralla, el parchís, juego de la oca, barquitos y algunos juegos de
cartas.
Todas estas variables de juego, tanto
individuales como colectivas, generalmente tienen reglas sencillas y fáciles de
asimilar, por lo que las relaciones establecidas por los niños en los juegos,
especialmente cuando se realizan en la calle y sin control directo de los
adultos, establecen unos roles diferenciadores que favorecen el respeto a
unas pautas y a los contrincantes.
El repertorio de juegos es muy amplio
estando relacionado con el entorno, las fiestas e incluso con las tareas de
recolección; teniendo diferentes variables o denominaciones dependiendo de
zonas o comarcas, pero en lo que sí hay unidad de criterio es que su práctica
ha ido desapareciendo al compás de la evolución de la sociedad transformadora
de pautas tradicionales fomentadas en el mundo rural en dinámicas más modernas
y urbanas.
Sabemos que faltarán muchos pero
nombraremos y describiremos algunos, más o menos conocidos, pero que se merecen
no caer en el olvido en nuestra memoria. Algunos nos sonarán, puede que el
nombre con el que los conocéis sea otro, algunos no sabremos qué son o como se
practicaban por ser incluso de ámbito muy local, pero todos ellos han sido y
son parte de nuestra historia. Aquí os muestro una pequeña relación que
trataremos, en un próximo artículo, de describir para rememorarlos y sacalos de su ostracismo: el abejorro,
anillas, Antón pirulero, avión, banderín, bolea, bolos serranos, borricos, bote
pelota, caballito, canicas, carreras de sacos, cartucho de perras, carretillas,
celemines, chapas, chinos, chumbos, ciminicerra, cocherito leré, comba, correr
los aros, corta hilos, correcalles, corro, cuatro esquinas, dónde están las
llaves, esconde correas, escondite, esgarrillas, estarfollos, estatuas, estrechos,fugaos,
gallinica ciega, goma, herradura, látigo, maisa, pañuelo, pares, pasar la
barca, patio de mi casa, pico-zorro-zahina, pídola, pies quietos, pilla-pilla,
pita, pitilé, platillos, plin-plin zaramacatín, policías y ladrones, ratón que
te pilla el gato, rayuela, reloj-reloj la una y las dos, romas, rueda de
churumber, sillas, sillita de la reina, sogatira, Teresa la marquesa, tizne,
toro pillao, tres en raya o castros, tula, veo-veo, vinagrera, zompa……entre
otros muchos con sus diversas variantes locales o comarcales que incluso le
hacen cambiar de denominación.
( jt )
Muy buen articulo las cosas son así y seguirán cambiando, para beneficiarnos con las nuevas tecnologías y seguir avanzando. Lo que si echo de menos entre la juventud actual es el respeto y la relación de amistad que existía.
ResponderEliminarCierto, eran juegos sencillos pero que realzaban la convivencia y el respeto entre sus participantes fomentando claramente el sentimiento de amistad. Nunca es tarde para recuperar para las nuevas generaciones estos juegos. Gracias
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