viernes, 15 de noviembre de 2024

ANÁLISIS POBLACIONAL DE LA SIERRA DE SEGURA

Han pasado, casi sin darnos cuenta, seis meses desde que se produjo el periodo festero en honor a San Isidro. Ahora, cuando faltan otros seis meses para que volvamos a disfrutar de estas entrañables fiestas y se vuelvan a producir, nuevamente, todo tipo de actos y los reencuentros con los que vuelven a sus raíces para compartir con familiares y amigos de unos días de diversión y ruptura de las rutinas; precisamente ahora, desde este blog, queremos reproducir el pregón que este año 2024 corrió a cargo de nuestro amigo Paco Martínez. Un pregón donde hizo un detallado análisis de la población de la Sierra de Segura y sus perspectivas de futuro, un futuro que tuvo sus raíces en el proceso migratorio sufrido por nuestra comarca en las décadas de los 60 y 70, y en el que intenta demostrar, que a pesar de todo, Puente de Génave, en particular, y la Sierra de Segura, en general, tienen futuro si saben instrumentalizar su enorme potencial. 

Pregón 2024 

PUENTE DE GÉNAVE. UN PUEBLO CON FUTURO

Un saludo, queridos amigos.

En primer lugar, quiero agradecer a la Corporación Municipal su invitación para participar en este acto. Para mí es un placer estar hoy en el Ayuntamiento de Puente de Génave, en esta casa que representa a todos los vecinos. Me siento muy orgulloso y reconocido por la oportunidad que me brindan. Agradezco también a todos ustedes su presencia en este acto, en el que me siento arropado por familiares y amigos.

Mapa comarcal Sierra Segura

Mis palabras van a ser breves y girarán principalmente sobre dos ideas que quiero desarrollar en este acto. La primera de ellas trata de defender la tesis que sostiene que, del conjunto de los 13 pueblos que componen la Comarca de la Sierra de Segura, Puente de Génave es el que mejor futuro tiene de todos ellos. La segunda idea que quería trasladarles tiene que ver con mi intención de representar con orgullo a una generación de emigrantes, todos ellos amigos de la infancia, quienes hemos mantenido en el tiempo los lazos de amistad, desde nuestra niñez en los años sesenta hasta la actualidad. Algunos de ellos están hoy en este acto, por ello, les hablo también en su nombre; éste es también su pregón.

Si empiezo mis palabras diciendo que el Puente de Génave es el mejor pueblo de la Comarca de la Sierra de Segura, ustedes pensarán que es normal que así lo crea, siendo del Puente y, especialmente, un día como hoy en el que empiezan las fiestas de San Isidro. Voy a tratar de justificarles esta afirmación y espero que al final de este acto confirmen que esta afirmación está totalmente argumentada.

Vista aérea Puente de Génave

La comarca de la Sierra de Segura tiene actualmente, con datos del Instituto Nacional de Estadística de 2022, 22.928 habitantes. Con una densidad de población muy baja, de tan sólo 11,87 hab/km² si la comparamos con la media del país que es de 96 hab/km². Mucho territorio para pocos habitantes, la mayor parte dentro del Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas, el espacio protegido de mayor superficie de toda España y el segundo de Europa. Tiene, lamentablemente, todas las características que definen lo que se ha dado en llamar “la España vaciada”, esto es: la despoblación y la escasez de servicios y oportunidades que se concentran en las ciudades, lejos de los pueblos. Un ejemplo dramático es que la mitad de los pueblos de España ya no tienen ninguna sucursal bancaria ni cajero automático y el 40% de ellos tampoco cuentan con agente bancario, oficina de Correos ni oficina móvil de su entidad, lo que obliga a los vecinos a desplazarse a otros pueblos para disponer de dinero en efectivo.

La situación demográfica de la Sierra de Segura se puede describir haciendo referencia a tres factores principales: despoblamiento, envejecimiento y predominio de personas en edad no productiva. Esta situación es la típica de la mayoría de las comarcas rurales en todas España.

El Terne. Protagonista de las migraciones de los 60-70

El primer factor que he citado, el despoblamiento, es un hecho incuestionable. Desde los años cuarenta, la Sierra de Segura no ha dejado de despoblarse año tras año. En 1960 tenía 57.823 habitantes y desde 1960 a 1970 perdió 15.000 habitantes (el 25% de su población), desde entonces la tendencia no ha cambiado; entre 1970 y 1980 pierde otro 26% de serranos que migran al Levante, Cataluña y las Islas Baleares principalmente, hasta llegar a los aproximadamente 23.000 habitantes que tiene actualmente. Ciertamente, muchos de nosotros podemos recordar los pueblos con más habitantes, más niños en las calles y las escuelas, más vida. La despoblación es una amenaza cierta para muchos pueblos de España, y los datos que acabamos de exponer así lo confirman incuestionablemente también en nuestra tierra. Sin embargo, los datos sociodemográficos oficiales de que disponemos, permiten afirmar que los únicos pueblos que no tienen riesgo real de despoblamiento actualmente son Puente de Génave, Beas de Segura y Arroyo del Ojanco.

Tal vez algunos de ustedes desconozcan que Puente de Génave y Arroyo del Ojanco son los dos pueblos con mayor crecimiento vegetativo de la Sierra. Como saben, este índice refleja el aumento o descenso de la población que se produce como resultado de la diferencia entre los nacimientos y las defunciones. El crecimiento vegetativo de nuestro pueblo es ligeramente negativo (-1,42), pero muy positivo si lo comparamos con el de Villarrodrigo (-26,44) o Benatae (-15,32), que arrojan unas cifras dramáticas y que, de no revertirse pronto esta tendencia, en dos generaciones aproximadamente estos pueblos estarán desiertos y abandonados. El caso de Villarrodrigo en dramático, en 1950 tenía 2.181 habitantes y en 2022 sólo 375. Por el contrario, desde el año 2000 nuestro pueblo ha ganado población. En 1981 tenía 1.851 habitantes y desde entonces, hasta el momento actual, su censo se ha incrementado en 324 habitantes.

Villarrodrigo

Otro indicador muy significativo del estado de nuestro pueblo, en relación al resto de la Comarca, es el denominado saldo migratorio que, como saben, describe la diferencia entre las entradas por migración y las salidas por el mismo motivo. En este índice, el Puente de Génave (6,65) y el Arroyo del Ojanco obtienen los mejores resultados, con índices positivos que señalan que las entradas superan a las salidas, mientras que los peores resultados los obtienen Torres de Albanchez (-37,06) y Villarodrigo (-33,65).

Otro índice al que hice alusión al inicio de mi intervención, nos muestra nuevamente una situación optimista sobre nuestro pueblo, me refiero al índice de envejecimiento que, como saben, describe el porcentaje de población mayor de 64 años sobre la población menor de 16 años. Puente de Génave es el pueblo de la comarca que tiene los mejores resultados (125,9%), ligeramente inferior a la media nacional (137%), seguido de Beas de Segura (146,2%), mientras que, en el polo opuesto, los pueblos con mayor tasa de envejecimiento son Benatae (358,3%) y Villarrodrigo (500%).

Atención a mayores.

Como ven, desgraciadamente, estos dos pueblos vuelven a arrojar los datos más negativos de la comarca, cuestionando nuevamente su viabilidad futura en pocos años. Tengan en cuenta que un índice de envejecimiento como el que tiene Villarrodrigo, del 500%, significa que por cada menor de 16 años hay 5 personas mayores de 64; del mismo modo, en Benatae, por cada menor de 16 años hay 3 personas con más de 64 años aproximadamente. Como saben, el índice de envejecimiento es el resultado de interacción de dos factores: una tasa de natalidad que está en mínimos históricos, de sólo 7 nacimientos por cada 1000 mujeres (en 1960 era de 21) y una esperanza de vida que cada año aumenta más (en España, en 2024 era de 84 años, la más alta de la Unión Europea). En otras palabras: cada año nacen menos niños y hay más ancianos.

Para no aburrirles ni abrumarles con más datos, el último de los índices que quiero analizar es la tasa de dependencia que, como saben, es un índice demográfico que expresa la proporción de personas dependientes (los menores de 16 años o mayores de 65) sobre la población en edad de trabajar (los que están entre 16 y 64 años). El resultado es un porcentaje que indica que cuanto mayor es, más carga tiene la población en edad de trabajar. El Puente (58,47%) tiene la sexta mejor cifra después de el Arroyo del Ojanco, Torres de Albanchez, Hornos y Orcera de los 13 pueblos de la comarca. Este es el único los datos que sitúan a nuestro pueblo dentro de la media de la comarca. Nuevamente, Benatae y Villarrodrigo son los pueblos en los que mayor es la tasa de dependencia; en concreto, Benatae tiene 68 dependientes por cada 100 habitantes y Villarrodrigo 74.

Espero no haberles aburrido con tantos datos que tenían un objetivo principal: justificar la afirmación que he hecho al inicio de mi intervención, se la recuerdo: el Puente de Génave es el pueblo con más futuro de la Sierra.

En suma, los resultados que les he expuesto están extraídos de las estadísticas oficiales del Instituto de estadística y cartografía de Andalucía, dependiente de la Consejería de Economía, Hacienda y Fondos Europeos de la Junta de Andalucía. Estos datos demuestran que nuestro pueblo es el que tiene un mayor crecimiento vegetativo, el segundo menor índice de envejecimiento, la tasa de dependencia está por debajo de la media de la comarca y finalmente, también tiene el segundo mejor saldo migratorio. Este es el resultado complejo de muchos factores que no es éste el momento de analizar, pero si deseo aprovechar esta oportunidad para reconocer el trabajo que han hecho durante tantos años los vecinos de este pueblo, así como las corporaciones municipales de todos los signos políticos.

Por último, el honor que me han concedido en este acto, no tiene nada que ver para mí con los méritos personales o profesionales que humildemente pueda tener, si no que quiero creer que ha sido fundamentalmente porque en mi persona se ha invitado a dar el pregón y dar voz a una generación, que debió emigrar durante los años sesenta y setenta del siglo pasado, para poder formarse, dejando atrás a sus familias, amigos y a su pueblo, donde estaban sus raíces. Esa generación de la que les hablo, de la que hoy ya algunos están jubilados, debieron enfrentarse, con pocos recursos, a la lejanía de sus familiares. Todos ellos han tenido carreras profesionales exitosas y han seguido una tendencia social que en las últimas décadas se ha roto, me refiero a que todos ellos han tenido mejores situaciones sociales y económicas que sus padres, algo que, para las nuevas generaciones, por desgracia, será difícil lograr; el futuro es, posiblemente, menos generoso con ellos de lo que fue con todos nosotros.

Paco Martínez. Pregón 2024

En nombre de esa generación que en los sesenta y sesenta del siglo pasado debió emigrar, y guarda en su memoria emocional esos recuerdos de las fiestas de San Isidro, en nombre de Mª Gloria García, Mª Elena Serrano, Antonia Chinchilla, Teresa Vélez, Mila García, Marina Garrido, Loli Orpez, Ángela Teruel y Pepa Gallego y también en nombre de José Carlos Real, Francisco Gabriel Molina, Beltrán Pérez, Manolo Real, Francisco Javier Carrasco, Luis Navarro, José Antonio Molina y de Pedro Martínez.

Muchas gracias por su atención.

VIVA PUENTE DE GÉNAVE y VIVA SAN ISIDRO.

jueves, 31 de octubre de 2024

ASÍ EMPEZÓ " EL PUENTE "

PRIMER NÚMERO DE LA REVISTA "EL PUENTE"

-Algo que nunca debió desaparecer.

Existen cosas en los pueblos que, prácticamente sin querer, se convierte en algo propio y que da identidad y unión como pueblo. Los vecinos, año a año, se van identificando con estas dinámicas y llegan a considerarlas como suyas y cuando desaparecen siente que algo que les pertenece se pierde, a veces sin razón aparente ni explicable, sintiendo una sensación de vacío pues aquello que los ha identificado durante tanto tiempo ya no está. Esto es lo que ha ocurrido en nuestro pueblo con la publicación "El Puente" o como se le denominaba ahora "Nuevo Puente". 

Esta publicación se había convertido en referente municipal y punto importante de información de diversos ámbitos de Puente de Génave, Peñolite y de El Tamaral, no sólo de momentos importantes como pueden ser sus fiestas, anuncios o mejoras, sino también de sus costumbres, historia o vida cotidiana. Quién de los ciudadanos de nuestro pueblo no ha ojeado alguna vez esta publicación, quién no se ha entretenido en leer alguna curiosidad o noticia que incluso les podía afectar.... Se podrá decir que los tiempos cambian, que ahora todo se informa o publica por internet, cierto, pero alguien de los responsables que han decidido no dar continuidad a este proyecto se ha preguntado si la población de nuestro pueblo, mayoritariamente gente mayor, tiene acceso a tales tecnologías y por lo tanto acceso a una información abierta a la realidad de su pueblo. Desde este blog queremos lanzar un llamamiento a quienes, desde la corporación municipal, han tenido la voluntad de suprimir esta histórica publicación a que reconsideren su decisión y vuelvan a abrir este canal informativo a aquellos que quieran trasmitir información o cualquier particularidad que tenga que ver o afecte a nuestro pueblo. Cerrar canales de información y de difusión cultural nunca va a contribuir a que nuestra sociedad progrese y nunca será positivo que se le pongan barreras al conocimiento e información a aquellos ciudadanos que viven en Puente de Génave.

Sirva pues la publicación de este primer número, el número cero de esta publicación, el 5 de julio de 1991 como homenaje aquellos que de una ilusión crearon una idea y de una idea fueron capaces de llevar a cabo una realidad. Lo que es del pueblo, surge del pueblo, lo hace la gente del pueblo, no hay ni razones ni motivos para dejarlo morir.















































































lunes, 14 de octubre de 2024

12º Premio Domingo Henares. ADELFAS Y DIGITALES (2ª parte)

Presentamos la segunda parte del relato ganador del XII Concurso de Relato Histórico Domingo Henares escrito por D. Miguel Ángel Carcelén Gandía, centrado en las intrigas entre caballeros, servidores de Dios y nobles cortesanos en pleno dominio de la Sierra de Segura por la Orden de Santiago.

ADELFAS Y DIGITALES.

---------continúa......................

La muchacha pareció dudar:

-Sesenta cruces...

-Sesenta y cuatro -corrigió el fraile.

-Sesenta y cuatro cruces labradas en piedra del tamaño que imagino debieran tener para resultar de utilidad supondrían un descalabro para nuestras arcas, no muy boyantes, como bien sabéis. No son nuestras tierras ricas en piedra ni en maestros canteros.

-Todo está pensado, señora. La orden de predicadores dispone de afamados talleres en San Esteban -piedra noble salmantina- que trabajarían para tan pío fin por un monto simbólico. Me he tomado la molestia de comentarlo con el padre general y no encuentra inconveniente alguno, de hecho, una cantidad importante de cruces podría ser inmediatamente trasladada, por ser la obra que más se trabaja.

Cruz de piedra

Isabel, cuya juventud no llevaba aparejada inexperiencia, intentaba escudriñar las verdaderas razones de la propuesta y del ofrecimiento. Por bajo que fuese el precio las ganancias serían para los frailes y, de paso, obtendrían una promoción por todas sus tierras que serviría para frenar la pérdida de popularidad frente a los franciscanos. Estos acababan de dedicar a las afueras de Orcera un nuevo monasterio a Santa María de la Peña, una talla gótica que, según la leyenda, había sido encontrada en una cueva cercana por un labrador. “Los hombres de la sierra -recordaba haberle oído decir a fray Pedro-, son gentes extrañas: prefieren los harapos de los frailes menores a nuestra cuidada oratoria”. Sesenta y cuatro cruces de factura dominica con santos del gusto del pueblo ayudarían a recuperar prestigio. Bien veía la muchacha que la oferta no era del todo desinteresada, no obstante, tampoco dejaba de tomar en consideración que resultaba más rentable que la del capitán.

-¿Podemos ahora conocer el ofrecimiento del capitán? -se interesó el preceptor.

Don Fernando se había limitado a sugerir la construcción de portazgos en lugares estratégicos de las cañadas. Sus hombres los custodiarían y se encargarían de recaudar el dinero del peaje, de esa forma se aseguraba el que procurasen que los ganados no se despistasen fuera de sus rutas: a más rebaños, más dinero. El preceptor habló intentando ser objetivo:

-Las tierras de Orcera y, por ende, de toda la sierra, ganarían en seguridad, dadlo por descontado, y recuperaríais algo del dinero que los zagales, con sus embustes acerca del número de cabezas, os trapacean. Por otra parte, levantar portazgos, aun siendo menos que cruces, será mucho más costoso...

-¿Entonces? -casi exigió una conclusión Isabel.

-Tener contentas a las tropas es la primera obligación de cualquier gobernante; en este caso el capitán y sus hombres hacen las veces de tropa -aconsejó el anciano para irritación del fraile, que no quiso zanjar ahí lo hablado:

-Tener contento a Dios es la primera obligación de cualquier gobernante temeroso de su nombre.

Rebaño de oveja segureña

La señora prometió sopesar con tranquilidad ambas alternativas y los autorizó a marcharse, que era su cortés manera de echarlos.

Por la galería interior que bordeaba el compluvio se les oyó discutir mientras se alejaban; el clérigo recriminaba al preceptor el que no se hubiese puesto de su lado y el anciano se excusaba argumentando que, a fin de cuentas, Isabel haría más caso a la opinión de los que calentaban su cama que a la suya. Fray Pedro quedó pensativo.

El capitán no podía desaprovechar ésta su, posiblemente, última oportunidad. Toda la vida batallando y coqueteando con la muerte para acabar con una exigua pensión de tres onzas anuales. Bien es cierto que con un mínimo de previsión podría haberse asegurado una vejez más que digna, pero su afición a las casas de lenocinio de Villanueva y a los dados habían podido más que los buenos propósitos. Orcera, con seiscientas casas y dos mil habitantes, un escribano, cuatro sacerdotes y gente pobre, permitía a don Fernando sentir un cierto agobio, una estrechez que no tenía en Alcaraz, por ejemplo, donde la tradición hacía atracción de talentos y de jóvenes más capaces para el pensamiento que los vecinos de Orcera, ocupados en procurarse para cada día el alimento, encajados entre dos monasterios, de franciscanos mendicantes uno de ellos y de monjas el otro, bien abastecido éste desde la capital. Allí podía el capitán esperar que nadie le imputase delito alguno de sus antiguas correrías, que su fama era conocida desde que hacía años su familia se instaló cerca de lo que llamaban la huerta de Maravillas, por lo que como retiro no le disgustaba el lugar de Orcera. Urgía, por tanto, convencer a la señora para que se decantase por la construcción de los portazgos. Ya había convenido con todos los maestros albañiles a los que les pudiera ser encomendado el trabajo el corretaje que le correspondería. Esa cantidad sumada a lo que sus hombres de confianza le desviarían del pago del peaje le harían más llevadero el inminente retiro. No dudó en hablar con Serótido, el fornido mozo de caballerizas criado en el castillo de la Yedra, para engatusarlo:

Orcera

-Es pena que alguien como tú desperdicie su valía entre paja y estiércol. Me vendría bien contar contigo entre mis hombres, la paga es buena.

Al muchacho se le iluminó el semblante:

-Poco sé de armas, pero no soy tardo en aprender. ¿Cuándo podría incorporarme?

-Tan pronto la señora autorice el levantamiento de los portazgos, supongo que habrás oído hablar del asunto... Si tú pudieras hablarle de la conveniencia de apresurar los trámites...

-¿Yo?, ¿cómo?, no tengo palabrería, no sería capaz de...

-Si has sabido meterte en su cama, no te será difícil empresa menos costosa. Tú sabrás lo que te conviene.

Y el capitán no añadió más. El muchacho, tras desdibujar el sonrojo que le produjo verse descubierto, caviló estrategias irrealizables.

Fray Pedro pecó de imprudencia al hablar con el padre general dando por sentado que recibirían el encargo de las cruces. La promesa de una capellanía vitalicia en una ciudad principal sobrevoló toda la conversación; envalentonado, el fraile accedió a que se pusiese en camino el envío tan pronto fuese posible. Los días pasaban y la señora no se decidía. Cuando el fraile conoció que desde la Casa se había pedido tasación a los más reputados maestros albañiles de los contornos, sintió un amago de bilis en la garganta. Habló con Martín de Ireñu, novicio de belleza lánguida con quien compartía credo y, a veces, lecho. Le expuso la situación drásticamente y, con disimulos evangélicos, creyó convencerlo de que por el bien del Reino de Dios y de la Orden de Predicadores había que sacrificar ciertos principios. Esa misma noche Martín fue el encargado de encender el cirio que en los aposentos de Isabel iluminaba la imagen de Santo Domingo de Guzmán.

Santo Domingo de Guzmán

-¿Habéis relevado a fray Pedro? ¿Acaso no se encuentra bien? -quiso saber ella.

-No del todo -mintió, tímidamente, el novicio.

-¡Cuánto lo siento!... A decir verdad, no lo siento, he salido ganando con el cambio -la descarada muchacha había reparado en la azul inocencia de los ojos de Martín. Harta de la insistencia de Serótido en el tema de los portazgos acarició la idea de pasar la noche con distinta compañía.

El joven no opuso ninguna resistencia a su ensayo de seducción y acabaron entrelazados reinventando la magia de la pasión.

Casi de madrugada Isabel todavía acariciaba los rizos dorados de Martín:

-¿No creía que los religiosos disfrutarais de tan portentosas capacidades amatorias?

-Todavía no soy religioso, sólo novicio, y he pedido a fray Pedro unos meses para reconsiderar mi vocación -mintió tal y como le había pedido el taimado dominico.

-Mejor así, no me encontraría cómoda pecando doblemente. Por cierto, ¿no te habrá enviado para que me hables de las maravillas de sus cruces salmantinas? Últimamente todo el que me requiere de amores no lo hace sino para convencerme de algo.

-Estoy al tanto de esos manejos y no soy quien para inmiscuirme. Como modesto consejo diría que habéis de hacer lo que os dicte la conciencia; sin poder ser objetivo añadiría que, como bien podréis suponer, preferiría ver los caminos ornados de cruces que no de gente armada.

Isabel de Osuna se conmovió ante tal sincera confesión (así se lo hizo creer el candoroso gesto del novicio) y, un tanto irritada por la muy poco disimulada e interesada actitud de su hasta entonces favorito, Serótido, decidió consentir con la propuesta de fray Pedro.

Las cruces llegaron a espigar las tierras de Isabel de Osuna en la Sierra de Segura el mismo día que se la nombraba regidora. No pudo disfrutar la regidora de Osuna en demasía de su nuevo título debido a que el capitán, en un arranque de rabia demasiado tiempo postergado, le descubrió a su señora el engaño del novicio, de quien se había enamorado perdidamente, no siendo correspondida.

Fray Pedro, capellán en Jaén, supo con retraso que su antigua señora, humillada y resentida, había ordenado decapitar todas las cruces encargadas por él, todas excepto la erigida junto a los dos mascarones que sostenían el frontón del monasterio de Santa María de la Peña, mascarones flanqueados por figuras masculinas que, a su vez, aguantaban pináculos, y sobre el tímpano, figuras desnudas con cuernos, algunas de las cuales, según leyenda popular, estaban inspiradas en los rostros de algunos moriscos que poblaron la sierra tras la expulsión de sus paisanos.

Ntra. Sra. Santa María de la Peña

La cruz que se sustrajo a la furia de la nueva regidora se erigió en emblema de la Casa y, por ende, de Orcera, si bien no persistió en el tiempo su predicamento.

Fuese por la belleza de la cruz, fuese porque la señora quiso castigarse con un tan grandioso recordatorio de su ingenuidad, lo cierto es que se libró del infortunio del resto.

Hasta aquí lo referido por la tradición y las crónicas de forma coincidente; el resto es, más bien, confuso.

Unos, los menos, sostienen que Martín fue asesinado por orden de la despechada amante y que los cielos no quisieron dejar pasar sin castigo una tal doble afrenta -destrucción sacrílega de cruces y homicidio de un consagrado- y enviaron una mala y silente muerte a Isabel.

Otros, los más, consideran en mayor grado creíble que fray Pedro, por celos y deseos de sepultar su pasado, negase a Martín el reingreso en el noviciado y que éste, loco de desesperación, regresase al lado de la señora. Como tardía expiación convirtió su lecho de pasión en muerte poniendo en el pebetero de la mujer y sobre el cirio dedicado a Santo Domingo unos pétalos de adelfas y digitales. Los vapores venenosos no consintieron que la pareja llegase a consumar su enésimo acto de amor o desamor.

A Isabel de Osuna, última señora de la Casa, se le dio cristiana sepultura en la nave central del Monasterio de Santa María de la Peña, construida su torre del campanario con los restos de un torreón del castillo de Orcera, el veinticinco de abril de mil seiscientos dieciséis, según consta en el tomo primero, folio veinticuatro vuelto, del libro de defunciones de la misma.

A Martín de Ireñu se le negó tierra sagrada; su cadáver fue enterrado, sin ningún tipo de señal, por un piadoso gañán cerca de la cruz que recordaba a todos los habitantes de Orcera la equivocación de doña Isabel. El improvisado sepulturero, al concluir, rezó al san Miguel de la misma -por considerarlo más milagroso que san Cristóbal- un padrenuestro por el alma del difunto.

Los braceros que a finales de siglo removieron la tierra para asegurar los cimientos de una nueva dependencia sagrada, encontraron el cuerpo incorrupto de Martín de Ireñu con brotes ajados de adelfas y digitales entre sus dedos. Por no desairar a los cielos lo trasladaron con sigilo a donde no molestase, por no desairar a la tierra no dieron cuenta del suceso al maestro albañil.

Siglos más tarde, en el 1733, Juan de Lezuza vigilaba la remodelación de una de las capillas exentas –una especie de ermita dedicada a San Cristóbal, pues quien financiaba la obra procedía de Puente de Génave, villa que tenía por santo patrón al mencionado- cuando sus hombres le avisaron del descubrimiento de un cuerpo incorrupto con extrañas plantas en sus manos. Unos rezos al Santísimo Cristo de la Buena Muerte quisieron aliviar su conciencia por esconder nuevamente el cuerpo sin dar aviso a las autoridades religiosas de Orcera.

Miguel Ángel Carcelén

Nadie sabría decir si la momia con la que todavía se asustaba, a principios del siglo XX, a los niños de la Sierra de Segura y que fue desenterrada por milicianos en las inmediaciones de la ermita tocando a su término la Guerra Civil española, corresponde al cuerpo de Martín de Ireñu.

Josefa, la de Arroyo del Ojanco, anciana hoy y niña en aquellas tristes jornadas, recuerda que su padre, uno de los milicianos, le habló de la belleza marchita de las adelfas que agarraba con fuerza la momia.


lunes, 30 de septiembre de 2024

12º Premio Domingo Henares. ADELFAS Y DIGITALES (1ª parte)

Presentamos, algo ya habitual en nuestro blog después del tiempo veraniego, la publicación de la narración ganadora del concurso literario de Relato Histórico Domingo Henares convocado por el Ayuntamiento de Puente de Génave. En esta edición correspondiente a 2024, resultó ganador el relato de D. Miguel Ángel Carcelén Gandia, que nos transporta a la Edad Media donde la relación entre caballeros, servidores de la fe de Dios y los villanos, no siempre fácil, dentro de la Encomienda de Segura bajo el control de la Orden de Santiago en tierras de frontera con la Granada musulmana. Dividimos por su extensión en dos partes este relato que seguro os cautivará. 

ADELFAS Y DIGITALES.


“Pero el poder -como el amor- es de doble filo:

se ejerce y se padece”

Gabriel García Márquez

 

-Dios os guarde, mi señora.

-Quedad en paz, capitán.

Reverencia del renombrado soldado, vuelo gentil de una mano más acostumbrada a empuñar pica y espada que a besar dedos de cera de damas altivas. El silencio que engrandece las pisadas desiguales y siempre serviles del hombre que ahora se retira todavía inclinado. Cuando el criado coloca la aldabilla y se apaga el eco lejano de madera entrechocada, Isabel de Osuna se sonríe un instante para pasar a ensayar un gesto de hastío.

Miguel Ángel Carcelén 

-¿Os fijasteis en sus andares de oca? -comenta a su preceptor.

-Me fijé. El mal del hueso ha conseguido lo que ningún caballero logró, doblegar el brío del capitán.

-Reuma lo llama el galeno. Asegura que cura con emplastos de agua caliente y baños templados. El buen capitán, a juzgar por su hedor, no debe ser amigo de semejantes remedios.

-No os burléis de hombres que os han servido bien...

-¿Quién se burla? No es burla, sino referencia. Vos mismo lo habéis dicho, me ha servido bien, ya no. Decoroso sería que colgase su loriga y envejeciese con dignidad. Debe ser motivo de befa para los enemigos divisar la contrahecha figura del jefe de mis fuerzas.

-De jabalí viejo libre Dios nuestro pellejo. No hay lugar para la mofa tratándose del capitán ni hueco para soldado que no anteponga el respeto a las canas a sus bríos de combate. Preguntad allende Villanueva si existe quien menosprecie la espada de don Fernando.

-Así lo haré, no quiero confiarme en héroes de barro; mucho me dejó mi padre para exponerlo alegremente a la rapiña de bandas de facinerosos o traicioneros muslimes. Mi respeto a las canas no se deja deslumbrar por hazañas añejas. Por cierto, preceptor, ¿qué canas hay que respetar en don Fernando?

Fortaleza de Segura de la Sierra

Doña Isabel medía al anciano; gustaba de tensar su paciencia con observaciones envenenadas. Tanto el capitán como él habían quedado completamente calvos a causa de la epidemia de muermo que asoló muchos lustros antes de nacer ella la sierra de Segura, especialmente en Orcera y en Puente de Génave, extendiéndose con saña hasta la no muy distante Alcaraz. La muchacha se entretenía con tan peligrosos pasatiempos:

-Decidme, preceptor, ¿qué crédito he de dar a las habladurías acerca del capitán?

-¿A qué os referís?

Ella sonreía, dos hoyuelos preciosos que se le dibujaban en las mejillas mitigaban, en parte, la mala sangre de sus palabras:

-¿A qué ha de ser? Las piedras de mis aposentos hablan y me cuentan que la cojera de a quien tanta veneración profesáis es legado de unas malas fiebres contagiadas por meretrices de la villa de Siles.

-¡Basta! -lo que debiera haber sido un grito imperativo no llegó siquiera a protesta resignada- Hacéis muy mal en dejaros aconsejar por las piedras de vuestros aposentos, la gente está empezando a murmurar, no es fácil encubrir que esas piedras tienen forma de mancebos complacientes.

La sonrisa se le heló, un instante, en el rostro. Sólo un instante, enseguida se recompuso y contraatacó:

-La lozanía precisa ciertos débitos. ¿Se os ha olvidado que en según qué épocas hay que apagar los ardores del cuerpo?

-Habláis como una zafia lavandera, ¿eso aprendéis de ese mozo de caballerizas?

-¿Qué mozo? -repuso con fingida inocencia doña Isabel, lo que acabó de vencer la resistencia del anciano.

-Ningún mozo, no existe ningún mozo y el renqueo del capitán se debe a un lance de sus combates en Hornos por defender vuestras tierras y ganados, ¿convenimos en eso?

Castillo de Hornos

No esperó respuesta, por aquel día ya se había dejado humillar demasiado. Con una desganada inclinación de cabeza se dirigió hacia la puerta.

-¿No me acompañáis en el despacho? -aguijoneó una vez más la muchacha.

-Haré venir a fray Pedro, me siento demasiado anciano para escuchar cuitas de labriegos y zagales.

El preceptor se ausentó rumiando para sus adentros que de mucho tardar la señora en sentar la cabeza, todo el territorio de la sierra de Segura no sería sino una sombra caricaturesca de su pasado. El anciano todavía recordaba lo que oyera a sus padres acerca de la creación del territorio y de su engrandecimiento por parte de las míticas y temidas huestes de Abdelmaiman, la época en la que la sierra alcanzó el mayor de sus esplendores y gozó de gran renombre en todo el sur de la península, levantándose la mayoría de las fortificaciones existentes. El preceptor se había criado escuchando relatar las batallas entre cristianos y árabes, en cómo la Orden de Caballería de Santiago fue ocupando, una a una, todas las fortalezas habidas por el territorio hasta reconquistar la sierra de Segura en su totalidad. Para él no era extraño el nombre del Maestre don Pelayo Pérez Correa, quien le concedió a la nueva comarca arrebatada a los infieles el Fuero de Cuenca en 1242, ni el del rey Fernando III, que donó la Sierra a la Orden de Santiago en justa correspondencia con su esfuerzo batallador contra las tropas africanas. ¡Qué sinrazón que tan rico legado custodiado en su tiempo por sus nunca lo suficientemente ponderados antecesores, peligrase ahora en manos de una adolescente caprichosa! ¡Qué ruina que una zona tan prometedora, con unos cimientos relativamente recientes, se viera abocada a la degradación por el desgobierno de una irresponsable! ¿De qué serviría que en 1580 las villas del Común de Segura hubiesen adquirido la prerrogativa de dictar órdenes para la conservación de los montes -para lo cual fueron elaboradas las "Ordenanzas del Común de la villa de Segura y su tierra"- si se desatendía el gobierno de privilegio tan destacado? El preceptor había contemplado con sus propios ojos tales ordenanzas, cuyas copias se custodiaban en la sacristía del Monasterio de Santa María de la Peña, en las afueras de Orcera. Lo que para él suponía materia casi de reverencia, a su señora doña Isabel la dejaba indiferente.

Maestre D. Pelayo Pérez Correa

Fray Pedro, dominico coranvobis venido a Orcera desde el sur de Francia, llegó apresurado espantando migajas de pringoso candeal de su rostro barbirrucio. Hábito maculado de ceras retestinadas, cilicio en el antebrazo -turgente por poco ajustado- y sandalias de trabajados cordobanes desmintiendo su voto de pobreza. Buena mesa, añejo vino y hogares de chimeneas generosamente atizados en las noches de invierno compensaban con creces los madrugones de maitines, las Gregorianas ininterrumpidas en sufragio por el alma de los difuntos de la Casa y la cercanía de la lúbrica y licenciosa joven que la gobernaba desde que faltase el señor.

Si el capitán renqueaba con andares patituertos, el fraile desplazaba sus nada livianas carnes con gracilidad de fémina.

-¡Cómo admiro vuestra célibe existencia! -fue el saludo de Isabel-, ¡renunciar a carnal ayuntamiento para mayor gloria de Dios...!

El dominico no contestó, el tono de la bienvenida y su experiencia confirmaron que, de una u otra forma, la señora estaba al tanto de su inclinación hacia los púberes acólitos y los no tan púberes novicios.

-Cuando gustéis daré orden para que hagan pasar a la chusma.

-¿Chusma? Poca caridad reflejan vuestras palabras, fray Pedro -reprochó afectando gravedad la señora.

-Digo chusma y digo bien, no de otra forma cabe calificar a una caterva de aparceros y menesterosos incapaces de guardar silencio durante la celebración del oficio divino. Desde las siete de la mañana alborotan en las puertas del coro, por toda la Plaza Mayor redoblan sus escandaleras.

-No entienden de latines gregorianos y sí del crujido de sus tripas. El hambre es muy desconsiderada, deberíais saberlo por vuestros ayunos.

-Sí, eh... sí, por los ayunos..., bien, bien, ¿comenzamos el despacho?

Emblema de la Orden de los Dominicos

A una viuda que reclamaba varias gavillas de leña prometidas por uno de los hombres del capitán a cambio de pespuntar su poco decoroso uniforme le siguió una pareja de mesegueros enfrentados por la posesión de corambres extraviadas en boyerizas comunes cercanas a los cortados de Benatae. Los más fueron tullidos e indigentes solicitando el amparo de la Casa, aunque no faltaron las habituales querellas contra los rebaños por parte de pegujaleros hartos de que sus escasos y abruptos labrantíos fuesen tomados por cordeles o galianas. La extravagancia la aportó un mercachifle gafo a quien la mismísima Madre del Redentor, en su advocación de Virgen de la Cabeza, le revelaba provechosos arcanos. La muchacha, aburrida de tanto pleito, quiso entretenerse un rato:

-¿Y qué podrías decirnos para que te creyésemos? Tened presente que fray Pedro entiende tanto de religiones como de embustes.

-Por ventura diré que el dómine que os acompaña no es agradable a los ojos de Nuestro Señor Jesucristo y no os reportará sino calamidades. Por una caridad acorde con la belleza que os adorna y la munificencia que se os supone podría confiaros la fecha del fin del mundo.

Isabel de Osuna calibró con la mirada el gesto sañudo del religioso, nada nuevo le desvelaba el buhonero. Ignorándolo, habló al fraile:

-Aventuro que su gracia no tiene gran predicamento entre la feligresía. Me apena comprobar que el resquemor es mutuo. Por cierto, ¿tenéis interés en saber cuándo acabará el mundo? No, ¡qué pregunta!, supongo que a un hombre de recia fe tales cuestiones le parecerán baladíes. Socorredlo con una limosna y despedidlo.

El dominico se tragó la humillación, y el tintineo de las monedas sobre el suelo hizo inaudible el final de la fecha que profirió el socorrido: “Veinticinco de abril de mil seiscientos...”.

Un pensamiento de alivio nubló la mente de fray Pedro, quien murmuró para sus adentros: “Paciencia, es sólo cuestión de paciencia y de aprovechar el momento adecuado”.

-¿Decíais? -inquirió Isabel.

-No, nada, que acaso fuese conveniente buscar solución para las incursiones de los ganados en tierras de labor. Según vuestro preceptor y por lo comprobado hoy mismo menudean las quejas al respecto.

-Si los hombres del capitán se dedicasen a señalizar y vigilar las cañadas en lugar de estafar a viudas no habría necesidad de escuchar reclamaciones -por primera vez en toda la jornada el enojo en ella no era simulado.

-Los soldados se sienten humillados y rebajados en esa función.

-¿Qué soldados? Si no hay guerra, no hay soldados, y si no les satisface la misión de evitar enfrentamientos entre mis gentes sólo tienen que renunciar. Mis buenas soldadas me cuesta sostener tanta holgazanería. Debería ajustarme con jornaleros para que vigilasen a mis vigilantes, ¡qué sinrazón!

-Tal vez haya otro modo de solucionarlo. Se me antoja que empeñarse en mantener a los... -ahí dudó un segundo en emplear la palabra soldados- vigilantes señalizando cañadas no sea inteligente...

La joven estuvo tentada de ironizar sobre la contradictio in terminis en que incurría el fraile al profanar con sus labios la palabra inteligencia, pero se abstuvo por conveniencia.

-...Dejadme madurar el asunto con el preceptor y en breve os presentaré una formal propuesta.

Imagen del Monasterio de Santa María de la Peña

Los ecos de la casa no conocían de secretos y, si bien las murmuraciones domésticas tardaban un tiempo en tomar forma, las cuestiones de cierta importancia se transmitían aún antes de formularse. Por eso, cuando el preceptor y fray Pedro expusieron a Isabel su sugerencia, la joven señora los sorprendió con la noticia de que el capitán se les había adelantado con otra no menos interesante. Antes les dejó que se explicaran:

-De vuestros labios oímos que en tiempos de paz huelgan demasiados hombres armados y ociosos. Entretenerlos orientando pastores no satisface a nadie, los hechos hablan. El capitán puede seleccionar a los mejores y prescindir del resto, los dineros que se ahorren bien pueden emplearse en la contrata de brazos fuertes para la siega, la poda y la vendimia, son muy extensos los campos olivareros que vuestro padre os dejó, no lo olvidéis, y Orcera no es falta de recursos si se le antoja prosperar; antes que faltar le sobra secano y tierra bien regada por ríos y embalses. El preceptor ha calculado que entre las dos cañadas y los varios cordeles y galianas que cruzan vuestras tierras se suman los dieciséis días de camino, a razón de cuatro indicadores por día las cuentas arrojan sesenta y cuatro. Desde los límites de la antigua Castam, la frontera de Meintixa y...”

-Por favor -interrumpió la muchacha-, dejad los latines para las laudes y hablad en román paladino, que mi aritmética alcance a saber multiplicar cuatro por dieciséis no os haga presuponer que mi lenguaje reconozca más allá del castellano. Y sed más explícitos, fray Pedro.

-Está bien. La idea es colocar sesenta y cuatro cruces labradas en piedra que señalicen los caminos desde Villarrodrigo a Santiago-Pontones y desde Siles a Beas de Segura, escindiendo un más decoroso ramal hasta Puente de Génave para el camino de Huertas. Servirían para el fin que nos ocupa y preocupa a la par qué para catequizar, con sencillas figuras y representaciones bíblicas, a los caminantes.

-Y darían sensación de unidad a vuestros dominios -puntualizó el preceptor-; las cruces, a modo de seña distintiva, servirían para encontrar lo que separan.

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