SAN ISIDRO LABRADOR. SU VIDA
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Estamos a las puertas de la celebración en nuestro santoral de la festividad en honor de San Isidro Labrador. Son muchas las poblaciones de España, hispano américa y otros lugares repartidos por todo el mundo donde el Santo labrador es venerado y homenajeado todos los 15 de mayo, porque si hay un santo en el calendario cristiano que destaque en el mes de mayo es San Isidro Labrador, especialmente en el entorno rural debido a su advocación que lo convierte en patrono de los que se dedican a las tareas agrarias. Es ese el motivo por el cual es festejado también en numerosos pueblos de la provincia de Jaén, destacando las celebraciones en Puente de Génave, pero también en Santo Tomé, en la aldea alcalaína de Caserías de San Isidro, en Albánche, Arjona, Benatae, Jamilena, Jódar, Solera, Guarromán, Cortijos Nuevos, Torredelcampo, Santiago de Calatrava, Higuera de Calatrava, Villardompardo, Lopera, Gaudalén, la aldea de Cortijuelo en Quesada, en la pedanía de La Quintería de Villanueva de la Reina, así como los festejos organizados por la cofradía de San Isidro Labrador de Baeza, entre muchos otras celebraciones más puntuales. Pero pocas veces nos hemos llegado a preguntar quién era este Santo Patrón, cómo fue su vida, de dónde recibió su vinculación con Dios, sus milagros, cómo llegó a la santidad… pues estas y otras muchas particularidades trataremos de describirlas para profundizar más en su figura y personal relación de santidad.
Procesión de San Isidro. Puente de Génave. |
Decir que San Isidro es más conocido por la tradición popular que por los datos auténticamente históricos que se poseen sobre su vida. A pesar de todo, es uno de los pocos santos medievales cuyos milagros fueron recogidos en un códice, hoy guardado en el museo de la Catedral de la Almudena de Madrid, redactado en la segunda mitad del siglo XIII y en latín, por orden del rey Alfonso X “El Sabio” para la Capilla Real ubicada junto al altar mayor de la parroquia de San Andrés de Madrid, en donde, desde hacía varias décadas, era venerado su cuerpo incorrupto, generando uno de los lugares de peregrinación más importantes de Castilla en aquel momento. El autor del códice fue Juan Gil de Zamora, un cortesano, teólogo, franciscano, sabio escritor, erudito y humanista, colaborador de Alfonso X en su obra hagiográfica, conocida, sobre todo, por Las Cantigas de Santa María. De la primera parte de dicho códice es de donde se extraen los escasos datos biográficos que se tienen, luego confirmados, en unos casos, y aumentados, en otros, por la tradición popular, bien intencionada, aunque, desafortunadamente, falta, en algunos casos, de criterio histórico. Se trata de cinco milagros realizados en vida del personaje, todos ellos contextualizados en la realidad social y económica de su tiempo, por lo que, prescindiendo del hecho extraordinario en sí que supone cualquier tipo de milagro, se pueden rastrear conceptos e ideas que ayudan, bien de manera incompleta, a reconstruir su vida.
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Códice de los milagros de San Isidro. |
Al no tratarse de una biografía al uso, ni pretender su autor que lo fuera, el códice no señala lugar y fecha de nacimiento, ni filiación ni otros datos que ilustren realmente sobre el ciclo vital del personaje. La tradición señala que nació en Madrid, allá por finales del siglo XI, coincidiendo con la nueva coyuntura histórica que supuso el paso del reino de Toledo a manos cristianas en el año 1085 por obra del rey Alfonso VI. Madrid y otros lugares pertenecientes a este reino se convierten, así, en zonas fronterizas con la España islámica, todo lo cual determinó el carácter y hasta la vida política, institucional y religiosa de sus gentes. Es muy probable que fuese de familia mozárabe, es decir, converso al cristianismo para así poder permanecer en su lugar de residencia tras la conquista cristiana, ya que este grupo social fue numeroso en tierras toledanas situadas al norte del río Tajo, es decir, la zona central peninsular donde predominaban los fértiles valles fluviales del Jarama, Guadarrama, Alberche y el propio Tajo, dedicándose a la agricultura y sus miembros repartidos en alquerías, aldeas y villas; la mayor parte lo hizo como campesinos independientes o collazos adscritos a la tierra y vinculados a algún señor, caso de los padres de Isidro que lo fueron a D. Juan de Vargas, un caballero villano, es decir, de zona rural, que pudo beneficiarse de los repartimientos de tierras de Alfonso VI gracias a los servicios prestados al Rey cuando la toma de Toledo. Pronto Isidro quedó huérfano y solo en el mundo cuando llegó a la edad de diez años siguiendo en su cometido diario como peón de campo, ayudando en las tareas agrarias al servicio de ese mismo señor.
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Grabado representativo de Alfonso VI |
El códice no señala más datos de su infancia y juventud pasando a señalar que San Isidro estaba casado y era padre de un hijo. Es la tradición la que pone nombre a la esposa que también adquirió la santidad, María de la Cabeza, y al hijo, llamado Juan o Illán, del cual dice el códice que de niño cayó a un pozo profundo y ante la imposibilidad de rescate, fueron las oraciones de sus padres las que hicieron que sus aguas subieran en nivel y pudieran así rescatarlo. El códice señala que San Isidro era un humilde arrendatario que trabajaba a cambio de un sueldo anual, lo cual encaja perfectamente con la consideración de ser criado que estuvo la mayor parte de su vida vinculado a los Vargas. Asimismo, el códice lo presenta trabajando en Madrid y establecido en un campo próximo a la villa, que la tradición, de nuevo, identifica con la heredad de Juan de Vargas en Carabanchel, junto a la ribera derecha del río Manzanares, en una casa de labor situada en medio de tierras fértiles dedicadas al cultivo de cereales. Recuérdese que dichas tierras ocupan una buena parte de las terrazas fluviales de dicho río y que sobre la casa de labor que ocupó la familia se levantaría, ya en el siglo XV, una ermita, aprovechando el manantial y la fuente construidos por el mismo santo, cuyas aguas tienen propiedades curativas, según fue reconocido por Roma en el propio proceso de canonización.
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Representación de San Isidro junto a su esposa Santa María de la Cabeza y su hijo. |
Los cinco milagros, que se pueden denominar biográficos, muestran a un campesino madrileño que realizaba las labores propias de su oficio, que según los datos históricos que se tienen sobre la vida campesina de la época, sería una agricultura de arado tirado de bueyes y la práctica de la molienda durante el invierno, después de la siega del verano, cuando el grano, que había permanecido recogido en silos, era transportado a alguno de los molinos hidráulicos madrileños que funcionaban a pleno rendimiento, porque el Manzanares venía muy crecido de agua, cuya energía hacía funcionar la rueda de moler. En este contexto se sitúan los dos primeros milagros: el del molino y el de los bueyes. En el primer caso, el santo se dirigía a un molino, que la tradición identifica con el de La Arganzuela, junto al puente de Toledo, en compañía de un mozo o ayudante, para moler trigo, y en mitad del camino ofreció parte de sus sacos de trigo para dar de comer a unas hambrientas palomas, ateridas por el frío y la nieve, siendo objeto de la burla de su acompañante por derrochar de esa manera el preciado trigo. El milagro se produjo cuando, al llegar al molino, los costales de trigo ofrecieron mayor cantidad de harina que de sacos de trigo que se habían molido. La moraleja refleja una idea muy propia de la mentalidad religiosa de la época: la caridad hacia los animales, obra de Dios y seres de la Creación, y la Providencia Divina para quien la practica. El segundo milagro muestra cómo el tiempo dedicado a la oración no merma el rendimiento laboral, más al contrario, lo hace fructificar y multiplica sus beneficios, poniendo de manifiesto que la vida del cristiano no se fundamenta exclusivamente en el trabajo, sino también en la oración. Según el códice, los compañeros se quejaban al amo de que San Isidro se incorporaba tarde a la labranza en una jornada que iba de sol a sol, porque desde el amanecer se pasaba la mayor parte del día rezando por las iglesias que había a su alrededor. El amo, queriendo comprobar personalmente las acusaciones, espió una mañana a Isidro y observó atónito cómo un yugo celestial de bueyes blancos, a la par que su propio yugo, ayudaba al santo a realizar la labranza, aumentando, de esta manera, los rendimientos y los esfuerzos de su trabajo, supuestamente disminuidos por el tiempo dedicado a la oración.
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Grabado representativo del milagro del molino. |
El resto de los milagros se contextualizan no en el trabajo rural, sino en el marco de las prácticas religiosas de la época: el milagro del lobo, el de la olla y el de los pobres. El primero presenta a un Isidro espiritual que no abandonaba la oración ni la posponía ante ningún contratiempo. Unos chiquillos, mientras estaba rezando un día de verano en la iglesia de Santa María Magdalena, identificada con la actual ermita del cementerio parroquial de Carabanchel Bajo, le alertaron de que había un lobo feroz que persiguió a su borriquillo, ocasionándole heridas de muerte. Sin embargo, el santo, pacientemente, terminó de hacer su oración y cuando salió de la iglesia se encontró al lobo muerto y al burro en perfecto estado. El nombre de la iglesia, uno de los pocos topónimos que aparecen en el códice, y la idea del borriquillo, trasladan al ambiente histórico de una época en que los campesinos se valían de estos animales para sus desplazamientos y como bestias de carga y sin los que no se entiende la gran movilidad de estas gentes de unos lugares a otros, recorriendo, a veces, grandes distancias. Los dos últimos milagros se refieren a la práctica de la caridad. En el de la olla, la comida se multiplicó repentinamente cuando un pobre acudió un sábado a su puerta demandando limosna. Parece ser que había costumbre de que este día se repartiesen alimentos entre los más necesitados. El pobre del relato llegó el último y, al parecer, la comida se había terminado; sin embargo, San Isidro interpeló a su esposa y le rogó que mirase si aún quedaba algo en la olla. Ésta acudió, llena de incredulidad, y comprobó sorprendentemente que estaba llena. El último de los milagros presenta la existencia de cofradías seglares, que durante los siglos XII y XIII fueron muy dinámicas, y se manifestaron como el medio más ideal de la participación de los laicos en la vida de la Iglesia, así como la recuperación de un estilo de vida cuyas raíces se hunden en la espiritualidad de las primeras comunidades cristianas. San Isidro perteneció a una de estas cofradías y, durante una de las comidas de hermandad, llegó tarde, debido a que había estado rezando en las iglesias, introduciendo consigo a unos pobres que había encontrado en la puerta pidiendo limosna. La comida se había acabado, quedando sólo la ración que los comensales habían reservado al santo. El milagro quiso que la olla estuviese, de repente, repleta de comida, con lo que se pudo dar de comer a los pobres y aún sobraron alimentos para muchos más. Este milagro se sitúa junto a la iglesia de Santa María Magdalena, a donde los cofrades, que habían presenciado el milagro, acudieron a dar gracias a Dios. Ello provocó que la tradición identificara esta cofradía con la que desde muy antiguo existió en Carabanchel Bajo, bajo la advocación del apóstol Santiago.
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Placa indicativa del lugar donde estaba situada la Iglesia de Santa Magdalena. |
El último relato biográfico representa la muerte de San Isidro y su enterramiento. Se trata de un reflejo del ideal de la perfecta muerte cristiana, acompañada de unos gestos y símbolos concretos que reflejan y se enmarcan, de nuevo, en la realidad histórica. El santo hizo testamento de sus escasos bienes, considerado por la Iglesia como un acto de piedad y de fe. Después, ya enfermo, y en el lecho de muerte, recibió el viático, mostró arrepentimiento, realizó la señal de la cruz y cerró sus ojos entregando su espíritu. Esto sucedía hacia mediados del siglo XII, en una fecha imprecisa que varía, según los biógrafos, entre la década de 1130 y la de 1150. La tradición asegura que pudo morir un 30 de noviembre, festividad del apóstol San Andrés, ya nonagenario y en la casa que Juan de Vargas tenía en la vecindad de San Andrés, que no sería la casa principal del caballero, sino una de sus propiedades para sirvientes y demás, siendo un lugar donde predominaban los campesinos mozárabes vinculados a su familia y en la que habría cuadras, silos, graneros, establos y otros habitáculos en un ambiente muy rural, de ahí la llamada cuadra de San Isidro, donde, según la tradición, el santo guardaba el ganado.
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Actual Capilla de San Andrés. Madrid |
Fue enterrado en el cementerio junto a la parroquia de San Andrés, la última que, durante su vida laboral, visitaba antes de proseguir su camino hacia sus tareas en el campo. Allí, en una sencilla fosa, sin lápida, ni nombre, ni ninguna otra señal, permanece casi olvidado de todos. Será después, a los 43 años de haber sido sepultado, en 1163, su cuerpo fue localizado milagrosamente, según creencia popular, por revelación divina, encontrándose incorrupto y siendo trasladado al interior de la iglesia al considerar las gentes este hecho como milagroso. A partir de este momento comenzó la veneración popular llegando incluso el propio rey Alfonso VIII a considerarlo como parte de la ayuda divina que tuvieron las huestes cristianas para vencer a los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa de 1212. Su culto se desarrolló enormemente, construyéndose una capilla y un arca para contener su cuerpo, todo lo cual quedó bajo el patronato de la Corona, permaneciendo, de este modo, el santo y todo lo referente a su tradición vinculado secularmente a la Casa Real.
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Arca del S.XIII donada por Alfonso VIII para contener los restos de S. Isidro. Catedral de la Almudena. Madrid |
A finales del siglo XVI, se dieron los primeros pasos para su canonización, que no concluyó hasta el siglo siguiente a raíz de un hecho considerado también milagroso pues el rey Felipe III se hallaba gravísimamente enfermo y los médicos no encontraban remedio a su enfermedad, siendo entonces cuando sacaron los restos de San Isidro en procesión sanando el rey de sus fiebres al instante y de forma inexplicable cuando esa procesión pasó junto al palacio real. A causa de esto el rey intercedió ante el Sumo Pontífice para que declarara santo al humilde labrador, por lo que, en 1619, el papa Pablo V le declaró beato y el 12 de marzo de 1622 Gregorio XV le canonizó, junto a otros españoles como Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Teresa de Jesús y el italiano Felipe Neri. Sin embargo, su bula de canonización no fue emitida por Roma hasta el 4 de junio de 1724, bajo el pontificado de Benedicto XIII. El 16 de diciembre de 1960 Juan XXIII le declaró patrón de los agricultores españoles.
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Bula de canonización de San Isidro del Papa Benedicto XIII |
San Isidro es considerado un
intercesor para aquellos que trabajan en la agricultura y el campo, y se le
pide protección y guía en todas las áreas de su vida laboral. También se le
solicita ayuda para fomentar una mayor devoción y amor por la naturaleza, el
trabajo y la vida en el campo.