martes, 28 de abril de 2020

POR SAN MARCOS.... A ESPANTAR AL DIABLO....!!!!!!!!

Evidentemente, este año, las circunstancias han sido especiales y la tradicional celebración de San Marcos no ha tenido las particularidades que la tradición ha venido marcando en la mayoría de municipios de la Sierra de Segura. Espantar al diablo es al tiempo una tradición que se pierde en el tiempo y una escusa para saludar a la nueva estación primaveral, cubriéndose con una cierta aureola de esoterismo y superstición en torno a el beneplácito divino por los nuevos frutos que este tiempo tiene en el campo y del ganado. La jornada campestre y la tradicional comida comunitaria es la característica principal de esta celebración que se repite año tras año en nuestra Sierra.
   
ESPANTAR AL DIABLO, UNA TRADICIÓN DE LA SIERRA DE SEGURA.

(j t)

Entre las más curiosas costumbres que permanecen vivas y aún conservan las huellas de su primitivo origen, cabe señalar la que tiene lugar el 25 de abril con motivo de la festividad de San Marcos. Pero no me estoy refiriendo a la tradición del toro ataviado y ensogado que los municipios de Beas de Segura y Arroyo del Ojanco celebran de manera tan gozosa y vital; la referencia es a la celebración que en otros pueblos de la comarca de la Sierra de Segura realizan este mismo día de San Marcos, que en el lenguaje popular se denomina ir a espantar al diablo o atar al diablo; una costumbre que hunde sus raíces en la oscuridad de la historia. El escenario es siempre campestre, al aire libre y en plena naturaleza, que suele ser un lugar seleccionado por la costumbre en cada pueblo, lugar frondoso, de montaña con fuentes o manantiales de agua o cercano a un río, y con abundante vegetación y sombras; pues es esta época disfrutar de la naturaleza con la entrada de la primavera en salidas campestres y romerías.
Campo primaveral protagonista de esta tradición
Se trata de una tradición ancestral que perdura en esta tierra y que de forma inmutable se cumple por la población como un hecho sustancial de la vida y tradición. La celebración se inicia unos días antes con la preparación, en clanes familiares o de amigos, de los medios necesarios como las provisiones de carnes de todo tipo, abundante bebida y los hornazos cocidos en el horno. Llegada la fecha del santo, la larga comitiva se pone en marcha en grupos, pandillas y peñas hacia el lugar de costumbre en cada pueblo, donde en medio de juegos, bromas y ambiente festivo se dará buena cuenta de las viandas preparadas. Espantar al diablo constituye el motivo central, consistiendo en anudar los tallos de una planta, hierba alta o rama de un arbusto, principalmente retama, con lo que simbólicamente se ata o espanta del lugar a un diablo alegórico. El ambiente festivo dura toda la jornada, incluso se prolonga al día siguiente si hay viandas. El regreso tiene lugar a la caída de la tarde, sin que falte el baile y juegos grupales para cerrar la jornada. Este es el contenido externo de la celebración dando fin así a un ritual se ha ido difuminando y adaptando al paso del tiempo.
Retama anudada como acto simbólico
El origen de este acontecimiento hay que buscarlo en el mundo antiguo. Estas fechas era el momento en que los campos florecían y el invierno agonizaba, dando fin a una de las dos fases en que se dividía la vida en el mundo primitivo. Posteriormente los romanos festejaban la “robigalia”, para preservar la siembra de la temida enfermedad de la roña, entonces muy frecuente; así como la del “annus pastorum” o año de los pastores, para preservar al ganado. Durante los siglos siguientes se mantendrán con carácter popular a pesar de su naturaleza pagana dentro del mundo cristiano ante la imposibilidad de suprimirlas, cristianizándolas la Iglesia Católica poniéndolas bajo la advocación de un santo protector cristiano, en este caso, San Marcos, cuya fecha se hace coincidir con la fiesta pagana. La Iglesia declara este día como festividad religiosa de obligado cumplimiento, instituyéndose también nuevos ritos, rogativas y procesiones con recitación de las letanías mayores y bendiciones simbólicas de campos, en las que se implora el amparo del santo sobre las lluvias y las cosechas, viniendo a ocupar así este santo el lugar de los antiguos dioses protectores paganos de otras civilizaciones anteriores. Así, era tradicional, al mediodía del 25 de abril el toque de campanas en las iglesias propiciadoras de la alegría de la lluvia tan necesaria en esta época para el campo y al tiempo para ahuyentar las dañinas tormentas, que ha quedado reflejada en el refranero popular que afirma “Por San Marcos, el agua a charcos”.
Representación de San Marcos
Otra advocación tradicional del evangelista San Marcos es complementaria de la anterior, y parte de la estimación del santo como preservador del propio infierno, que las cristianas viejas practican caminando por el campo mientras rezan la oración ritual, arrojando una china sin volver la vista atrás cada vez que recitaban un nuevo credo.
“San Marcos bendito,
treinta y tres credos te deposito.
Ni te los doy ni te los quito,
pero a la hora de la muerte los necesito”.

Se afirma pues, una estrecha relación del santo con el propio demonio, reclamando su protección en los umbrales de la muerte, por lo que San Marcos es capaz de frenar el mal que el diablo representa. Las personas de mayor edad impedidas de ir al campo, salían a las afueras de los pueblos, desde donde recitaban también una oración ritual para expulsar los influjos diabólicos tanto de las casas como de los campos.
El Pizorro. Paraje de Puente de Génave tradicional en San Marcos
La zona geográfica donde mejor se conserva esta costumbre de manera más intensa es en la zona media y norte segureña, por los municipios de Villarrodrigo, Torres de Albanchez, Génave, La Puerta de Segura, Puente de Génave, etc... En la zona media y sur de la Sierra de Segura, desde la población de Segura hasta Pontones y por las aldeas santiagueñas de río y de la vega, predomina sin embargo otra fiesta similar que se celebra el 22 de mayo festividad de Santa Quiteria. La tradición de esta parte de la comarca de la sierra segureña consiste en salir al campo a merendar con el insustituible hornazo. Por la zona del valle del Guadalquivir, es decir, el Zarzalar, Venta de Hilario, Las Ericas, El Cantalar, Campillo y Vadillo-Castril; el día de Santa Quiteria gozó siempre de gran predicamento y su celebración conservó mucha fidelidad a sus primitivos orígenes. Normalmente en este día era la fecha en que se abrían las orzas que contenían los elaborados matanceros, previamente selladas con yeso o barro las coberteras o tapas de madera desde el momento de la fritura de la matanza, para que nadie pudiera abrirlas. Un acto cargado de simbolismo que autorizaba a comer por primera vez los embutidos fritos de la matanza casera, en especial los chorizos, condimentados con huevos fritos de la nueva puesta de las gallinas. Otro acto ritual era construir merciores (mecedores o columpios) en árboles de calles o en el campo, en los que con gran alborozo se columpiaban las mozas y zagalas casaderas ayudadas por los vaivenes de sus novios y amigos, siendo impulsadas entre gritos y e imprecaciones de miedo o alegría. Las miciringás o mecidas propiciaban mayor cercanía entre los jóvenes en un ambiente de alegría y libertad poco usual en la época.

Juegos tradicionales en el campo
En la zona cazorleña se reserva esta efeméride para el último domingo de abril, con la romería de la Virgen de la Cabeza que cumple los mismos fines al salir al campo, acudiendo los vecinos de los pueblos y aldeas de los contornos, siendo protagonista también el típico hornazo. Algo parecido sucede en Orcera con el día de la Candelaria en los alrededores del Convento, o en Siles el domingo de Pascua el día de la mona o del huevo, con clara influencia levantina, pero con el hornazo como denominador común. En los alrededores, pero ya en el Campo de Montiel ciudadrrealeño, municipios como Villamanrique, Almedina, Terrinches, Infantes o Puebla del Príncipe, también se espanta al diablo para San Marcos saliendo al campo y anudando los tallos tiernos de la siembra verde de los cereales, que algunos, siguiendo una vieja costumbre, anudan usando solamente la mano izquierda. En Villapalacios y Bienservida atan también las plantas verdes del campo para espantar al diablo, y en Alcaraz tocaban campanillos y cencerros en el campo para ahuyentarlo y en todos con elaboración de hornazos. En Yeste y sus aldeas anudan pañuelos y ahuyentan al diablo agitando al aire las mantas de la casa. En Albaladejo y Villanueva de la Fuente, matan sapos, hormigas y lagartijas con el mismo fin de expulsión de los espíritus malignos de los campos. En Sorihuela, Santa Quiteria es copatrona del pueblo, y celebran la fiesta en una original romería que celebran junto al río Guadalimar, que incluye la construcción de chozos para albergarse las familias o peñas, sin que falte tampoco la presencia del hornazo en las suculentas meriendas.
Imagen de Santa Quiteria

Si existe un elemento común este es el hornazo, dotado casi siempre de huevos cocidos incrustados en el centro de la masa, a veces pintarrajeados con motivos campestres. Como señalan algunos autores, el hornazo de la fiesta equivale a la mona levantina o catalana y al bollo del norte hispano, siendo una reproducción simbólica de los órganos de generación femenino y masculino hechos con la masa de harina de trigo, empleados en esta ocasión como amuletos o símbolos de la generación y de la vida, que se corresponden con otros objetos hechos con masa en muchas otras romerías españolas con las mismas intenciones. El huevo es otro de los elementos materiales que participa también en la conmemoración de forma principal, cocido o duro, incorporado o no al hornazo, variedad cocida que deriva de la forma en que en el mundo rural se conservaban antes los huevos para su consumo. Recuerda también la antigua costumbre de consumir los últimos huevos duros toda la familia el día de la Pascua, que aún perdura, para celebrar la resurrección a la otra vida, simbología que se corresponde con los antecedentes históricos de cabalistas y alquimistas, que consideran al huevo símbolo de victoria sobre la muerte y resurrección, en este caso de la naturaleza con alegría y regocijo que se exterioriza estrellando burlonamente los huevos duros que se van a comer para romper la cáscara en la frente de los vecinos y comensales, como se acostumbra a hacer en San Marcos. La carne es otro de los ingredientes imprescindibles en la fiesta, como alimento venerado por los campesinos, de choto y, sobre todo, cordero para ser asada en las brasas de un abundante fuego. Es precisamente el cordero un animal de grandes significaciones a lo largo de la historia, pues el cordero guarda las reminiscencias de la antigua fiesta pastoril romana y es, al propio tiempo un símbolo eucarístico de primer orden en toda la tradición cristiana.
Tradicional hornazo con huevo coloreado.
El acto ritual es otro aspecto que se materializa en una especie de orgía de carácter primitivo y campestre, encubierta hoy como una romería o una simple reunión campestre, que sin embargo conserva todavía vigentes las formas rituales de anudar la siembra o los arbustos, atar un pañuelo o dar muerte a un sapo, hechos bien significativos de los fines perseguidos de aniquilación diabólica, o de ahuyentar los efectos maléficos de los alrededores mediante la sacudida de mantas o haciendo sonar estrepitosamente campanillos o cencerros, en clara alusión a la expulsión simbólica del espíritu maléfico de nuestro entorno rústico y urbano. Los personajes que intervienen, constituyen las piezas fundamentales del acontecimiento, son San Marcos y el propio Demonio. Obvio es decir que el santo, viene a simbolizar la entrada de la primavera, la llegada del buen tiempo que se encarga del buen crecimiento de las siembras y preservarlas de las inclemencias del tiempo, dando por finalizado el oscuro invierno para la naturaleza. Personifica pues San Marcos el triunfo de la luz sobre las sombras y las tinieblas invernales y, en definitiva, del bien sobre el mal representado por el Diablo, de ahí que se le espante o se le ate, con ayuda del santo, para evitar sus malos influjos sobre las casas, tierras, montes y las siembras, así como de los males y enfermedades que atacan a personas, animales y plantas. Se clausura así un tiempo oscuro y tenebroso, y se inicia otro abierto a la esperanza y a la vida.
Tradicional comida campestre de San Marcos 
Los fines más lejanos de la fiesta es la aproximación del hombre a la naturaleza de donde procede, y su reencuentro con sus raíces históricas que le unen a sus principios y creencias reviviendo el ritmo de los ciclos climáticos como en su más remota antigüedad. El buen tiempo y la proximidad de la cosecha, no son otra cosa que la renovación y victoria sobre la muerte y la resurrección de la naturaleza. Resurrección que se extiende al hombre y, con él, la alegría de un generoso yantar, donde el canto, el baile y la exaltación de los sentidos y del amor, anuncian una nueva fase en la vida. Cumple así la fiesta el fin aglutinador que le es propio, al propiciar también la cohesión vecinal y la convivencia de la comunidad rural, lo mismo que la exaltación de la gula sobre el hambre y la penuria, antes tan frecuentes en el mundo del campo, imponiendo al mismo tiempo la esperanza sobre la dura realidad cotidiana, reconciliando a las personas con sus orígenes más ancestrales y organizando, de este modo, la vida comunitaria de nuestros pueblos alrededor de unas creencias tradicionales que siembran la concordia y la paz entre sus sencillas gentes.

Una costumbre tradicional: espantar al diablo. 
Adaptación
Alejandro Faustino Idáñez de Aguilar


No hay comentarios:

Publicar un comentario