sábado, 23 de enero de 2016

RECORRIDO POR LA HISTORIA EN LA SIERRA DE SEGURA. (IV)

Recuperamos el recorrido por nuestra historia dando una visión global de la dominación romana en la comarca de la Sierra de Segura. Evidentemente no podemos decir que existiera un gran asentamiento o una ciudad emblemática dentro de la dominación romana, pero debemos destacar importantes hechos ocurridos en la confrontación romano-cartaginesa y la ubicación de diferentes pequeños poblados que jalonaban o protegían el comercio, muy intenso, con Cartagho Nova (Cartagena) a través de la ruta llamada Camino de los Cartagineses que atravesaba nuestro territorio.

Cuarta Parte.- ROMANOS
            Ya desde el S. IV a.C. el Mediterráneo era un hervidero de conflictos derivados de los intereses económicos que tenían su reflejo en el comercio. Pueblos como los griegos, cartagineses y fenicios pusieron sus ojos en nuestros territorios, especialmente por el gran potencial minero que la Península Ibérica ofrecía. Los pequeños reyes íberos, ante el valor que habían alcanzado los metales, se dedicaron también a negociar con los yacimientos que atesoraban sus territorios, los que les supuso una alta rentabilidad económica y política. Muestra de su poderío socioeconómico puede ser el tesoro de Santiago de la Espada. Hay que señalar que nuestra sierra era lugar de paso preferente de las caravanas que se introducían para la extracción y comercialización de los metales que se habían encontrado en Sierra Morena, por lo que sus tierras se llenaron de diversos poblados y fortificaciones que protegían estos caminos.
Modelo de construcción de puente romano
Los cartagineses son los primeros en romper el modelo tradicional de comercio con los pueblos íberos peninsulares, iniciado por fenicios y griegos, a través de un asentamiento costero, llamado colonia, al que afluía todo aquel que tuviera intereses comerciales. El modelo cartaginés fue más arriesgado al introducirse en expediciones hacia las tierras interiores, pactando estos intercambios con los líderes íberos, iniciando un control e influencia que en ocasiones no estuvo exenta de confrontación y lucha. Esta influencia se inicia en el 264 a.C. sobre los pueblos peninsulares, llegando a nuestro territorio en el 237 a.C. con las campañas de Almírcar sobre los Bastetanos, siendo en nuestra sierra donde encontró la muerte el general cartaginés en una emboscada en el año 229 a.C.
Puente romano de Puente de Génave
Su sucesor, Anibal, en el 225 a.C. trata de consolidar su presencia en nuestras tierras, cuyo dominio considera básico, para propiciar un beneficioso comercio de metales extraídos de Sierra Morena, además de la explotación agrícola y ganadera. Para ello consolida un corredor comercial que pasaba por Puente de Génave, La Puerta de Segura y continuaba por Siles buscando la salida al mar por Cartago Nova (Cartagena), que recibió el nombre de Camino de los Cartagineses, construyendo atalayas y fortificaciones, restaurando caminos y construyendo puentes, como el constatado en La Puerta de Segura.
Vías comerciales en época romana en la Sierra de Segura
Pero los intereses económicos en la península provocaron la ruptura del pacto de no agresión entre romanos, establecidos en la zona norte mediterránea, y cartagineses que controlaban la costa sur y, por supuesto, la tierras de los que hoy conocemos como Sierra de Segura. Este enfrentamiento provocó la batalla de Castrum Altum, actual Segura de la Sierra, donde Asdrúbal y su hermano Magón se enfrentaron a las legiones romanas comandadas por los Escipiones en el año 214 a.C. Fruto de estos enfrentamientos esta la creencia, que cada vez adquiere mayor credibilidad, que Cneo Escipión, hermano de Plubio Cornelio Escipión, general jefe de la tropas romanas que también murió en esa campaña, tuvo que huir al verse sorprendido por los cartagineses en la población de Ilorci (posiblemente Orcera) y apuntar las crónicas que se refugiaron en un torreón y allí fueron quemados vivos siendo un lugar muy cercano al nacimiento del río Betis (Guadalquivir) en el año 211 a.C.
Puntas de flechas encontradas en Torres
Con el control de todo el territorio peninsular por los romanos, Hispania comienza a funcionar como provincias del Imperio. Hay sometimiento de los diferentes pueblos íberos y se estructura todo el territorio dentro de los criterios y estructuras romanas. Hay paz y por lo tanto prosperidad. Los poblados situados en lugares de difícil acceso comienzan a abandonarse y se ocupan zonas de ribera donde la productividad agraria era mayor.
Punete Mocho en Beas de Segura
El Emperador Augusto sometió las tierras de Segura adscribiéndola a la provincia de la Hispania Citerior con capital en Tarraco, pero más tarde, con la creación de los monasterios jurídicos, perteneció a la jurisdicción de Cartagena. Es evidente que el interés económico de nuestra comarca no decreció y se potenciaron las conexiones con las zonas mediterráneas, construyendo calzadas y restaurando vías. Las vías romanas procedentes de Gades (Cádiz) tenían su paso obligado por Cástulo (Linares) y, tras pasar por Ad Morum (Navas de San Juan) y Ilugo (Santiesteban del Puerto), llegar a una bifurcación que seguía en dirección norte atravesando el Puente de Motizón para llegar a Ad Duo Solaria (Motizón), siendo a partir de aquí donde la Vía Hercúlea o Augusta cruzaba a tierras manchegas buscando la ciudad de Mariana (Puebla del Príncipe), Mentesa (Villanueva de la Fuente), llegar a Libisosa (Lezuza), Saltigi (Chinchilla) y llegar a Saetabis (Xátiva) y Valentia (Valencia)  donde se abría a las aguas del Mediterráneo en busca de Roma, según queda descrito en los Vasos de Vicarello encontrados en las cercanías de Roma.
Transcripción de los Vasos de Vicarello
Vasos de Vicarello
La otra dirección pasaba cerca de Castellar de Santiesteban para, después de atravesar el Puente Mocho, seguir a través de la Sierra de Segura llegar al Mediterráneo buscando Carthago Nova (Cartagena), nos estamos refiriendo al llamado Camino de los Cartagineses. Esta ruta seguía el curso del río Guadalimar hasta cruzarlo cerca de Bujalamé (Puente de Génave), pasar entre los pequeños castillos que se encontraban en La Puerta de Segura, seguir a Cardete (cerca de Benatae), llegando hasta Ilici Bastillsano (Elche de la Sierra), para buscar tierras murcianas después de pasar por Ilinum (Hellín) y llegar a Carthago Nova.
Lápidas funerarias encontradas en Orcera y Benatae
También existía una otra vía, que posiblemente se bifurcaría una vez atravesado el puente romano de Puente de Génave, hoy es conocida con el nombre del Camino de Anibal, que seguía, tras pasar por Génave, Villarrodrigo o Alcaraz, la actual carretera nacional hasta El Robledo, donde se desviaba para seguir en dirección norte y enlazar con la Vía Hercúlea en las proximidades de Libisosa (Lezuza).
Puente romano en Villarrodrigo
Es evidente que a la explotación minera de Sierra Morena, principalmente de plata, tenemos que añadir numerosísimas explotaciones agrarias llamadas “villas”, que son complejos rurales bien acondicionados y muy diseminados en propiedad de nobles patricios, como la de Los Baños, junto al Arroyo del Ojanco (segunda mitad S. I d.C.), y que producían aceite o trigo que después comercializaban. También obtenían harina de la bellota o resinas de los bosques de pinos de la sierra que después se utilizaba en la construcción de barcos, había explotación ganadera de ovejas y cerdos, así como una importante actividad apícola.
Mosaico de la Villa de los Baños en Arroyo del Ojanco
De esta época quedan en la sierra de segura numerosas construcciones como el Puente de Despiernacaballos cerca de La Toba, el Puente Mocho en Beas de Segura, puente de Romillán y del Moro en Trújala y por supuesto el puente romano de Puente de Génave, todos ellos de la segunda mitad del S. I d.C. También se han encontrado otros restos como lápidas funerarias en Orcera o Benatae, diferentes piezas de cerámica o diversas monedas en lugares como Génave, Torres, Catena (aldea de Segura de la Sierra), los Baños de la Laguna (Hornos) antigua villa romana hoy en día bajo las aguas del pantano del Tranco, algunas caleras como la de Siles o también salinas como las de Hornos. En cuanto a otro tipo de elementos se han encontrado puntas de flechas en Torres  o una lanza encontrada en las cercanías de Segura de la Sierra.
Puente Romillán en Trújala
Calera encontrada en Siles y las salinas en Hornos de Segura
Restos de los Baños de la Laguna en el Tranco
Salinas romanas encontradas en Hornos

lunes, 11 de enero de 2016

EL FOLKLORE SERRANO EN PUENTE DE GÉNAVE

NUESTRO FOLKLORE, FUENTE DE TRADICIÓN.
(jt)

El baile y el cante tradicional a lo largo del tiempo, y hoy en día también, suponen uno de los hilos conductores más poderosos para las relaciones humanas. Se detectan además en estas manifestaciones artísticas tradicionales una serie de valores universales que se pueden rastrear en todas las culturas y en todos los pueblos.
Son por tanto los hechos cotidianos como cosechas, matanzas, carnavales, actos religiosos, etc… los que marcan la manifestación tradicional folklórica, aunque las temáticas no siempre tienen vinculación con estos acontecimientos derivándose hacia temas de vinculación personal, amorosos, de relación familiar o social, dándole en la mayoría de ocasiones una visión pícara o socarrona.

Pero lo que nos interesa aquí es el carácter social del fenómeno. El baile y el cante son aptos para reunir a una gran mayoría de la comunidad. En todas la latitudes, los hombres y mujeres, han podido gracias a este fenómeno, encontrarse y compartir una actividad, donde su personalidad podía expresarse en su plenitud. Nuestro pueblo no podía quedarse al margen y su breve historia siempre ha tenido presente esta actividad y en diferentes momentos grupos folklóricos, de baile o rondalla, han mantenido viva la tradición. Hay que destacar que a finales de los 50 y principios de los 60, la Sección Femenina coordinó un grupo de folklore que dejó el listón muy alto. Algunos de sus miembros mostraron alto interés y transmitieron a las  nuevas generaciones los pasos de la Jota del Puente, buque insignia del folklore local, junto a un variado repertorio serrano, como los Cristos del Arroyo y Beas, la Jota de Génave, el Fandango de Chirichipe de La Puerta o las Gandulas de Siles.

Es, por lo tanto, evidente que esa tradición folklórica fue fundamental para la fundación grupo folklórico Fuente Vieja en Puente de Génave, porque este folklore, el serrano, es el alma de nuestros pueblos en la comarca de la Sierra de Segura. Nuestra comunidad se expresa de diferente manera a otras: canta, baila, se viste, habla, crece y piensa de acuerdo a su tradición y a sus vivencias, muy peculiares por la situación geográfica entre tierras de Andalucía, La Mancha y el Reino de Murcia.

Un elemento fundamental de nuestro folklore son los trajes, que mantienen seria influencia de las zonas vecinas manchegas y murcianas pues hay que recordar la vinculación histórica que las tierras de la Sierra de Segura han mantenido a nivel geográfico y humano con estas tierras. La vestimenta suele ser confeccionada por los propios componentes de cada grupo folklórico, mimando cada prenda y convirtiéndola en reflejo del gusto personal individual, eso sí, siguiendo los cánones de la tradición serrana. En la antigüedad existían dos tipos de vestimentas, el de las labores diarias y, el elegido para los días festivos y celebraciones. Se tiene constancia de la utilización de esta tipología de traje serrano desde el S. XVI, siendo en Arroyo del Ojanco donde se guarda el más antiguo conservado, datado en el S. XVIII.

La tipología del traje masculino está formada por camisola ancha blanca con jaretas y de manga larga o chambra de pañete, chaleco negro de pana lisa o en brocado con espalda de tela de raso negra y botones colgantes, que en invierno se cubría con chaqueta de terciopelo o blusón gris ligeramente por debajo de la cadera; en ocasiones se podía acompañar de capa de lana de oveja segureña de amplio vuelo larga hasta los tobillos. También es tradicional la faja azul, roja o negra dejando caer el extremo hacia la izquierda, pantalón o calzón de pana o terciopelo negro corto y ajustado hasta la rodilla, con botones plateados en la parte inferior lateral, con las antiparas o polainas que son zahones de piel que cubrían las piernas desde la rodilla hasta el pie, con decoración en la zona del tobillo colocadas sobre calcetines calados de lana gruesa hasta la rodilla, siendo el calzado las alpargatas con suelo de cáñamo y esparto con caras de tela blanca y cintas negras o zapatos negros para días festivos. No contaba con ningún adorno metálico en todo el traje, exceptuando los botones, quedando como único complemento un pequeño sombrero de tipo calanés o en ocasiones de ala más ancha.

El traje de la mujer es mucho más complejo y vistoso utilizando colores vivos como rojos, amarillos, morados, verdes o azules, especialmente en los bordados y decoraciones siendo esta una clara herencia decorativa árabe. Se solía vestir camisa de manga larga blanca, justillo sin cuello acabado en pico con tres pinzas o tachones y tres morcillas donde luego sujetar las sayas y refajos, y sobre la camisa el corpiño ya que la camisa era considerada como prenda de interior. Los refajos eran de color diverso y de gran vuelo formados por pliegos de tela llamados “piernas”, hechos de lana con una franja de pana lisa siendo la orilla rematada con ribete de cordoncillo serrano de lana de colores, pues los ribetes y franjas de terciopelo eran para trajes festivos, con abundante decoración en bordado floral principalmente, y picados en pañete o fieltro que era cosido sobre la tela; aunque en ocasiones se confeccionaba a rallas llamadas “ruedas” siendo esta una textura más uniforme. Por otra parte las enaguas o sayas serían de tela fina o sayote, dependiendo el tipo de uso del traje y se colocaban debajo del refajo y sobre los pololos. Las medias eran de lana o de algodón negro o también de listas de colores vivos hasta debajo de la rodilla, siendo el calzado las típicas alpargatas blancas con cintas negras o zapatos negros para días festivos. El mandil era una pieza imprescindible, de color negro para las mayores con tres lorzas amplias y decorado con encajes, siendo de color para las jovenzuelas. La mantilla era de forma rectangular y en ocasiones servía para cubrir la cabeza en celebraciones religiosas, mientras que el mantón, cuadrado y con flecos, se doblaba en pico y se ponía cruzado sobre el pecho, parte del cuerpo que había que proteger de las indiscreciones. Otra pieza fundamental era la faltriquera que se llevaba normalmente debajo del refajo, del mismo paño que este, y donde se guardaba el moquero, el dedal o la bellota de guardar agujas. Se solían llevar alhajas como pendientes, horquillas, peinetas, imperdibles, broches, etc… de latón o incluso oro dependiendo de la economía personal. El peinado siempre sería recogido en un moño bajo y como mucho se llevaba alguna decoración floral. Como curiosidad no se solían llevar bragas, prenda ésta mucho más moderna y actual, siendo sustituidas por los típicos pololos de color blanco siempre.

Sin duda la jota serrana es el núcleo central de las danzas populares. En ella se sitúan en círculo hombres y mujeres, iniciando unos movimientos circulares después del peculiar saludo serrano al son de diferentes coplas o estribillos acompañados de guitarras, laúdes, bandurrias, castañuelas o platillos; en los que se va cambiando de pareja alternando movimientos más ágiles con pasos reposados, que darán paso a la siguiente copla, manteniendo los brazos en alto, más en hombres que en mujeres, mientras los pies se chocan buscando el talón de uno el empeine del otro.

Era típico que, de forma casi espontánea e improvisada, estos bailes estuvieran presentes en celebraciones de ámbito popular como las luminarias de San Antón, Santa Lucía o la Candelaria; también para las Cruces de Mayo; Navidad, Semana Santa o la celebración de la fiesta patronal de cada municipio, en nuestro caso acompañando a San Isidro Labrador. No obstante, y con finalidad de mantener vivo este rico patrimonio, en la actualidad se celebran festivales y concentraciones de grupos folklóricos dentro del ámbito comarcal y provincial que se programan como jornadas de convivencia y que no tienen una motivación festiva específica.


Puente de Génave no podía quedar al margen actualmente de esta tradición serrana y fruto de ello fue que un grupo de entusiastas, puenteños y puenteñas, iniciaran este trabajo de recuperación cultural. El nombre elegido para el grupo fue el de Fuente Vieja, haciendo referencia a ese espacio del pueblo que forma parte de nuestra historia. Muchos han sido los ensayos y las horas dedicadas para hilvanar el presente y el futuro de un grupo que empezó a desarrollar su actividad con fuerza a partir del año 2008, con fines claramente socioculturales, partiendo de una voluntad altruista dónde la actitud social participativa y la recuperación del folklore serrano van de la mano y a los que dedicamos reconocimiento y homenaje desde esta ventana abierta a todos.